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5. No soy un hombre común.

— Me aparta de los demás para tomar una copa, me besa y se aleja, ¿Qué espera que haga yo? ¿Tal vez esté usted muy acostumbrado a que las mujeres le persigan?

Giró el rostro observando la cama y negando antes de volver a mirar a ese guapísimo hombre.

Erwan llegó con dos copas de margaritas en cada una de sus manos, aún conservaba la sonrisa traviesa y seductora en sus labios, más al ver el nerviosismo en sus ojos, al ver la cama.

—Por favor discúlpame, como dije antes solo deseaba ser un buen anfitrión, así que por favor no te enfades— en ese momento Erwan le estaba mostrando a la joven una faceta de él que nadie había logrado ver. El gran rey de Nueva York, siendo un hombre amable y sobre todo sonriente.

— También parece alguien poderos, créame sé dé lo que hablo — una sonrisa enigmática cruzó el rostro de Victoria, su familia era muy rica y también peligrosa, si algo podía identificar era el tipo de gente que había visto desde que era una niña y ese hombre era de ese tipo, aunque él parecía no tener el mismo ojo clínico — pero demostró muy poca gracia al traerme a un lugar como este¿De verdad cree que tendré mi primera vez en la habitación escondida de un club con un desconocido?

Victoria negó acercándose hasta el hombre y le agarró de la corbata para atraerlo contra su rostro.

Erwan no pudo evitar sonreír ante el aplomo de la joven para encararlo y enfrentarlo de la manera que lo hacía.

“Tiene agallas”, pensó Erwan dejando que le tomara la ventaja, que hiciera lo que deseaba que era besarla.

—Vaya parece que no solo es una bailarina de ballet, tiene razón, no soy un hombre común y corriente.

— Erwan… — murmuró muy bajito contra sus labios — se ha equivocado conmigo incluso para una aventura de una noche — añadió rozándole los labios al hablar antes de apartarse de él y quitarle la copa que le había preparado de las manos — Estaré en este país unos días más, espero que tenga algo mejor para mí que lo que me mostró esta noche.

Después de aquello le dio un sorbo a la bebida y caminó hasta la puerta del reservado para marcharse.

Hasta su maldito nombre sonaba muy bien siendo pronunciado por los labios de ella, pero si creía que podía besarlo y alejarse estaba equivocada. Él no la dejaría escapar.

Antes de que ella se diera cuenta, la tenía contra uno de los muros, sus copas se encontraban esparcidas por el suelo, mientras su mirada la tenía fija sobre ella y sus labios.

—Quería tomarme las cosas con calma, pero tienes algo que me hace enloquecer, señorita Victoria, ¿Quién diablos eres? Solo quería conocerte un poco más, hablar contigo en privado…— le dijo, rozando sus labios con los suyos, pese a tenerla acorralada ella podría escapar con tan solo empujarlo —. Pero no puedo dejar de pensar en besarte, en escucharte, decir mi nombre una y otra vez.

La copa se le cayó de las manos en el mismo instante en que lo sintió acorralarla, el pecho de Victoria subía y bajaba, su respiración se aceleraba contra la boca de ese hombre, podía empujarlo y marcharse, pero no quería.

Él no dudó en tomarla en sus brazos, pasando sus labios por su cuello, aspirando su aroma como si de un animal salvaje se tratara.

— Erwan…— murmuró muy bajito, pasando los brazos alrededor de su cuello y atrayéndolo más contra ella —Erwan… Erwan…. Erwan…— pronunció su nombre varias veces más antes de lamer su labio inferior despacio, con la punta de la lengua — ¿Así te lo imaginas?

“M****a”

Por supuesto que era mejor de lo que se lo imaginaba, su voz era mucho más dulce, mientras su deseo se volvía más salvaje, más visceral. En ese momento ni el mismo se reconocía, ya que no podía controlar su actuar.

La deseaba más allá de su cordura por lo que volvió a besarla, esta vez no la dejaría escapar, no solo la besó. También la tomo de las caderas haciendo que se aferrars a él y así poder llevarla hasta enorme cama. Se decía a sí mismo, pero el deseo era mucho más fuerte de lo que desearía admitir. La quería a ella.

Ella se dejó llevar por él, no tardó en aferrarse a su cintura con las piernas a pesar de lo que había dicho antes, se olvidó por completo del lugar en el que estaba, no podía dejar de pensar en esas manos por su cuerpo, en esa boca que le había de perder el sentido y no dejaba de besarla y luego recorrer la piel de su cuello.

— Erwan…— repitió al notar el colchón a su espalda, pensando por un instante en que debía parar, en que no podía entregar su primera vez de esa forma a un desconocido, pero lo cierto era que jamás se había sentido tan tentada, tan excitada, tan dispuesta a seguir como en ese instante — Está bien, Erwan, tú ganas, al fin y al cabo estoy en otro país supongo que puedo simplemente dejarme llevar.

Y es que estaba muy acostumbrada a ser correcta, a comportarse de forma intachable, pero podía simplemente divertirse esa noche, disfrutar de aquello que le pedía el cuerpo y nadie jamás lo sabría, solo sería esa locura que hizo en otro país, un simple y bonito recuerdo.

—No te preocupes, solo déjate llevar — le dijo Erwan a la joven.

Aunque en el fondo sabía que no era ella quien lo iba a lamentar después, sino él, ya que la atracción que ella ejercía sobre él era impresionante, jamás ninguna mujer le había hecho perder su autocontrol.

La boca de Erwan no solo se dedicaba a besarla, sino también a despertar cada parte de su piel con sus labios, sus manos se colaron por debajo de su espalda, deslizando la cremallera del vestido que vestía esa noche, quitándoselo. Por un momento Erwan sintió que el aliento le faltó al verla completamente desnuda frente a él, sus pechos no eran tan grandes, pero era del tamaño justo para que él bajará hasta ellos y los disfrutará con su boca, dejando besos sobre su blanca tez, adorando como enrojecía en cada beso.

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