Madrid- España.
Meses antes.
Las largas piernas de Isabella reposaban encima de una pequeña escalera metálica, bajaba varias cajas de los gabinetes de la parte superior del closet. Debía dejar aquel apartamento limpio, en un par de días regresaba a New York, y mientras sostenía una antigua caja de zapatos dio un leve suspiro, la nostalgia la invadió. En ocasiones, cuando hablaba con su familia, se arrepentía de haber dejado su hogar para instalarse en un continente nuevo, alejada de ellos por miles de kilómetros.
Entonces destapó aquella caja en donde guardaba antiguos recuerdos, y de pronto una imagen le llamó la atención, y de forma involuntaria el corazón se le agitó. Sacó la vieja fotografía: Ahí estaba ella a la edad de cuatro años, y a su lado dándole un beso en la mejilla: Nando, su primer amor; en la parte de atrás había una leyenda:
«Cuando sea grande me casaré con Isabella»
Entonces los dolorosos recuerdos que creía olvidados vinieron a su mente, y de pronto unas fuertes manos la tomaron por la cintura, de la impresión dejó caer la caja que sostenía entre sus manos, y solo se quedó con la fotografía.
—¿Qué es eso? —indagó Enzo, su prometido, enfocando sus azules ojos en los de su novia.
Llevaban un año juntos. Ella había viajado a Italia, y en una disco, intercambiaron teléfonos. A la siguiente semana Enzo Ferreti, italiano de pura cepa, la invitó a la Toscana, y compartieron un par de besos. Siguieron saliendo cada vez que él visitaba Madrid, y ella viajaba a Roma, hasta el día que le propuso ser su novia, Isabella aceptó.
—No es nada importante —dijo Isa, y escondió en su espalda la foto.
—Y si no es algo relevante, ¿por qué la ocultas? —indagó, y empezaron a forcejear, entre risas y juegos, la imagen cayó al piso.
Sin embargo, el cuerpo de Isa, también resbaló de la escalera, y las fuertes manos de Enzo la sostuvieron de la cintura. Al instante que el sonido metálico golpeó el parquet, Isa se aferró con sus piernas a las caderas de su novio.
—Casi me mato por tu culpa —recriminó ella haciendo un puchero.
Enzo ladeó los labios, y con la una mano retiró un mechón del oscuro cabello de su chica hacia atrás.
—Fue tu culpa, algún secreto, ocultas. —Elevó una de sus cejas.
—Ninguno —respondió ella, y para que no siguiera insistiendo en lo mismo, lo besó y mordió el labio inferior de él.
De inmediato la pasión se encendió en ambos. El top que cubría los pechos de Isabella fue a parar en algún sitio de la alcoba, y las manos de Enzo le acariciaban sus firmes muslos, en cuestión de segundos estaban desnudos retozando en la cama.
Y aunque para Isa, su novio no era el hombre que siempre esperó, con él su corazón se sentía seguro, a salvo: ¿De qué o de quién? Solo ella lo sabía.
Para Enzo: Isabella era sinónimo de estabilidad, era una chica bella, inteligente, de buena familia, millonaria, no podía pedirle más a la vida, excepto que su novia a veces tenía un espíritu irreverente, qué no iba con sus convicciones y la sobriedad con la que fue criado.
Luego de haber compartido ese momento tan íntimo, y después de darse una ducha, Enzo tomó su equipaje.
—Te veo en una semana en New York, cariño —susurró, y le brindó un beso en los labios.
El joven Ferretti a sus veinte y seis años, logró que su padre le diera la presidencia de la sucursal de la empresa informática de su familia en Estados Unidos, y también se mudaba a New York, solo que él debía hacerlo más antes para ponerse al día en los asuntos relacionados con la corporación.
—Allá estaré —aseveró Isa, y correspondió el beso.
Isabella Vidal regresaba luego de cuatro años de ausencia al hogar, se había graduado en administración de empresas, y se iba a poner al tanto del negocio familiar.
