—Imagino que, después de pasar medio año escuchando hablar a científicos, algo se me ha pegado —comentó Jared riendo con ganas.—A ver que yo me aclare —dijo Sonia desde la entrada de la tienda. Estaba sofocada, como si hubiera ido corriendo desde la tintorería—. ¿Me estás diciendo que Jared ha vuelto y que Nuria lo ha besado? ¡Pero bueno! Primero tenías que haberle dado un buen par de bofetadas por desaparecer tantos meses.—Eso ha sido lo primero que ha hecho —afirmó Jared acercándose a ella y dándole un efusivo beso en cada mejilla.Luego dio un paso atrás y los miró a todos, grabándose sus rostros en la mente. Ellos eran sus amigos, su familia.Por fin estaba en casa.Habían pasado tres horas desde el regreso de Jared.Los seis amigos continuaban en el restaurante, sentados a una mesa ocupada por varias tazas de café vacías y rodeados muy indiscretamente de la mayoría de los dueños de los negocios del barrio, amén de algunas vecinas y vecinos que, por casualidades nada casuales de
Ninguna de las personas que estaban en el restaurante habían visto, ni volverían a ver jamás, a alguien abonar una cuenta con tanto orgullo y satisfacción reflejados en sus rasgos ni con una sonrisa tan sincera y digna.—Bueno, bueno, muchacho, vamos a la peluquería y te invito a un café —instó Román dándole una palmada en la espalda.—¿Otro? Me va a dar un telele como tome más cafeína —bromeó—. No, gracias. Voy a ver si encuentro un hotel, dejo la mochila, me pego una buena ducha y duermo un rato. Estoy que me caigo —manifestó Jared rechazando la invitación. Las profundas ojeras que lucía su rostro eran el mudo testigo de que no mentía—. Mañana me paso a desayunar contigo y con Scooby —propuso guiñándole un ojo. Román asintió satisfecho. A la mañana siguiente le pondría al día con todas las novedades del barrio.—Te acompaño —se ofreció Nuria interrumpiendo la conversación entre los dos hombres—. Abuela, no me esperes despierta —susurró al oído de Dolores. La abuela abrió mucho los o
—En mi camarote dormían otros cinco hombres —respondió Jared con voz ronca—. Y todos tenían un oído muy fino —comentó frunciendo el ceño. En más de una ocasión sus compañeros se habían burlado unos de otros por los ruidos nocturnos que se escuchaban en el camarote—. No me hacía especial ilusión convertirme en el blanco de sus bromas —afirmó con una sonrisa en los labios—. Por lo tanto solo podía soñar e imaginar cada una de las cosas que te haría cuando por fin te tuviera a mi lado. ¿Quieres saber cuáles eran?Nuria asintió con un jadeo, e intentó envolver las caderas del hombre con sus piernas, pero este se apartó de ella apoyándose sobre los codos. La observó con una sonrisa ladina en los labios y agachó la cabeza hasta posar los labios sobre sus voluptuosos pechos. Mordisqueó los pezones por encima de la tela hasta que la escuchó gemir. Unió su pene erecto y dolorido a la ingle cubierta por los vaqueros de la mujer y se balanceó contra ella. Nuria alzó las caderas, pegándose más a
Qué extraño, pensó desconcertado al sentir un tenue roce recorriendo sus muslos. Se incorporó apoyándose en los codos y bajó la mirada para observar aturdido a un diminuto pingüino de poco más de un par de centímetros de altura caminar tambaleante sobre su piel. Carraspeó perplejo y la pequeña ave le picó. Fue un picotazo ligero, casi un mordisco.—¿Qué…? —Abrió los ojos sobresaltado por el etéreo dolor mezclado con placer que sintió en la ingle.—Buenas tardes, Bello Durmiente —le saludó la voz de Nuria.Bajó la mirada asombrado. Ella estaba entre sus piernas, con la cabeza apoyada en su cadera y la melena castaña dispersa entre las sábanas y sus muslos.Era la imagen más erótica que había visto en toda su vida.—¿Qué haces? —preguntó, atontado todavía por el sueño.—Intento despertarte —contestó ella volviendo a morderle con cuidado, esta vez en la base del pene.Jared jadeó completamente excitado. Su pene se alzaba grueso e imponente, suplicando anhelante un poco de atención.—¿Qué
