Deacon se puso a mi lado y José Eduardo al otro. Las mujeres se quedaron en las mesas. Voy a tener que estar detrás de mis amigos para librarme de esa mujer que evidentemente trajeron para ser mi pareja.
—¡Se requiere a la cumplimentada, por favor! ¡Suéltenla! —subió a la tarima de la mano de su esposo, César traía oculto con un trapo el cuadro trofeo—. ¿Alguien de los aquí presente quiere hablar?
—No, por mi parte, tú eres un digno representante, —comentó Deacon, José Eduardo y yo nos reímos.
—Gracias por confiar en mis dotes de presentador.
—O solo queremos que tú seas el primero en levantar a chancletazos.
Dijo su primo, volví a reír, lo cierto es que con Fernanda y Alejandro todo podía pasar; desde nada, hasta la destrucción del mundo.
—Bueno, me han concedido el honor de ser quien te diga unas palabras en tu día, —Fernanda lo señaló, todos soltamos la carcajada—. Tranquila amiga mía, hoy no recibiré lo que tanto te caracteriza y qué en contables momentos lo merecíamos. Hoy no tendré de tu parte un zapatazo, taconazo o chancletazo. ¿He sido el único que he recibido las tres versiones? —Nos miró a todos.
Cuando estuve en la universidad recibí un par de tenis, a ella le encanta quitarse los zapatos, apenas se sienta, era increíble.
—Te faltaron los tenis. —intervine. La cumplimentada se cruzó de brazos en señal dé sigan molestando.
—¡Sandalias! —gritó Maju.
—Una vez me lanzó una bota. —Ahora fue Virginia quien habló, los invitados volvieron a reír.
—¿Ahora si comprendes? Ese es la razón por la que varias veces resultas con un solo zapato y eres tan descarada Fernanda al echarle la culpa a nuestro pulgoso. —Le dijo su esposo.
—¿Para eso me hicieron subir a la tarima?
—En parte, —continuó el presentador. Suspiró—. Si una persona se ganara el trofeo a la verdadera amistad, esa sin duda, serías tú. —Fernanda arrugó su frente—. La verdadera amiga no es la que alcahuetea todo, la que te apoya sin importar si lo que haces es bueno o malo. Esa clase de personas no será nunca un buen amigo.
» El verdadero es quien te dice las verdades sin ofenderte como persona, es aquella que repudia el acto y te dice de frente; te estás equivocando. Tú eres increíblemente buena en eso. En cada uno de nosotros, de los que estamos presentes, has hecho mella en la grandeza de la verdadera amistad.
» Peleas por nosotros, y nos golpeas de ser necesario. Sin duda, en el fondo de ese escudo apodado Chuky nos has traído a la realidad; ya sea con un zapatazo, taconazo, chancletazo o cualquier denominación que encierre el mismo concepto. Cuando la cagamos nos has hecho recapacitar, en infinitas ocasiones nos has apoyado en silencio.
» Aceptas nuestros errores, y en enumerarles de veces te has convertido en una metiche milagrosa para demostrarnos que el amor también es rejo. Tú has estado ahí en algún momento de nuestras vidas. Yo diría que en los momentos precisos llegaron esos artefactos voladores.
Fernanda apretaba la boca para no llorar por la elocuencia verbal del presentador, quien se estaba luciendo.
» Nos has prestado tu hombro en el cual todos hemos llorado, de la misma manera que nos has insultado con las palabras más explicitas conocidas en la jerga colombiana, —a este punto Fernanda ya derramaba lágrimas y el labio le temblaba—. Has desgreñado fufurufas en nombre de tus amigas, nos has dejado un chichón cuando lo hemos necesitado, eres el fastidio perfecto, la mamonería necesaria, y sin duda alguna Fernanda Villareal eres la amiga perfecta.
» La que festeja nuestros triunfos, la que llora a nuestro lado con las desdichas, quien nos zapatea y jala las orejas cuando nos descarriamos, quien, sin duda, si necesitas un consejo, va a cantarte la tabla plena. Por eso, en honor a todo lo que has hecho por nosotros, te concedemos el trofeo a ¡la mejor amiga del mundo!