—Si necesitas ayuda para finalizar de desocupar este apartamento, solo me avisas —dijo Enzo besando la frente de su chica—, mandaré a alguien.
—Tranquilo, mis compañeras de universidad, vendrán a socorrerme. —Sonrió.
Él negó con la cabeza, y agitó con sus dedos algunos de los rizos de su rubio cabello.
—No bebas demasiado.
Isabella carcajeó al escucharlo, y lo acompañó hasta que tomara el taxi.
Entonces cuando regresó a la alcoba, de nuevo miró aquella fotografía, sin poder evitarlo, subió a su cama y sacó de uno de los cajones de la mesa de noche una caja de chocolates, y empezó a comerlos, uno tras de otro sin parar. Hacía mucho que no había vuelto a sentir esa ansiedad, y luego pensó que al regresar a casa tendría que volver a verlo, y eso la desestabilizaba, entonces corrió al baño, devolvió todo lo que había ingerido, y dejó caer su cuerpo en la baldosa, sollozando con fuerza, abrazándose a sus piernas, recordando aquel evento que destrozó su corazón.
****
New York - Usa.
Semanas después.
El sol brillaba en todo su esplendor en la ciudad. Aquellos rayos se colaban a través de las ventanas de la habitación de Nando, quién aún recostado en su cama, sostenía entre sus manos su móvil. Sus ojos brillaban al ver la fotografía de fondo de pantalla, entonces miró el reloj y de inmediato saltó del lecho para alistarse: «Así que hoy vuelves», dijo en su mente, ya que ella regresaba desde España, luego de cuatro años de ausencia.
Minutos después apareció en el comedor de su casa, enseguida se dirigió a su hermana menor.
—Katherine ¿a qué hora vas a la empresa? —interrogó a la joven, quien era la mejor amiga de la mujer a la que él tanto esperaba.
La chica elevó una de sus cejas, y le brindó una mirada inquisidora.
—Hoy no iré, Isabella llega de Europa, te lo he repetido montón de veces, pareces tonto hermanito —bufó su hermana, burlándose de él.
«Tengo tiempo» se dijo así mismo el joven, y antes de que su madre lo detuviera, salió de su casa, se colocó su casco, y sus guantes, enseguida subió a su Harley Fat Boy; recorrió las mejores floristerías de la ciudad en busca de un arreglo floral, cuando pasó por una de las joyerías, se detuvo a mirar los anillos.
«Tendré que preparar la propuesta de matrimonio» pensó, sonriendo con emoción; esa condición se la había impuesto desde niño y nada iba a impedir que la cumpliera, solo necesitaba reconciliarse con ella.
A cada instante miraba su reloj, parecía que el tiempo pasaba con lentitud. Llegó al aeropuerto con media hora de anticipación. A medida que los minutos transcurrían su corazón empezaba a acelerarse en el pecho, entonces se puso de pie y empezó a caminar impaciente. Observó a los lejos a los padres de Isabela, esperándola, sacó su móvil, y de nuevo marcó a su hermana.
—Katty, ¿cuál es el número de vuelo que llega Isa? —preguntó a su hermana.
La joven rodó los ojos, y se lo dijo.
—Nando, deja de molestarme, estoy arribando al aeropuerto —Se quejó, y resopló ante la insistencia de su hermano
—¿En dónde estás? —averiguó él—. El vuelo ya llegó —regañó el joven.
—Estoy cancelando el servicio de taxi —respondió—. Voy corriendo.
Katty, al cruzar la calzada presurosa, no miró el auto que venía por la avenida, hasta que el chillido de los neumáticos la sobresaltó, cayó al piso de la impresión, al observar aquel vehículo a escasos centímetros de ella.
El hombre que conducía el auto, bajó de inmediato, con las manos temblorosas se acercó a la jovencita, quién tenía el rostro cubierto con sus dedos, y sollozaba.