Noviembre, día de las elecciones-Tenemos nuevos resultados de la votaciones -dijo el locutor desde la pantalla. Estaban reunidos en el salón de la casa de los Landis.Ashley contuvo el aliento, todo parecía ocurrir cámara lenta. Sentada en el sofá al lado de Matthew, agarró con fuerza su mano. Sus familias y amigos los rodeaban. Nunca podría haberse imaginado cinco meses antes que su vida iba a cambiar tanto como consecuencia de una impulsiva decisión que lo había llevado a acabar en brazos de su amor platónico. Pero, después de meses de dura campaña, estaba a su lado, enamorada de él y disfrutando del nuevo mundo que Matthew había abierto para ella.Siempre había pensado que era el tipo de persona que prefería una vida en la sombra, lejos de los focos y del ámbito de lo público. Al lado de él estaba descubriendo lo inspirador que era poder estar en el centro de las cosas y poder mejorar las vidas de otras personas. Su relación le daba la oportunidad de tener además una familia más g
Matthew y yo hace años que estamos juntos. Ahora mismo estoy embarazada de una niña a la que vamos a llamar Laura.Durante el día, Matthew se ocupa de todo; creo que forma parte de su ADN cuidar de la gente que ama y protegerla a toda costa, pero durante la noche se entrega a mí por completo. Es como si lo necesitase, como si mis cuidados y mis caricias le diesen las fuerzas para seguir adelante. Matthew sigue siendo un buen senador. A aprendido con los años y sé que va a seguir haciéndolo. Nuestras familias están contentas por mi embarazo. Desde que mi hermana dio a luz, no a habido más bebés y aunque no descuida a su hija, con la llegada de su sobrina no a me dejado retomar mi puesto de ama de casa. Ambas, junto con Ginger, me tienen consentida por petición de Matthew. Él no siempre puede estar a mi lado, pero hace el intento de terminar sus pendientes para estar en casa. Con sus dos princesas, como dice él. Desde que supo de mi embarazo, no a dejado de repetir que será un padre
La fría brisa del océano acaricia mis hombros desnudos y siento un escalofrío. Ojalá hubiera seguido el consejo de mi compañera de habitación y hubiera cogido un chal para esta noche. No llevo ni cuatro días en Los Ángeles y todavía no me he acostumbrado a que en verano la temperatura cambie según la posición del sol. En junio en Dallas hace calor; en julio, más calor, y en agosto es un infierno.En California es distinto, y más junto a la playa. Lección número uno en L.A.: lleva siempre un jersey si vas a salir por la noche.Claro que también podría entrar en la casa y volver a la fiesta.Mezclarme con los millonarios. Charlar con los famosos. Contemplar los cuadros como es de rigor. Al fin y al cabo se trata de una fiesta de inauguración de una exposición y mi jefe me ha hecho venir para que conozca, salude, charle y seduzca. No para que disfrute del panorama que parece cobrar vida ante mí: las nubes de un rojo intenso que estallan contra un cielo color naranja pálido y las olas azu
Me pongo en guardia, pero Evelyn no sabe que ha tocado una zona sensible. Después de todo, ese es el motivo de que me haya mudado a Los Ángeles. Una nueva vida. Una nueva historia. Una nueva Nikki.Despliego la sonrisa de la Nikki social y alzo mi copa.—Por los finales felices y también por esta estupenda fiesta. Me temo que te he retenido demasiado tiempo.—Tonterías —responde—. Soy yo quien te monopoliza, y ambas lo sabemos.Entramos, y el barullo de las conversaciones estimuladas por el alcohol sustituye el tranquilo rumor del océano.—Lo cierto es que soy una anfitriona pésima. Hago lo que me da la gana. Hablo con quien quiero y si mis invitados se sienten ninguneados, que se aguanten.La miro boquiabierta. Casi puedo oír los gritos de mi madre desde Dallas.—Además —prosigue—, se supone que esta fiesta no es en mi honor. He montado este sarao para presentar a Blaine y su obra en sociedad. Es él quien tiene que ocuparse de las relaciones públicas, no yo. Puede que me lo esté tira