César quitó el trapo, dejando al descubierto el cuadro. Se acercó, leyó todo lo que cada uno le puso. Carlos tuvo que abrazarla porque ella no podía del llanto, luego acarició el trofeo. No pudimos abrazarla, se aferró a los brazos de su esposo, como si dependiera de ello. Nos quedamos mirando, Blanca subió a la tarima con una botella de agua, después de tomársela nos miró.
—Las chicas me dieron un precioso álbum recordándome todo el tiempo de ser amigos, pero… —volvió a tomar agua—. Yo pensaba que ese impulso mío de arrebato endemoniado al lanzarles los zapatos lo detestaban, —trataba de respirar—. Ustedes son parte de mi familia.
» Me hicieron sentir segura en un momento de mi vida que fue devastador, me demostraron cuán valiosa seguía siendo, ese suceso, solo fue un mal momento más, no debía sentenciar eso como un lastre en mi vida. Jamás pensé que me apreciaran tanto, —se aferró a los brazos de Carlos.
» Por lo grosera que puedo llegar a ser. ¡GRACIAS! —corrió a los brazos de César, luego fue a los de Alejandro, pasó a mis brazos, José Eduardo y por último a Deacon—. Tú eres el único que no ha recibido un zapatazo, te las cagas con mi amiga, ¡y ya sabe! Qué te diga este. —Le dio un manotazo a José Eduardo, quien le dio un beso en la frente.
Ella bajó feliz con su regalo, Carlos lo tomó para llevarlo al auto junto con el álbum, junto con el resto de los obsequios recibidos. La fiesta continuó, los tragos iban, la primera tanda de música bajo la voz de Alejo se escuchó. Descansamos, pusieron la música de bailar y llegó el pegote. Los pendejos de mis amigos solo se cagaban de la risa, mientras que a mí me tocaba aguantar a Julieta.
—Estás más bello ahora.
—Gracias.
Bailábamos un merengue, siguió hablando tonterías de mujer necesitada, me indignaba ver una mujer casada en esas. Yo intentaba seguirle el paso. Mis amigas se pusieron en el mismo plan burlón por el encarte. El problema es que no podía ser descortés. Por fin la canción se estaba acabando. Alejandro me miró, después de esta canción ya comenzaremos a tocar de nuevo y vendría el favor solicitado.
Blanca se alejó de sus amigas. Es ¡ahora o nunca! Terminó la canción, me alejé. Como tonto caminé en dirección a Blanca para decirle lo que necesitaba decirle. ¡Por una vez!, por esta vez David. —Me recriminé mientras caminaba detrás de ella. No demoraba Alejandro gritarme para ir a tocar—. Blanca llegó a la barra de los licores, ahora era el momento. Me envalentoné y llegué a su lado, mi excusa fue pedir la tanda de cervezas.
—Un whisky, por favor. —Le pidió al barman.
—A mí cuatro cervezas, por favor, —desvió la mirada—. Blanca.
—Parece que hoy ha sido el día en el que te diriges a mí. —Su reclamo tenía mucha justificación.
—Te entiendo, muchas cosas no quedaron claras en el pasado y ya no viene al caso hablar de ello, pero si quiero decirte, tú nunca fuiste un juego. Y solo por hoy, te irrespetaré un poco. La canción a continuación es para ti.
Esos ojazos cafés y esos labios los cuales siempre lucían pintados en tono fuerte y siempre me hacían agua, la boca se abrieron, su mirada era de asombro absoluto.
—David…
—Nunca más volveré a pasar esta línea, eres una mujer casada y respeto eso. Pero esa letra dice lo que fue, es y será nuestra historia de amor. Hasta el nombre de la canción nos hace el honor.
Tomé las cervezas y me dirigí a la tarima. Ya llegó un momento después. Al menos sepa que no fue un juego. Sin duda ella era esa herida la cual nunca sanaba en mi alma, supongo debe ser por la culpa.
