Fernando, guiándose por su instinto, supo de inmediato que lo que ella estaba a punto de soltar no traería nada bueno, así que contestó con frialdad:—No tengo tiempo.—Pues yo te veo bastante desocupado —replicó Daisy, alzando una ceja—. ¿O es que no quieres escuchar?Sin darle oportunidad de responder, Daisy soltó una risita:—Tú no quieres oírlo, pero yo quiero decirlo.» Un exesposo digno de ese nombre debería comportarse como un pescado muerto, ¿no? Y por lo que veo, señor Suárez, últimamente no cumples con ese papel.Daisy rio con ligereza y continuó:—Hazme el favor, señor Suárez, de ser un exesposo más decente. De lo contrario, me resultas bastante repugnante.Dicho lo que tenía que decir, forzó una sonrisa—claramente falsa—y se dio la vuelta para irse.En la entrada de Grupo De Jesús, la gente transitaba de un lado a otro, y Daisy estaba convencida de que Fernando no se atrevería a bajarse del auto.Justo en ese momento, sintió que alguien le sujetaba el brazo.«… ¿No que muy
A Thiago le habría gustado preguntárselo, pero no se atrevía. Sin embargo, en cuanto Fernando regresó a la empresa, se encontró en su oficina con Blanca, quien no tardó en soltarle:—Hermano, te lo dije mil veces: esa tal Frigg era una farsante. ¿No te lo repetí suficientes veces, y aun así no me creíste?Blanca se enteró de que su hermano había terminado con Frigg por boca de una amiga.Al mencionar el tema, no pudo evitar soltar:—¿Dejaste a Frigg y por qué no me lo dijiste de inmediato?Fernando alzó la mirada para echarle un vistazo.—¿Por qué tendría que decírtelo?—¡Para que yo pudiera celebrarlo, claro! —replicó Blanca, siguiéndolo hasta el escritorio—. ¡He esperado este día por más de tres años!La alegría de Blanca se reflejaba en cada rasgo de su rostro.—Esa tal Frigg, tan imbécil, de verdad creía que, como te divorciaste de Daisy, te ibas a casar con ella, ¿eh?» ¡Ja! Yo siempre dije que la puerta de la familia Suárez jamás estaría abierta para ella.» Lástima que Daisy ya
No era otra que Jasmine Barbero, la madre de Frigg, seguida muy de cerca por la recepcionista, que jadeaba al intentar alcanzarla.—Presidente, se escabulló hasta aquí arriba y yo no pude detenerla —dijo la recepcionista.Blanca estuvo a punto de disculparse:—Dis…Pero al ver que se trataba de Jasmine, su expresión cambió al instante:—¿Qué haces aquí? ¿Acaso Frigg se suicidó y vienes a darle la noticia a mi hermano? Pues lo siento, tu hija y Fernando ya no tienen ninguna relación…» De hecho, nunca tuvieron nada que ver, así que tanto si vive como si muere, es asunto de ustedes, los Mero.Blanca soltó un montón de comentarios con un tono sarcástico, pero Jasmine ni siquiera le prestó atención. La apartó de un empujón y corrió hacia el interior.—¡Señor Suárez, señor Suárez…! —gritaba mientras avanzaba—. Vaya a ver a mi hija Frigg, por favor. Lleva varios días encerrada en su habitación sin comer ni beber.Antes de que pudiera acercarse a Fernando, Blanca le bloqueó el paso:—Señora,
—Para que sepas, todo lo que pasó con la señorita La Torre y aquel secuestro, los incidentes en que Nora drogó a Frigg, e incluso lo que ocurrió hace unos días —donde primero hizo que alguien se hiciera pasar por la señorita La Torre para secuestrar a Frigg, y después entregó el USB a señor Suárez para revelar los supuestos delitos de Frigg—, todo fue obra de ella.Blanca escudriñó el rostro de Jasmine —que, a pesar de rondar los cincuenta, conservaba cierto encanto—, tratando de descubrir algún atisbo de mentira.Nada. Ni un temblor, ni un rastro de inseguridad. Su expresión era completamente natural.O todo aquello era verdad, o Jasmine tenía un talento espectacular para la actuación.Blanca prefería creer lo segundo. No podía concebir que Frigg fuese inocente.Estaba a punto de contestar algo cuando Fernando habló:—¿Ya terminaste?Blanca lo miró atónita. ¿Acaso su hermano por fin había superado ese enamoramiento ciego?Jasmine, también incrédula, se quedó con la palabra en la boca.
