La frustración que sentía no la dejaba tranquila, así que se fue a caminar entre las plantas, esperando calmarse un poco.Se sentó en una banca del jardín, dejando pasar el tiempo hasta que finalmente sintió que su ánimo mejoraba. Aunque no quería regresar a la habitación, sabía que debía hacerlo. No quería incomodar a la abuela María, quien apenas había vuelto hoy y seguramente necesitaba una noche de paz.Cuando llegó a la puerta de la habitación, se detuvo y respiró hondo. La idea de compartir el espacio con Fernando le resultaba insoportable. Finalmente, después de varios intentos de armarse de valor, abrió la puerta.Apenas cruzó el umbral, escuchó la voz de Fernando hablando por teléfono en el balcón. Daisy intentó no prestarle atención, pero el volumen de la llamada, probablemente en altavoz, hacía imposible ignorarla.—Fer, desde anoche no contestas mis llamadas. Pensé que estarías muy ocupado con el trabajo… pero Blanca me llamó hace un rato y me dijo que señora La Torre ha vu
El tono serio de Daisy pareció alarmar a María, quien inmediatamente se llevó una mano al pecho, fingiendo un malestar repentino.—Ay, creo que anoche no descansé bien… me duele el pecho. Blanca, ayúdame a ir a mi cuarto.—Voy, abuela —respondió Blanca, levantándose apresurada.—Abuela… —Daisy no les dio la oportunidad de seguir con el teatro—. Sé que ya te imaginas lo que vengo a decir.Fernando, al comprender lo que ella estaba por hacer, la sujetó del brazo con fuerza.—¿Ya olvidaste lo que te dije?Daisy lo miró de reojo y, con un movimiento decidido, soltó su brazo de su agarre y volvió a dirigir la mirada hacia María.—Abuela, obligar algo que no tiene futuro no hará que funcione, y Fernando y yo… jamás hemos estado destinados a crecer en la misma rama.—Daisy… —María se acercó a ella, tomándole las manos con ternura—. Sé que este tonto ha cometido muchos errores y te ha lastimado, pero te pido, aunque sea una última vez, que le des otra oportunidad.—Sí, Daisy, Fernando ha cambi
Daisy sintió que el corazón se le oprimía de emoción y tristeza.—Gracias. Prometo que también las recordaré siempre.Cuando Daisy y Fernando desaparecieron en la distancia, Blanca miró a su abuela con reproche.—Abuela, ¿por qué permitió que Daisy y mi hermano se divorciaran? ¡Usted y yo acordamos ayudarles a arreglar las cosas!María suspiró.—Daisy ya cambió, querida. Está claro que ha perdido toda esperanza en Fernando.—¿Y aún así la dejó ir? —preguntó Blanca con incredulidad—. ¿No se da cuenta de que, si ahora se va, puede que nunca regrese? Si llega a enamorarse de otro hombre, ¿cómo va a encontrar una nuera tan buena como ella? ¡Y yo… yo nunca tendré una cuñada mejor que Daisy! —Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo.María le dio un leve golpecito en la frente.—Ay, Blanca… ¿solo te has dado cuenta del cambio en Daisy? ¿No viste que tu hermano también está diferente?—¿Él? ¡Para nada! —Blanca resopló—. Sigue siendo el mismo de siempre: insensible, frío y egoísta. Abuela, s
DESPUÉS DE UNA GRAN EXPLOSIÓN***EN EL QUIRÓFANO***—¿Dónde está su esposo? ¿Cómo es que no ha llegado todavía? ¡No tenemos tiempo! —preguntó el médico, con evidente urgencia.—No quiere venir —respondió la enfermera, resignada—. Dijo que la dejemos… que se las arregle sola.Daisy La Torre, acostada en la camilla de operaciones, cubierta de heridas y apenas respirando, escuchó esas palabras y, con un esfuerzo que parecía imposible, levantó la mano.—Deme un teléfono…La enfermera, al verla luchar de esa manera, no dudó en pasárselo; tras lo cual Daisy, con el dolor recorriendo cada rincón de su cuerpo, marcó un número que había memorizado como si fuera parte de ella. Observó la pantalla mientras los tonos de llamada sonaban una y otra vez, a punto de desconectarse, hasta que finalmente una voz fría respondió:—Te lo dije. Si vive o muere, no tienen nada que ver conmigo. —Era la voz de Fernando, dura, sin una pizca de empatía.—Fernando… —cada palabra que salía de la boca Daisy le pro
