Perla tocó la puerta de la habitación de Marina suavemente. — ¡Ya voy! — Marina se levantó de la cama. El dolor de cabeza por la resaca del vino de anoche todavía no se iba. Se obligó a caminar hasta la mesa del comedor y se sentó. Perla dijo: — Si te sientes mal, es mejor entonces que no salgamos hoy. — ¡Sí, tía, Andi puede dormir contigo! — Aunque Andi era pequeño y no entendía por qué su tía se sentía así después de dormir, se mostró muy atento. — No hace falta. — Marina levantó la mano de repente y la agarró. — En mis tiempos, era la reina en los bares y las discotecas. No importaba cuánto bebiera o hasta qué hora, al día siguiente siempre estaba bien. ¿Ahora una botella pequeña de vino me derrumba? Im...posible Perla se quedó sin palabras. La empujó suavemente para que dejara de apoyarse en ella y se sentara bien. Luego le dijo: — ¿Cuántos años tenías? ¿Y cuántos tienes ahora? Las veces que has bebido y la frecuencia no son las mismas que cuando eras joven. ¿Todav
—Ok entonces, si fue Andi el que encontró el lugar, vamos a comer ahí. — Marina dijo sin dudar. Como estaba lejos, los tres decidieron volver al estacionamiento y tomar el carro. En el Grupo Financiero Runpex. Aquel día el trabajo no estaba tan pesado, así que César estaba relajado y sin mucho que hacer. A la hora del almuerzo, subió con Clara por el ascensor al comedor de los empleados para comer. Apenas se sentaron y empezaron a comer, Teresa apareció con su bandeja y se sentó con ellos. En el comedor, varios empleados vieron al presidente, pero nadie se acercó. Los empleados normales mantenían cierta distancia de su jefe, y los jefes temían que, si se acercaban, el presidente les preguntara sobre el trabajo. Solo Teresa se acercó. Cuando la vio, Clara notó que el presidente no tenía intención de darle espacio, así que se apartó por su cuenta, y Teresa se sentó frente a César. Teresa asintió y sonrió: —Muchas gracias. César levantó la vista y, casi sin darse cuent
A la mañana siguiente, Perla se levantó temprano y despertó con cuidado a Andi. A Marina no necesitaba despertarla porque ella misma ponía su alarma. Las cosas que necesitaban para el parque de diversiones ya las habían preparado el día anterior, así que solo tomaron sus mochilas y salieron. Después de arreglarse, los tres bajaron a desayunar y, cuando terminaron, se subieron al carro para irse. Al mismo tiempo, César ya estaba despierto y, frente al espejo del baño, se afeitaba. Sin Lorena, él mismo se ponía la corbata y se echaba el perfume que ella solía usar antes de salir. Todavía era temprano para ir al parque de diversiones de la Bahía, así que primero pasó por su empresa para asistir a una reunión en la mañana. El carro llegó al parque de diversiones Bahía. Perla abrazó a Andi para bajarlo y luego lo dejó en el suelo. Andi llevaba su pequeño morral, con una cuerda de seguridad atada a su cintura. El otro extremo de la cuerda estaba atado a la muñeca de Perla. Ma
En la amplia cama de un hotel en el extranjero de Valle Motoso.Dos almas estaban estrechamente abrazadas haciendo el amor. En el clímax de la pasión, la voz ronca llena de un magnetismo casi sensual de César Balan, le susurraba al oído:—Lorena, quiero que tengamos un hijo producto de todo este amor.Ella, perdida en el deseo del momento, respondió un sí.Al terminar y aún abrazados, Lorena recordó lo que él había dicho.—¿Dijiste que quieres que tengamos un hijo?Sus ojos todavía brillaban con el deseo que no había desaparecido por completo, y esa mirada encendió de nuevo los pensamientos de César. Por alguna razón, su cuerpo siempre ejercía una lujuria irresistible sobre él. Intentó contenerse y sacó un anillo de compromiso que deslizó en el dedo anular de Lorena.—¿Estás en verdad pidiéndome en matrimonio?—Sí, quiero que seas mi esposa, y ¿así me podrás dar ese niño que tanto anhelo tener? —preguntó César con una sonrisa. En sus ojos había indulgencia, pero no amor.Pero esa mirad
