— ¡Suéltala! — ordenó de nuevo el desconocido y el policía se rio.
— Serán dos muertos esta noche — dijo y corrió hacia el desconocido para golpearlo, pero él era más rápido y fuerte y en un par de movimientos logró derribar al policía.
— ¡Ahí están! — gritaron más hombres llegando a la escena, el desconocido corrió, tomó a Helene de la muñeca y la levantó.
— Tenemos que irnos, ¡Ahora! — Tenía la mano grande y muy cálida, y Helene se dejó guiar por las intrincadas calles hasta que perdieron a quienes los perseguían cerca del mar, en el centro de la ciudad.
Se detuvieron en una tienda, estaban empapados y Helene miró al hombre, era de unos treinta, con el cabello rubio y los ojos claros, de hecho, era muy atractivo.
— ¡¿Qué diablos hacía en la parte más peligrosa de la ciudad?! — la regañó él y se sentó en una banca del parque, Helene se sentó a su lado.
— Es que soy nueva en la ciudad.
— Con más razón debería de ser cuidadosa — al ver que la muchacha se tensó el hombre bajó el tono de voz — ¿está bien? — Helene asintió, la adrenalina no se le había espantado del todo, pero ya se sentía mejor — que bueno que pasé por ahí y escuché sus gritos.
— Que intenso fue todo — murmuró Helene metiendo la cara en sus manos y apoyando los codos en las rodillas — nunca me había sentido así de asustada, ni siquiera cuando vi fantasmas en el hotel de mi cuñada, aún estoy llena de adrenalina.
— Los fantasmas no existen — dijo el hombre y Helene no quiso discutir con él — ¿Y no me dará las gracias? — ella lo miró, sus ojos claros estaban puestos en ella de una forma… había visto esa expresión en otros hombres, cuando la deseaban.
— No sé cómo agradecérselo — el rubio se relamió los labios cuando miró los humedecidos labios de Helene y se inclinó hacia ella.
— Yo sí sé cómo — cuando Helene notó que el hombre se acercaba sacó la mano y le dio una bofetada tan grande que lo derribó de la banca.
— ¡¿Qué hace?! — le preguntó ella alterada, aún tenía los nervios de punta y él la miró, sus ojos destellaron con rabia, metió la mano en su saco y sacó una tarjeta.
— La iba a invitar a un café mañana — Helene sintió que la cara se le enrojeció de la vergüenza.
— Lo siento, pensé que me quería besar… yo…
— No importa — el hombre se puso de pie, su cara estaba roja — ¿quien quisiera salir con una cabeza hueca como usted?
La hubiera dejado allá en esa esquina y dicho esto se fue y dejó a Helene sola y sintiéndose como una perfecta estúpida.
Le costó muchísimo dormir esa noche, no solo porque casi muere, si no también por el inicio del curso al siguiente día, logró inscribirse a tiempo.
Lo único que logró tranquilizarla fue imaginarse entre las nubes, flotando mientras era llevada por el viento sobre las alas de un avión.
Al siguiente día se vistió lo más decente que pudo y llegó cinco minutos tarde a la charla de iniciación, y justo como lo imaginó, era la única mujer que estaba ahí.
Un millar de ojos de hombres curiosos se posaron en ella cuando se sentó cerca de la tarima donde un hombre viejito y con traje de piloto les daba unas indicaciones.
— Como decía — continuó — haremos una prueba de aptitud y de ahí elegiremos solo a cincuenta candidatos que serán los entrenados para unirse a la compañía, de esos cincuenta solo veinticinco serán graduados, deberán trabajar duro y con dedicación si quieren conseguirlo… Ahora, el CEO de la compañía Aeromaya, el piloto con más experiencia en vuelo y el principal instructor que tendrán les dirá unas palabras, el piloto Itsac Guerrero — Helene observó con horror como un hombre rubio y con uniforme de piloto se paró frente a la tarima. Estaba seco y limpio, pero sin duda era el que la había salvado la noche anterior.
— Bienvenidos todos — dijo y luego la miró directo a los ojos — no se los pondré fácil, esto será un infierno para ustedes — Helene notó que esa amenaza era directa para ella y pasó saliva.
