No era otra que Jasmine Barbero, la madre de Frigg, seguida muy de cerca por la recepcionista, que jadeaba al intentar alcanzarla.—Presidente, se escabulló hasta aquí arriba y yo no pude detenerla —dijo la recepcionista.Blanca estuvo a punto de disculparse:—Dis…Pero al ver que se trataba de Jasmine, su expresión cambió al instante:—¿Qué haces aquí? ¿Acaso Frigg se suicidó y vienes a darle la noticia a mi hermano? Pues lo siento, tu hija y Fernando ya no tienen ninguna relación…» De hecho, nunca tuvieron nada que ver, así que tanto si vive como si muere, es asunto de ustedes, los Mero.Blanca soltó un montón de comentarios con un tono sarcástico, pero Jasmine ni siquiera le prestó atención. La apartó de un empujón y corrió hacia el interior.—¡Señor Suárez, señor Suárez…! —gritaba mientras avanzaba—. Vaya a ver a mi hija Frigg, por favor. Lleva varios días encerrada en su habitación sin comer ni beber.Antes de que pudiera acercarse a Fernando, Blanca le bloqueó el paso:—Señora,
—Para que sepas, todo lo que pasó con la señorita La Torre y aquel secuestro, los incidentes en que Nora drogó a Frigg, e incluso lo que ocurrió hace unos días —donde primero hizo que alguien se hiciera pasar por la señorita La Torre para secuestrar a Frigg, y después entregó el USB a señor Suárez para revelar los supuestos delitos de Frigg—, todo fue obra de ella.Blanca escudriñó el rostro de Jasmine —que, a pesar de rondar los cincuenta, conservaba cierto encanto—, tratando de descubrir algún atisbo de mentira.Nada. Ni un temblor, ni un rastro de inseguridad. Su expresión era completamente natural.O todo aquello era verdad, o Jasmine tenía un talento espectacular para la actuación.Blanca prefería creer lo segundo. No podía concebir que Frigg fuese inocente.Estaba a punto de contestar algo cuando Fernando habló:—¿Ya terminaste?Blanca lo miró atónita. ¿Acaso su hermano por fin había superado ese enamoramiento ciego?Jasmine, también incrédula, se quedó con la palabra en la boca.
Quienes estaban allí pensaron que su suerte estaba echada, incluido Fernando, que no pudo quedarse impasible.Corrió a toda velocidad para intentar sujetarla, pero apenas se demoró un segundo de más.El edificio tenía 88 pisos, así que todos asumieron lo peor. Pero, increíblemente, solo cayó tres pisos antes de que un trabajador que limpiaba ventanas en lo alto la atrapara.Tenía bastante fuerza y logró sostenerla con facilidad.Aunque se libró por muy poco, Frigg resultó lesionada en el brazo izquierdo y, por lo visto, la herida no era leve.Jasmine quería llevarla al hospital, pero Frigg se negaba rotundamente.—Mamá, no voy al hospital —Frigg seguía con la misma actitud de quien ya no quiere vivir—. Esta herida no me va a matar.«¡Paf…!»Jasmine le soltó una bofetada.—¿Por un hombre al que ni siquiera le importas estás dispuesta a renunciar también a tus padres?Frigg, llorando, asintió.—Sí, renuncio a todo, ¡hasta a mí misma! Mamá, sin él no puedo seguir viviendo.—Tú…Jasmine la
Daisy esbozó una sonrisa y dijo:—Entonces, ¿por qué no vas tú a buscarla?—…Jefa, ¿ya lo sabías? —Enzo soltó una risa de autocompasión—. Claro, tan lista como eres, ¿cómo ibas a ignorar algo así?—¿Qué se supone que sé? —preguntó Daisy con expresión perpleja—. Yo no sé nada. Solo sé que Nora me da un poco de lástima y que, por pura casualidad, lleva tu mismo apellido. Fuera de eso, no tengo idea de nada.Enzo soltó una amarga carcajada.—Ella es mi hermana, de sangre. En realidad, durante todos estos años he querido sacarla de la familia Mero, pero tenía miedo de meterte en problemas…—¡Paf!Daisy le dio un coscorrón en la frente.—¿De verdad crees que soy tan inútil como para no poder encargarme de la familia Mero?Enzo se frotó la zona golpeada.—Claro que no. Solo pensé que mientras menos problemas, mejor. Después de todo, aún tienes una gran venganza pendiente…—Deja de decir tonterías. De ahora en adelante, si quieres hacer algo, hazlo. —Daisy lo interrumpió con un regaño—. ¿Qué