—Señorita, ¿se encuentra bien? —cuestionó el amable caballero, sin atreverse a tocarla.
Katty con lentitud descubrió su rostro, sus cristalinos y verdes ojos se posaron en los azules de aquel caballero, una gran O se formó en sus labios al mirar lo apuesto que era ese joven, observó como su rubio cabello brillaba con los rayos del sol, se quedó sin poder pronunciar una palabra.
Él, extendió su blanca mano hacía ella, entonces sus azules ojos se clavaron en la tierna mirada color esmeralda de la chica, varios mechones de su castaño cabello cubrían su dulce rostro. La joven con timidez y nerviosismo, tomó la mano del hombre, quién la ayudó a ponerse de pie.
—Gracias —balbuceó con temblor—. Lo lamento, fue mi culpa, yo crucé la calzada, sin ver —se disculpó, inclinando su mirada.
—También yo venía algo distraído —mencionó él sonriendo. —¿Desea que la lleve a un hospital?
La muchacha con su mano limpió la falda del acampanado vestido verde que lucía aquel día, y luego con recelo, dirigió sus ojos a él.
—Estoy bien —respondió, entonces miró el reloj—. Es tarde, debo irme —mencionó con premura—, gracias.
Enseguida la chica giró en sus tacones y corrió hacia el interior del aeropuerto, él se quedó estático, contemplándola.
«¡Qué hermosa mujer!» pensó.
****
En el interior del aeropuerto Isabella, apareció, caminando con ligereza al encuentro con sus padres.
Nando, quién aún no se acercaba, se quedó en su sitio, impresionado al verla; a pesar de que no se hablaban, él de incógnito la seguía en las redes sociales, y veía sus fotografías, sin embargo, no fue lo mismo que verla en persona. Su corazón se agitó amenazando con salir de su pecho, al darse cuenta de que ella estaba más hermosa que la recordaba. Su hermoso cabello oscuro caía en ondas por su espalda. Estaba enfundada en un elegante pantalón de vestir blanco, y una blusa de seda roja, pero lo que derritió al joven, fue la sonrisa de la chica; entrecerró sus ojos, suspiró profundo.
Isabela abrazó a sus padres y hermanos, feliz de volver a estar con ellos, cuando Fernando, se disponía a acercarse a ella un caballero se aproximó la abrazó y la besó.
—Mi amor te extrañé tanto —dijo aquel hombre, muy bien vestido y bastante apuesto.
La sorpresa fue como un balde de agua fría para el joven García.
Fernando enfureció, dio vuelta sin ni siquiera regresar a ver a la muchacha, tiró las flores al primer bote de basura que encontró en el camino, no sin antes propinar algunos golpes al mencionado objeto.
—¡Idiota eso eres, Nando! —gruñó, sin importarle que la gente lo estuviera mirando. Salió del aeropuerto con todas sus ilusiones y esperanzas rotas.
