Al llegar la hora del almuerzo, Alejandro se acomodó en su silla y presionó el botón del intercomunicador. —María, ¿puedes venir un momento? Pocos segundos después, su secretaria entró con un bloc de notas en la mano. —¿Necesita algo, señor Ferrer? Alejandro, con su tono autoritario pero calmado, le dio una orden precisa: —Llama a Camila Morales. Quiero que venga a mi oficina inmediatamente. María lo miró con un poco de curiosidad, pero no hizo preguntas. —Por supuesto, señor. Ahora mismo. Salió de la oficina para cumplir con la instrucción, mientras Alejandro se reclinaba en su silla, mirando por la ventana. "Es el momento perfecto para empezar a dejar claras las reglas," pensó. Poco tiempo después, alguien llamó suavemente a la puerta. —Adelante —dijo Alejandro sin apartar la mirada de sus documentos. Camila entró con cierta cautela, sosteniendo su carpeta de trabajo. —¿Me mandó a llamar, señor Ferrer? —preguntó, tratando de sonar serena a pesar de la tensión
Camila lo miró; sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y ansiedad.—¿Andrés? ¿Por qué él?—Porque es el más astuto de todos. No solo sospechará que mi matrimonio sea un contrato, sino que intentará averiguar. Necesito que estés preparada para eso —explicó Alejandro, apoyándose en el respaldo de su silla con una expresión calculadora.Camila asintió, intentando procesar todo lo que implicaba.—¿Y sus padres...?Alejandro suspiró, pasándose una mano por el cabello.—Mis padres ya saben que me casé contigo. Se los dije anoche. No tomaron muy bien la noticia, pero les dejé claro que esta es mi decisión. Ellos también quieren conocerte, así que tendrás que estar alerta.con cada pregunta que te hagan.Camila sintió que el aire pesaba más. No solo tendría que lidiar con Andrés, sino también con unos suegros que ya conocían la verdad.—Entiendo. Haré lo posible por no defraudarlo.Alejandro sonrió apenas, pero no había calidez en su gesto.—Eso espero, Camila. Porque si fallas, todo esto
Cuando llegaron a la primera casa, Camila bajó del auto y quedó completamente maravillada. Frente a ella se alzaba una enorme propiedad con un diseño moderno, ventanales amplios y rodeada de jardines perfectamente cuidados. El aire olía a flores frescas, y el sonido de una fuente cercana llenaba el ambiente de tranquilidad.—Es... demasiado hermosa —dijo Camila casi en un susurro, todavía con los ojos bien abiertos mientras caminaba hacia la entrada.Alejandro, que estaba detrás de ella, sonrió ligeramente, pero su tono se mantuvo serio.—¿Te parece demasiado grande?Camila lo miró y asintió.—Es hermosa, pero... también muy grande. ¿Está amoblada?—Sí, está completamente equipada —respondió Alejandro con calma—. Pero no te preocupes por los detalles. Solo enfócate en ver si te gusta, y yo me encargo del resto.El agente, que los había seguido hasta la puerta, intervino:—La casa cuenta con cinco habitaciones, todas con baño privado. Además, tiene una cocina moderna, un salón principa
Alejandro cruzó los brazos mientras observaba cada rincón de la sala principal de la casa recién adquirida. Camila, aún algo nerviosa, recorría con la mirada las paredes decoradas con tonos cálidos y detalles elegantes.—Bueno, ¿qué te parece si hacemos que esta casa parezca realmente un hogar? —dijo Alejandro de repente, rompiendo el silencio.Camila lo miró, desconcertada.—¿Un hogar? ¿A qué se refiere, señor Ferrer?Alejandro caminó hacia el ventanal y se giró para enfrentarla.—Es simple. Esta será la casa donde viviremos durante los próximos seis meses. Quiero que cuando la gente la vea, crea que es un hogar real de una pareja casada. Necesitamos fotos juntos, objetos que reflejen una vida compartida. Todo debe ser convincente.Camila parpadeó, procesando la información.—¿Fotos juntos? —preguntó, algo incrédula.—Exacto. —Alejandro esbozó una leve sonrisa que parecía más un gesto calculado que sincero. —Necesitamos proyectar la imagen correcta. La casa debe contar la historia qu