Helene apretó los puños y bajó la mirada, todavía podía sentir la mejilla del hombre en su palma cuando le dio la cachetada, pero ya se había disculpado, ¿No? La noche anterior estaba llena de adrenalina, asustada, y él se había inclinado hacia ella y Helene pensó que se cobraría el salvarle la vida con un beso. De cualquier forma, lo había abofeteado, a su futuro jefe, a su futuro instructor del cual dependería la vida que creyó era la que le tenía el destino… como siempre, Helene arruinándolo todo. Itsac continuó hablando para todos los presentes, pero la amenaza directa que le dedicó la dejó incómoda. De vez en cuando, el piloto le dedicaba una mirada. — En media hora haremos un examen teórico y de habilidades para elegir solamente a los cincuenta mejor calificados para el trabajo. Recuerden que este curso es gratis, pero no por eso será fácil, de hecho, será todo lo contrario — miró a Helene una última vez antes de dirigirse a los demás — les enseñaremos: Física, matemáticas
Helene gritó, trató de quitarse la silla, pero estaba pegada a su pantalón. muy muy pegada.— Maldita pelirroja — maldijo, era una trampa y había caído como una estúpida. Una mesera de la cafetería llegó a ayudarla, pero el pegamento que habían usado era fuerte, debía agradece que no se le hubiera pegado a la piel o la hubiese quemado. — Tengo la solución — dijo y se quitó la correa. No había más alternativa que quitarse los pantalones y eso hizo, quedando en ropa interior. Varias de las persona que había ahí la miraron, pero Helene estaba acostumbrada a eso. Metió la mano en su mochila y sacó una falda corta que tenía. Si algo le habían dejado sus años de modelo, era el tener siempre algo de ropa extra, siempre. Su puso la falda y la ajustó. — Si es capaz de arrancar eso de ahí, quédatelos — le dijo a la mesera y emprendió carrera al auditorio. Corrió con todas sus fuerzas los cien metros que la separaban del lugar y cuando logró ver las puertas era la última que faltaba por
— Felicidades — le dijo Itsac después de un rato — espero que no sea suerte de principiante — pero Helene únicamente sonrió y recibió el papel. Para desgracia de Helene, la Brenda también entró en el top cincuenta para competir por los puestos de polito. Pero Helene no dejó amainar su alegría, había ocupado el primer puesto. Esa noche en el hotel se sentó en el borde de la cama y tomó su celular, si se quedaría ahí por meses, sus propios ahorros por sí solos definitivamente no eran suficientes, necesitaba ayuda. — Carlo, cuñadito — dijo en cuanto el hombre contestó al otro lado. — Mocosa tonta, ¿Dónde estás? ¡No puedes desaparecer de esa forma sin decir nada! — Helene aguantó la regañisa de su cuñado — te pasaré a Portia. — ¡No! — la cortó ella — mi hermana de seguro sacará la mano por el teléfono y me golpeará. — Pues te lo mereces. — Carlo… Necesito este tiempo para mí, para estar sola, para pensar qué es lo que realmente quiero de mi vida y… creo que encontré lo que q
Toro seguía insistiendo en los mimo, en que le pidiera a Helene ser su esposa falsa.— Le salvé la vida y me abofeteó — Toro soltó una carcajada, lo hacía cada vez que se lo contaba. — Lo siento — dijo cuando se calmó — ya mandé a investigar a Fernando Bertinelli, es un mafioso peligroso de acá de la ciudad, pero no parece que la esté buscando por lo que vio, creo que está a salvo… y creo también que te ayudará en este favor cuando sepas que no solo le salvaste la vida anoche si no que también la estás protegiendo ahora. — Ella fue testigo de un crimen, es tan inocente que pensó que no pasaría nada, no creo que los secuaces de Bertinelli dejen pasar esto por alto, y si lograron reconocerla por que antes era famosa… es mejor tenerla vigilada. Pero hago esto por ayudarla y lo haría por cualquiera, no creo que acepte ser mi esposa falsa solo por eso. — Tal vez sí. — Es mejor otra. — Ya no tenemos tiempo, Itsac, es ahora o nunca — el rubio miró hacia la pista donde otro avión aterriz
