Mientras tanto, Daisy estaba a punto de acompañar a Javier a la empresa.Ahora era su cuidadora personal, así que iría a donde él fuera. Javier había entrado a cambiarse de ropa y ella lo esperaba afuera.Para matar el tiempo, pateaba distraídamente unas piedritas, cuando sintió una mano que la sujetaba del brazo con fuerza descomunal.No necesitó voltear para saber de quién se trataba: aquel tacto tan familiar no podía ser otro que el de Fernando. La llevó hasta un rincón apartado. Antes de que él pudiera decir algo, Daisy, con una ligera sonrisa burlona, se le adelantó:—Señor Suárez, ¿viene tan temprano a buscarme porque me extraña?—Daisy, será mejor que no pongas a prueba mi paciencia —gruñó Fernando, apretándole la muñeca con una mirada tan fría como el hielo.—¿Y ahora por qué vienes con tanto enojo? No recuerdo haber hecho nada para molestarte otra vez —replicó Daisy, aparentando inocencia.—No escarmientas hasta verte acorralada —soltó Fernando. A continuación, extendió la man
«¿Cómo no logramos atar cabos antes?», reflexionó Daisy. «La verdad es que yo no conocía del todo a Frigg. Pensé que solo era un poco "finjida" (hipócrita), pero resulta que también es malintencionada».Con un bufido, Daisy concluyó:—Frigg, en un principio podíamos ignorarnos mutuamente, pero fuiste tú quien me buscó pleito. ¡Ahora no te me quejes!***—¿La familia De Jesús?Al enterarse de que Fernando había ido primero a buscar a Daisy a casa de los De Jesús, Frigg se quedó perpleja.—¿Qué hace Daisy en la mansión De Jesús?—Al parecer, ahora es la cuidadora personal del joven Javier De Jesús.—¿Cuidadora personal? —Frigg soltó una carcajada—. Así que, después de dejar a Fernando, ahora va tras Javier.» Primero Fernando, ahora Javier… ¡Qué enorme apetito tiene esa mujer!—No es el único apetito grande por aquí… —susurró el hombre mientras volvía a tocarla.—¡Quítame tus manos de encima! —le espetó Frigg, apartando con brusquedad la mano que la manoseaba—. Mantén a alguien vigilando
Al ver que era Daisy, Frigg se quedó helada por unos segundos, hasta que por fin reaccionó:—¡Daisy! ¡Eres tú!Como una fiera, Frigg se abalanzó sobre ella. Jamás habría imaginado que la persona que la había secuestrado fuera Daisy.—Sí, soy yo. Después de arrojarme tanta basura encima, acusándome de secuestrarte, ¿qué menos podía hacer? Mejor lo hago realidad, porque mientras más lo pensaba, más sentía que estaba perdiendo mi tiempo.Daisy no se apartó del lugar ni un milímetro, pero Frigg no logró alcanzarla.Tras dar apenas dos pasos, Frigg se detuvo en seco, pues sentía cómo la rata le subía por la pierna. Se puso aún más pálida y, con un tono autoritario, le gritó a Daisy:—¡Daisy La Torre, quítame a este maldito bicho de encima!—¿Está en tu cuerpo y no eres capaz de quitártelo tú misma? —replicó Daisy, alzando una ceja—. ¿No me digas que le tienes miedo a una ratita? ¿Y yo qué puedo hacer? ¡También me dan pánico! Lo siento, no te serviría de ayuda.—¡Daisy…! —bramó Frigg con la
Mientras Daisy se acercaba paso a paso, Frigg, aterrada, se olvidó hasta de la rata que seguía aferrada a su cuerpo.Miraba a Daisy con verdadero pánico, dándose cuenta de que aquello le infundía incluso más terror que el roedor.—¿Quién demonios eres tú…? —Fue imposible disimular el temblor en su voz.Daisy colocó el pie en el pecho de Frigg y presionó con fuerza.—¿No sabes ni quién soy y aun así me has estado buscando problemas una y otra vez? Dime, Frigg, ¿debo llamarte valiente o estúpida?—¡Cof… cof…! —Frigg sentía un dolor punzante que le cortaba la respiración. Le costó un mundo pronunciar:—. ¡Hace tres años fuiste tú quien se interpuso! Si no fuera por ti, Fernando y yo nos habríamos casado hace tiempo.—¿Estás segura? —Daisy no se dejó manipular—. Aun sin mí, tú y Fernando jamás habrían estado juntos. ¿Por qué crees que doña María siempre se opuso? Una "joyita" como tú solo podía engañar a un ciego como Fernando.La aludida palideció.—No… no lo engañé…Daisy, harta, apartó e