—¿A qué te dedicas, niña? —preguntó Isabel mientras tomaba asiento en uno de los sillones de la sala, con una mirada que examinaba cada gesto de Camila.Camila se sentó cuidadosamente al lado de Alejandro, respiró hondo y respondió con más confianza de la que sentía por dentro.—Estoy estudiando los fines de semana, señora Ferrer. Además, trabajo para ayudar a mi familia.Carlos sonrió levemente, apreciando la determinación de la joven.—Eso habla muy bien de ti, Camila. No es fácil trabajar y estudiar al mismo tiempo —comentó Carlos, tratando de aligerar el ambiente.Isabel entrelazó las manos y se inclinó un poco hacia adelante.—¿Y qué estás estudiando exactamente?—Administración de empresas, señora —respondió Camila sin dudar—. Siempre he querido superarme y asegurar un buen futuro para mi familia.Alejandro observaba en silencio, cruzado de brazos. Sabía que Isabel estaba probando a Camila, pero admiró cómo ella mantenía la compostura.—Es admirable, pero debe ser muy agotador —
Alejandro permanecía en silencio mientras conducía. Sus manos apretaban el volante con fuerza, dejando ver su molestia evidente. Camila, incómoda por la tensión, miraba de reojo, dudando si decir algo. Finalmente, llegaron a la nueva casa.Alejandro estacionó el auto y salió sin decir palabra. Camila lo siguió rápidamente, aunque su mente estaba llena de preguntas. Al entrar, se encontró con una escena que no esperaba. Las cosas que Alejandro pidió están allí.Una mujer uniformada apareció en la entrada principal y se inclinó levemente.—Buenas noches, señor Ferrer. Todo está en orden como usted lo solicitó.Camila la miró con sorpresa, y luego volteó hacia Alejandro, esperando una explicación.—Ella es María —dijo Alejandro sin mucho preámbulo—. Será quien te ayude con la casa. Lo que necesites, pídelo a ella.Camila frunció el ceño, claramente incómoda.—¿Una sirvienta? Alejandro, yo puedo encargarme de mis cosas.Él giró hacia ella con una expresión seria, aunque su tono fue algo m
La sirvienta subió con pasos ligeros y tocó suavemente la puerta de la habitación de Camila antes de entrar.—Señora Ferrer, su madre y su hermanita ya han llegado. Me han pedido que le avise —dijo María con cortesía.Camila asintió, dejando a un lado el libro que estaba leyendo para relajarse después del largo día.—Gracias, María. Por favor, ¿puedes preparar algo para cenar? Algo sencillo, no quiero que sea una molestia.—Por supuesto, señora Ferrer. Me pondré en ello de inmediato —respondió la sirvienta con una sonrisa y se retiró.Camila respiró hondo antes de salir de la habitación. A pesar de su esfuerzo por mantenerse tranquila, sabía que su madre tendría preguntas sobre todo lo que estaba ocurriendo. Al bajar las escaleras, vio a su madre y su hermanita esperándola en la sala.—¡Mamá! —dijo Camila con una sonrisa mientras se apresuraba hacia ella.—¡Hija! —respondió la señora Morales, levantándose del sofá para abrazarla con fuerza.La pequeña hermanita de Camila también corri
En la amplia y elegante sala de la casa de los Ferrer, Andrés estaba sentado en un sillón, con la mirada perdida, girando distraídamente el vaso de whisky en su mano. Su madre lo observaba desde el otro lado de la sala, mientras su padre hojeaba unos papeles importantes.—Andrés, hijo, ¿en qué estás pensando? —preguntó su madre, dejando la taza de té sobre la mesita frente a ella.Andrés no respondió de inmediato. Seguía inmerso en sus pensamientos, repasando cada encuentro que había tenido con Camila en la oficina. Su sonrisa, su forma de hablar, lo intrigaban de una manera que no podía explicar. Finalmente, murmuró para sí mismo:—No sé qué es lo que tienes, Camila... pero me atraes demasiado.—¿Andrés? —interrumpió su padre, Oscar Ferrer, levantando la vista de los papeles—. ¿Andrés? ¡Te estoy hablando!Andrés parpadeó, volviendo al presente, y miró a su padre con un leve sobresalto.—Disculpa, papá. ¿Qué decías?Oscar frunció el ceño, dejando los papeles a un lado.—Te pregunto en