—Lo siento, pero estoy trabajando —atajó Daisy con firmeza.Su negativa fue tan tajante que Thiago, aunque la esperaba, no dejaba de sentirse contrariado.Aun así, insistió, avanzando un par de pasos y en tono conciliador:—Señorita La Torre, prometo que no le robaré más que el tiempo que dura una taza de café.—No me gusta el café —respondió Daisy sin titubeos.—… Podríamos tomar otra cosa que sea de su agrado.—No acostumbro beber nada, solo agua mineral —replicó Daisy. Se acercó a la máquina de agua, se sirvió un vaso y lo bebió todo delante de él—. Como ve, ya sacié mi sed.La verdad, lo hacía a propósito.Si ni siquiera se tomaba la molestia con Fernando, ¿por qué habría de escuchar a su "esbirro"?Además, si Thiago venía en representación de Fernando, estaba claro que era porque él se había quedado con las ganas de fastidiarla más.«Fernando no logró impresionar a Javier, así que debe de estar molesto y planeando alguna maniobra. Sea lo que sea, yo no pienso perder mi tiempo con
Había bastantes mesas libres, pero Thiago escogió una junto a la ventana.Disimuladamente, echó un vistazo al lujoso auto negro que estaba estacionado al otro lado de la calle. Daisy dejó escapar una sonrisa fría, casi imperceptible, y al sentarse fue directa al grano:—No tengo mucho tiempo, Thiago, así que si tienes algo que decir, hazlo ya.Thiago sonrió y preguntó:—Señora Suárez, ¿qué desea tomar?Sabía que llamarla así la molestaría.Tal como lo imaginó, Daisy frunció el ceño. Antes de que ella pudiera responder, él se apresuró a añadir:—Sé que no le gusta que la llame de esa forma, pero durante los últimos tres años me acostumbré a decirle así.» Aunque usted y el señor Suárez ya se hayan divorciado, para mí siempre será mi señora Suárez. Eso no cambiará jamás.Daisy se quedó en silencio un momento. Sabía que, en este punto, debería sentirse conmovida de alguna manera… pero la costumbre podía más, y no pudo evitar hacer un comentario sarcástico:—Thiago, la verdad es que ese es
Fernando, guiándose por su instinto, supo de inmediato que lo que ella estaba a punto de soltar no traería nada bueno, así que contestó con frialdad:—No tengo tiempo.—Pues yo te veo bastante desocupado —replicó Daisy, alzando una ceja—. ¿O es que no quieres escuchar?Sin darle oportunidad de responder, Daisy soltó una risita:—Tú no quieres oírlo, pero yo quiero decirlo.» Un exesposo digno de ese nombre debería comportarse como un pescado muerto, ¿no? Y por lo que veo, señor Suárez, últimamente no cumples con ese papel.Daisy rio con ligereza y continuó:—Hazme el favor, señor Suárez, de ser un exesposo más decente. De lo contrario, me resultas bastante repugnante.Dicho lo que tenía que decir, forzó una sonrisa—claramente falsa—y se dio la vuelta para irse.En la entrada de Grupo De Jesús, la gente transitaba de un lado a otro, y Daisy estaba convencida de que Fernando no se atrevería a bajarse del auto.Justo en ese momento, sintió que alguien le sujetaba el brazo.«… ¿No que muy
A Thiago le habría gustado preguntárselo, pero no se atrevía. Sin embargo, en cuanto Fernando regresó a la empresa, se encontró en su oficina con Blanca, quien no tardó en soltarle:—Hermano, te lo dije mil veces: esa tal Frigg era una farsante. ¿No te lo repetí suficientes veces, y aun así no me creíste?Blanca se enteró de que su hermano había terminado con Frigg por boca de una amiga.Al mencionar el tema, no pudo evitar soltar:—¿Dejaste a Frigg y por qué no me lo dijiste de inmediato?Fernando alzó la mirada para echarle un vistazo.—¿Por qué tendría que decírtelo?—¡Para que yo pudiera celebrarlo, claro! —replicó Blanca, siguiéndolo hasta el escritorio—. ¡He esperado este día por más de tres años!La alegría de Blanca se reflejaba en cada rasgo de su rostro.—Esa tal Frigg, tan imbécil, de verdad creía que, como te divorciaste de Daisy, te ibas a casar con ella, ¿eh?» ¡Ja! Yo siempre dije que la puerta de la familia Suárez jamás estaría abierta para ella.» Lástima que Daisy ya
