Capítulo 2

—¡Katty! —exclamo Isabela, al ver a su mejor amiga frente a ella, se abrazaron y se pusieron a dar saltos de felicidad.

—¡Estás hermosa, amiga! —exclamó Isabela observando a Katherine.

—Tú estás bellísima —afirmó la joven García.

Ambas, sonrieron felices de volver a estar juntas, entonces Isabela, tomó de la mano al joven que tenía a su lado, y enseguida Enzo saludó con los padres de su novia, quienes con cordialidad respondieron el gesto. 

—Enzo, quiero presentarte a mi mejor amiga y casi hermana —comentó Isabella—. Ella es Katty, de quien tanto te he hablado —mencionó Isa, sonriendo.

La joven García parpadeó sin poder creer que hace unos minutos el novio de su mejor amiga casi la atropella.

Enzo, no hizo ningún comentario al respecto, le brindó una pequeña sonrisa que provocó que el rostro de la chica, enrojeciera.

—Mucho gusto Katherine —se acercó a ella—. Soy Enzo, un placer — sonrió, entonces la jovencita con timidez, extendió su mano al apuesto caballero, él besó su dorso, y ella sintió que las piernas le temblaron.

Entre tanto Isabela, con su mirada buscaba en medio de las personas del aeropuerto a alguien, frunció el ceño, al ver que no estaba por ningún lado a quién ella esperaba.

—¿Solo viniste tú a recibirme?  —cuestionó Isabela, intentando no delatarse. 

—¡Qué raro! —exclamo Katty frunciendo el ceño. —Nando estaba aquí esperando, tal vez tuvo que atender algún asunto importante, como trabaja con mi papá —comentó.

Isabela sintió que su corazón retumbaba con fuerza, pero al ver que no apareció de nuevo asomó ese mismo vacío en su pecho, que siempre se transformaba en tristeza cuando se trataba de él. «Imagino que alguna de sus amiguitas lo debe haber llamado», pensó con molestia.

—No importa Katty  —pronunció Isabela, fingiendo una sonrisa.

Después de una hora de viaje, todos llegaron a la hermosa residencia Vidal, los padres de la joven, organizaron un almuerzo de bienvenida.

—¡Abuelitos! — exclamó Isabela y corrió a los brazos de Don Roberto, el papá de Rodrigo—. Los extrañé mucho —afirmó la joven dándole un fuerte abrazo al hombre, para luego correr a los brazos de su abuela, y estrecharla con fuerza.

Isabela presentó a sus abuelos, con su novio, y después todos tomaron asiento en los sillones del amplio salón; mientras les servían varios cocteles, el padre de la joven se dirigió al novio de su hija.

—Enzo —mencionó Rodrigo. —¿Supe que abrirán Macromedia aquí en New York?

—Si, señor Vidal, yo estaré a cargo, y mi padre dirigirá todo desde Italia —indicó el joven.

—¿Y ustedes ya pusieron fecha a la boda? —preguntó Diana, la madre de Isabela.

Enzo se aclaró la garganta, y de inmediato entrelazó sus dedos con los de Isabella. 

—Yo deseo pedirles formalmente la mano de su hija —explicó y besó la mejilla de la joven. 

Rodrigo observó a Diana, y ella asintió.

—Llevan apenas un año juntos, es muy poco tiempo —advirtió el señor Vidal—. Casarse no es un juego —comentó.

—¡Papá! —exclamó Isabela, con el rostro carmín—. Nos conocemos bien. 

—Llevamos más de un año saliendo juntos, señor Vidal, le aseguro que mis intenciones con su hija son las mejores —intervino el joven—. Mi padre me ha enseñado a ser un caballero —aseveró Enzo

—No tengo dudas de eso —expresó Rodrigo con seriedad. 

Después de esa charla pasaron al comedor en donde los platillos favoritos de Isabella, la estaban esperando.

—¡Coctel de camarones! —exclamó, aplaudiendo —lasaña, y postre de tres leches —mencionó con una amplia sonrisa—, debo ausentarme más seguido —carcajeó.

Luego de compartir aquel almuerzo Enzo, se disculpó por no poder continuar en la reunión, al mismo tiempo Katty, se puso de pie, también debía retirarse.

—¿En dónde vives? —preguntó Enzo—. Te puedo dejar cerca de tu casa —sugirió.

La chica esbozó una tímida sonrisa, entonces dirigió su dulce mirada a él.

—No te preocupes, gracias, vivo en la casa de al lado desde hace un par de años —afirmó la joven nerviosa.

