Estábamos alborotadas y ajetreadas, además no contamos con la destreza de Patricia por el resto de la tarde. Pobrecita, tan feo que eran los síntomas del embarazo.
—Sin duda el bebé de Patri sabía que ahora sí puede joder al padre. —dije.
Virginia y Maju afirmaron. Regina, Sofía y Socorro se encontraban encargándose del tema de la comida, nosotras de la decoración, ellas les tenían sus detalles individuales, pero nosotras cuatro queríamos regalarle algo significativo y muy emocionalmente. Eso era lo que me tenía con los recuerdos a flor de piel porque miraba las fotos que habíamos mandado a imprimir.
—¡Esto ya quedó!
Comentó Maju sentándose en la mesa donde tenía un reguero de fotos. Virginia nos entregó una cerveza a cada una. Haber retomado nuestra amistad de la universidad, había sido un acierto.
—¿Te acuerdas de esto? —miramos la foto en la mano de Virginia.
—Si mal no recuerdo fue el primer día que tu marido y el mío tocaron. —Habló Maju.
Ese fue el mismo día en que lo conocí a él, a David… «Refunde ese pensamiento». Todas intentábamos darme ánimos a nuestra amiga por lo ocurrido.
» Mira qué cantidad de fotos. De verdad Fernanda es una fanática de la fotógrafa, tenía de todos nuestros momentos, capturaba bonitos momentos.
—Le gusta inmortalizar los momentos. —dije—. ¡Entonces! ¿Aprueban las fotos seleccionadas? Una vez las peque en el álbum no hay marcha atrás.
—Todas están bonitas. —Por estar mirando el pasado tenía un sinsabor en el pecho—. César ya viene por mí.
—Vete tranquila, yo me quedo ayudando a Blanca con el álbum. La decoración ya la tenemos lista.
Una vez solas, me concentré en mi tarea infantil, Virginia recogió todo el desorden y solo nos quedamos con el desastre de la mesa, me trajo otra cerveza.
—Voy a terminar tres quince, menos mal mis hijos los tienen mis papás.
—Veo que todas despachamos los hijos al cuidado de los abuelos. Mi suegra me dijo que se fueron con los Abdala para la finca de los L’Charme.
—Por lo pronto, si me sigues dando Cervezas, voy a llegar candente a devorar a mi adonis griego maduro. —Virginia soltó la carcajada.
—Alejandro estaría encantado si llego toda desinhibida.
Continuamos con la labor de pegar las fotos, me las pasaba y yo las pegaba en un álbum con los tips de diseño de patricia. Era un viaje en el tiempo, donde hizo a sus amigos y su carrera, todo era tema de la universidad. Una bella época para cada uno de nosotros.
—¿Cuántas faltan? —miré el celular. Iba a ser la siete de la noche. Llamé a mi esposo.
—Hola, Torbellino.
—Hola, mi Madurito. ¿Qué haces?
—Literalmente estoy en la oficina de Alejo con David mirando los proyectos. Esperamos a que ustedes se desocupen. Te fuiste sin carro, quedé de pasar por ti.
—En media hora ven a buscarme.
—¿Estás tomando?
—Mmmm tengo cinco cervezas en la cabeza, esta noche ya sabes lo que te espera. —La carcajada de Deacon me encantó—. Te amo.
—Yo más. —Virginia me miró.
—¿Qué?
—¿Si lo has notado? —No tenía idea de que hablaba—. Veo que ni cuenta te has dado. Mira las fotos.
—Ya las he visto. —Me miró.
—En todas esas fotos tú y David quedaban juntos, mira siempre juntos, —ella que dice eso y mi corazón bombeó más fuerte de lo que podría imaginar—. Mira. Él en muchas te mira.
—Lo hacía porque no le gustaba mi forma de ser.
Estaba siendo analizada por Virginia, terminé de pegar la última foto, era la de nuestro día de graduación, al mirar la foto si era cierto, David me miraba, en esa época éramos novios a escondidas, nuestra relación fue tan rara. A Virginia le había dicho que fueron unos meses.
Pero la realidad era otra, fuimos pareja por casi dos años en una extraña relación de ser y no ser. Nunca tuvimos sexo, éramos vaciles de besos, y yo como una tonta creía estarme ganando ese solitario corazón mientras que pasaban los días y él demostraba más interés en mí. Pero la verdad fue otra. Después de la graduación pasé la peor vergüenza de mi vida, y tal vez sea por las cervezas ingeridas o por las fotos del pasado, mi mente me trajo ese momento.
