Damien Stark es el Santo Grial.» Eso es lo que Carl me había dicho aquella noche, justo después de: «Caramba, Nikki, qué sexy estás».Creo que esperaba que me ruborizara, sonriera y le diera las gracias por sus amables palabras, pero como no lo hice, carraspeó y fue al grano.—Supongo que sabes quién es Stark, ¿no?—Ya has visto mi currículo —le recordé—. ¿Te has olvidado de la beca?Durante cuatro de los cinco años que pasé en la Universidad de Texas tuve la suerte de ser la beneficiaria de una de las becas de Stark International, y cada semestre ese dinero marcó la diferencia entre el todo y la nada. De todas maneras, con beca o sin ella, hay que ser de otro planeta para no conocer al individuo en cuestión. A sus treinta años, el solitario campeón de tenis ha reunido los millones ganados en premios y patrocinios y se ha reinventado a sí mismo. Su fama de tenista no ha tardado en quedar eclipsada por su nueva faceta de emprendedor. El vasto imperio de Stark genera millones todos los
Mi instante de mortificación nos envuelve durante lo que parece una eternidad. Luego Carl me coge del brazo y me aparta de Evelyn.—Oye, Nikki…Leo preocupación en su mirada.—N… No pasa nada —le digo.Me siento extrañamente aturdida y muy confusa. ¿Era esto realmente lo que esperaba con tantas ganas?—Lo digo en serio, Nikki —dice Carl tan pronto como ha puesto una prudente distancia entre nosotros y nuestra anfitriona—. ¿Qué coño ha sido eso?—No lo sé.—¡Y una mierda! —replica—. ¿Lo conocías de antes y lo habías cabreado? ¿Tuviste una entrevista de trabajo con él antes de firmar conmigo? ¿Qué demonios has hecho, Nicole?Me estremezco al oír mi nombre de pila.—Yo no tengo nada que ver —respondo, porque deseo que sea cierto—. Stark es un tipo famoso y excéntrico. Se ha comportado como un grosero, pero no se ha tratado de nada personal. Es imposible.Me doy cuenta de que he alzado la voz y trato de bajar el tono. Y respirar.Cierro el puño izquierdo con tanta fuerza que me clavo las
Pero todo eso pertenece al pasado, así que cierro los ojos mientras noto el cuerpo caliente y la cicatriz palpitante bajo mi mano.Cuando vuelvo a abrirlos solo me veo a mí misma: a Nikki Fairchild de nuevo al mando.Me envuelvo en mi renovada confianza como si fuera una manta y regreso a la fiesta. Ambos hombres me contemplan cuando me acerco. El rostro de Stark es inescrutable, pero Carl ni siquiera se molesta en disimular su alegría. Parece un niño de seis años la mañana de Navidad.—Despídete, Nikki. Nos vamos. Tenemos mucho, mucho que hacer.—¿Ahora? —No me molesto siquiera en ocultar mi confusión.—Resulta que el señor Stark estará fuera el martes, de modo que vamos a adelantar la reunión a mañana.—¿A un sábado?—¿Hay algún problema? —me pregunta Stark.—No, claro que no, pero…—El señor Stark quiere asistir —explica Carl—, asistir personalmente —añade, como si no me hubiera enterado la primera vez.—De acuerdo, pero antes me gustaría despedirme de Evelyn.Hago ademán de alejarm
Cruzo todo el salón y me detengo con el corazón latiendo a mil por hora. Cincuenta y cinco pasos. Los he contado todos y cada uno, y como no tengo otro sitio adonde ir, sencillamente me quedo de pie y miro otro de los cuadros de Blaine. Se trata también de un desnudo, en este caso el de una mujer tendida de costado en una cama totalmente blanca. Solo está enfocado el primer plano, el resto de la habitación —muebles y paredes— no es más que una sucesión de capas de gris y formas indefinidas.La mujer tiene la piel muy pálida, como si nunca hubiera visto el sol; pero su rostro es otra cosa: refleja tal éxtasis que parece resplandecer.En el lienzo hay únicamente un toque de color: una larga cinta roja. La mujer la tiene atada al cuello, y desciende entre sus grandes pechos y más abajo; se desliza entre sus piernas y después continúa.La imagen se disuelve contra el fondo justo en el borde de la tela. Sin embargo, en la cinta se aprecia cierta tensión, y salta a la vista lo que pretende
