Nos dieron de alta al día siguiente, la familia y amigos esperaban en la casa. —Mi suegra hizo una deliciosa comida como bienvenida a su nuevo nieto—. Saludaron a Blanca, la acompañé hasta la cama, Maju nos ayudó con el niño y lo dejó en su cuna. Luego nos dejó un momento para que estuviéramos en familia. Nuestro hijo dormía en su cuna a un lado, Guillermo, Adara y Egan, ni ellos dejaban de mirarlo, como si nos hipnotizara con solo su presencia. —Es lindo y pequeño el primo.—También es tu hermano. —Blanca lo miró—. Yo quiero que me veas como tu madre Guillermo, deja esa barrera a un lado, no eres el sobrino, eres el hijo mayor de David.—Tú eres mi hermano mayor y ya llegó el mandadero. —Egan señaló a Salvador. No pudimos sonreír.—Guille, tú sabes cuánto te amo, muchacho. —contuvo el sentimiento y solo afirmó—. Brisa, bajaré, tenemos visita y ni demora en iniciar el desfile para cargar al niño.Apenas bajé con los niños, las mujeres se despidieron de sus esposos y subieron para ir
Siete años después.Habían sido increíbles unos años maravillosos, los que habían pasado. Tantas cosas que nos habían ocurrido y seguíamos al pie del cañón como familia. Él cumplió su palabra de protegernos y creo que cada padre responsable y con los pantalones bien puestos como protector de la familia lo haría. Tanto él como mis amigos supieron darle frente a lo que se nos vino encima.Pero teníamos a un experto en inteligencia, a un investigador empírico, a un gran abogado y a un peleador de batallas tan grandes como Alejandro. David salió del baño, hoy nos reuniríamos en la Piquería, para terminar de organizar el evento de los quince años de la hija de Maju.—Brisa, no le hemos comprado el regalo de los quince a Maco y estamos a una semana de ese evento.—Lo sé, pero con todo lo que hemos estado ocupadas con el quinceañero. Los Abdala se encuentran frenéticos con esa celebración.—Así como lo estuvimos nosotros hace varios años con el de Adara y hace poco los Maldonado con el de Gab
Estábamos alborotadas y ajetreadas, además no contamos con la destreza de Patricia por el resto de la tarde. Pobrecita, tan feo que eran los síntomas del embarazo.—Sin duda el bebé de Patri sabía que ahora sí puede joder al padre. —dije.Virginia y Maju afirmaron. Regina, Sofía y Socorro se encontraban encargándose del tema de la comida, nosotras de la decoración, ellas les tenían sus detalles individuales, pero nosotras cuatro queríamos regalarle algo significativo y muy emocionalmente. Eso era lo que me tenía con los recuerdos a flor de piel porque miraba las fotos que habíamos mandado a imprimir.—¡Esto ya quedó!Comentó Maju sentándose en la mesa donde tenía un reguero de fotos. Virginia nos entregó una cerveza a cada una. Haber retomado nuestra amistad de la universidad, había sido un acierto.—¿Te acuerdas de esto? —miramos la foto en la mano de Virginia.—Si mal no recuerdo fue el primer día que tu marido y el mío tocaron. —Habló Maju.Ese fue el mismo día en que lo conocí a é
Ingresé al apartamento, no tenía derechos de sentir celos, ¡ningún derecho…! Ella era muy feliz, además Deacon la adoraba, tenía una familia preciosa. Tiré las llaves al mueble, fui a la nevera y saqué una cerveza, en la mañana compré lo necesario para preparar mi comida este fin de semana… —La imagen de ella sonriéndole, verla besarlo—. Era difícil hacerle caso a lo que me pedía el padre Castro; por eso era preferible poner distancia, llegué al mueble, bebí media cerveza.—Estoy solo.Cada vez que veía a mis amigos, anhelaba tener lo mismo, así sea para tener una mujer que me lance zapatos. —sonreí—, tomé la billetera, saqué las tres fotos que aún guardaba de Blanca. Una de ellas era de cuando éramos novios, y las otras dos fueron hace poco; en una de las reuniones de nuestros amigos.» El padre me dice que debo botarte, —le dije a la foto, definitivamente ya debía de estar loco—. ¿Por qué me duele tanto verte, Brisa?Las palabras del padre regresaron. «David, puede que sea muy duro,
