Mientras cenaban, Alejandro levantó la mirada y observó con atención a la madre de Camila y a la pequeña, quien comía con entusiasmo. De pronto, Alejandro le guiñó un ojo a la niña, provocándole una sonrisa tímida.Luego, tomó un bocado de la comida preparada, asintiendo con aprobación.—Está muy rica esta cena, amor —dijo de manera inesperada mientras tomaba la mano de Camila y la besaba con un gesto elegante.Camila se quedó congelada por un momento, sin saber cómo reaccionar. Sintió las miradas de su madre y de María, quienes disimulaban su asombro. La pequeña, por otro lado, soltó una pequeña risa al notar el gesto.—Gracias... —respondió Camila finalmente, intentando mantener la calma y un tono neutral, aunque su rostro mostraba un ligero sonrojo.Alejandro continuó comiendo como si nada hubiera pasado, manteniendo esa actitud de control absoluto, mientras Camila intentaba entender si lo había hecho por cortesía, por provocar una reacción, o simplemente porque quería.La pequeña
Camila salió del estudio, sintiendo la necesidad de alejarse de Alejandro y del peso de la conversación que acababa de tener. Caminó hacia el jardín, donde la brisa nocturna la acarició suavemente, buscando algo de calma en el silencio del lugar.Su madre, preocupada, la vio alejarse y decidió seguirla. Al llegar junto a ella, le preguntó con voz suave, casi temerosa:—¿Hija, estás bien?Camila se giró y le dio una sonrisa forzada, intentando tranquilizarla.—Sí, mamá, estoy bien... solo un poco cansada.Su madre la observó detenidamente, notando la tensión en su rostro, pero decidió no presionarla más. Se acercó un poco más a ella, con esa mirada protectora que siempre había tenido.—Y... ¿tu esposo te trata bien? —preguntó, sin querer sonar demasiado directa, pero con la preocupación evidente en su voz.Camila pensó por un momento antes de responder, mirando el cielo estrellado como si buscara algo que la ayudara a encontrar paz. Finalmente, con una mezcla de resignación y obligació
Andrés, con suavidad, levantó a su hija en brazos y la llevó hacia su cuarto. Su esposa, Sandra, lo siguió, observando cómo él se mostraba un poco más calmado al estar cerca de su hija. Al llegar a la habitación de la pequeña, Andrés la acostó con cuidado en su cama. Sandra se acercó y, con ternura, le dio un beso en la frente.—Que duermas bien, mi amor —le susurró Sandra a la niña, acariciándole el cabello.Andrés también se inclinó para darle un beso en la mejilla.—Buenas noches, princesa —dijo, sonriéndole dulcemente.Una vez que la niña quedó tranquila, Andrés y Sandra salieron del cuarto en silencio, caminando hacia su habitación. Ambos sabían que necesitaban hablar, pero el ambiente estaba tenso. La pequeña ya se había dormido, y ahora el foco de atención era entre ellos.Al entrar a su cuarto, Sandra se giró hacia su esposo, quien estaba nuevamente algo distante.—Andrés, sé que algo te está pasando, y no puedo dejar de notar que no estás siendo tú mismo —dijo Sandra con un t
Alejandro terminaba su café cuando su teléfono sonó, mostrando el nombre de Ricardo en la pantalla. Respondió de inmediato con tono profesional, aunque manteniendo su compostura relajada.—¿Qué pasa, Ricardo? —preguntó mientras se levantaba de la mesa y caminaba hacia una esquina del comedor.—Ya está todo listo con las invitaciones. Todo se imprimió como lo pediste, y las entregas están programadas para mañana. Solo falta algo... —respondió Ricardo con voz eficiente.—¿Qué es?—Tus fotos con Camila. Necesito que me las envíes hoy mismo para que las incorporemos en tu casa y las enmarquemos.Alejandro soltó un leve suspiro y asintió, como si Ricardo pudiera verlo al otro lado de la línea.—Bien, gracias por el recordatorio, amigo. Me tomaré esas fotos hoy mismo. Te las enviaré tan pronto las tengamos listas.—Perfecto, estaré esperando. Y, por cierto, asegúrate de que Camila esté cómoda en las fotos. Queremos que esto luzca lo más natural posible, ¿no?—Lo tengo claro, Ricardo. Nos ha