Enzo, asintió con la cabeza, se acercó a su novia y se despidió de ella con un beso en los labios.

Katty, aprovechó para agradecerle la invitación a los padres de Isa, se despidió de ellos, y del resto de la familia. Enzo, hizo lo mismo y juntos abandonaron la casa.

—Qué coincidencia, jamás pensé que la chica a la que casi atropello, fuera la mejor amiga de mi novia —comentó Enzo.

Katty, enrojeció al escucharlo, era bastante tímida.

—Gracias, por no hablar de lo sucedido —murmuró.

—Tranquila —respondió él—, ya que eres la mejor amiga de mi novia, también nosotros podemos serlo—. La observó a los ojos.

Katty, no pudo sostenerle la mirada, de nuevo, inclinó su vista.

—Por supuesto —contestó ella,  mientras salía del portón de la casa de Isabela, para dirigirse a su residencia.

—Fue un placer conocerte Katty — afirmó Enzo.

—De igual manera —respondió la chica. 

La jovencita caminó con rapidez hacía su casa, sintiendo su cuerpo estremecerse al darse cuenta de que Enzo, se quedó de pie, frente a su auto, mirándola.

«Es tan guapo» dijo en su mente la chica, al momento que entró a su residencia, sin embargo, recordó que él, era el novio de su mejor amiga.

****

Isabela ingresó a su habitación, todo estaba tal como la había dejado hace cuatro años; su mirada se enfocó en aquel oso de peluche que reposaba sobre una mecedora, era un recuerdo de esa persona a la que ella esperó ver a su llegada, y no apareció.

«¿Por qué son tan difíciles las cosas contigo, Fernando?», pensaba la joven, mientras se acercaba a acariciar el peluche. De pronto el estruendoso sonido de una motocicleta la sobresaltó. Su corazón saltó en su pecho corrió hasta el amplio ventanal, y miró hacia el estacionamiento de la casa de los García.

Sus ojos brillaron al verlo, suspiró sin poder evitarlo, su cuerpo se estremeció al contemplar el instante en que se quitó el casco y sus castaños risos se agitaron.

—¡Wao! —exclamó.

En ese momento Nando, elevó sus ojos hacia la habitación de Isabela, ella parpadeó y enseguida se escondió tras la gruesa cortina, colocó su mano en el pecho para calmar los fuertes pálpitos de su corazón.

Fernando, tan solo alcanzo a distinguir una silueta moverse, ladeó sus labios y se dirigió a su casa.

Instantes después: «Smells like teen spirit by Nirvana» sonaba en la habitación de Isabela, mientras la chica tomaba una ducha.

—«Hello, hello, hello, how low» —cantaba la joven, entonces su voz se apagó cuando se dio cuenta de que dejó la toalla sobre la cama. —¡Maldita sea! —gruñó; salió desnuda y con las gotas de agua aún en su piel.

—¡Isabela! —exclamó Fernando, con la garganta seca, al verla sin ropa al pie de la puerta del baño. 

«Eres hermosa».

—¡Cierra los ojos! —advirtió Isabela, cubriéndose con sus manos su desnudes, sintiendo como sus mejillas ardían y se tornaban carmesí.

Fernando trató de ponerse de pie, de la impresión sus pies se enredaron con el edredón y su cabeza golpeó la duela de la habitación.

La chica corrió a ayudarlo, asustada, entonces se acercó a él, y se inclinó.

—¿Estás bien? —cuestionó, deslizando su mano hacia el cabello de Fernando.

El joven la contempló, dirigió su mirada a sus carnosos y sensuales labios, ansió tanto volver a probarlos, sin embargo, recobró la poca cordura que le quedaba.

—Estoy bien —respondió—, nunca me he sentido mejor —afirmó, recorriendo con su mirada el cuerpo de la joven, rememorando el instante en que fue suya.

—¡Idiota! —exclamó Isabela, enseguida tomó el edredón y se cubrió con él. —¿Qué haces aquí? —cuestionó sin dejar de mirarlo, entonces lo contempló. La mirada aceitunada de la joven recorrió sin reparo el bien fornido cuerpo de él. Suspiró al evocar aquella primera vez, cuando le entregó su cuerpo y su alma, luego rememoró el día de su cumpleaños,  sus ojos se nublaron de tristeza al recordar lo sucedido aquella vez.

—Creo que antes de someterme a tu interrogatorio, deberías ponerte algo más decente —sugirió, sonriendo.