DESPUÉS DE UNA GRAN EXPLOSIÓN***EN EL QUIRÓFANO***—¿Dónde está su esposo? ¿Cómo es que no ha llegado todavía? ¡No tenemos tiempo! —preguntó el médico, con evidente urgencia.—No quiere venir —respondió la enfermera, resignada—. Dijo que la dejemos… que se las arregle sola.Daisy La Torre, acostada en la camilla de operaciones, cubierta de heridas y apenas respirando, escuchó esas palabras y, con un esfuerzo que parecía imposible, levantó la mano.—Deme un teléfono…La enfermera, al verla luchar de esa manera, no dudó en pasárselo; tras lo cual Daisy, con el dolor recorriendo cada rincón de su cuerpo, marcó un número que había memorizado como si fuera parte de ella. Observó la pantalla mientras los tonos de llamada sonaban una y otra vez, a punto de desconectarse, hasta que finalmente una voz fría respondió:—Te lo dije. Si vive o muere, no tienen nada que ver conmigo. —Era la voz de Fernando, dura, sin una pizca de empatía.—Fernando… —cada palabra que salía de la boca Daisy le pro
Al día siguiente, muy temprano, Fernando se encaminó al trabajo tras pasar toda la noche en el hospital, velando a Frigg, quien no le había permitido que se marchara debido al dolor de sus heridas. Mientras viajaba hacia la oficina, cruzó por un semáforo en rojo, y, de repente, le ordenó al chófer:—Regresa a casa.El cansancio lo abrumaba. Llevaba dos días con la misma ropa, y la incomodidad comenzaba a hacerse insoportable. Aunque lo último que quería hacer era regresar a la mansión. Sin embargo, al llegar, no lo recibió la habitual y cálida bienvenida de Daisy, sino un ambiente frío y silencioso, y un documento descansaba sobre la mesa del comedor.«El Acuerdo de Divorcio».Fernando se acercó con el ceño fruncido, y sus ojos se clavaron en la firma y la llave que descansaba sobre el papel. Por un instante, su mirada se oscureció, cargada de confusión y resentimiento, antes de subir las escaleras. Por primera vez, decidió entrar en el cuarto de Daisy, ya que, durante los tres años
Ciudad N, a hora y media de Ciudad R.Daisy, completamente disfrazada, llegó puntual a la imponente casa de los Ortega.Con el pretexto de ofrecer un tratamiento médico, aprovechó que nadie la observaba para hipnotizar a Erik. Sin embargo, su plan no dio frutos y no consiguió obtener ni una pista útil de él.Con las manos vacías, Daisy caminaba perdida en sus pensamientos, cuando, de repente, un dolor punzante en la frente la sacó de su trance.—No puede ser…Las palabras de disculpa se quedaron atoradas en su garganta al levantar la mirada y ver quién estaba frente a ella.¿Fernando?Su mente se nubló por un instante. ¿Cómo era posible que él estuviera allí? «Qué pequeño es el mundo», pensó.Sin embargo, a pesar del shock inicial, en apenas dos segundos, Daisy desvió la mirada y se alejó sin decir ni una sola palabra ni mostrar expresión alguna.Fernando se quedó inmóvil, observando como la mujer se alejaba, mientras algo en su interior parecía agitarse. ¿Por qué había cambiado de ac
—¿Un billón? —Fernando no vaciló ni un segundo—. Hecho.Tres años atrás, un intento de asesinato lo había dejado al borde de la muerte, pero había sido una chica, Frigg, la que había arriesgado su vida para salvarlo. A pesar de las graves heridas, ella le dio la oportunidad de vivir. Aquella noche compartieron más que peligro: una noche de pasión que ardió con fuerza. Sin embargo, al amanecer, Frigg había desaparecido. En la oscuridad, no había podido verla claramente, pero jamás había podido olvidar su aroma a hierbas medicinales.Después de investigar, descubrió que pertenecía a la familia Mero. Frigg había enfrentado problemas de salud toda su vida, y se había mantenido a base de medicinas naturales. Según su relato, el día del ataque, ella había sido secuestrada y, al escapar, había coincidido con él.Con su cuerpo malherido, a sus apenas dieciocho años, le había dado todo lo que podía para salvarlo.Fernando le había prometido un matrimonio. Sin embargo, su abuela, María, estaba