Alejandro suspiró frustrado mientras colocaba su teléfono sobre un pequeño trípode improvisado en el estudio.—Ahora nos tomaremos unas fotos —dijo, ajustando el dispositivo—. Pondré el teléfono aquí para que las tome automáticamente, y tú te colocas aquí conmigo.Camila se paró a su lado, incómoda y sin saber muy bien cómo posar. Alejandro intentó sonreír, pero el resultado no fue lo que esperaba.—Maldición —murmuró, rascándose la cabeza—. No sé cómo hacer que estas fotos salgan bien.Camila levantó las cejas, divertida ante su aparente torpeza.—Déjame a mí —dijo, acercándose al teléfono—. Yo buscaré la posición correcta.Alejandro dio un paso atrás, cruzando los brazos mientras observaba cómo Camila ajustaba el ángulo del teléfono. Ella se movió de un lado a otro, asegurándose de que el encuadre fuera perfecto.—Listo —dijo finalmente, sonriendo con una mezcla de satisfacción y nervios.Se acercó a Alejandro y lo tomó del brazo, acomodándose junto a él.—Solo relájate un poco. Si
Camila bajó las escaleras y entró al salón, donde se encontró con varias mujeres preparando todo para el spa. Había una mesa llena de productos de belleza, aceites, cremas y masajes, además de varios vestidos colgados en perchas. Todo estaba dispuesto cuidadosamente, como si fuera una escena sacada de una revista de alta sociedad.Se quedó parada por un momento, mirando todo, sorprendida por la cantidad de cosas que habían traído. No estaba acostumbrada a este tipo de atención, ni a este lujo. La sirvienta se acercó y le indicó que los vestidos estaban listos para ser probados.Camila, aún algo abrumada, miró a su madre, que también se encontraba en la habitación observando todo.—Mamá, puedes escoger el vestido que más te guste, y también para mi hermana —le dijo Camila con una pequeña sonrisa, intentando no sentirse tan incómoda.Su madre, sorprendida por la oferta, asintió y comenzó a mirar los vestidos. Camila sabía que no podía aceptar todo esto sola, así que decidió compartir la
Sandra, la esposa de Andrés, entró detrás de él con una elegante sonrisa y un porte impecable. Al ver a Alejandro, se acercó a saludarlo con cortesía.—Buenas noches, Alejandro. Gracias por invitarnos. Todo se ve maravilloso —dijo Sandra con una amabilidad que parecía sincera, aunque Alejandro no pudo evitar notar cierto destello de curiosidad en sus ojos.—Gracias, Sandra. Me alegra que hayan podido venir —respondió Alejandro con su habitual tono neutral.De repente, la pequeña Melody, hija de Andrés y Sandra, corrió hacia Alejandro con los brazos abiertos.—¡Tío Alejandro! —exclamó con entusiasmo mientras se lanzaba a abrazarlo.Alejandro se agachó ligeramente para recibirla, sonriendo por primera vez en la noche con genuina calidez.—Hola, pequeña Melody. Qué gusto verte.La niña, llena de energía, no se detuvo allí. Después de abrazar a Alejandro, corrió hacia Isabel, la madre de Alejandro, y luego hacia Ricardo, asegurándose de repartir abrazos para todos.—¡Hola a todos! —dijo M
Alguno de los invitados se acercaron para felicitarlos alejandro dejó un momento a camila con unos invitados Andrés aprovechó el momento y se acercó.—Hola como estas—dijo ndrés con una sonrisaCamila miró a Andrés con una mezcla de incomodidad y sorpresa. No esperaba que él se acercara tan rápido, especialmente después de la forma en que Alejandro había revelado su matrimonio. Intentó mantener la compostura mientras respondía:—Gracias por preguntar, estoy bien. Y… bueno, supongo que es una sorpresa para muchos.Andrés sonrió, pero su mirada reflejaba algo más que simple curiosidad.—Sorpresa es quedarse corto. Alejandro no mencionó nada. ¿Cómo sucedió todo tan rápido? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia ella, como si intentara descifrarla.Camila sintió la presión de su mirada, pero se obligó a sonreír.—Fue algo inesperado para ambos, pero a veces las cosas suceden así.—¿De verdad? —Andrés alzó una ceja, su tono cargado de escepticismo—. Porque Alejandro no suele tomar decis