No supo cómo, pero las lágrimas comenzaron a caer, y el maquillaje de ojos recién hecho ya estaba vuelto nada. Sus ojos se posaron entonces en el anillo de diamantes. Lorena tenía una corazonada, una especie de presentimiento. Esa aparecida, ¿destruiría acaso la felicidad que ella había tanto esperado?Pero algo si era cierto, no podía quedarse ahí parada de brazos cruzados; tenía que saber quién era esa mujer.Después de quedarse un momento en su lugar, se levantó sin más y regresó al hotel.El avión había alcanzado su destino, Puerto Mar.En el hospital del Sagrado Corazón.Lorena estaba parada frente a la puerta de la habitación del hospital, abrazándose a sí misma. A través de la ventana de la puerta, intentaba mirar hacia dentro. Allí estaba el intimo amiguito de César; Ricardo Meyer, director del hospital, y otros doctores quienes chequeaban a la mujer que se movía inquieta en la cama.Dos enfermeras sostenían a la mujer para que no se alborotara tanto. En el avión, ya le había
En el jardín del Hospital del Sagrado Corazón.La noche primaveral aún era fría. El sereno soplaba con un silbido áspero, a veces suave como un lamento y otras veces venía feroz, se sentía como un susurro mordaz o quizás una voz de reproche perene. El sonido de una fosforera rompió el silencio, y dos puntos de luz se encendieron. El humo del cigarro flotaba en el aire, confundiendo la vista de cualquiera.—Ya que Teresa ha regresado. ¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó Ricardo Ignacio.No mencionó a Lorena, pero ambos sabían de qué hablaba.Una era el primer amor de la universidad, ese recuerdo juvenil que siempre queda en el corazón, la mujer que había salvado la vida a César.La otra, su novia durante tres años, con quien había compartido las mayores intimidades y aventuras y a quien ya le había propuesto matrimonio.César permaneció en silencio un buen rato antes de responder:—Ella solo es un reemplazo. Su existencia era únicamente valida solo para sustituir a Tere. Compararla con
Buscó el control de las luces, encendió la lámpara y apagó las velas con lo primero que encontró.Sacó del armario su pijama para luego darse un baño. Antes de entrar al baño, notó sin querer que todavía llevaba el anillo en su mano izquierda. Se lo quitó y lo arrojó al fondo de la caja de joyas.Cuando salió del baño, sacudió de la cobija los pétalos de rosa de la cama. Luego se metió bajo las sábanas cubriéndose la cabeza para dormir.Como de costumbre, se acostó en el lado izquierdo de la cama. César siempre la abrazaba por detrás convirtiéndose en una sábana más dispuesta a abrigarla a ella. Ahora, la gran cama tenía un enorme espacio vacío.Miró hacia la derecha, y ese vacío le molestaba. Se acomodó en el centro de la cama y tiró la otra almohada con desdén. Solo entonces se sintió cómoda.Apagó la luz y cerró los ojos.Pasaron dos días sin recibir noticias de César. Probablemente estaba en el hospital acompañando a Teresa, o trabajando quizás en la oficina.A Lorena no le importa
Dicen que los tipos adinerados como él, son fríos e insensibles en cuestiones personales, que cambian de mujer como de ropa interior, porque creían que con tener dinero podrían hacer lo que se les viniera en gana. Sin embargo, el presidente solo había tenido a Lorena durante estos tres años. Todos pensaban que era alguien fiel, pero al final, cambiar de pareja le resultaba igual que nada. ¿Quién sabe cuánto tiempo podrá quedarse Teresa a su lado?Clara había entrado en la empresa cuando César tomó las riendas del Grupo financiero Runpex hace tres años. No sabía nada sobre el enredo emocional entre Teresa y César.En el centro comercial Lorena estaba seleccionando ropa. Cada prenda que escogía estaba completamente alejada del estilo dulce y tierno que a Cesar tanto le encantaba.—Bebé, ¿has cambiado de estilo? —preguntó Marina al verla sostener un vestido largo negro con tirantes sensuales y una abertura en el dobladillo. Ese vestido, ajustado al cuerpo curvilíneo de Lorena, seguramente