Isabela mantenía su mirada fija en el televisor, pero su mente divagaba en el inesperado encuentro de minutos atrás con Nando. Suspiró recordando lo apuesto que se veía, entonces varios golpes en la madera de la puerta de su habitación lograron sacarla de sus cavilaciones.
—Adelante.
La puerta se abrió y enseguida María Paz, apareció con una gran sonrisa en los labios, antes de aproximarse a la cama de su hermana, se acercó al balcón y miró hacia abajo.
—Nando debe tener mucha experiencia al no caerse desde esta altura —comentó.
El rostro de Isabela, enrojeció, de inmediato se incorporó para dirigirse a Paz.
—¿Cómo sabes eso? —inquirió.
María Paz soltó una sonora carcajada al mirar a su hermana.
—Tranquila, no pienso decir nada —respondió— pero debes saber que le jugué una bromita a tu amado Nando. —Sonrió.
Isabela ladeó su cabeza de un lado a otro, esbozó una sonrisa.
—Eres terrible —comentó—. Debo aclarar una cosa contigo: Nando es solo un amigo —expresó—, recuerda que yo tengo novio.
María Paz se acercó a su hermana, se sentó en la cama.
—¿En serio ese tipo tan aburrido es tu novio? —cuestionó dubitativa—. Pensé que te gustaban los hombres divertidos.
—¿Qué sabes tú de hombres? —inquirió—, apenas vas a cumplir quince años.
—¿Y eso qué? —respondió María Paz— soy una adolescente, pero de tonta no tengo un pelo —aseguró—, además es muy extraño que Nando, te visite a escondidas...—Elevó una de sus cejas, sonriendo divertida.
—María Paz, ya fue suficiente —regañó Isabela—. Nando y yo solamente somos amigos, te lo repito.
La adolescente dejó caer su espalda sobre el colchón.
—El día que yo me enamore... debe ser de un hombre muy divertido, que le gusten las aventuras, que al lado de él nunca me aburra, que siempre me haga reír —suspiró—. No imagino mis días junto a un amargado. —Negó con la cabeza—, mi Duque debe tener los ojos azules, alto, de amplia sonrisa —expresó rememorando sus sueños.
—Y, valiente —carcajeó Isabela—, porque pobrecito el que se atreva a enamorarse de ti —bromeó divertida.
Paz soltó una risotada al escuchar a Isa.
—No soy tan terrible, son exageraciones de mis papás —mencionó—. Soy adorable —carcajeó—; pero no estamos hablando de mis travesuras, sino las tuyas con el vecino...
Isabela se quedó pensativa, escuchando con atención todo lo que decía su alocada hermana menor.
—Nando tiene su vida y, yo decidí hacer la mía, es lo justo —comentó con nostalgia—. Él tiene su novia...
María Paz se incorporó y miró a Isa, con seriedad.
—Entonces... ¿Eres novia de Enzo, solo por darle celos a Nando? —increpó.
—¡No! —exclamó Isa—. Sabes que no soy así, son cosas que no entenderías, aún no tienes edad para eso.
María Paz encogió sus hombros, dio un brinco y se incorporó.
—Solo venía a decirte que puse en aprietos a Nando. —Carcajeó—. El muy idiota me va a conseguir unas identificaciones falsas.
Isabela abrió sus ojos de par en par.
—¿Estás pensando en...
—¡No! —exclamó María Paz—. Tan solo deseo saber hasta donde es capaz de llegar tu amado Nando, con tal de que mi papá, no te regañe a ti...—Sonrió, girando para retirarse—, debe estar muy enamorado para salvar a la damisela de apuros —comentó antes de salir. —¡Oh Romeo! —exclamó llevándose la mano al pecho.
Isabela presionó los labios para no soltar una risotada ante las ocurrencias de su hermana, luego de que la adolescente salió, volvió a recostarse, su mirada se enfocó en el techo, tratando de pensar con claridad, pero todo lo referente a Nando, le causaba una profunda confusión, y los sentimientos que creyó muertos, volvieron a revivir con tan solo tenerlo frente a ella.
