Capítulo 38

En la amplia y elegante sala de la casa de los Ferrer, Andrés estaba sentado en un sillón, con la mirada perdida, girando distraídamente el vaso de whisky en su mano. Su madre lo observaba desde el otro lado de la sala, mientras su padre hojeaba unos papeles importantes.

—Andrés, hijo, ¿en qué estás pensando? —preguntó su madre, dejando la taza de té sobre la mesita frente a ella.

Andrés no respondió de inmediato. Seguía inmerso en sus pensamientos, repasando cada encuentro que había tenido con Camila en la oficina. Su sonrisa, su forma de hablar, lo intrigaban de una manera que no podía explicar. Finalmente, murmuró para sí mismo:

—No sé qué es lo que tienes, Camila... pero me atraes demasiado.

—¿Andrés? —interrumpió su padre, Oscar Ferrer, levantando la vista de los papeles—. ¿Andrés? ¡Te estoy hablando!

Andrés parpadeó, volviendo al presente, y miró a su padre con un leve sobresalto.

—Disculpa, papá. ¿Qué decías?

Oscar frunció el ceño, dejando los papeles a un lado.

—Te pregunto en
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