Frigg abrió los ojos y su mente quedó en blanco.Miró el techo con expresión perpleja; ni siquiera recordaba su propio nombre.«¿Quién soy?, ¿dónde estoy?», era lo único que rondaba su cabeza.De pronto, sintió un dolor punzante, como si algo le estuviera carcomiendo el cerebro.Sin embargo, esa sensación solo duró alrededor de un minuto y, de pronto, desapareció tan rápido como llegó.Entonces, en el vacío de su mente, comenzaron a surgir fragmentos de recuerdos.—Esto es un hospital… —se dijo a sí misma.Recordó lo que Daisy le había dicho sobre devolverla.Por muy insolente que pretendiera mostrarse, aún le temía a Fernando; de otro modo, no la habrían regresado sana y salva.—Daisy… ¡tenías una oportunidad perfecta para deshacerte de mí y no la aprovechaste! Entonces no te quejes si yo no tengo piedad…Con el ceño fruncido, Frigg sacó su teléfono para llamar a Fernando, pero en ese momento, la puerta se abrió.Era Fernando. Frigg apartó las sábanas con rapidez y corrió tambaleándos
Aunque siempre se había considerado una persona astuta, jamás imaginó que una mujer casi diez años menor que él lo manipularía de manera tan descarada.En aquel pendrive, las pruebas eran claras: Frigg había organizado varias escenas, culpando a Daisy una y otra vez.No solo este último secuestro; también la vez anterior, Daisy había sido acusada falsamente.Con la cabeza gacha, Fernando revisó el expediente médico que Thiago le había llevado:*Le perforaron el abdomen con un cuchillo, casi hiriéndole el bazo.*Se fracturó la tibia de la pierna izquierda.*Presentaba múltiples raspaduras faciales…Entonces comprendió que aquella llamada telefónica donde Daisy le pedía que firmara papeles en el hospital, rogando por ayuda, había sido real.—Daisy…Fernando apretó el informe con fuerza, mientras un dolor sutil le atravesaba el pecho, como pequeñas agujas punzantes.Jamás había sentido algo así.Thiago, al notar el remordimiento en la mirada de Fernando, dudó un instante antes de hablar:
"No eres del todo inocente… así que no te debo nada…"No solo Daisy quedó sin palabras; incluso Thiago, que caminaba tras Fernando, deseó con todas sus fuerzas poder coserle la boca a su señor.«Señor Fernando, hasta hoy descubro que tu coeficiente intelectual y tu inteligencia emocional no van de la mano… Con razón tu esposa insistió en divorciarse», masculló Thiago mentalmente.Mirando la expresión furiosa de Daisy, Thiago pensó que tenía que salvar la situación como fuera. Carraspeó, dio un paso al frente y le extendió a Daisy la caja de pastel que Fernando le había pedido que comprara:—Señora Suárez, el malentendido está aclarado.» De camino para acá, traje este pastel especialmente para usted. Pruebe a ver si le gusta; si es de su agrado, la próxima vez que pase por allí se lo volveré a comprar.Mientras hablaba, Thiago le lanzó más de una mirada significativa, con la intención de comunicarle que se trataba de un obsequio de disculpa por parte de Fernando.Thiago no pudo evitar
Desde arriba abajo, Fernando lo midió con la mirada, y acto seguido se dio media vuelta para marcharse. Thiago lo siguió inmediatamente, pero apenas avanzaron unos pasos, escuchó la voz grave de Fernando:—Entrégame un informe mañana en la mañana.—¿Ah? —Thiago juraba no entender a qué se refería—. ¿El informe del nuevo proyecto?Fernando volteó con frialdad.—¿Tú qué crees?—… —A Thiago se le heló la sangre.«¿Informe sobre mujeres…?», pensó. «¡Me voy a meter en un lío! ¿Puedo retractarme de lo que dije? Realmente no sé nada al respecto…»***Si había un hombre en este mundo que entendiera a Daisy mejor que nadie, ese era Javier. Ni siquiera Enzo, quien llevaba años a su lado, podía superarlo. Y aunque Daisy se había esforzado por calmarse y mostrar normalidad, Javier la leyó con una sola mirada.Le sirvió un taco de los que a Daisy tanto le gustaban.—¿No pudiste dormir bien?La mano con la que sujetaba el tenedor se le detuvo un instante.—Sí —admitió.Entonces Javier le sirvió un t