— He visto malas primeras simulaciones — les dijo Itsac por el radio — pero nadie jamás se había estrellado. Señorita Helene, parece que el conocimiento teórico que le sobra le falta en práctica. Helene miró mal a su compañero que trataba de contener la hemorragia de sangre. — La próxima vez que me toque, le rompo el brazo.El hombre se quitó el cinturón de seguridad y salió disparado de la cabina. A Helene le tomó un rato soltar el cinturón, de seguro se atrancó con el brusco movimiento. Cuando salió, todos estaban alrededor de Carlos y le ayudaban, preocupados. Itsac tenías las mejillas tan rojas que Helene se asustó. — ¡¿Cómo pudiste golpearlo solo por que no querías seguir sus consejos?¡ — No, ¡Las cosas no sucedieron así! Itsac golpeó la mesa donde tenía su computadora. — Chingada madre — dijo, parecía que cuando se enojaba salía su mexicano interior — empaque sus cosas, Helene, abandona el curso de inmediato. Helene no había logrado explicar ni una sola palabra. Itsac
— ¿Qué necesita? Helene lo miró y casi se cae del susto, el hombre tenía una enorme cicatriz que le atravesaba toda la cara.— le dijo y Helene pasó saliva.— Quiero hablar con el piloto.— Pues eso no se va a poder, acaba de salir de cirugía. — Pues fui yo quien le salvó la vida, así que necesito hablar con él — Helene levantó el pecho y quiso entrar directamente.El hombre la tomó del hombro con fuerza.— Nadie puede entrar hoy. — la metió al elevador y presionó el botón — vuelva mañana.Pero Helene no podía esperar hasta mañana, debía aclarar con él la situación de inmediato.Cuando salió del hospital se plantó en la acera a contemplar el edificio, pensando en cómo sus sueños estaban a punto de truncarse, entonces solo le quedaba una opción.Una hora más tarde, en la sala, Istac oyó de repente un ruido extraño y levantó la vista.— ¡¿Pero qué…?! — gritó él cuando vio entrar a Helene por la ventana, pero ella corrió y cuando llegó con él le cubrió la boca con la mano.— Tranquilo,
— ¡Ojalá no hubiera estado en el aeropuerto esta mañana! —Itsac la miró silencioso, tan silencioso como la muerte.Helene sabía que era una declaración muy fuerte, y el gesto del hombre se ensombreció.— Entonces lárguese.Cuando Helene se volvió hacia la puerta para irse el hombre de la cicatriz estaba ahí de pie.— ¿Cómo llegó aquí? — preguntó.— Subió por las escaleras de emergencia — contestó Itsac por ella, pero Helene no tenía ganas de hablar, así que rodeó al hombre y se alejó por el pasillo.Toro miró a Itsac cuando la joven desapareció.— ¿La hiciste llorar? Te salvó la vida — Itsac se sentó y comenzó a amarrarse los zapatos con dificultad.— ¿No la escuchaste? Se arrepiente de salvarme — pero Toro no parecía muy convencido.— ¿Qué quería? — el joven respiró, parecía aún un poco sedado, pero Toro sabía que no lo escucharía si le recomendaba descansar, era tan terco.— Fue por lo que pasó esta mañana con el otro aprendiz — pero Toro se lo quedó mirando. — ¿Por qué me miras
— Necesito que se convierta en mi esposa. Helene se quedó mirando al piloto como si tuviera una araña en la cara, luego se rio presa de un extraño nerviosismo y sacudió la cabeza. — ¿Qué clase de broma es esta? — pero Itsac no se rio, su gesto permaneció imperturbablemente serio y eso la asustó — ¿De qué diablos está hablando? — De lo que acabo de decirle, ¿está sorda? Necesito una esposa… si usted quiere que siga en el programa solo tiene que convertirse en mi mujer. Helene se recostó en un poste y negó con la cabeza. «Me estoy volviendo loca» se dijo, pero Itsac permanecía serio. — Eso suena a chantaje. — Eso es un favor por un favor — le dijo él. — Pues le salvé la vida hoy, eso debería bastar. Itsac le apartó la mirada, como si estuviera avergonzado. — Eso es diferente, es más grande. No podré pagar esa deuda. Helene sonrió. — Eso es bonito. — No, no me gusta deberle nada a nadie… Además, yo le salvé la vida primero, ¿Lo recuerda? A cambio recibí una bofetada