En la tarima estaban los instrumentos de nuestros músicos, faltaba el acordeón… ¡Ignora lo ocurrido! Comencé a saludar de besos y abrazos, le entregué nuestro regalo a Virginia para que ella se lo entregara a Fernanda. A Deacon le ingresó una llamada, me miró, alzó una de sus cejas, giró la pantalla y era su hermano. Yo no tenía una suegra jodona, ni bruja.Yo tenía un cuñado de mierda, un envidioso, mujeriego, despilfarrador, y rodeado de malas compañías. El cual por alguna razón decía que yo le hacía daño a la vida de Deacon; tal era su odio que al nacer mis hijos no le bastó el parecido que les hizo una prueba de ADN. Mi presencia en la familia Katsaros era similar al de una plebeya ante un gremio de aristócratas… «¡de pacotillas!», —salió mi yo, peleonera. Según ellos, yo fui la embaucadora que fue por el dinero del magnate más cotizado y jodí todo su linaje, porque jamás uno de ellos se había casado con una tercermundista. «Por la gloria de lo divino», —en fin—, Deacon era tan d
Deacon se puso a mi lado y José Eduardo al otro. Las mujeres se quedaron en las mesas. Voy a tener que estar detrás de mis amigos para librarme de esa mujer que evidentemente trajeron para ser mi pareja.—¡Se requiere a la cumplimentada, por favor! ¡Suéltenla! —subió a la tarima de la mano de su esposo, César traía oculto con un trapo el cuadro trofeo—. ¿Alguien de los aquí presente quiere hablar?—No, por mi parte, tú eres un digno representante, —comentó Deacon, José Eduardo y yo nos reímos.—Gracias por confiar en mis dotes de presentador.—O solo queremos que tú seas el primero en levantar a chancletazos.Dijo su primo, volví a reír, lo cierto es que con Fernanda y Alejandro todo podía pasar; desde nada, hasta la destrucción del mundo.—Bueno, me han concedido el honor de ser quien te diga unas palabras en tu día, —Fernanda lo señaló, todos soltamos la carcajada—. Tranquila amiga mía, hoy no recibiré lo que tanto te caracteriza y qué en contables momentos lo merecíamos. Hoy no ten
No tenía idea a que se refirió David, pero tampoco le iba a dar mente. Le entregué el vaso con whisky a Deacon, los muchachos se organizaban para tocar. Me quedé de pie a espalda de mi esposo, él sentado y mis manos puestas sobre sus hombros. Tenía que convencerlo para ir al médico, en las últimas se cansa mucho.—¡Blanca! —llegó Julieta a nuestro lado—. No me has presentado a tu esposo.—Deacon, te presento a Julieta.—Mucho gusto. —La estúpida miró de arriba abajo a mi marido.—¡Oye respeta! —A Deacon le encantaba verme celosa.—¡Tranquila!, yo solo tengo ojos para David.—Pues, él se encuentra en la tarima.—¿Siempre es así de celosa?Le preguntó la brincona esta, a mi marido, quien se levantó y me regaló un delicioso beso.—Me encanta que lo haga.—¡Señoras y Señores! —comenzó a hablar Alejandro—. Esta tanda es de ustedes, pidan que este pechito cumple.Todos se sentaron, Deacon volvió a sentarse, quedé en la misma posición. La pesada se sentó en una de las sillas de primera. Maju
Llegamos a nuestra casa a eso de las cuatro de la mañana. Cuando mi esposo iba en dirección a nuestro cuarto lo detuve.—¿A dónde cree que va, señor Katsaros?—A nuestra habitación, señora Katsaros.—Usted se encuentra desterrado.Se quedó mirándome. Me había sentado en uno de los muebles de la sala y él alzó una ceja.—¿Esto es por lo de mi hermano?—Sí. Pero eso no quiere decir que no cumpliré con mis veinticuatro horas de intenso placer…La picardía de mi marido me encantaba, mi madurito comenzó a desvestirse, a pesar de sus cincuenta años hace un mes cumplido se veía increíble, el muy pillo se sentó a mi lado y comenzó a besarme, sus labios bajaron por mi cuello, sus manos apretaron territorio solo explorado por él, hizo a un lado mi vestido y liberó una parte a su boca, yo no me quedé atrás, comencé a acariciarlo, su parte más sensible me demostraba cuanto me deseaba, se lo apreté como le gustaba y no tardó en rugir de deseo. De un momento a otro se alejó, vi malestar en su rostr