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4. ¿Qué quiere de mí Erwan?

—Mi nombre es Erwan— le había respondido a la joven apretándola más contra su cuerpo.

No podía dejar que la joven se le fuera de las manos ni un poco, era extraño el no querer dejar que ella se alejara o que otro hombre tratara de acercarse a ellos y arrebatársela de los brazos.

— Victoria, aunque puedes llamarme Vicky — respondo con perfecto inglés pero un evidente acento ruso.

Ella no dejaba de moverse delicadamente al ritmo de la música, no debía ni pensar para ello, su cuerpo reaccionaba solo, era algo instintivo y a su vez el roce, la cercanía del americano era algo que parecía querer de un modo que se le hacía extraño, antes, jamás había deseado ese tipo de intimidad, solía huir de ello.

—¿Qué te parece si ambos nos vamos a otro lugar más privado? — le susurró Erwan al odio a la joven.

De nuevo el aliento de ese hombre en el cuello erizo su piel, hizo que su corazón se acelerara de una forma que le resultaba incomprensible, levantó la mirada y fijó en él sus ojos grises, tan habituales en su familia, pero muy raros para el resto de la gente.

— ¿A qué lugar se refiere? No puedo salir de este club —dijo Vicky con recelo, consciente de que no podía irse sola con un hombre que no conocía.

Erwan, lejos de reírse, vio en sus palabras una oportunidad. Si bien no le convenía generar un escándalo sacando a sus guardaespaldas de la jugada, la idea de estar a solas con ella lo tentaba.

—Por supuesto que tengo un lugar especial a dónde estar sin que tú o yo tengamos que salir —le susurró al oído, con una voz ronca que la erizó.

—Dime, ¿qué te aparecería tomar? —le preguntó mientras la alejaba de la pista—. Por cierto, mi nombre es Erwan. Un placer poder ayudarte a escapar.

Ella jamás bebía alcohol, de hecho cuidaba mucho su dieta a causa de las innumerables horas de ejercicio físico que hacía.

— Lo mismo que usted…— respondió la chica, dejándose llevar hasta el reservado, viendo que efectivamente lo tenía todo preparado, demasiado preparado como para que fuera algo improvisado.

Vicky volvió a estremecerse por la forma en que le susurró el oído estaba segura de que ese hombre debía notar como se deshacía con su cercanía, pero no le importaba, cuando alguien le gustaba siempre había algo que hacía que no pudiera avanzar más allá de los besos, pero en ese instante todo su cuerpo ardía por ese simple roce como por el calor de su aliento en el cuello.

El lugar al que se refería Erwan se encontraba en la planta alta de la discoteca, una zona exclusiva donde la privacidad era la norma. Allí, además de una amplia variedad de bebidas alcohólicas, había fresas frescas y chocolate, todo dispuesto para crear una atmósfera seductora.

Al entrar al reservado más grande, Erwan se acercó a Vicky y tomó una fresa, llevándola a sus labios. Luego, se aproximó a su rostro con una mirada penetrante.

—Si gustas alguna otra fruta que no sea la fresa, pediré que la traigan — le dijo al llegar y tomar una fresa y llevársela a los labios, y después acercarse al rostro de la joven. —¿No eres alérgica o sí?

Cuando lo vio con esa fresa en los labios, ella recordó el juego de pasarse el hielo que a veces jugaba con sus amigos y simplemente se acercó a su boca mordiendo parte de la fresa rozándole levemente los labios al hacerlo, para después retirarse.

— No soy alérgica — caminó hasta las bebidas— ¿Qué me recomienda beber? Suelo entrenar mucho y ya sabe los bailarines tenemos una dieta muy estricta sin alcohol ni drogas, así que no sé que puede gustarme más.

Ese roce de sus labios. Hizo maldecir a Erwan quien tuvo que contener su impulso de tomarla entre sus brazos y besarla hasta que se quedará sin aliento.

—Puedo recomendarte una margarita, es una bebida suave y que va acordé con una bella joven como tú — le respondió Erwan quien solo le había dado su nombre verdadero más no su apellido.

Le dijo caminando hasta el pequeño bar que había en la habitación. Tomando un poco de distancia entre la joven y él.

Victoria, puedo notar un brillo extraño en los ojos del hombre, pero se contenía ¿Por qué? Por primera vez estaba frente a un hombre que quería que se comportara como los demás, pero ahí estaba apartándose de ella y yendo a por su bebida.

— Estoy en tus manos, dame de beber lo que creas que me va a gustar — dijo ella a su espalda conteniendo el aliento al ver cómo el hombre se giraba de nuevo.

—¿Le gustaría probar una? —preguntó Erwan con voz ronca, atrayéndola hacia él con una mano en su cintura.

Victoria fue sorprendida por la forma en que Erwan la atrajo y no pudo más que pasar los brazos delicadamente sobre sus hombros y acariciarle la nuca con una mano mientras la otra la deslizaba por su torso, observándolo, embrujada nuevamente por el azul de esos ojos que amenazaban con arrastrarla en un mar del que no sabía si podría salir sin ahogarse.

—Me encantaría —murmuró la joven, humedeciéndose los labios sin ser capaz de apartar la vista de él. Su corazón palpitaba con fuerza, sorprendida por las reacciones de su propio cuerpo.

—Por supuesto que la probarás —respondió Erwan con una sonrisa pícara.

Aunque eso sería después de que la besara, era un hombre que jamás se permitía besar a sus amantes casuales. Un beso para Erwan era algo tan íntimo y le entregaba parte de él a la otra persona que evitaba hacerlo, pero con ella era diferente.

Ella abrió la boca para responderle, pero ninguna palabra salió de sus labios cuando sintió el brazo de Erwan rodeando su cintura y arrebatándole la posibilidad de hablar por sentirlo nuevamente tan cerca.

El americano no pudo evitar estrecharla contra su cuerpo y besarla, no fue un beso suave o inocente, todo lo contrario, fue uno lleno de pasión, donde su mano izquierda la mantuvo pegada a él, mientras su derecha se posaba en su nuca sin darle posibilidad alguna de escapar y no lo hizo hasta que ambos necesitaron oxígeno en sus pulmones.

—Será mejor que prepare tu bebida —le susurró Erwan al oído antes de apartarse de ella, consciente del efecto que había causado en la joven.

Vicky se quedó sin aliento, todavía conmocionada por el beso. Sus labios ardían y su corazón latía con fuerza. No sabía qué estaba pasando, pero no podía negar que deseaba más, quería más de esa boca que la frustró al alejarse de ella de nuevo.

— ¿Qué quiere de mí Erwan?— lo observó confundida por la forma en que avanzaba y luego parecía escabullirse como si pretendiera que fuera la chica quien lo buscara.

—Ser un buen anfitrión no es obvio— le respondió Erwan con una sonrisa traviesa en su rostro más al verla caminar y alejarse.

Victoria buscó donde sentarse ignorando la cama que veía al fondo, ni siquiera sabía que los reservados de las discotecas tuvieran habitaciones como si se tratarán de burdeles, aunque ella solo podía imaginarlo, jamás había estado en un burdel ni mucho menos.

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