Desde arriba abajo, Fernando lo midió con la mirada, y acto seguido se dio media vuelta para marcharse. Thiago lo siguió inmediatamente, pero apenas avanzaron unos pasos, escuchó la voz grave de Fernando:—Entrégame un informe mañana en la mañana.—¿Ah? —Thiago juraba no entender a qué se refería—. ¿El informe del nuevo proyecto?Fernando volteó con frialdad.—¿Tú qué crees?—… —A Thiago se le heló la sangre.«¿Informe sobre mujeres…?», pensó. «¡Me voy a meter en un lío! ¿Puedo retractarme de lo que dije? Realmente no sé nada al respecto…»***Si había un hombre en este mundo que entendiera a Daisy mejor que nadie, ese era Javier. Ni siquiera Enzo, quien llevaba años a su lado, podía superarlo. Y aunque Daisy se había esforzado por calmarse y mostrar normalidad, Javier la leyó con una sola mirada.Le sirvió un taco de los que a Daisy tanto le gustaban.—¿No pudiste dormir bien?La mano con la que sujetaba el tenedor se le detuvo un instante.—Sí —admitió.Entonces Javier le sirvió un t
Que Fernando sacara el tema lo tomó por sorpresa.Él jamás había querido que la gente supiera de su matrimonio con Daisy; ni siquiera los parientes de la familia De Jesús estaban al tanto.Ahora que estaban divorciados, ¿ya no le importaba hacerlo público?¿O simplemente no soportaba verla tranquila?«Muy bien», pensó Daisy. «Si quiere arruinarlo todo, adelante. Al fin y al cabo, no podría ocultárselo a Javier para siempre.»Daisy le lanzó una rápida señal a Javier y, sin cambiar la expresión del rostro, se volvió hacia Fernando:—¿Desea desenmascararme ante mi empleador actual, señor Suárez? En ese caso, no se moleste, yo misma lo diré.Esa reacción, tan fuera de lo esperado, alteró los cálculos de Fernando.Hasta hace poco, Daisy temía que Javier supiera la verdad sobre su relación, pero ahora se mostraba imperturbable.Con aquel segundo de desconcierto que sufrió Fernando, Daisy aprovechó para comenzar:—Señor Javier, durante los últimos tres años, en realidad el señor Suárez y yo…
—Menos mal que no pierdo el tiempo con tonterías, porque dedicarme a mi joven amo ya me consume bastante; no puedo ocuparme de nadie más.Fernando guardó silencio unos segundos.Por su lado, Thiago soltó un suspiro interno: «Bien merecido lo tiene… Esto pasa por hablar de más.»Al final, Thiago se vio obligado a romper el incómodo ambiente:—Señor, no olvidemos que vino a felicitar al señor De Jesús. Hablé con la secretaria y él nos espera en la sala de reuniones.Le lanzó una mirada significativa a Fernando, implorándole que se contuviera.Fernando miró a Daisy un instante y, sin añadir nada, dio media vuelta y se marchó.Observando cómo Fernando se alejaba, Daisy frunció el ceño.—¿Terminó con Frigg y ni siquiera muestra un ápice de tristeza? —murmuró.» Se supone que la amaba tanto que, al descubrir la farsa, debería estar destrozado, bebiendo para olvidar. Pero no, anda como si nada y, para colmo, aparece por aquí a cada rato…» Y cuando me ve, se me acerca, cuando antes prefería h
El desarrollo del Grupo De Jesús durante casi tres años dependía en gran medida de ese terreno.Si el proyecto se concretaba con éxito, los beneficios podrían superar varias veces esos doscientos mil millones.Además, Javier acababa de asumir el cargo, y aquello sería una excelente carta de presentación para él.En otras palabras, se trataba de un negocio en el que Javier saldría ganando sin arriesgar nada.Solo quedaba ver qué decisión tomaría.Era un hombre inteligente y sabía perfectamente qué le convenía más.A un costado, Thiago estaba convencido de que Javier firmaría sin titubear.Dejar pasar la oferta de su señor Fernando —que, además, involucraba el futuro del Grupo De Jesús— le parecía poco probable. Y, aun suponiendo que Javier sintiera algún tipo de afecto por Daisy, dudaba que fuese tan intenso como para preferirla antes que un trato tan valioso.Javier, al notar la expectación de Fernando, dejó que su mirada se paseara un instante por el contrato. Luego lo empujó de vuelt