No tenía idea a que se refirió David, pero tampoco le iba a dar mente. Le entregué el vaso con whisky a Deacon, los muchachos se organizaban para tocar. Me quedé de pie a espalda de mi esposo, él sentado y mis manos puestas sobre sus hombros. Tenía que convencerlo para ir al médico, en las últimas se cansa mucho.—¡Blanca! —llegó Julieta a nuestro lado—. No me has presentado a tu esposo.—Deacon, te presento a Julieta.—Mucho gusto. —La estúpida miró de arriba abajo a mi marido.—¡Oye respeta! —A Deacon le encantaba verme celosa.—¡Tranquila!, yo solo tengo ojos para David.—Pues, él se encuentra en la tarima.—¿Siempre es así de celosa?Le preguntó la brincona esta, a mi marido, quien se levantó y me regaló un delicioso beso.—Me encanta que lo haga.—¡Señoras y Señores! —comenzó a hablar Alejandro—. Esta tanda es de ustedes, pidan que este pechito cumple.Todos se sentaron, Deacon volvió a sentarse, quedé en la misma posición. La pesada se sentó en una de las sillas de primera. Maju
Llegamos a nuestra casa a eso de las cuatro de la mañana. Cuando mi esposo iba en dirección a nuestro cuarto lo detuve.—¿A dónde cree que va, señor Katsaros?—A nuestra habitación, señora Katsaros.—Usted se encuentra desterrado.Se quedó mirándome. Me había sentado en uno de los muebles de la sala y él alzó una ceja.—¿Esto es por lo de mi hermano?—Sí. Pero eso no quiere decir que no cumpliré con mis veinticuatro horas de intenso placer…La picardía de mi marido me encantaba, mi madurito comenzó a desvestirse, a pesar de sus cincuenta años hace un mes cumplido se veía increíble, el muy pillo se sentó a mi lado y comenzó a besarme, sus labios bajaron por mi cuello, sus manos apretaron territorio solo explorado por él, hizo a un lado mi vestido y liberó una parte a su boca, yo no me quedé atrás, comencé a acariciarlo, su parte más sensible me demostraba cuanto me deseaba, se lo apreté como le gustaba y no tardó en rugir de deseo. De un momento a otro se alejó, vi malestar en su rostr
El hombre se quedó callado, esperando a encontrar las palabras correctas y yo aproveché para calmar un poco mi pulso. Quedamos en decirnos la verdad.—Yo no investigaba a Blanca, mi hermano lo hizo y dijo que tú habías sido su amante, lanzó varias blasfemias en contra ella. Una vez terminó y me entregó el supuesto informe manipulado con parte de la verdad y otra con mentiras. Su intención era para no casarme con Torbellino, comprendí la clase de familia que tenía.» Esa fue la cereza del pastel. Inventó muchas más aventuras, con decirte que viajó hasta acá para reunir testimonios de cómo era ella. A raíz de esas grabaciones le puse el apodo de Torbellino latino. Cuando mi hermano exigió el no casarme, decía que unirme en matrimonio con ella era un error monumental por mujerzuela. Fue ahí cuando lo enfrenté y encaré. Lo callé cuando le dije que había sido el primero en su vida. —Deacon se levantó y comenzó a caminar por la sala.» Blanca sabe del chantaje de mi hermano, y de ese inform
Escuché la mitad de la eucaristía, una vez terminó, rodeé la iglesia e ingresé por la casa cural, toqué a la puerta. En el jardín se encontraba el esposo de la señora que trabajaba para el padre Castro, si no estaba mal se llamaba Mila. —No tomé un taxi para llegar hasta aquí, preferí caminar todas esas cuadras… lo necesitaba—, de mi cabeza no sacaba la extraña conversación con Deacon. —toqué la puerta y esa amable señora sonrió al verme.—Joven David, ya le llamo al padre. —esperé en la sala.—¡Qué gusto es verte, muchacho!, —me levanté a saludarlo—. Sabes que hoy es mi día maratón de la semana. Mientras almorzamos platiquemos.—No era necesario, pero no despreciaré nunca un plato de comida casero.—Y menos los manjares de Mila. ¿Qué día llegaste?—El jueves en la noche, el viernes pasé trabajando, ayer fue el cumpleaños de Fernanda, hoy me regreso a Jamaica, la obra va a mitad, espero entregar pronto y que nuestra decoradora haga su magia.—¿Y pasaste por mi casa solo para saludarme
