—¿Frigg? —La sorpresa se reflejó en los ojos de Daisy.—Sí —insistió Enzo—. Está contratando los servicios de Nala, y pagó una buena suma para que te elimine.—¿Cuánto?—Cincuenta mil.—… ¿Cincuenta mil? —Daisy puso cara de total desdén—. Más que ofenderme a mí, parece que menosprecia su propio amor. ¿No crees?—Bueno…—respondió Enzo, sin saber muy bien qué decir—. Supongo que tienes razón. Pero jefa, ¿no notas que te estás yendo por la tangente? ¡Te quiere matar! ¿No se supone que deberías estar indignada o furiosa?De acuerdo con el carácter explosivo de Daisy, lo normal sería verla reaccionar con enojo y no con esa calma pasmosa.—¿Para qué enojarme? —preguntó, con una risa burlona—. Hay mucha gente que ha querido matarme, ella es solo una más. Y que lo intente no significa que vaya a lograrlo, ¿cierto?—Claro. Y sobre todo considerando que contrató a alguien de nuestro propio equipo —se burló Enzo—. Al parecer tu aparición despertó la sensación de amenaza en Frigg, por eso está tan
Cuanto más imposible era, más convencido estaba de que, en el fondo, aquellos tres compartían un lazo bastante complejo.Él mismo empezaba a dudar de su capacidad. ¿En verdad estaba perdiendo facultades?«¿Por qué últimamente no hago más que decepcionar al señor Fernando?» se lamentó internamente.Fernando giró la cabeza y echó un vistazo a Thiago, quien, preso del temor, agachó aún más la mirada.Justo cuando Thiago pensó que se le avecinaba un regaño, Fernando soltó con voz tranquila:—Es hora de dar el golpe final.El asistente tardó un segundo en reaccionar.—Sí, señor.En realidad, en los últimos días Fernando no había estado de brazos cruzados. Después de todo, la vida de Frigg pendía de un hilo.Llevaba un tiempo trabajando sigilosamente en lo que Jade le pidió, y solo faltaba cerrar los cabos sueltos.***En el lapso de una noche, el "príncipe heredero" de Grupo De Jesús, Jacob, cayó estrepitosamente.En cada calle, en cada rincón, solo se hablaba de los escándalos en los que s
Verse interrumpido lo enfureció aún más:—¿Quién diablos se mete donde no lo llaman…?En ese instante, se encontró con el rostro de Fernando. La expresión de Tomás cambió de inmediato y adoptó un tono conciliador:—¿Qué hace aquí mi querido sobrino?Aunque Fernando fuera una generación menor, Tomás le daba mucho respeto.La Unión Suárez y el Grupo De Jesús eran conocidos como dos grandes potencias, el "Norte y Sur" del mundo empresarial. A ojos del público, estaban a la par, pero Tomás, como cabeza de los De Jesús, sabía que no era exactamente así.Cuando Fernando heredó la dirección de la familia Suárez, muchos —incluido él mismo— pensaron que no llegaría lejos; era apenas un muchacho con poca experiencia.Sin embargo, se equivocaron rotundamente. En tan solo cinco años, Fernando había convertido a la antes insignificante Unión Suárez en un rival del Grupo De Jesús y, en los últimos dos años, mostraba señales claras de superarlo.Fernando soltó la mano de Tomás.—Vi lo que sucedía a p
—Mi señor y el señor Javier apenas se conocen.—¡"Apenas se conocen"! —Jacob no tragaba ni una palabra—. Fernando Suárez, eres un hombre que siempre busca su propio beneficio. Jamás das un paso en falso.» A simple vista parece que ayudas a Javier, pero en el fondo estás actuando en tu propio interés.» Cuando el Grupo De Jesús caiga en manos de un lisiado como él, ¿cómo podría hacerte frente? En ese momento, en toda la Ciudad A, solo dominaría tu Unión Suárez. ¡Muy bien pensado, sí señor!Fernando no se molestó en defenderse. Se limitó a mirar a Tomás y preguntarle con serenidad:—Tío, ¿usted también opina lo mismo?El tono y la expresión de Fernando lucían muy tranquilos, pero Tomás, que lo conocía bien, entendía que esa calma era su auténtica forma de mostrar enojo.Tomás apartó a Jacob de un tirón y le propinó una bofetada contundente.—¡Hijo ingrato! Durante tantos años confié en ti ciegamente y nunca te cuestioné, ¡pero resultaste ser el auténtico traidor!—Papá, no se deje engañ