***
Nando, trataba de enfocar sus pensamientos en sus asuntos laborales, pero le era imposible. Recordó el encuentro con Isa, y su cuerpo reaccionó al evocar la imagen del cuerpo desnudo de la joven. Inhaló profundo, mientras se acercaba a la ventana de su habitación y tomaba aire, entonces rememoró la amenaza de María Paz, supo que tenía algo importante qué hacer. Sin perdida de tiempo salió de su casa y de nuevo como si fuera un ladrón volvió a ingresar a la habitación de Isa. Sonrió agradecido al darse cuenta de que la chica dejó entreabierta la puerta del balcón.
En medio de la oscuridad de la alcoba el joven caminó con lentitud hasta donde Isa, reposaba. La chica dormía plácidamente, fue inevitable para Fernando, contenerse, entonces se inclinó ante ella y deslizó sus dedos hacia la espesa y oscura cabellera de la joven, luego delineó con ternura el rostro angelical de la muchacha. Isabella se removió en la cama al sentir un cosquilleó en su rostro, entonces pensó que estaba soñando al escuchar aquel susurro.
—Isa...
La joven parpadeó, se sobresaltó al mirar una sombra a su lado, se levantó de golpe a punto de gritar pidiendo ayuda.
—¡Aux...
Nando, cubrió con sus manos la boca de Isabela.
—No te asustes, soy yo: Fernando.
Isabela se soltó con fuerza del agarre de él, encendió la lámpara de su mesa de noche.
—Casi me matas de un susto —confesó la joven. —¿Qué haces aquí?
—Lo lamento, no fue mi intención asustarte. —Se disculpó—. Es importante.
Isabela observó a Nando a los ojos, frunció el ceño, entonces lo invitó a sentarse en su cama.
—Imagino que es algo grave, para que de nuevo irrumpieras en mi habitación, de la forma en que lo haces —reclamó.
—María Paz, nos descubrió —comentó resoplando.
Isabela encogió sus hombros, hizo un mohín de quemeimportismo.
—Querrás decir: Te atrapó —habló— porque yo no te pedí que ingresaras de esta manera. ¿No piensas asumir las consecuencias de tus actos?
—Por supuesto —respondió él con firmeza— pero vine a advertirte: tu hermana me pidió que le consiguiera unas identificaciones falsas con tal de no hablar.
Isabela se llevó la mano a la boca fingiendo no saber nada.
—Debes hacerlo —sugirió—, ella se lo dirá a mis papás —expresó, mientras mordía sus labios evitando reír.
Nando enfocó su profunda mirada en Isa, la conocía demasiado bien, entonces supo que tanto ella como la pequeña María Paz, estaban jugando con él.
—Pues no, no lo haré. Qué más da que tu papá se entere de que recibes en las noches mis visitas —expresó acercándose lentamente hacia ella.
Isabela se estremeció al sentir su cercanía, su corazón empezó a bombear con fuerza.
—¿Serías capaz? —balbuceó.
—Rétame.
—¡Estás loco!
—Es posible —respondió—, ahora hazte a un lado, tengo mucho sueño —expuso acomodándose en la cama de Isabella.
La joven enseguida se puso de pie, su gesto apacible cambió a uno de enojo.
—Yo no pienso dormir contigo —afirmó—. No es correcto, haz el favor de irte de mi habitación. —Señaló con su mano hacia el balcón.
—Cuando éramos adolescentes lo hacíamos —refutó Nando.
—Eso... quedó en el pasado, ahora yo tengo novio, y...—la mirada Isabela, entristeció—. Tú también.