—Claro —contesto.Suelta un bufido.—Lo siento, miento fatal.—Quizá, pero no se puede decir que te hayas esforzado mucho.—Lo siento, es que…No acabo la frase y me coloco un mechón de pelo tras la oreja.Llevo el cabello recogido en un moño y se supone que debo llevar sueltos unos cuantos mechones, pero en estos momentos no hacen más que ponerme nerviosa.—La verdad es que resulta inescrutable —comenta Evelyn.—¿Quién?Señala a Damien con la cabeza, y yo miro en su dirección. Sigue hablando con Audrey Hepburn, pero tengo la certeza de que hace un instante me estaba observando. De todas maneras carezco de fundamentos en qué basar semejante afirmación y me contraría el hecho de no saber si solo estoy expresando mentalmente un deseo o si se trata de simple paranoia.—¿Inescrutable, dices?—Es un hombre difícil de interpretar —me dice Evelyn—. Lo conozco desde que era un chaval. Su padre me contrató para que lo representara cuando cierta marca de cereales quiso que su cara apareciera en
Llevo la chaqueta de Ollie sobre los hombros y sujeto mis sandalias de tacón por las tiras mientras caminamos por la playa privada que hay detrás de la casa de Evelyn. Estoy segura de que no podemos estar aquí, pero me da igual. Empujo las olas con la punta del pie y lanzo gotas de agua de mar en todas direcciones. Es una travesura. Es agradable.—¿Cómo está Courtney? —le pregunto—. ¿Se alegra de que hayas vuelto?En lo que concierne a Ollie se trata de una pregunta delicada.Courtney es su novia de a ratos sí y a ratos no. «A ratos sí» porque es fantástica, y Ollie sería un idiota si cometiera la estupidez de echarlo todo por la borda. «A ratos no» porque el muy tonto ya ha cruzado esa línea más de una vez.—Está comprometida —me dice.—Oh, vaya…Soy incapaz de disimular el tono de decepción de mi voz.Debería sonar consoladora y decirle que encontrará a otra igual de fantástica, pero lo único que se me ocurre pensar es qué habrá hecho.De repente suelta una carcajada.—¡Te lo has cr
Él se echa a reír, y me gusta como suena, tan libre, tan natural y siempre inesperado.Se quita la americana y me la pone sobre los hombros sin hacer caso de mis protestas.—Vamos a volver dentro —le digo mientras me la quito y se la devuelvo—. Estoy bien, de verdad.Sigue sosteniendo mis sandalias, pero se niega a aceptar la chaqueta.—Póngasela. No quiero que coja frío.—¡Por amor de Dios! —exclamo metiendo los brazos en las mangas—. ¿Acaso siempre consigue lo que quiere?Me mira con los ojos muy abiertos y me doy cuenta de que lo he sorprendido.—Pues sí —contesta.Cinco puntos por sinceridad.—Muy bien. Vayamos dentro y echemos un vistazo a los cuadros. Le indicaré cuáles me gustan y después podrá hacer lo que le plazca.Me mira con expresión ligeramente perpleja.—¿Perdón…?—Pues que no parece la clase de persona que acepta consejos de nadie.—Se equivoca, Nikki. —En sus labios mi nombre suena dulce como chocolate con leche—. Tengo muy en cuenta todas las opiniones que considero
No es exactamente cierto, pero se aproxima bastante. En cualquier caso es una historia cuya trama puedo tejer y destejer sin alejarme demasiado de la realidad.Se trata de una capa más de mi armadura, y en lo que se refiere a Damien Stark necesito todas las corazas posibles.Me sigue mientras subo por la escalera porque es demasiado estrecha para que podamos hacerlo juntos.—Nikki… —dice en tono que suena igual que una orden.Me detengo y me vuelvo para mirarlo desde mi posición, tres peldaños por encima de él. Constituye una perspectiva interesante. No creo que abunden los que han tenido la oportunidad de mirar a Damien Stark por encima del hombro.—¿Qué significa Orlando McKee para usted ahora? —me pregunta.Es posible que solo sea mi imaginación, pero creo ver algo vulnerable en los ojos de Stark.—Es un amigo —respondo—. Un gran amigo.Creo que es alivio lo que veo en su rostro, y la combinación de ambas emociones —alivio y vulnerabilidad— hace que se me corte la respiración.Sin