Le empacaba la maleta a Deacon para su viaje repentino de negocios, no me gustaba lo que siento que estaba pasando. Apenas le dije de ir al médico, le surgió el viaje de la nada.—¿Sigues enojada, Torbellino?Besó mi cuello. Los niños hace rato se habían dormido, mañana tienen clase y la cita que le había sacado en la clínica de Benjamín me tocará cancelarla.—Me prometiste que este año no trabajarías, que te quedarías conmigo todos los días. Además, tenemos una cita médica.—Cariño, esto es muy importante, —hice pucheros. Deacon escondía algo, mi corazón me lo decía y no era otra mujer. Los ojos se me humedecieron, ¿será algo con su familia?—. Amor.Terminé de guardarle sus artículos personales, dos mudas, me pidió ropa para un viaje casual, sin embargo, suelo meterle un traje formal por si debe ir a una cena importante, el resto de su ropa fue informal. Cerré la maleta, la dejé a un lado. Nuestro cuarto era inmenso, de hecho, la casa que compró era demasiado amplia.Pero no se compa
Llegué a la cafetería sobre la séptima, ya esperaban Maju y Virginia, me tardé un poco más por el tráfico en la avenida Boyacá. Las saludé de besos y de una le hice señas al mesero.—¿Hace mucho esperan? —miré el reloj, tenía siete minutos de retraso.—No mucho, ya sabes que soy maniática de la puntualidad y con César uno aprende. —Nos echamos a reír todas.—Vengo del aeropuerto.—Antes llegaste. —dijo Virginia—. Te apuesto, primero llega Patricia, que estaba en citas médicas con las niñas que Fernanda Villarreal.—Contaré el chisme cuando estemos todas.—¿Nos vas a dejar en espera? No tenemos la culpa de que no sean puntuales. —comentó Virginia.—Pidamos algo para picar mientras llegan. Pero el chisme se los dejo para cuando estemos todas. No voy a repetir dos veces.—¿Deacon viajó? —suspiré ante la pregunta de Maju.—Sí, detesto dormir sola. Hoy hago arrunche con mis hijos. —Las dos afirmaron.—Lo que es la costumbre, dormir en pareja es una de las mejores cosas que se hacen en el m
La información dada por Fernanda me tenía con los intestinos revueltos. ¿Se atrevió a decirle eso a Blanca? ¡Desgraciada vieja!, no había nada que me enojara más que las mujeres se regalaran, ¡es una mujer casada! ¿Qué estará pesando Blanca? Miré mi celular, Deacon no me había enviado lo que dijo enviaría. Ni modos, cuando llegue al apartamento lo llamaré.Mi celular sonó, era mi sobrino Guille, anoche hablamos mucho. Había empezado dos carreras y nada que le encuentra lógica a su vida. En últimas se va para Colombia a estudiar ingeniería mecánica: había pasado por la industrial, la civil y ahora era la mecánica. Debía darle un punto de crédito, sabía desarmar y armar un carro a la perfección.Se quedará en el apartamento, le pediré el favor a cualquiera de las chicas para que me ayuden a contratar el personal y deberé viajar más seguido a Colombia, no lo puedo dejar solo y con su compinche Santos era mejor estar vigilantes. Ese par eran tremendo.—Hola, tío.—Sobrino.—Ya tengo todo
Me encontraba en la casa de mis padres. Le ayudaba a mamá a preparar unos rollos de carnes rellenos. Unas de estas delicias se irían a casa para la cena de mañana. Según lo dicho por mi marido, él invitó a cenar al investigador, quien le trae el primer informe referente a lo de su ampón hermano. Me pidió mantenerme al margen del tema, que a partir de ahora deje todo en manos del investigador.No sé si pueda hacerlo, pero se lo prometí, espero sea un hombre honesto. No quiere decirme su nombre para investigarlo antes y así poder preguntarle. En fin, debía de esperar. La vieja Cristal era fanática al vallenato y a la champeta, como buena cartagenera no olvidaba sus raíces, a pesar de tener treinta y cinco años de a haber salido de su tierra para estar al lado de mi padre.—Hija, súbele a esa canción, por favor. ¡Me encanta!Y como karma celestial era la canción: Historia de amor; la misma que me cantó David en el cumpleaños de Patricia. ¡Carajos! ¿Es que el universo confabula?—¿Te gust