Nando observó al techo, para no mostrar ante ella la molestia que sentía al saber que tenía novio, y que era ese hombre el que probaba sus dulces labios, cerró sus puños con gran fuerza, mientras su mandíbula se tensaba. —Tienes razón —opinó él—. No debí venir, ni advertirte —expuso con molestia— imagino que a tu novio no lo rechazas. Isabela ladeó su cabeza, su mirada se cargó de gran enojo y a la vez de decepción. —Claro que no lo rechazo, él es mi novio, la persona que jamás me cambiaría por otra —refutó—. Me gustaría tanto conocer a tu pareja —sugirió elevando sus bien perfiladas cejas— debemos salir los cuatro, una cita doble. ¿Mañana podría ser? —¿Mañana? —Él colocó su dedo en la boca, como si estuviera pensando que tenía pendiente al día siguiente—. Recordé que debo trabajar con mi padre, pero el fin de semana podría ser. —Listo, el fin de semana entonces, así tendré el gusto de conocer a la dueña de tu corazón, y tú conocerás al hombre de mi vida —afirmó Isabela observándo
Al día siguiente, luego de desayunar: Isabella se despidió de sus padres y salió rumbo a casa de su amiga Katty, en el camino no dejaba de pensar en el momento que volvió a ver a Fernando, aunque ella disimulaba muy bien sus emociones, verlo le revivió todo lo que sentía por él desde que era niña. Con las manos temblorosas tocó el timbre de la casa de los García, justo cuando recibía un mensaje a su móvil de su novio, Nando apareció frente a ella. El joven abrió la puerta, no pudo evitar recorrer la figura de Isabella. Ese día la chica llevaba una corta falda acampanada negra y una blusa de seda en tono rosa, además que calzaba unos botines de tacón de aguja y plataforma, lo que le hacía ver más alta y estilizada de lo que ya era. La garganta del joven se secó, y pasó la saliva con dificultad. —¡Vaya! —exclamó con ironía aclarándose la voz. —¿A qué debemos el honor de su visita, Alteza Real: Isabela primera? —Se inclinó e hizo una reverencia ante ella. Isa rodó los ojos. —¡Deja
Katty e Isabela no traían puesto el cinturón de seguridad. La hermana del joven evitó golpearse el rostro con el asiento delantero colocando sus manos. —¡Auh! —exclamó adolorida. —¡Si serás idiota!, ¿No te han enseñado a manejar? —increpó Isabela, mientras se agarraba la rodilla, que de inmediato se le formó hematoma y se le hinchó. Nando estacionó el auto completamente pálido, asustado por los golpes de Isabela y su hermana, su corazón palpitaba acelerado. Se regañó en la mente, dándose cuenta de que se estaba comportando como un cavernícola. —Déjame ver —solicitó avergonzado. —¡No te atrevas a tocarme! —amenazó Isabela. —¡Eres un completo idiota!, ¿Quieres matarnos? —cuestionó arrastrando las palabras, frunciendo los labios. —Si Fer te pasaste. No entiendo, ¿Por qué actúas así? —reprendió su hermana. —Fue un accidente, ustedes me venían distrayendo —se disculpó llevándose las manos al cabello, para luego pasar sus dedos por la rodilla de Isa. —Aparte del golpe, ¿Estás bien I
—Es solo un golpe, un poco fuerte, con la pomada que te pusiste y estos analgésicos bajara la hinchazón —explicaba el médico al joven García.—Tú siempre tan exagerada —bufó Fernando.—¡Y tú, tan idiota! —resopló ella.—¿Puedes caminar? —cuestionó—. O deseas que te lleve cargando como hace rato —propuso él, ladeando una sonrisa.—Puedo caminar, no te preocupes —respondió ella.Y aunque cojeando, Isabella transitó por los pasillos de la universidad.—Déjame ayudarte, no soy un patán como piensas.Y sin pedirle permiso, Nando, la tomó de la cintura y luego hizo que ella se apoyara en él.—A veces actúas como un patán, y ni siquiera tengo idea de por qué eres así —confesó Isabella con decepción.Fernando inclinó su cabeza, tomó aire al escuchar la voz de desilusión de Isabela, entonces salieron a los jardines de la universidad; Enzo y Katty estaban conversando muy animados. —Creo que hoy ya no pudimos averiguar nada —expresó desanimada Isabella.—¿Cómo te sientes, amore? —inquirió Enzo,