Cuanto más intentaba Daisy evitar a ciertas personas, más parecían aparecer.Ella quería ignorarlos por completo, pero Javier consideró que, por respeto, debían saludar.Manteniendo el semblante serio, Daisy empujó la silla de ruedas de Javier hacia ellos. En cuanto se detuvo, habló antes de que Fernando pudiera decir nada:—Vaya, qué coincidencia. El señor De Jesús está saliendo a su sesión de rehabilitación. Señor Suárez, si no está muy apurado, podría pasar a la sala de reuniones y esperarlo allí un momento.Los ojos profundos de Fernando se clavaron en el rostro de Daisy, que, pese a su frialdad aparente, no perdía ni un ápice de belleza. Sus labios delgados se movieron apenas:—Si no me equivoco, señorita La Torre es solo la cuidadora… ¿o acaso cree que puede representarlo en todo?Javier se limitó a dedicarle a Fernando una sonrisa ligera.—Efectivamente, hoy no es el mejor momento.Daisy curvó los labios con un atisbo de sonrisa.—¿Escuchó, señor Suárez? Aunque, para ser justos,
—¿Acaso no lo es? —replicó Frigg con un gesto de aflicción—. He venido desde tan lejos, exclusivamente para ofrecerte mis disculpas, y aunque dices que me perdonas, ni siquiera me das buena cara.» Señora Daisy, si no quieres perdonarme, podrías decirlo directamente. ¿No crees que fingir así es bastante hipócrita?Daisy la observó en silencio unos instantes y esbozó una sonrisa ladeada.—Tienes razón, es un poco hipócrita. Ya que estamos, dejaré de fingir.Acto seguido se inclinó, levantó a Frigg del piso de un tirón y, sin darle oportunidad de afirmarse bien, la empujó con fuerza.«¡Pum…!»Frigg jamás pensó que Daisy fuera tan osada incluso frente a Fernando y Javier.Estaba totalmente desprevenida y cayó al suelo con un golpe seco.—Vaya, mira nada más… —Daisy soltó una carcajada llena de descaro—. ¡Te acabo de empujar otra vez!Luego, Daisy desvió la mirada hacia Fernando.—Señor Suárez, ¿logró ver bien cómo empujé a su querida amante?» Si no quedó claro, puedo hacerle otra demostr
En un principio, Frigg fue a buscar a Daisy con la intención de fastidiarla, pero terminó recibiendo una paliza que casi la hace enloquecer de rabia.Lo que más le indignaba era que, de regreso a casa, se quejó en voz alta:—Fer, la señora Daisy cambió. Antes, sin importar lo que hiciera o dijera, siempre era tan dulce y gentil. Ahora se volvió aterradora… Hasta dudo que toda esa dulzura fuese real. ¿No será que fingía?Fernando, con la mirada oscura y un tono distante, apenas le dedicó unas palabras:—Si te asusta, no la provoques más.«¡Mira nada más lo que dice!», pensó Frigg, furiosa.¡Si quien había salido perjudicada era ella!Sin embargo, prefirió tragarse su enojo: después de todo, Fernando acababa de volver a confiar en ella y no quería arriesgarse a perder su favor.Así que se contuvo durante todo el camino de regreso. En cuanto llegó a casa, lo primero que hizo fue ponerse a romper y lanzar cosas.Jasmine, que dormía la siesta, se sobresaltó por los ruidos y bajó corriendo:
Carraspeó y preguntó con voz grave:—¿Quién es?—La señorita Mero y su madre.La luz en su mirada se apagó de golpe, como una vela a la que le soplan de pronto.—No las recibas.Pasó la noche esperando, pero la persona que deseaba ver no apareció. Fernando se plantó frente al ventanal que daba a la puerta principal y encendió un cigarrillo. Entre las volutas de humo, se dibujó una sonrisa amarga.—¿Qué se supone que estoy haciendo?***Daisy, por su parte, quería ir esa misma noche a ver en secreto a la abuela, pues no dejaba de preocuparse por ella. Sin embargo, algo inesperado le ocurrió a Javier.Mientras estaban en una tienda de ropa, Daisy se ausentó un momento para ir al baño y, en ese corto lapso, alguien apuñaló a Javier.Aunque no fue herido de muerte, la lesión fue grave porque la hoja del cuchillo estaba envenenada.Era urgente desintoxicarlo, así que Daisy no tuvo más opción que pedirle a Enzo, disfrazado de médico de la familia Suárez, que fuera a averiguar qué sucedía con