—Y sí tú fueras una persona honrada, no ingresarías como un ladrón a casas ajenas —recriminó la joven, dando vuelta para meterse al baño de nuevo.

Nando, volvió a acomodarse en la cama de Isa, aspiró aquel delicioso perfume a rosas y miel que desprendió del cuerpo de la chica antes de marcharse.

Varios minutos después Isabela, salió enfundada en un pijama de dos piezas, pantalón y camiseta en tono rosa.

—¿Todavía usas esos pijamas de niña? —interrogó bufando.

Isabela observó su atuendo, confundida, luego dirigió su mirada a él.

—Sí —afirmó —¿Tiene algo de malo? —cuestionó cruzando sus brazos a la altura del pecho—. Además, lo que yo utilice para dormir a ti no tiene por qué importarte —resopló.

—No, no tiene nada de malo —ladeó sus labios—, pero ahora que eres una mujer comprometida, pensé que utilizarías otro tipo de atuendo.

Isabela esbozó una sonrisa, elevó una de sus cejas.

—Veo que estás bien enterado de mi vida privada —expresó—, sin embargo, te repito, eso es algo que a ti no te interesa —recriminó. —¿Acaso fantaseas conmigo?—. Lo miró a los ojos.

Fernando se puso de pie, caminó con lentitud hacia ella. Isabela, al verlo acercarse sintió su piel estremecerse.

—Tengo mejores fantasías —susurró caminando alrededor de ella.

Isabela cerró sus puños con fuerza al escuchar su cinismo.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó con seriedad.

—Vine a saludarte —respondió con naturalidad, deteniéndose frente a ella, para mirarla directo a los ojos—, no pude ir al aeropuerto, surgió un asunto importante.

Isabela ladeó una sonrisa, bufó sin dejar de reflejarse en los ojos de él.

—Katty, me comentó que estabas ahí, impaciente por mi regreso.

Fernando carcajeó con cinismo.

—Mi hermana exagera —contestó—, no tengo por qué mentir.

—Bueno, ya me saludaste, y estoy cansada del viaje, deseo descansar —expuso la joven, señalando con su mano a la ventana.

—Aún no lo he hecho —murmuró Fernando, acercándose hacia ella.

Isabela se paralizó. Sus piernas temblaron y su corazón galopaba con fuerza, entonces Fernando, acercó sus cálidos labios a la mejilla de ella; cerró sus ojos sintiendo la suavidad de la piel de la joven. Se vio tentado a estrecharla entre sus brazos, besarla como tanto anhelaba, pero era demasiado orgulloso, y el hecho de saber que ella tenía novio, lo alteraba demasiado.

—Me da gusto verte de nuevo —susurró Isabela, conteniendo también las ganas de abrazarlo, pero eran tantas las cosas que ahora los separaban.

—Bienvenida —respondió Fernando —. Descansa.

—Gracias, de igual manera —contestó Isa, con la voz entrecortada.

Nando caminó hasta la ventana para salir de la habitación de ella, como siempre lo hacía saltando de la rama del árbol que daba al patio de su casa; una vez que sus pies tocaron el piso se sobresaltó al escuchar una tierna voz.

—¡Vaya! ¡Vaya! —exclamó—. ¡Qué interesante! —comentó, mientras colocaba sus dedos en los labios. —¿Qué crees que piense mi papá, cuando sepa que te metes a la habitación de Isabella, como un delincuente?

Fernando arrugó el ceño, al escuchar las advertencias de María Paz, la hermana adolescente de Isa.

—¿Serías capaz de delatarme? —inquirió—, tu papá va a regañar a Isabella, también—. Trató de persuadirla.

María Paz esbozó una amplia sonrisa:

—Todo depende de qué estés dispuesto a darme a cambio de no decir nada —respondió la adolescente—. Tengo varias ideas en mente. —Llevó sus dedos a los labios.

—No creo que a tus papás les agrade saber que eres una chantajista —recriminó Nando, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, resignado a complacerla—, tengo veinte dólares ¿los tomas, o los dejas?

María Paz soltó una gran carcajada.

—¿Veinte dólares? —bufó—. Fernando García es muy poco dinero para guardar tu secreto; pero...—caminó alrededor de él—. Sí consigues unas identificaciones falsas para poder entrar a una discoteca mis amigas y yo, como si fuéramos mayores de edad— expuso con simpleza—. No he visto nada —sugirió, llevándose los dedos a los labios, simulando cerrarlos con llave. 

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