Capítulo 4

Nando observó al techo, para no mostrar ante ella la molestia que sentía al saber que tenía novio, y que era ese hombre el que probaba sus dulces labios, cerró sus puños con gran fuerza, mientras su mandíbula se tensaba.

—Tienes razón —opinó él—. No debí venir, ni advertirte —expuso con molestia— imagino que a tu novio no lo rechazas.

Isabela ladeó su cabeza, su mirada se cargó de gran enojo y a la vez de decepción.

—Claro que no lo rechazo, él es mi novio, la persona que jamás me cambiaría por otra —refutó—. Me gustaría tanto conocer a tu pareja —sugirió elevando sus bien perfiladas cejas— debemos salir los cuatro, una cita doble. ¿Mañana podría ser?

—¿Mañana? —Él colocó su dedo en la boca, como si estuviera pensando que tenía pendiente al día siguiente—. Recordé que debo trabajar con mi padre, pero el fin de semana podría ser.

—Listo, el fin de semana entonces, así tendré el gusto de conocer a la dueña de tu corazón, y tú conocerás al hombre de mi vida —afirmó Isabela observándolo con una gran sonrisa.

Nando, clavó su mirada en ella: «El hombre de tu vida soy yo Isabela, eso te lo aseguro», la divisó desafiante, como si con los ojos le quisiera decir muchas cosas.

Isabella se estremeció al percibir aquella mirada, tomó una gran bocanada de aire.

—¿Qué esperas para irte? —cuestionó Isa—. No deseo que tu novia te pegue por estar en mi habitación. —Carcajeó.

—Cariño, no existe mujer sobre la faz de la tierra, que me pueda prohibir nada —aseguró él. —¿O a ti tu novio te prohíbe algunas cosas?

Isabela soltó de nuevo una risotada.

—Mi querido Fer, no existe hombre sobre la faz de la tierra, que le prohíba nada a Isabel Vidal —aseguró ella con firmeza.

Cuando Isa hablaba de esa manera, él sentía que la sangre la hervía por las venas, trataba de controlar las ganas locas que tenía de besarla, abrazarla, y volver a hacerla suya. Entonces se puso de pie para salir de la alcoba, se acercó a Isa, y besó el rostro de la joven en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios.

Isabela sintió que el piso tembló bajo sus pies, todo su cuerpo se estremeció al sentir esa calidez.

—Buenas noches —susurró bajito. —¿Qué esperas para salir?

—Hasta mañana, Isa, que descanses —dijo él.

Fernando caminó hasta la ventana, ella se puso a acomodar las sabanas, para  volver a acostarse, estaba de espaldas a él, cuando el joven la sorprendió tomándola de la cintura.

Isabela se sobresaltó por el contacto de las manos de él en su cuerpo. Él le hablo al oído, con esa voz seductora que le erizaba la piel.

—¡Me da gusto que hayas regresado! —besó en el cuello a Isabela.

Ella sintió como si una corriente eléctrica le atravesara las terminaciones nerviosas, exhaló un suspiro, él no quería soltarla, ni ella tampoco deseaba zafarse de las manos de él.

Isabela dio vuelta y rodeo con sus brazos el cuello de él. Se acercó al oído de Fernando.

—¡A mí también me da gusto volver a verte! — susurró Isa, entonces dirigió sus labios al cuello del joven.

Él sintió que la sangre le corría con fuerza por sus venas y su corazón estaba a punto de salirse del pecho, inhaló profundo. Ambos se miraron a los ojos, la atracción que sentían uno por el otro, era inevitable, estaban a punto de besarse cuando golpes en la puerta de la habitación de Isabela, los hizo separar, y salir de aquella burbuja en la que estaban inmersos.

****

Al día siguiente:

Rodrigo preocupado por las intenciones de Enzo de casarse con su hija, acudió desde muy temprano a la agencia de investigación de su amigo Fernando, el padre de Nando. Consultó con su esposa si era buena idea conocer más acerca de la familia Ferretti, a lo que ambos llegaron a un acuerdo afirmativo. Sabían que el riesgo de tener mucho dinero era ese: que los novios de sus hijas se acercaran a ellas con dobles intenciones.

—Rodrigo, que gusto tenerte por aquí —saludó el agente García a su amigo, poniéndose de pie para abrazarlo. —¿A qué debo tu visita? —inquirió, y con un gesto de la mano pidió que tomara asiento.

—Fernando, vas a pensar que soy un padre celoso y paranoico, pero, no, sabes que no soy así, sin embargo, Isabela regresó de Europa con intenciones de casarse, y yo quiero conocer todo sobre la vida de ese muchacho —señaló Rodrigo.

—¿Estás seguro? —cuestionó Fernando—. Opino que Isabela se va a enojar contigo, si se entera de que mandaste a investigar a su novio —advirtió el agente.

—Estamos conscientes de eso Fernando, pero es necesario, no deseo que Isabela como María Paz, caigan en manos de vividores, de tipos que solo se acerquen a ellas por el dinero —enfatizó— por eso necesitamos saber sobre la vida de ese joven y su familia.

—Lo comprendo —indicó Fernando.

Entonces Rodrigo, procedió a darle los datos de Enzo Ferretti a su amigo, mientras ambos conversaban, Nando irrumpió en la oficina de su padre, el joven palideció pensando que el señor Vidal, estaba ahí por el descubrimiento de María Paz.

—Rodrigo, buenos días —saludó Nando.

—Hola Nando —respondió. —¿Aún no visitas a Isabela? —miró atento al joven—. Pensamos que estarías en el aeropuerto.

Nando respiró aliviado, supo entonces que la adolescente no dijo nada.

—No he tenido tiempo Rodrigo, uno de estos días paso a saludar a Isa — afirmó.

El señor Vidal se despidió de ambos, salió de la oficina.

—Papá ¿qué casos tenemos para hoy? — interrogó Nando.

—Uno muy importante y delicado — indicó Fernando—. Toma asiento.

—Imagino que estás enterado que Isabela tiene novio — señaló, mirando con atención a su hijo.

—Si papá, lo sé —masculló con molestia. —¿Qué tiene que ver conmigo? —cuestionó—. Isabela y yo solo somos amigos, ella es libre de estar con quien desee.

Fernando esbozó una sonrisa al escuchar a su hijo.

—Qué bueno que pienses así, porque el caso que te tengo, es precisamente sobre el novio de Isabela.

—No comprendo. —Arrugó el ceño.

—Debes investigar la vida de Enzo Ferretti, y su familia —ordenó Fernando.

—¿Y por qué tengo que hacerlo yo? — interrogó el joven resoplando. —¿Acaso no lo puedes delegar ese caso a uno de tus agentes? — cuestionó en tono molesto a su padre.

—Rodrigo pidió discreción y por ese motivo considero que la persona indicada para este caso eres tú — afirmó Fernando.

—Veo que no tengo otra alternativa que investigar al idiota ese —gruñó Nando con molestia.

Su padre lo observó con intriga, elevando ambas cejas.

—Es mi imaginación o, ¿Estás celoso? — interrogó.

—¿Celoso yo?  —cuestionó bufando el joven, y se empezó a reír.

—No papá, estás equivocado, solo que tú me das casos fáciles, eso es todo —contestó con desgano.

—Como eres tan amigo de Isabela, yo pensé que te gustaría investigar la vida de su novio —advirtió Fernando.

Nando rodó los ojos.

—Tendrás ese informe a la brevedad posible, papá — afirmó, y se retiró de la oficina de su padre, disimulando su molestia.

Angellyna Merida

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