Capítulo 37

—Y en cuanto a dónde me metí ayer…, siento que te preocuparas. Simplemente desconecté el móvil y luego se me olvidó conectarlo. No es para tanto.

—¡Claro que lo es! La próxima vez ten más cuidado y no seas tan despistada. No puedes desaparecer así, sin dar noticias de…

—Ya está bien —lo interrumpió—. No soy una niña, Antonio, no quisiera enfadarme, pero me parece exagerado que andéis detrás de mí de esa manera. Ayer tuve la misma conversación con Celia, y te digo a ti lo que le dije a mi hermana: no soy una niña y me estáis hartando.

Antonio se puso muy colorado y Laura estuvo a punto de pedirle perdón, pero no lo hizo. Tenía que dejarles bien claro a todos que no necesitaba su permanente custodia.

—Bueno, no te pongas así. Me preocupo por una amiga, no me parece que la cosa sea tan grave —se acercó a ella y le acarició la cabeza. Un gesto fraternal, como tantas veces, pero en esta ocasión a Laura le pareció que había algo más. Y no le gustó.

Se apartó con brusquedad y Antonio la miró
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