—Mi señor y el señor Javier apenas se conocen.—¡"Apenas se conocen"! —Jacob no tragaba ni una palabra—. Fernando Suárez, eres un hombre que siempre busca su propio beneficio. Jamás das un paso en falso.» A simple vista parece que ayudas a Javier, pero en el fondo estás actuando en tu propio interés.» Cuando el Grupo De Jesús caiga en manos de un lisiado como él, ¿cómo podría hacerte frente? En ese momento, en toda la Ciudad A, solo dominaría tu Unión Suárez. ¡Muy bien pensado, sí señor!Fernando no se molestó en defenderse. Se limitó a mirar a Tomás y preguntarle con serenidad:—Tío, ¿usted también opina lo mismo?El tono y la expresión de Fernando lucían muy tranquilos, pero Tomás, que lo conocía bien, entendía que esa calma era su auténtica forma de mostrar enojo.Tomás apartó a Jacob de un tirón y le propinó una bofetada contundente.—¡Hijo ingrato! Durante tantos años confié en ti ciegamente y nunca te cuestioné, ¡pero resultaste ser el auténtico traidor!—Papá, no se deje engañ
"Regreso inesperado" en sí no era el problema; lo preocupante era que Fernando ya la había visto.¡Debería haber esperado un poco más para mostrarse, asegurándose de que él se hubiera marchado de la casa De Jesús!«¡Qué error!» pensó Daisy, reprendiéndose internamente.Pero ya no valía lamentarse; ahora lo urgente era encontrar una excusa creíble.Fernando avanzaba con pasos firmes, pero la mente de Daisy se movía aún más rápido. Antes de que él pudiera decir algo, ella lo saludó con cortesía:—Señor Suárez, ¡qué coincidencia verlo por aquí!Aquella iniciativa la tomó él por sorpresa, pues Daisy había mencionado que, tras el divorcio, si llegaban a cruzarse, fingiría no conocerlo. Sin embargo, en esa ocasión ella se mostraba sorprendentemente educada.Los labios de Fernando se curvaron levemente, pero sus ojos oscuros no expresaban la más mínima sonrisa.—Sí, qué coincidencia.Había avanzado solo unos pasos cuando el mayordomo de los De Jesús lo detuvo para informarle que Tomás deseaba
Después de todo, llevaba casi treinta años sirviendo en la casa De Jesús, y, aunque no dejaba de ser un empleado, gozaba de gran autoridad en la familia.Además, tratándose de Javier —el hijo menos favorecido por Tomás—, normalmente lo ignoraba.Pero las cosas habían cambiado. Javier estaba a punto de convertirse en la cabeza de la familia, y Ricardo no se atrevía a desairarlo.—Usted no tiene que darme explicaciones, señor. Usted es el amo aquí, y yo solo soy un sirviente.—Entonces, en cuanto a mi padre…—El señor Tomás ya es mayor, y ahora usted será mi jefe —zanjó Ricardo con un tono de respeto que no había usado antes.Javier se limitó a sonreír, sin ocultar cierto matiz de burla en su mirada.Cuando Javier se hubo marchado, Daisy giró la cabeza para mirar a Fernando, que lucía un gesto de desagrado.—Señor Suárez, ¿me ha retenido para expresar su descontento con lo que hice hace un momento?Fernando la observó y devolvió la pregunta:—¿"Criada"?—¿Conque por eso es? —Daisy fingió
¿Celoso?Fernando se hizo la misma pregunta en su interior y la respuesta lo inquietó. Al final, enroscó los labios en una mueca burlona.—¿Celoso de una exesposa? ¿Eso crees?A Daisy no le molestó el sarcasmo; al contrario, rio.—Entonces, ¿qué hago o dejo de hacer, señor Suárez? ¡No es asunto tuyo!Dicho esto, soltó su mano de la de Fernando.—¿Alguna otra cosa, señor Suárez? Si no, me retiro. Mi joven amo aún me necesita para atenderlo.Antes de irse, Daisy esbozó una ligera sonrisa:—Señor Suárez, cuando esté con Javier, será mejor que no mencione nada inapropiado. Digo, no querrás que me quede sin trabajo, ¿o sí? Quién sabe, tal vez si eso pasa, vaya a buscar consuelo con la señorita Mero.—…***En la habitación de Javier, Daisy y él se sentaron frente a frente en el sofá.Ella pensaba que tendría muchas preguntas sobre Fernando; sin embargo, casi se había terminado su taza de café y no había hecho ni una sola alusión a él. Lo que más le interesaba era:—¿Nadie te vio venir?—¿Te