Katty y Enzo, salían de la universidad, con toda la información y documentos, de los distintos postgrados que tenían en mente estudiar, aunque la joven estaba decidida por ahondar sus conocimientos en publicidad, sabía que a Isa le gustaría más algo de finanzas. —Enzo, muchas gracias por acompañarme, aquí está toda la información que Isabella necesita.Katty colocó en una carpeta los folletos para su mejor amiga, al instante que ella le entrego la documentación, sus manos se rozaron.El joven Ferretti enarcó una de sus cejas, reflejándose en la tímida y dulce mirada de la jovencita, sintiendo una extraña sensación.Katty, desvió su vista, al tiempo que su rostro enrojecía y trataba de disimular como su corazón palpitaba con gran fuerza, tanto que amenazaba con salir del pecho, enseguida retiró su mano del roce de él.—¡Una fiesta de máscaras! —exclamó emocionada, tratando de disimular el incidente de hace minutos.—¿Te gustan ese tipo de celebraciones? —pregunto Enzo, sonriendo al ve
Enzo quedó impresionado con todo ese relato. Su mirada se cubrió de una irrisoria nostalgia al recordar a su familia, sin embargo, no hizo ningún comentario, entonces ingresaron al enorme comedor equipado con gran cantidad de mesas rectangulares y sillas para atender a los comensales. —Siéntate Enzo —sugirió Katty— voy a la cocina, quiero ver si no necesitan mi ayuda. Él tomó asiento en una de las sillas plásticas, mientras Katty caminaba al sitio en donde preparaban los alimentos, Enzo, observó la fila de ancianos, que se formaba para recibir su comida. Cada uno tomaba su plato y las señoras encargadas de servir, les colocaban los alimentos de acuerdo a lo que cada uno podía comer. En el centro comunitario se les hacía revisiones periódicas en los dos dispensarios médicos: el uno a cargo de la doctora Ana Cristina amiga de Ariadna, quien atendía en medicina general, pero se especializaba en ginecología y obstetricia. El otro era atendido por: Leo González, gran amigo del padre de
Días después.Isabela arrugó su ceño al no tener respuesta a las varias llamadas que le hizo a Katty, bufó al recordar lo distraída que era su mejor amiga, entonces miró el reloj para corroborar que a esas horas Nando se hallaba fuera de casa y de esa forma visitar a los García con calma.Tomó su cárdigan fucsia, se lo colocó encima cubriendo la blusa de tiras blancas que llevaba ese día, junto a sus ripped jeans y sus infaltables botines de plataforma y tacón de aguja. Cargó su bolso en el codo y salió de su residencia. Isabela caminaba con parsimonia por el jardín que conducía de su casa a la puerta trasera de la vivienda de Katty, mientras revisaba su móvil, extrañada de no tener ningún mensaje, ni llamada de su novio.Los dedos de la chica tocaron la madera de la puerta de la cocina, esta se abrió apenas dio el primer golpe.—Buenas tardes —saludó ingresando a la habitación, entonces miró encima de la mesa de desayunar varias rodajas de jamón serrano, queso, tomate, lechuga y unas
Minutos después apareció de nuevo en la sala frente a Nando, el chico enseguida notó la palidez en el rostro de Isa y sus ojos acuosos.—¿Estás bien? —cuestionó con preocupación.—Sí —respondió ella— debo volver a casa, no tarda en llegar Katty.Nando centró su mirada en Isa, no se quedó muy convencido de la explicación de ella.—Sabes bien que reconozco cuando mientes —expresó—, el tono de tu mirada cambia, y te tiembla el labio inferior.Isa se enrojeció al escucharlo, inclinó sus parpados.—Es el cambio de comida, es todo —comentó, volviendo a sentarse.El diario de una pasión empezó a reproducirse, los jóvenes miraron atentos como se iba desarrollando el romance imposible entre Noa y Ally.—¿Harías todas esas locuras por una chica? —cuestionó Isabella.—Conoces bien esa respuesta —expresó Nando, pausando la película, giró su rostro, tomando por la barbilla el de Isa—; por ti soy capaz de eso y más —mencionó y sin pensarlo un segundo más, sus labios se apoderaron de los de ella.Is