"Regreso inesperado" en sí no era el problema; lo preocupante era que Fernando ya la había visto.¡Debería haber esperado un poco más para mostrarse, asegurándose de que él se hubiera marchado de la casa De Jesús!«¡Qué error!» pensó Daisy, reprendiéndose internamente.Pero ya no valía lamentarse; ahora lo urgente era encontrar una excusa creíble.Fernando avanzaba con pasos firmes, pero la mente de Daisy se movía aún más rápido. Antes de que él pudiera decir algo, ella lo saludó con cortesía:—Señor Suárez, ¡qué coincidencia verlo por aquí!Aquella iniciativa la tomó él por sorpresa, pues Daisy había mencionado que, tras el divorcio, si llegaban a cruzarse, fingiría no conocerlo. Sin embargo, en esa ocasión ella se mostraba sorprendentemente educada.Los labios de Fernando se curvaron levemente, pero sus ojos oscuros no expresaban la más mínima sonrisa.—Sí, qué coincidencia.Había avanzado solo unos pasos cuando el mayordomo de los De Jesús lo detuvo para informarle que Tomás deseaba
Después de todo, llevaba casi treinta años sirviendo en la casa De Jesús, y, aunque no dejaba de ser un empleado, gozaba de gran autoridad en la familia.Además, tratándose de Javier —el hijo menos favorecido por Tomás—, normalmente lo ignoraba.Pero las cosas habían cambiado. Javier estaba a punto de convertirse en la cabeza de la familia, y Ricardo no se atrevía a desairarlo.—Usted no tiene que darme explicaciones, señor. Usted es el amo aquí, y yo solo soy un sirviente.—Entonces, en cuanto a mi padre…—El señor Tomás ya es mayor, y ahora usted será mi jefe —zanjó Ricardo con un tono de respeto que no había usado antes.Javier se limitó a sonreír, sin ocultar cierto matiz de burla en su mirada.Cuando Javier se hubo marchado, Daisy giró la cabeza para mirar a Fernando, que lucía un gesto de desagrado.—Señor Suárez, ¿me ha retenido para expresar su descontento con lo que hice hace un momento?Fernando la observó y devolvió la pregunta:—¿"Criada"?—¿Conque por eso es? —Daisy fingió
¿Celoso?Fernando se hizo la misma pregunta en su interior y la respuesta lo inquietó. Al final, enroscó los labios en una mueca burlona.—¿Celoso de una exesposa? ¿Eso crees?A Daisy no le molestó el sarcasmo; al contrario, rio.—Entonces, ¿qué hago o dejo de hacer, señor Suárez? ¡No es asunto tuyo!Dicho esto, soltó su mano de la de Fernando.—¿Alguna otra cosa, señor Suárez? Si no, me retiro. Mi joven amo aún me necesita para atenderlo.Antes de irse, Daisy esbozó una ligera sonrisa:—Señor Suárez, cuando esté con Javier, será mejor que no mencione nada inapropiado. Digo, no querrás que me quede sin trabajo, ¿o sí? Quién sabe, tal vez si eso pasa, vaya a buscar consuelo con la señorita Mero.—…***En la habitación de Javier, Daisy y él se sentaron frente a frente en el sofá.Ella pensaba que tendría muchas preguntas sobre Fernando; sin embargo, casi se había terminado su taza de café y no había hecho ni una sola alusión a él. Lo que más le interesaba era:—¿Nadie te vio venir?—¿Te
Si ella estaba ocultando su relación con Fernando, era por alguna razón de peso.Ya que Daisy no quería hablar de ello, él tampoco insistiría en preguntarlo.Era de noche.Enzo llegó de manera discreta para entregarle algunas cosas a Daisy y no pudo evitar mostrar su desacuerdo:—Aunque quieras proteger a Javier, ¿de verdad tienes que hacerlo tú misma?¿No podrían hacerlo Lira, Gaviota o Nala?Daisy, recostada en la cama con las piernas cruzadas, le lanzó una mirada de reojo:—Con la ropa y demás objetos que trajiste es suficiente. Todavía me faltan unos cuantos libros de medicina, pero no es urgente.Enzo, que la conocía como la palma de su mano, sabía que cuando Daisy tomaba una decisión, no había vuelta atrás. Pese a su descontento, no insistió. Después de ayudarla a acomodar todo, se dispuso a marcharse.Sin embargo, antes de llegar a la puerta, su teléfono sonó. Era una llamada de Thiago. Luego de colgar, Enzo le transmitió el mensaje a Daisy:—Fernando pregunta que, si él ya hizo