Al día siguiente, muy temprano, Fernando se encaminó al trabajo tras pasar toda la noche en el hospital, velando a Frigg, quien no le había permitido que se marchara debido al dolor de sus heridas. Mientras viajaba hacia la oficina, cruzó por un semáforo en rojo, y, de repente, le ordenó al chófer:—Regresa a casa.El cansancio lo abrumaba. Llevaba dos días con la misma ropa, y la incomodidad comenzaba a hacerse insoportable. Aunque lo último que quería hacer era regresar a la mansión. Sin embargo, al llegar, no lo recibió la habitual y cálida bienvenida de Daisy, sino un ambiente frío y silencioso, y un documento descansaba sobre la mesa del comedor.«El Acuerdo de Divorcio».Fernando se acercó con el ceño fruncido, y sus ojos se clavaron en la firma y la llave que descansaba sobre el papel. Por un instante, su mirada se oscureció, cargada de confusión y resentimiento, antes de subir las escaleras. Por primera vez, decidió entrar en el cuarto de Daisy, ya que, durante los tres años
Ciudad N, a hora y media de Ciudad R.Daisy, completamente disfrazada, llegó puntual a la imponente casa de los Ortega.Con el pretexto de ofrecer un tratamiento médico, aprovechó que nadie la observaba para hipnotizar a Erik. Sin embargo, su plan no dio frutos y no consiguió obtener ni una pista útil de él.Con las manos vacías, Daisy caminaba perdida en sus pensamientos, cuando, de repente, un dolor punzante en la frente la sacó de su trance.—No puede ser…Las palabras de disculpa se quedaron atoradas en su garganta al levantar la mirada y ver quién estaba frente a ella.¿Fernando?Su mente se nubló por un instante. ¿Cómo era posible que él estuviera allí? «Qué pequeño es el mundo», pensó.Sin embargo, a pesar del shock inicial, en apenas dos segundos, Daisy desvió la mirada y se alejó sin decir ni una sola palabra ni mostrar expresión alguna.Fernando se quedó inmóvil, observando como la mujer se alejaba, mientras algo en su interior parecía agitarse. ¿Por qué había cambiado de ac
—¿Un billón? —Fernando no vaciló ni un segundo—. Hecho.Tres años atrás, un intento de asesinato lo había dejado al borde de la muerte, pero había sido una chica, Frigg, la que había arriesgado su vida para salvarlo. A pesar de las graves heridas, ella le dio la oportunidad de vivir. Aquella noche compartieron más que peligro: una noche de pasión que ardió con fuerza. Sin embargo, al amanecer, Frigg había desaparecido. En la oscuridad, no había podido verla claramente, pero jamás había podido olvidar su aroma a hierbas medicinales.Después de investigar, descubrió que pertenecía a la familia Mero. Frigg había enfrentado problemas de salud toda su vida, y se había mantenido a base de medicinas naturales. Según su relato, el día del ataque, ella había sido secuestrada y, al escapar, había coincidido con él.Con su cuerpo malherido, a sus apenas dieciocho años, le había dado todo lo que podía para salvarlo.Fernando le había prometido un matrimonio. Sin embargo, su abuela, María, estaba
Fernando miró de nuevo hacia el balcón con una mirada penetrante, hasta que finalmente dirigió un gesto casi imperceptible hacia Thiago, quien inmediatamente comenzó a revisarlo todo.—Señor, no hay nadie —informó al finalizar.—Ve a llamar al médico —ordenó Fernando, con una mirada fría, antes de añadir—: Y avísale a la administración del hospital, que bloqueen todas las salidas. ¡Solo pueden entrar, no salir!—¡Sí, señor!Cuando los médicos llegaron poco después y confirmaron que no presentaba heridas graves, Frigg finalmente pudo respirar tranquila.Sin embargo, la calma era superficial. El miedo seguía allí, latente. ¿Cómo no temer? Una desconocida había llegado sin previo aviso, burlando la seguridad, y con su estado delicado, no podía dejar de estar en alerta.Pero algo no le encajaba: ¿por qué le habrían sacado sangre? ¿Qué ganaban con eso?Mientras esas preguntas rondaban su mente, las lágrimas comenzaron a brotar con furia.—Fer… hay algo que no debería decirte, pero esa mujer