Si ella estaba ocultando su relación con Fernando, era por alguna razón de peso.Ya que Daisy no quería hablar de ello, él tampoco insistiría en preguntarlo.Era de noche.Enzo llegó de manera discreta para entregarle algunas cosas a Daisy y no pudo evitar mostrar su desacuerdo:—Aunque quieras proteger a Javier, ¿de verdad tienes que hacerlo tú misma?¿No podrían hacerlo Lira, Gaviota o Nala?Daisy, recostada en la cama con las piernas cruzadas, le lanzó una mirada de reojo:—Con la ropa y demás objetos que trajiste es suficiente. Todavía me faltan unos cuantos libros de medicina, pero no es urgente.Enzo, que la conocía como la palma de su mano, sabía que cuando Daisy tomaba una decisión, no había vuelta atrás. Pese a su descontento, no insistió. Después de ayudarla a acomodar todo, se dispuso a marcharse.Sin embargo, antes de llegar a la puerta, su teléfono sonó. Era una llamada de Thiago. Luego de colgar, Enzo le transmitió el mensaje a Daisy:—Fernando pregunta que, si él ya hizo
Mientras tanto, Daisy estaba a punto de acompañar a Javier a la empresa.Ahora era su cuidadora personal, así que iría a donde él fuera. Javier había entrado a cambiarse de ropa y ella lo esperaba afuera.Para matar el tiempo, pateaba distraídamente unas piedritas, cuando sintió una mano que la sujetaba del brazo con fuerza descomunal.No necesitó voltear para saber de quién se trataba: aquel tacto tan familiar no podía ser otro que el de Fernando. La llevó hasta un rincón apartado. Antes de que él pudiera decir algo, Daisy, con una ligera sonrisa burlona, se le adelantó:—Señor Suárez, ¿viene tan temprano a buscarme porque me extraña?—Daisy, será mejor que no pongas a prueba mi paciencia —gruñó Fernando, apretándole la muñeca con una mirada tan fría como el hielo.—¿Y ahora por qué vienes con tanto enojo? No recuerdo haber hecho nada para molestarte otra vez —replicó Daisy, aparentando inocencia.—No escarmientas hasta verte acorralada —soltó Fernando. A continuación, extendió la man
«¿Cómo no logramos atar cabos antes?», reflexionó Daisy. «La verdad es que yo no conocía del todo a Frigg. Pensé que solo era un poco "finjida" (hipócrita), pero resulta que también es malintencionada».Con un bufido, Daisy concluyó:—Frigg, en un principio podíamos ignorarnos mutuamente, pero fuiste tú quien me buscó pleito. ¡Ahora no te me quejes!***—¿La familia De Jesús?Al enterarse de que Fernando había ido primero a buscar a Daisy a casa de los De Jesús, Frigg se quedó perpleja.—¿Qué hace Daisy en la mansión De Jesús?—Al parecer, ahora es la cuidadora personal del joven Javier De Jesús.—¿Cuidadora personal? —Frigg soltó una carcajada—. Así que, después de dejar a Fernando, ahora va tras Javier.» Primero Fernando, ahora Javier… ¡Qué enorme apetito tiene esa mujer!—No es el único apetito grande por aquí… —susurró el hombre mientras volvía a tocarla.—¡Quítame tus manos de encima! —le espetó Frigg, apartando con brusquedad la mano que la manoseaba—. Mantén a alguien vigilando
Al ver que era Daisy, Frigg se quedó helada por unos segundos, hasta que por fin reaccionó:—¡Daisy! ¡Eres tú!Como una fiera, Frigg se abalanzó sobre ella. Jamás habría imaginado que la persona que la había secuestrado fuera Daisy.—Sí, soy yo. Después de arrojarme tanta basura encima, acusándome de secuestrarte, ¿qué menos podía hacer? Mejor lo hago realidad, porque mientras más lo pensaba, más sentía que estaba perdiendo mi tiempo.Daisy no se apartó del lugar ni un milímetro, pero Frigg no logró alcanzarla.Tras dar apenas dos pasos, Frigg se detuvo en seco, pues sentía cómo la rata le subía por la pierna. Se puso aún más pálida y, con un tono autoritario, le gritó a Daisy:—¡Daisy La Torre, quítame a este maldito bicho de encima!—¿Está en tu cuerpo y no eres capaz de quitártelo tú misma? —replicó Daisy, alzando una ceja—. ¿No me digas que le tienes miedo a una ratita? ¿Y yo qué puedo hacer? ¡También me dan pánico! Lo siento, no te serviría de ayuda.—¡Daisy…! —bramó Frigg con la