Estaba muerta de miedo, había decidido entregarme a David y así él ponga resistencia, insistiré, toqué la puerta de su apartamento. El corazón se me quería salir, quería aclarar nuestra relación. Él abrió en pijama, solo con el pantalón, me sonrió con picardía, para el mundo entero él puede ser una persona seria, pero era todo lo contrario, era muy divertido y tierno.
—Brisa, ¿qué haces aquí?
Me encantaba que me llamara de esa manera. El día que nos conocimos me apodó enseguida y lo más lindo fue que después de tantos años aún era un secreto ese apodo. Cada vez que Alejo le gritaba a Virginia Belleza o César llamando a Maju Bonita, él buscaba el modo de decirme al oído Brisa.
Mi reacción esa noche fue lanzarme a besarlo, beso el cual correspondió con mucha pasión. Nos estábamos calentando demasiado, detuvo lo que estaba pasando, pero antes hizo fricción en algunos lugares.
» Necesito agua.
Me eché a reír. Lo vi desaparecer y estaba igual que yo, lleno de deseos por lo que pude ver. Tenía veintiún años y yo seguía virgen; vine en busca de mi primera vez y lo iba a obtener con mi novio. Por eso me quité el vestido, cuando David salió de la cocina se quedó mirándome, mi corazón latía a millón, no dijo nada, se acercó, se agachó, tomó el vestido al acercarse.
Me alzó los brazos, no sabía que iba a hacer, pero le obedecí. Sin embargo, jamás me imaginé que ese día me fueran a humillar tanto, con intención o sin ella. David volvió a ponerme el traje y con ello, destrozó mi autoestima.
—David…
—Blanca no es necesario.
Luego se alejó, su teléfono estaba sonando, me quedé en la sala de su apartamento con mi rostro encendido, hasta los brazos los tenía rojos, no podía ni con la vergüenza conmigo misma.
—Eso significa que no fui suficiente…
Los ojos se me humedecieron y al ver que pasaban los minutos no salía fue más evidente la vergüenza. Vine a entregarle mi virginidad, me ofrecí en bandeja de plata y… Con el mayor silencio posible salí de ese apartamento, antes de llegar a la recepción las lágrimas no pude controlarlas. ¡Qué vergüenza!
—¡Blanca! —Virginia me trajo al presente. No había vuelto a pensar en eso, no desde que era una mujer casada—. ¿Estás bien? —afirmé—. Maju me acaba de escribir que Julieta Lara confirmó la asistencia. Al menos David ya no estará solo. —sonreí.
—Ella tuvo algo con él, ¿cierto?
—Eso dicen, jamás escuché a David hablar al respecto. Desde que nos graduamos no supe de ella. ¿Estás bien?
—Sí, solo nostálgica, ver cómo pasa el tiempo, aunque amo lo que tengo ahora, mi familia, mis hijos, mi marido.
—Te entiendo. En esa época era extremadamente feliz. Blanca, he aprendido a que las cosas pasan por algo. Míranos; nosotros debíamos de tener una ruptura para que Dios nos pusiera a un ángel en el medio y poder salvar a nuestro hijo. Así es la vida.
—Tienes toda la razón. Arreglemos el desorden, mañana a esta hora estaremos en plena rumba. Una vez nos timbraron a los celulares sabíamos que habían llegado por nosotras. Al salir mi esposo estaba en la puerta del auto, Alejo en su carro y David dentro del suyo, tanto Virginia y yo lo saludamos con la mano, él respondió con el sonido de la bocina de su auto. Llegué hasta donde Deacon; sus manos se enredaron en mi cintura para darme un delicioso beso.
—Los niños no están en la casa, ¿vas a cumplir lo que me dijiste por teléfono Torbellino?
—¿Cuándo te he incumplido?
—Jamás.
Le di un pico e ingresé a la camioneta. Puse con cuidado el álbum en la parte trasera.
—¿Y eso?
—Es nuestro regalo amor, ahora que lleguemos a la casa te lo muestro. Son infinitas fotógrafas de todos nosotros en la universidad.
—Nuestro regalo sin duda será mejor.
—No lo creo.
—Apostemos, siento que esta vez te ganaré. —hablábamos en griego.
—Un día entero siendo esclavos del otro como proveedor de intimidad oral.
—¡Me encanta! —Mi esposo soltó una carcajada, luego tocó la bocina para despedirnos de nuestros amigos.