—¡Katty! —exclamo Isabela, al ver a su mejor amiga frente a ella, se abrazaron y se pusieron a dar saltos de felicidad.—¡Estás hermosa, amiga! —exclamó Isabela observando a Katherine.—Tú estás bellísima —afirmó la joven García.Ambas, sonrieron felices de volver a estar juntas, entonces Isabela, tomó de la mano al joven que tenía a su lado, y enseguida Enzo saludó con los padres de su novia, quienes con cordialidad respondieron el gesto. —Enzo, quiero presentarte a mi mejor amiga y casi hermana —comentó Isabella—. Ella es Katty, de quien tanto te he hablado —mencionó Isa, sonriendo.La joven García parpadeó sin poder creer que hace unos minutos el novio de su mejor amiga casi la atropella.Enzo, no hizo ningún comentario al respecto, le brindó una pequeña sonrisa que provocó que el rostro de la chica, enrojeciera.—Mucho gusto Katherine —se acercó a ella—. Soy Enzo, un placer — sonrió, entonces la jovencita con timidez, extendió su mano al apuesto caballero, él besó su dorso, y ell
Isabela mantenía su mirada fija en el televisor, pero su mente divagaba en el inesperado encuentro de minutos atrás con Nando. Suspiró recordando lo apuesto que se veía, entonces varios golpes en la madera de la puerta de su habitación lograron sacarla de sus cavilaciones.—Adelante.La puerta se abrió y enseguida María Paz, apareció con una gran sonrisa en los labios, antes de aproximarse a la cama de su hermana, se acercó al balcón y miró hacia abajo.—Nando debe tener mucha experiencia al no caerse desde esta altura —comentó.El rostro de Isabela, enrojeció, de inmediato se incorporó para dirigirse a Paz.—¿Cómo sabes eso? —inquirió.María Paz soltó una sonora carcajada al mirar a su hermana.—Tranquila, no pienso decir nada —respondió— pero debes saber que le jugué una bromita a tu amado Nando. —Sonrió.Isabela ladeó su cabeza de un lado a otro, esbozó una sonrisa.—Eres terrible —comentó—. Debo aclarar una cosa contigo: Nando es solo un amigo —expresó—, recuerda que yo tengo novi
Nando observó al techo, para no mostrar ante ella la molestia que sentía al saber que tenía novio, y que era ese hombre el que probaba sus dulces labios, cerró sus puños con gran fuerza, mientras su mandíbula se tensaba. —Tienes razón —opinó él—. No debí venir, ni advertirte —expuso con molestia— imagino que a tu novio no lo rechazas. Isabela ladeó su cabeza, su mirada se cargó de gran enojo y a la vez de decepción. —Claro que no lo rechazo, él es mi novio, la persona que jamás me cambiaría por otra —refutó—. Me gustaría tanto conocer a tu pareja —sugirió elevando sus bien perfiladas cejas— debemos salir los cuatro, una cita doble. ¿Mañana podría ser? —¿Mañana? —Él colocó su dedo en la boca, como si estuviera pensando que tenía pendiente al día siguiente—. Recordé que debo trabajar con mi padre, pero el fin de semana podría ser. —Listo, el fin de semana entonces, así tendré el gusto de conocer a la dueña de tu corazón, y tú conocerás al hombre de mi vida —afirmó Isabela observándo
Al día siguiente, luego de desayunar: Isabella se despidió de sus padres y salió rumbo a casa de su amiga Katty, en el camino no dejaba de pensar en el momento que volvió a ver a Fernando, aunque ella disimulaba muy bien sus emociones, verlo le revivió todo lo que sentía por él desde que era niña. Con las manos temblorosas tocó el timbre de la casa de los García, justo cuando recibía un mensaje a su móvil de su novio, Nando apareció frente a ella. El joven abrió la puerta, no pudo evitar recorrer la figura de Isabella. Ese día la chica llevaba una corta falda acampanada negra y una blusa de seda en tono rosa, además que calzaba unos botines de tacón de aguja y plataforma, lo que le hacía ver más alta y estilizada de lo que ya era. La garganta del joven se secó, y pasó la saliva con dificultad. —¡Vaya! —exclamó con ironía aclarándose la voz. —¿A qué debemos el honor de su visita, Alteza Real: Isabela primera? —Se inclinó e hizo una reverencia ante ella. Isa rodó los ojos. —¡Deja
