Capítulo 31
Fernando volteó la cabeza y miró a Daisy. En sus ojos profundos como el mar se reflejaba una complejidad que nadie podría descifrar.

Al ver su reacción, Daisy pensó que él diría algo más; sin embargo, no sucedió.

Tomó la pluma y, con un gesto decidido, estampó su firma con trazos enérgicos.

Luego vinieron la revisión, el sello… ¡y listo!

En el instante en que le entregaron el acta de divorcio, Daisy sintió una liberación.

Sí, una liberación total.

Su matrimonio con Fernando había sido como una jaula.

Una jaula que ella misma se había construido y en la que permaneció encerrada por tres años completos.

Una tontería de ese calibre, se prometió a sí misma, solo la cometería una vez en la vida.

Al salir de la oficina del registro civil, Daisy detuvo un taxi al instante.

Fernando lo notó y de un empujón cerró la puerta que ella había abierto.

Daisy pensó que una vez más él iba a pedirle que se disculpara con Frigg, pero lo que Fernando dijo fue:

—¿En serio no fuiste tú quien envenenó?

Daisy
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