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Nota: Hola a todas mis lectoras (es) ya iniciamos esta aventura de la cuarta entrega de la serie Perdóname, Vuelves a ser tú. Les recuerdo que se pueden leer las novelas por separados, pero tienen un orden cronológico (No voy a perderte, Caminos separado, Es mejor alejarnos), y se habla de todos los personajes en los anteriores libros. Un abrazo y disfruten de este triangulo de dos caballeros y una dama.
Ingresé al apartamento, no tenía derechos de sentir celos, ¡ningún derecho…! Ella era muy feliz, además Deacon la adoraba, tenía una familia preciosa. Tiré las llaves al mueble, fui a la nevera y saqué una cerveza, en la mañana compré lo necesario para preparar mi comida este fin de semana… —La imagen de ella sonriéndole, verla besarlo—. Era difícil hacerle caso a lo que me pedía el padre Castro; por eso era preferible poner distancia, llegué al mueble, bebí media cerveza.—Estoy solo.Cada vez que veía a mis amigos, anhelaba tener lo mismo, así sea para tener una mujer que me lance zapatos. —sonreí—, tomé la billetera, saqué las tres fotos que aún guardaba de Blanca. Una de ellas era de cuando éramos novios, y las otras dos fueron hace poco; en una de las reuniones de nuestros amigos.» El padre me dice que debo botarte, —le dije a la foto, definitivamente ya debía de estar loco—. ¿Por qué me duele tanto verte, Brisa?Las palabras del padre regresaron. «David, puede que sea muy duro,
En la tarima estaban los instrumentos de nuestros músicos, faltaba el acordeón… ¡Ignora lo ocurrido! Comencé a saludar de besos y abrazos, le entregué nuestro regalo a Virginia para que ella se lo entregara a Fernanda. A Deacon le ingresó una llamada, me miró, alzó una de sus cejas, giró la pantalla y era su hermano. Yo no tenía una suegra jodona, ni bruja.Yo tenía un cuñado de mierda, un envidioso, mujeriego, despilfarrador, y rodeado de malas compañías. El cual por alguna razón decía que yo le hacía daño a la vida de Deacon; tal era su odio que al nacer mis hijos no le bastó el parecido que les hizo una prueba de ADN. Mi presencia en la familia Katsaros era similar al de una plebeya ante un gremio de aristócratas… «¡de pacotillas!», —salió mi yo, peleonera. Según ellos, yo fui la embaucadora que fue por el dinero del magnate más cotizado y jodí todo su linaje, porque jamás uno de ellos se había casado con una tercermundista. «Por la gloria de lo divino», —en fin—, Deacon era tan d
Deacon se puso a mi lado y José Eduardo al otro. Las mujeres se quedaron en las mesas. Voy a tener que estar detrás de mis amigos para librarme de esa mujer que evidentemente trajeron para ser mi pareja.—¡Se requiere a la cumplimentada, por favor! ¡Suéltenla! —subió a la tarima de la mano de su esposo, César traía oculto con un trapo el cuadro trofeo—. ¿Alguien de los aquí presente quiere hablar?—No, por mi parte, tú eres un digno representante, —comentó Deacon, José Eduardo y yo nos reímos.—Gracias por confiar en mis dotes de presentador.—O solo queremos que tú seas el primero en levantar a chancletazos.Dijo su primo, volví a reír, lo cierto es que con Fernanda y Alejandro todo podía pasar; desde nada, hasta la destrucción del mundo.—Bueno, me han concedido el honor de ser quien te diga unas palabras en tu día, —Fernanda lo señaló, todos soltamos la carcajada—. Tranquila amiga mía, hoy no recibiré lo que tanto te caracteriza y qué en contables momentos lo merecíamos. Hoy no ten
No tenía idea a que se refirió David, pero tampoco le iba a dar mente. Le entregué el vaso con whisky a Deacon, los muchachos se organizaban para tocar. Me quedé de pie a espalda de mi esposo, él sentado y mis manos puestas sobre sus hombros. Tenía que convencerlo para ir al médico, en las últimas se cansa mucho.—¡Blanca! —llegó Julieta a nuestro lado—. No me has presentado a tu esposo.—Deacon, te presento a Julieta.—Mucho gusto. —La estúpida miró de arriba abajo a mi marido.—¡Oye respeta! —A Deacon le encantaba verme celosa.—¡Tranquila!, yo solo tengo ojos para David.—Pues, él se encuentra en la tarima.—¿Siempre es así de celosa?Le preguntó la brincona esta, a mi marido, quien se levantó y me regaló un delicioso beso.—Me encanta que lo haga.—¡Señoras y Señores! —comenzó a hablar Alejandro—. Esta tanda es de ustedes, pidan que este pechito cumple.Todos se sentaron, Deacon volvió a sentarse, quedé en la misma posición. La pesada se sentó en una de las sillas de primera. Maju
