Capítulo 30
Daisy sintió que el corazón se le oprimía de emoción y tristeza.

—Gracias. Prometo que también las recordaré siempre.

Cuando Daisy y Fernando desaparecieron en la distancia, Blanca miró a su abuela con reproche.

—Abuela, ¿por qué permitió que Daisy y mi hermano se divorciaran? ¡Usted y yo acordamos ayudarles a arreglar las cosas!

María suspiró.

—Daisy ya cambió, querida. Está claro que ha perdido toda esperanza en Fernando.

—¿Y aún así la dejó ir? —preguntó Blanca con incredulidad—. ¿No se da cuenta de que, si ahora se va, puede que nunca regrese? Si llega a enamorarse de otro hombre, ¿cómo va a encontrar una nuera tan buena como ella? ¡Y yo… yo nunca tendré una cuñada mejor que Daisy! —Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo.

María le dio un leve golpecito en la frente.

—Ay, Blanca… ¿solo te has dado cuenta del cambio en Daisy? ¿No viste que tu hermano también está diferente?

—¿Él? ¡Para nada! —Blanca resopló—. Sigue siendo el mismo de siempre: insensible, frío y egoísta. Abuela, s
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