—Sí, sí, sí. La próxima vez caminaré con más cuidado. —Thiago respiró aliviado al ver que el regaño había sido leve.Con sus ojos oscuros, Fernando se mostró aún más desdeñoso:—Parece que necesitas comer algo para nutrir el cerebro.—¿Eh? —«¿De qué habla?», pensó Thiago, con el ceño fruncido—. ¿Qué hice mal esta vez?Se quedó revisando mentalmente cada uno de sus actos, pero no halló nada inadecuado.¿O quizá no lo había pensado lo suficiente?En eso, Fernando habló con un tono enigmático:—Hacer "esa plática" con tacto.Fue entonces cuando el cerebro de Thiago trabajó a toda velocidad y comprendió lo que Fernando quería decir: "platicar con Daisy con prudencia".Así que, después de todo, tenía autorización para ir a verla.«En general, no me gusta criticar», pensó, «pero el señor Fernando realmente podría usar más palabras para explicarse.»«Dice que el que necesita comer y nutrir el cerebro soy yo, ¡pero si con él mis neuronas mueren cada día sin piedad!»«Ojalá que al menos me cubr
DESPUÉS DE UNA GRAN EXPLOSIÓN***EN EL QUIRÓFANO***—¿Dónde está su esposo? ¿Cómo es que no ha llegado todavía? ¡No tenemos tiempo! —preguntó el médico, con evidente urgencia.—No quiere venir —respondió la enfermera, resignada—. Dijo que la dejemos… que se las arregle sola.Daisy La Torre, acostada en la camilla de operaciones, cubierta de heridas y apenas respirando, escuchó esas palabras y, con un esfuerzo que parecía imposible, levantó la mano.—Deme un teléfono…La enfermera, al verla luchar de esa manera, no dudó en pasárselo; tras lo cual Daisy, con el dolor recorriendo cada rincón de su cuerpo, marcó un número que había memorizado como si fuera parte de ella. Observó la pantalla mientras los tonos de llamada sonaban una y otra vez, a punto de desconectarse, hasta que finalmente una voz fría respondió:—Te lo dije. Si vive o muere, no tienen nada que ver conmigo. —Era la voz de Fernando, dura, sin una pizca de empatía.—Fernando… —cada palabra que salía de la boca Daisy le pro
Al día siguiente, muy temprano, Fernando se encaminó al trabajo tras pasar toda la noche en el hospital, velando a Frigg, quien no le había permitido que se marchara debido al dolor de sus heridas. Mientras viajaba hacia la oficina, cruzó por un semáforo en rojo, y, de repente, le ordenó al chófer:—Regresa a casa.El cansancio lo abrumaba. Llevaba dos días con la misma ropa, y la incomodidad comenzaba a hacerse insoportable. Aunque lo último que quería hacer era regresar a la mansión. Sin embargo, al llegar, no lo recibió la habitual y cálida bienvenida de Daisy, sino un ambiente frío y silencioso, y un documento descansaba sobre la mesa del comedor.«El Acuerdo de Divorcio».Fernando se acercó con el ceño fruncido, y sus ojos se clavaron en la firma y la llave que descansaba sobre el papel. Por un instante, su mirada se oscureció, cargada de confusión y resentimiento, antes de subir las escaleras. Por primera vez, decidió entrar en el cuarto de Daisy, ya que, durante los tres años
Ciudad N, a hora y media de Ciudad R.Daisy, completamente disfrazada, llegó puntual a la imponente casa de los Ortega.Con el pretexto de ofrecer un tratamiento médico, aprovechó que nadie la observaba para hipnotizar a Erik. Sin embargo, su plan no dio frutos y no consiguió obtener ni una pista útil de él.Con las manos vacías, Daisy caminaba perdida en sus pensamientos, cuando, de repente, un dolor punzante en la frente la sacó de su trance.—No puede ser…Las palabras de disculpa se quedaron atoradas en su garganta al levantar la mirada y ver quién estaba frente a ella.¿Fernando?Su mente se nubló por un instante. ¿Cómo era posible que él estuviera allí? «Qué pequeño es el mundo», pensó.Sin embargo, a pesar del shock inicial, en apenas dos segundos, Daisy desvió la mirada y se alejó sin decir ni una sola palabra ni mostrar expresión alguna.Fernando se quedó inmóvil, observando como la mujer se alejaba, mientras algo en su interior parecía agitarse. ¿Por qué había cambiado de ac