Alejandro estaba en una conversación con unos socios, pero su atención se desvió cuando vio a Andrés acercarse a Camila en el jardín. Desde su lugar, los observaba con el ceño fruncido, incapaz de escuchar lo que decían pero notando la cercanía entre ellos.Camila regresó al salón con paso firme, como si nada hubiese pasado, pero al entrar, se dio cuenta de la mirada penetrante de Alejandro. Decidida a no dejarse intimidar, se acercó a él.—¿Qué sucede? ¿Y esa mirada? —preguntó con un tono desafiante.Alejandro cruzó los brazos y la miró fijamente.—¿De qué hablabas con Andrés?Camila alzó una ceja, sorprendida por la intensidad de su tono.—¿Ya cálmate, Alejandro? Voy a empezar a pensar que estás celoso.Él soltó una carcajada seca, sin desviar su mirada de ella.—¿Celoso? ¿Yo? Por favor, Camila, no olvides que esto es un maldito contrato.Las palabras de Alejandro cayeron como un golpe, pero Camila se mantuvo firme.—Claro, es solo un contrato —respondió, mirándolo directamente a lo
Alejandro finalmente la soltó, aunque su mirada seguía fija en ella, llena de determinación.—Eres mi propiedad desde el día que firmaste ese contrato. Espero que lo entiendas, Camila.Camila se liberó bruscamente, el corazón latiéndole con fuerza mientras lo miraba con una mezcla de furia y decepción.—No soy tu propiedad, Alejandro. Nunca lo seré.Sin esperar respuesta, salió del cuarto apresuradamente. Bajó las escaleras, sus pasos resonando en el silencio de la casa. Al llegar a la cocina, encendió la luz, intentando calmarse mientras respiraba profundamente. Pero lo que vio allí la sorprendió.—¿Mamá? —preguntó con el ceño fruncido al ver a su madre de pie junto a la estufa, removiendo algo en una olla pequeña.Su madre se giró hacia ella, sonriendo suavemente. —No podía dormir, hija. Estaba preparando una infusión para relajarme.Camila se acercó lentamente, aún con el impacto de lo que había ocurrido minutos atrás en el cuarto.—¿Y tú? ¿Por qué estás despierta a esta hora? —pre
En ese momento, Alejandro apareció en la cocina, impecablemente vestido con un elegante traje que acentuaba su porte de caballero. Su presencia inmediatamente captó la atención de todos. —Buenos días —dijo con voz firme pero educada, mientras tomaba asiento en la mesa. Camila, que estaba ayudando a su hermana a acomodarse en su silla, apenas levantó la vista para mirarlo. Alejandro, sin embargo, la observó directamente. —¿Por qué no me despertaste, amor? —preguntó con una leve sonrisa que parecía buscar provocarla más que mostrar afecto genuino. Camila parpadeó, sorprendida por su tono, pero mantuvo la compostura. —No sabía que tenía que hacerlo —respondió con calma, mientras servía un poco de jugo para su hermana. Alejandro soltó una suave risa, que tenía un toque de ironía. —Está bien, no te preocupes. Tendremos que coordinarlo mejor la próxima vez. La madre de Camila, que había estado observando el intercambio en silencio, intervino rápidamente para romper la tensión
Al llegar a la imponente mansión Ferrer, Alejandro redujo la velocidad del auto y miró de reojo a Camila antes de estacionar.—Al parecer, ya llegaron los demás —dijo con tono neutral.Camila respiró hondo antes de abrir la puerta para bajar, pero antes de que pudiera hacerlo, Alejandro ya estaba fuera del auto y rodeando el vehículo con pasos firmes. Se detuvo junto a ella y, para su sorpresa, le tendió la mano.Ella lo miró con cierta incredulidad, dudando por un momento, pero luego comprendió el mensaje detrás de aquel gesto: debían aparentar ser una pareja feliz.Tomó su mano con algo de inseguridad, y Alejandro, sin soltarla, le murmuró con voz baja:—Sonríe delante de todos.Camila sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la firmeza de sus palabras. No le gustaba la idea de fingir algo que no sentía, pero sabía que era parte del trato. Forzó una leve sonrisa mientras caminaban juntos hacia la entrada.Al cruzar las enormes puertas de la mansión, fueron recibidos por la eleg