Katty e Isabela no traían puesto el cinturón de seguridad. La hermana del joven evitó golpearse el rostro con el asiento delantero colocando sus manos. —¡Auh! —exclamó adolorida. —¡Si serás idiota!, ¿No te han enseñado a manejar? —increpó Isabela, mientras se agarraba la rodilla, que de inmediato se le formó hematoma y se le hinchó. Nando estacionó el auto completamente pálido, asustado por los golpes de Isabela y su hermana, su corazón palpitaba acelerado. Se regañó en la mente, dándose cuenta de que se estaba comportando como un cavernícola. —Déjame ver —solicitó avergonzado. —¡No te atrevas a tocarme! —amenazó Isabela. —¡Eres un completo idiota!, ¿Quieres matarnos? —cuestionó arrastrando las palabras, frunciendo los labios. —Si Fer te pasaste. No entiendo, ¿Por qué actúas así? —reprendió su hermana. —Fue un accidente, ustedes me venían distrayendo —se disculpó llevándose las manos al cabello, para luego pasar sus dedos por la rodilla de Isa. —Aparte del golpe, ¿Estás bien I
—Es solo un golpe, un poco fuerte, con la pomada que te pusiste y estos analgésicos bajara la hinchazón —explicaba el médico al joven García.—Tú siempre tan exagerada —bufó Fernando.—¡Y tú, tan idiota! —resopló ella.—¿Puedes caminar? —cuestionó—. O deseas que te lleve cargando como hace rato —propuso él, ladeando una sonrisa.—Puedo caminar, no te preocupes —respondió ella.Y aunque cojeando, Isabella transitó por los pasillos de la universidad.—Déjame ayudarte, no soy un patán como piensas.Y sin pedirle permiso, Nando, la tomó de la cintura y luego hizo que ella se apoyara en él.—A veces actúas como un patán, y ni siquiera tengo idea de por qué eres así —confesó Isabella con decepción.Fernando inclinó su cabeza, tomó aire al escuchar la voz de desilusión de Isabela, entonces salieron a los jardines de la universidad; Enzo y Katty estaban conversando muy animados. —Creo que hoy ya no pudimos averiguar nada —expresó desanimada Isabella.—¿Cómo te sientes, amore? —inquirió Enzo,
Katty y Enzo, salían de la universidad, con toda la información y documentos, de los distintos postgrados que tenían en mente estudiar, aunque la joven estaba decidida por ahondar sus conocimientos en publicidad, sabía que a Isa le gustaría más algo de finanzas. —Enzo, muchas gracias por acompañarme, aquí está toda la información que Isabella necesita.Katty colocó en una carpeta los folletos para su mejor amiga, al instante que ella le entrego la documentación, sus manos se rozaron.El joven Ferretti enarcó una de sus cejas, reflejándose en la tímida y dulce mirada de la jovencita, sintiendo una extraña sensación.Katty, desvió su vista, al tiempo que su rostro enrojecía y trataba de disimular como su corazón palpitaba con gran fuerza, tanto que amenazaba con salir del pecho, enseguida retiró su mano del roce de él.—¡Una fiesta de máscaras! —exclamó emocionada, tratando de disimular el incidente de hace minutos.—¿Te gustan ese tipo de celebraciones? —pregunto Enzo, sonriendo al ve
Enzo quedó impresionado con todo ese relato. Su mirada se cubrió de una irrisoria nostalgia al recordar a su familia, sin embargo, no hizo ningún comentario, entonces ingresaron al enorme comedor equipado con gran cantidad de mesas rectangulares y sillas para atender a los comensales. —Siéntate Enzo —sugirió Katty— voy a la cocina, quiero ver si no necesitan mi ayuda. Él tomó asiento en una de las sillas plásticas, mientras Katty caminaba al sitio en donde preparaban los alimentos, Enzo, observó la fila de ancianos, que se formaba para recibir su comida. Cada uno tomaba su plato y las señoras encargadas de servir, les colocaban los alimentos de acuerdo a lo que cada uno podía comer. En el centro comunitario se les hacía revisiones periódicas en los dos dispensarios médicos: el uno a cargo de la doctora Ana Cristina amiga de Ariadna, quien atendía en medicina general, pero se especializaba en ginecología y obstetricia. El otro era atendido por: Leo González, gran amigo del padre de