Alejandro suspiró frustrado mientras colocaba su teléfono sobre un pequeño trípode improvisado en el estudio.—Ahora nos tomaremos unas fotos —dijo, ajustando el dispositivo—. Pondré el teléfono aquí para que las tome automáticamente, y tú te colocas aquí conmigo.Camila se paró a su lado, incómoda y sin saber muy bien cómo posar. Alejandro intentó sonreír, pero el resultado no fue lo que esperaba.—Maldición —murmuró, rascándose la cabeza—. No sé cómo hacer que estas fotos salgan bien.Camila levantó las cejas, divertida ante su aparente torpeza.—Déjame a mí —dijo, acercándose al teléfono—. Yo buscaré la posición correcta.Alejandro dio un paso atrás, cruzando los brazos mientras observaba cómo Camila ajustaba el ángulo del teléfono. Ella se movió de un lado a otro, asegurándose de que el encuadre fuera perfecto.—Listo —dijo finalmente, sonriendo con una mezcla de satisfacción y nervios.Se acercó a Alejandro y lo tomó del brazo, acomodándose junto a él.—Solo relájate un poco. Si
Camila bajó las escaleras y entró al salón, donde se encontró con varias mujeres preparando todo para el spa. Había una mesa llena de productos de belleza, aceites, cremas y masajes, además de varios vestidos colgados en perchas. Todo estaba dispuesto cuidadosamente, como si fuera una escena sacada de una revista de alta sociedad.Se quedó parada por un momento, mirando todo, sorprendida por la cantidad de cosas que habían traído. No estaba acostumbrada a este tipo de atención, ni a este lujo. La sirvienta se acercó y le indicó que los vestidos estaban listos para ser probados.Camila, aún algo abrumada, miró a su madre, que también se encontraba en la habitación observando todo.—Mamá, puedes escoger el vestido que más te guste, y también para mi hermana —le dijo Camila con una pequeña sonrisa, intentando no sentirse tan incómoda.Su madre, sorprendida por la oferta, asintió y comenzó a mirar los vestidos. Camila sabía que no podía aceptar todo esto sola, así que decidió compartir la
Sandra, la esposa de Andrés, entró detrás de él con una elegante sonrisa y un porte impecable. Al ver a Alejandro, se acercó a saludarlo con cortesía.—Buenas noches, Alejandro. Gracias por invitarnos. Todo se ve maravilloso —dijo Sandra con una amabilidad que parecía sincera, aunque Alejandro no pudo evitar notar cierto destello de curiosidad en sus ojos.—Gracias, Sandra. Me alegra que hayan podido venir —respondió Alejandro con su habitual tono neutral.De repente, la pequeña Melody, hija de Andrés y Sandra, corrió hacia Alejandro con los brazos abiertos.—¡Tío Alejandro! —exclamó con entusiasmo mientras se lanzaba a abrazarlo.Alejandro se agachó ligeramente para recibirla, sonriendo por primera vez en la noche con genuina calidez.—Hola, pequeña Melody. Qué gusto verte.La niña, llena de energía, no se detuvo allí. Después de abrazar a Alejandro, corrió hacia Isabel, la madre de Alejandro, y luego hacia Ricardo, asegurándose de repartir abrazos para todos.—¡Hola a todos! —dijo M
Alguno de los invitados se acercaron para felicitarlos alejandro dejó un momento a camila con unos invitados Andrés aprovechó el momento y se acercó.—Hola como estas—dijo ndrés con una sonrisaCamila miró a Andrés con una mezcla de incomodidad y sorpresa. No esperaba que él se acercara tan rápido, especialmente después de la forma en que Alejandro había revelado su matrimonio. Intentó mantener la compostura mientras respondía:—Gracias por preguntar, estoy bien. Y… bueno, supongo que es una sorpresa para muchos.Andrés sonrió, pero su mirada reflejaba algo más que simple curiosidad.—Sorpresa es quedarse corto. Alejandro no mencionó nada. ¿Cómo sucedió todo tan rápido? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia ella, como si intentara descifrarla.Camila sintió la presión de su mirada, pero se obligó a sonreír.—Fue algo inesperado para ambos, pero a veces las cosas suceden así.—¿De verdad? —Andrés alzó una ceja, su tono cargado de escepticismo—. Porque Alejandro no suele tomar decis