Llegamos a nuestra casa a eso de las cuatro de la mañana. Cuando mi esposo iba en dirección a nuestro cuarto lo detuve.—¿A dónde cree que va, señor Katsaros?—A nuestra habitación, señora Katsaros.—Usted se encuentra desterrado.Se quedó mirándome. Me había sentado en uno de los muebles de la sala y él alzó una ceja.—¿Esto es por lo de mi hermano?—Sí. Pero eso no quiere decir que no cumpliré con mis veinticuatro horas de intenso placer…La picardía de mi marido me encantaba, mi madurito comenzó a desvestirse, a pesar de sus cincuenta años hace un mes cumplido se veía increíble, el muy pillo se sentó a mi lado y comenzó a besarme, sus labios bajaron por mi cuello, sus manos apretaron territorio solo explorado por él, hizo a un lado mi vestido y liberó una parte a su boca, yo no me quedé atrás, comencé a acariciarlo, su parte más sensible me demostraba cuanto me deseaba, se lo apreté como le gustaba y no tardó en rugir de deseo. De un momento a otro se alejó, vi malestar en su rostr
El hombre se quedó callado, esperando a encontrar las palabras correctas y yo aproveché para calmar un poco mi pulso. Quedamos en decirnos la verdad.—Yo no investigaba a Blanca, mi hermano lo hizo y dijo que tú habías sido su amante, lanzó varias blasfemias en contra ella. Una vez terminó y me entregó el supuesto informe manipulado con parte de la verdad y otra con mentiras. Su intención era para no casarme con Torbellino, comprendí la clase de familia que tenía.» Esa fue la cereza del pastel. Inventó muchas más aventuras, con decirte que viajó hasta acá para reunir testimonios de cómo era ella. A raíz de esas grabaciones le puse el apodo de Torbellino latino. Cuando mi hermano exigió el no casarme, decía que unirme en matrimonio con ella era un error monumental por mujerzuela. Fue ahí cuando lo enfrenté y encaré. Lo callé cuando le dije que había sido el primero en su vida. —Deacon se levantó y comenzó a caminar por la sala.» Blanca sabe del chantaje de mi hermano, y de ese inform
Escuché la mitad de la eucaristía, una vez terminó, rodeé la iglesia e ingresé por la casa cural, toqué a la puerta. En el jardín se encontraba el esposo de la señora que trabajaba para el padre Castro, si no estaba mal se llamaba Mila. —No tomé un taxi para llegar hasta aquí, preferí caminar todas esas cuadras… lo necesitaba—, de mi cabeza no sacaba la extraña conversación con Deacon. —toqué la puerta y esa amable señora sonrió al verme.—Joven David, ya le llamo al padre. —esperé en la sala.—¡Qué gusto es verte, muchacho!, —me levanté a saludarlo—. Sabes que hoy es mi día maratón de la semana. Mientras almorzamos platiquemos.—No era necesario, pero no despreciaré nunca un plato de comida casero.—Y menos los manjares de Mila. ¿Qué día llegaste?—El jueves en la noche, el viernes pasé trabajando, ayer fue el cumpleaños de Fernanda, hoy me regreso a Jamaica, la obra va a mitad, espero entregar pronto y que nuestra decoradora haga su magia.—¿Y pasaste por mi casa solo para saludarme
Le empacaba la maleta a Deacon para su viaje repentino de negocios, no me gustaba lo que siento que estaba pasando. Apenas le dije de ir al médico, le surgió el viaje de la nada.—¿Sigues enojada, Torbellino?Besó mi cuello. Los niños hace rato se habían dormido, mañana tienen clase y la cita que le había sacado en la clínica de Benjamín me tocará cancelarla.—Me prometiste que este año no trabajarías, que te quedarías conmigo todos los días. Además, tenemos una cita médica.—Cariño, esto es muy importante, —hice pucheros. Deacon escondía algo, mi corazón me lo decía y no era otra mujer. Los ojos se me humedecieron, ¿será algo con su familia?—. Amor.Terminé de guardarle sus artículos personales, dos mudas, me pidió ropa para un viaje casual, sin embargo, suelo meterle un traje formal por si debe ir a una cena importante, el resto de su ropa fue informal. Cerré la maleta, la dejé a un lado. Nuestro cuarto era inmenso, de hecho, la casa que compró era demasiado amplia.Pero no se compa