Capítulo 113

En el momento en que el reloj de pared movía su péndulo al dar las cuatro, la puerta se abrió de nuevo, esta vez para dar paso a un hombre de unos sesenta años, pulcramente vestido con un traje de corte impecable. Se acercó a ella y le tendió la mano.

—Soy Ramón Sanz, el secretario del señor Roms.

—Mucho gusto.

—Es necesario que le haga algunas advertencias antes de conducirla a su habitación. El señor Roms está muy enfermo, se encuentra postrado en la cama, conectado a una bombona de oxígeno, y debido a una reciente operación de garganta apenas puede hablar. Una enfermera lo cuida día y noche, es de toda confianza y me gustaría que estuviera presente en la entrevista por si el señor Roms necesita sus cuidados. ¿Tiene algún inconveniente?

Laura pensó que no era necesario que la enfermera permaneciera en la habitación, bastaba con que se situara fuera, al otro lado de la puerta. Pero se dijo que era mejor no poner trabas, y ese detalle no le parecía tan grave.

—Ninguno…

—Por supuesto,
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