Epílogo
Aiko estaba embarazada de nuevo.Era el tercero y ella lloraba como una niña chica. Siempre empezaba así, llorando, hasta que el subidón de hormonas se estabilizaba un poco, aunque eso no pasaría hasta al menos entrado el tercer mes de embarazo, suspiró Ran.Él era feliz con su nuevo niño. Lo fue con el segundo, Hiro, que ya tenía tres años. Take, cinco. Ellos eran su vida y la luz de sus días. Después de nacer el segundo hijo, Ran volvió a trabajar de nuevo. Estaba bien con su papel de padre y amo de casa, pero necesitaba llenarse con otras cosas también. Su esposa era una gerente exitosa. Él se encontraba bien con ser un ejecutivo del área de marketing, con horarios fijos que le permitían salir a su hora y volver a casa con los pequeños y su esposa.Tenía secretarias, pero por el bien de su salud mental y su imperfecto matrimonio, solo escogía a mujeres de cierta edad que no fueran a insinuarse, ni a tener comportamientos de según quéWATANABE Chan Autora: Coke del CastilloObra original. Reservados todos los derechos de autor. Prohibida la redifusión, modificación o apropiación indebida.Capítulo 1Watanabe chan entra al despacho y descubre a Ran con otra mujer. Se le cae todo lo que lleva en las manos haciendo un sonoro escándalo y acabando con la posibilidad de desaparecer discretamente y sin ser vista. El bento que con tanto cariño preparó para su prometido, quedó desparramado en el suelo de ese despacho junto con su corazón. La lonchera abierta dejó salir el contenido y toda la hermosa comida: los delicados brotes, los chips de raíz de loto crujientes, las verduras condimentadas, la exquisita carne y el omurice, que hasta hace unos segundos se veían en la caja de madera colocados de forma armoniosa y bella. Se hicieron un asco al colisionar contra la tarima de madera que cubría la oficina del CEO. Y así mismo se sintió Aiko. Del asco.La chica bajó la cabeza decidien
Capítulo 2Aiko llevaba a su prometido una caja con el bento. Era la primera vez que hacía eso. Las cosas no estaban bien entre ellos desde aquel día en casa de la familia Watanabe en que Ran le pidió matrimonio y ella le pidió esperar. Ahora se arrepentía, no de haberle pedido espacio, sino de la forma en que se lo comunicó.Ese día fue una sorpresa y no estaba preparada de modo que le dijo lo primero que le vino a la cabeza, sin tiempo a meditarlo. Ella era apenas una niña al lado de él, por amor de dios, y no podía esperarse que reaccionara de la forma más madura siempre. Tampoco es que él fuera mejor. Tal como la estaba tratando después de eso, casi parecía que competía con ella a ver quien era el más infantil. Se le ocurrió que llevar una buena comida en su lonchera, sería un ofrecimiento de paz y aprovecharía para explicarle bien por qué le pidió retrasar la fecha de la boda. Se iba a casar con él, desde luego que sí. Era un hombre que lo
Capítulo 3La Watanabe entra como un ciclón en casa de sus padres y no se detiene hasta llegar a su cuarto. Allí se deja caer, ahora que está a solas por fin, sobre la cama y llora a lágrima viva. Estuvo conteniéndose hasta llegar a su refugio, aunque no pudo evitar que algún sollozo se le escapara por el camino. Pero ahora lo que le salía era una cascada de agua por los lindos ojitos. Ella era tan tierna, hasta llorando, con la nariz roja llena de mocos y babeándose, que si alguien la viera en ese momento haría lo que fuera para volverla a ver feliz. “¡Baka, kusokurae!. Anata ga kirai desu“(¡estúpido, vete a la eme!. Te odio.).En su mente solo podía gritar dos cosas recordando a su odiado prometido, que son las únicas palabrotas que se le ocurren, pues no conoce más insultos. ¿Cómo podría conocer otros apelativos malsonantes si toda su vida ha sido la niña buena de papá y mamá?. La buena hija, la buena nieta, la buena amiga, la buena alumna.