No era otra que Jasmine Barbero, la madre de Frigg, seguida muy de cerca por la recepcionista, que jadeaba al intentar alcanzarla.—Presidente, se escabulló hasta aquí arriba y yo no pude detenerla —dijo la recepcionista.Blanca estuvo a punto de disculparse:—Dis…Pero al ver que se trataba de Jasmine, su expresión cambió al instante:—¿Qué haces aquí? ¿Acaso Frigg se suicidó y vienes a darle la noticia a mi hermano? Pues lo siento, tu hija y Fernando ya no tienen ninguna relación…» De hecho, nunca tuvieron nada que ver, así que tanto si vive como si muere, es asunto de ustedes, los Mero.Blanca soltó un montón de comentarios con un tono sarcástico, pero Jasmine ni siquiera le prestó atención. La apartó de un empujón y corrió hacia el interior.—¡Señor Suárez, señor Suárez…! —gritaba mientras avanzaba—. Vaya a ver a mi hija Frigg, por favor. Lleva varios días encerrada en su habitación sin comer ni beber.Antes de que pudiera acercarse a Fernando, Blanca le bloqueó el paso:—Señora,
—Para que sepas, todo lo que pasó con la señorita La Torre y aquel secuestro, los incidentes en que Nora drogó a Frigg, e incluso lo que ocurrió hace unos días —donde primero hizo que alguien se hiciera pasar por la señorita La Torre para secuestrar a Frigg, y después entregó el USB a señor Suárez para revelar los supuestos delitos de Frigg—, todo fue obra de ella.Blanca escudriñó el rostro de Jasmine —que, a pesar de rondar los cincuenta, conservaba cierto encanto—, tratando de descubrir algún atisbo de mentira.Nada. Ni un temblor, ni un rastro de inseguridad. Su expresión era completamente natural.O todo aquello era verdad, o Jasmine tenía un talento espectacular para la actuación.Blanca prefería creer lo segundo. No podía concebir que Frigg fuese inocente.Estaba a punto de contestar algo cuando Fernando habló:—¿Ya terminaste?Blanca lo miró atónita. ¿Acaso su hermano por fin había superado ese enamoramiento ciego?Jasmine, también incrédula, se quedó con la palabra en la boca.
DESPUÉS DE UNA GRAN EXPLOSIÓN***EN EL QUIRÓFANO***—¿Dónde está su esposo? ¿Cómo es que no ha llegado todavía? ¡No tenemos tiempo! —preguntó el médico, con evidente urgencia.—No quiere venir —respondió la enfermera, resignada—. Dijo que la dejemos… que se las arregle sola.Daisy La Torre, acostada en la camilla de operaciones, cubierta de heridas y apenas respirando, escuchó esas palabras y, con un esfuerzo que parecía imposible, levantó la mano.—Deme un teléfono…La enfermera, al verla luchar de esa manera, no dudó en pasárselo; tras lo cual Daisy, con el dolor recorriendo cada rincón de su cuerpo, marcó un número que había memorizado como si fuera parte de ella. Observó la pantalla mientras los tonos de llamada sonaban una y otra vez, a punto de desconectarse, hasta que finalmente una voz fría respondió:—Te lo dije. Si vive o muere, no tienen nada que ver conmigo. —Era la voz de Fernando, dura, sin una pizca de empatía.—Fernando… —cada palabra que salía de la boca Daisy le pro
Al día siguiente, muy temprano, Fernando se encaminó al trabajo tras pasar toda la noche en el hospital, velando a Frigg, quien no le había permitido que se marchara debido al dolor de sus heridas. Mientras viajaba hacia la oficina, cruzó por un semáforo en rojo, y, de repente, le ordenó al chófer:—Regresa a casa.El cansancio lo abrumaba. Llevaba dos días con la misma ropa, y la incomodidad comenzaba a hacerse insoportable. Aunque lo último que quería hacer era regresar a la mansión. Sin embargo, al llegar, no lo recibió la habitual y cálida bienvenida de Daisy, sino un ambiente frío y silencioso, y un documento descansaba sobre la mesa del comedor.«El Acuerdo de Divorcio».Fernando se acercó con el ceño fruncido, y sus ojos se clavaron en la firma y la llave que descansaba sobre el papel. Por un instante, su mirada se oscureció, cargada de confusión y resentimiento, antes de subir las escaleras. Por primera vez, decidió entrar en el cuarto de Daisy, ya que, durante los tres años