Capítulo 4Los padres de Aiko regresaron por fin. No tardó en acercarse a ellos con la cara seria y contrita pidiendo hablar en el salón familiar. Sus padres se miraron entre sí, preocupados. La niña rara vez causaba problemas y en general era una persona de buen carácter y semblante feliz. Aunque también era cierto que últimamente se la veía triste. Trataba de disimularlo, pero sus padres no eran tontos y la conocían bien. Desde que había entrado en el compromiso con el chico Masaharu, ella había cambiado mucho y a veces los mayores se arrepiente de haber aceptado aquel acuerdo con el abuelo de Azaki y Ran. La corporación Masaharu había salido tremendamente beneficiada y nunca antes habían llegado a tales cotas de éxito, una vez que el mayor de los hijos Masaharu y ahora el menor, se había hecho cargo. El señor Watanabe Yasu estaba muy feliz al principio. Eso fue hasta que empezó a ver como su hija cada día estaba más ojerosa y melancólica.Primero se en
Capítulo 5—Joder, ¿que hiciste Ran? —su hermano asumió que la culpa era suya. —Serás idiota, por dios —le dijo Rous—. ¿Esto se pega? —miró a su esposo al decirlo.—Se pega —confirmó Alexa mirando a Ran fijamente con el ceño arrugado.—No lo puedo creer. —La señora Makoto lagrimeó un poco. Le gustaba la pequeña Aiko y se negaba a romper el compromiso por nada del mundo, así tuviera que arrastrar a su hijo a pedirle perdón por lo que fuera que le hizo a la niña.—Hijo, no sé cómo te las arreglas para cagarla tanto, pero lo haces. Cada día me sorprendes más.—Es un arte que tiene —soltó Alexa con rencor. Se montó la de Dios es Cristo en esa habitación en menos de diez segundos después de la declaración de Ran, y todos a una querían acabarlo. Los únicos que no decían nada eran los padres de Alexa y Rous, porque no consideraban tener vela en ese entierro, aunque doña Margarita le propinó una mirada de las suyas indicando q
Capítulo 6¿Y cómo sabían esto tan claramente los padres de Ran?.Pues porque eran japoneses y su consuegro estaba usando el haragei, que es la forma en que en su cultura se tratan todos lo asuntos, especialmente los más graves, usando esa manera de hablar en la que la clave es insinuar, más que afirmar, evitando así el ofender al otro interlocutor. Es la necesidad japonesa de mantener la armonía social (wa) y no perder las formas ante el otro (tatemae).Los japoneses no dicen que no. Dicen alguna frase vaga del estilo “‘se intentará” o “ya veremos” mientras giran ligeramente la cabeza mientras murmura algo (‘maaa’, ‘hum’, ‘sōka…’). Eso es haragei, la habilidad de decirte que ‘no’ sin decírtelo claramente, con la intención de transmitirlo de otra manera. Y tu capacidad de entenderlo sin mediar palabra. Y el haragei llevado a una ruptura de un compromiso, siguiendo la misma línea era justo a la manera en la que el señor Watanabe Yasu había comenza
Capítulo 7Todos los presentes se levantaron, unos indignados y furibundos y otros sorprendidos y escamados, sospechando de la presencia de ese hombre allí. En efecto, quien se apareció, repentinamente, no era bienvenido por los Masaharu ni los Sánchez, que ya lo habían conocido tiempo atrás en las peores circunstancias.El imponente ojīsan, el abuelo de Azaki y Ran, Kane Masaharu, se hizo presente en la sala con su enorme pundonor y dignidad, que ocupó todo el espacio. —¿Qué haces tú aquí? —dijo Azaki entre dientes, apretando la mandíbula y deseando fulminarlo ahí mismo. No olvidaba. No podía olvidar cómo unos años antes, ese hombre le había sometido a un cruel castigo frente a su prometida Rous, abusando de su poder para ponerlo de rodillas y golpearlo con las varas de madera, y casi matando a su chica que se entrometió para defenderlo. De aquella vez, ella casi muere y él nunca más lo quiso ver ni tratar como familia. De hecho, ning
Capítulo 8—¡NO, NO Y MIL VECES NO, PADRE!Efectivamente, los gritos se escuchaban en toda la mansión y la señora Watanabe pensaba que posiblemente en varias calles del barrio. Cuando su esposo fue a comunicar la “buena nueva”, léase con toda la ironía, no pensó, la buena señora, que su hija podría gritar tanto. Nunca se había enfadado así.—Aiko, no pude evitarlo hija. Está en juego el honor del clan entero. Incluso de nuestros antepasados. —El señor Watanabe miraba apenado a la niña. Le enseñó aquel papelote con el antiguo acuerdo para que entendiera. —Pero papá, entonces estoy condenada. —Se dejó caer sobre el tatami. No se podía hacer nada. Era esta una jugarreta del destino, pues había descubierto el valor de luchar por sí misma, para ser libre de elegir y no seguir viviendo según un antiguo código de conducta traído desde los tiempos de Confucio, y que ya se ha quedado obsoleto, y al final debía doblegarse a un acuerdo regido por