— ¿Qué necesita? Helene lo miró y casi se cae del susto, el hombre tenía una enorme cicatriz que le atravesaba toda la cara.— le dijo y Helene pasó saliva.— Quiero hablar con el piloto.— Pues eso no se va a poder, acaba de salir de cirugía. — Pues fui yo quien le salvó la vida, así que necesito hablar con él — Helene levantó el pecho y quiso entrar directamente.El hombre la tomó del hombro con fuerza.— Nadie puede entrar hoy. — la metió al elevador y presionó el botón — vuelva mañana.Pero Helene no podía esperar hasta mañana, debía aclarar con él la situación de inmediato.Cuando salió del hospital se plantó en la acera a contemplar el edificio, pensando en cómo sus sueños estaban a punto de truncarse, entonces solo le quedaba una opción.Una hora más tarde, en la sala, Istac oyó de repente un ruido extraño y levantó la vista.— ¡¿Pero qué…?! — gritó él cuando vio entrar a Helene por la ventana, pero ella corrió y cuando llegó con él le cubrió la boca con la mano.— Tranquilo,
— ¡Ojalá no hubiera estado en el aeropuerto esta mañana! —Itsac la miró silencioso, tan silencioso como la muerte.Helene sabía que era una declaración muy fuerte, y el gesto del hombre se ensombreció.— Entonces lárguese.Cuando Helene se volvió hacia la puerta para irse el hombre de la cicatriz estaba ahí de pie.— ¿Cómo llegó aquí? — preguntó.— Subió por las escaleras de emergencia — contestó Itsac por ella, pero Helene no tenía ganas de hablar, así que rodeó al hombre y se alejó por el pasillo.Toro miró a Itsac cuando la joven desapareció.— ¿La hiciste llorar? Te salvó la vida — Itsac se sentó y comenzó a amarrarse los zapatos con dificultad.— ¿No la escuchaste? Se arrepiente de salvarme — pero Toro no parecía muy convencido.— ¿Qué quería? — el joven respiró, parecía aún un poco sedado, pero Toro sabía que no lo escucharía si le recomendaba descansar, era tan terco.— Fue por lo que pasó esta mañana con el otro aprendiz — pero Toro se lo quedó mirando. — ¿Por qué me miras
— Necesito que se convierta en mi esposa. Helene se quedó mirando al piloto como si tuviera una araña en la cara, luego se rio presa de un extraño nerviosismo y sacudió la cabeza. — ¿Qué clase de broma es esta? — pero Itsac no se rio, su gesto permaneció imperturbablemente serio y eso la asustó — ¿De qué diablos está hablando? — De lo que acabo de decirle, ¿está sorda? Necesito una esposa… si usted quiere que siga en el programa solo tiene que convertirse en mi mujer. Helene se recostó en un poste y negó con la cabeza. «Me estoy volviendo loca» se dijo, pero Itsac permanecía serio. — Eso suena a chantaje. — Eso es un favor por un favor — le dijo él. — Pues le salvé la vida hoy, eso debería bastar. Itsac le apartó la mirada, como si estuviera avergonzado. — Eso es diferente, es más grande. No podré pagar esa deuda. Helene sonrió. — Eso es bonito. — No, no me gusta deberle nada a nadie… Además, yo le salvé la vida primero, ¿Lo recuerda? A cambio recibí una bofetada
— ¡¿Qué quieres jugar esta vez?! — Itsac miró a la mujer enojado por el dolor de su herida. — Shh... lo siento mucho pero... ese hombre que viene allá fue el que nos atacó — ella le susurró al su oído. Itsac quiso mirar hacia atrás pero la mujer lo detuvo. Por un momento sintió que un contacto tan cercano era peligroso. El moreno pasó junto al auto y simplemente silbó, aparentemente sin interés en ellos, dobló la esquina en otra dirección. Itsac miró en secreto el rostro del hombre, de hecho era el falso policía. Luego rápidamente se sentó, se arregló el traje como si hubiera olvidado su herida.— Arranque — le dijo al chofer. — ¿Cree que ese tal Bertinelli nos busque? — le preguntó Helene, pero el piloto negó. — He investigado, creo que estamos a salvo. Por ahora. — ¿A dónde vamos, señor? — le preguntó el chofer a Itsac y el hombre se abrochó el cinturón de seguridad. — Pensaba ir a casa a descansar, pero tengo una intrusa no deseada. Helene se sintió mal por el comen
Dentro del auto, se formó un silencio que Helene creyó sería incómodo, pero al final cada uno se perdió en sus propios pensamientos. De reojo miró al mexicano, tenía la cara pálida por la pérdida de sangre, pero parecía extrañamente relajado, como si no hubiera pasado nada. — ¿Cómo está tan normal? — le preguntó ella y él se encogió de hombros. — Es solo un matrimonio por contrato, es como si estuviéramos en un libro de buenovela — pero Helene negó. — Me refería al accidente. Itsac ladeó la cabeza y la recostó en el cristal. — No es la primera vez que casi muero… Después de la tercera uno ya deja de asustarse. Helene pasó saliva, seguramente tenía que ver con las cicatrices de su espalda, pero no preguntó. — Salvó a esa mujer y su bebé — murmuró, no quería halagarlo, era demasiado arrogante como para que Helene perdiera su tiempo dándole un cumplido, pero lo merecía. Como respuesta, el rubio suspiró mirando por el cristal. — Fran, llévame a casa primero, me urge desca
Helene salió de la casa de Itsac y el chofer la estaba esperando. — Pediré un taxi — le dijo ella, pero el joven negó. — El señor Itsac me dejó órdenes específicas de que la dejara en su casa personalmente. Helene no quería ese tipo de protección, se sentía extraña, como atrapada, pero el hombre casi había muerto ese día y lo último que quería era sacarle un disgusto. El hombre la llevó en el auto y Helene le indicó donde quedaba su casa… bueno, la que Carlo le había prestado. Pensándolo desde ese punto, había sido un error, Carlo era amigo de su hermano, y también cuñado, Oliver y era inevitable que la información se filtrara. Cuando llegó a la casa, el auto de Oliver ya estaba ahí y respiró profundo antes de abrir la puerta. Oliver estaba ahí, de pie en la ventana de la sala bebiendo un trago de uno de los licores del armario. — ¿No se enoja Carlo si te tomas su bebida? — le preguntó ella y Oliver se volvió. A pesar de que ya habían pasado los años, a Helene aún le
Helene observó la cara roja de Itsac que miró a todos los estudiantes con el mentón levantado. Aún había varios que sonreían con malicia, pero la mayoría se habían puesto muy serios. — ¿Qué significa todo esto? — preguntó, pero nadie contestó. — ¿Les parece gracioso burlarse así de una de sus compañeras? El menor aquí tiene veinte años, esto no es la escuela o la universidad, necesito que demuestren madurez o se irán, y si les molesta algo, lo dicen. Un hombre levantó la mano. — Nos incomoda que ella esté acá — dijo mientras ajustaba la corbata de su uniforme — no queremos una compañera que lastima a los demás solo porque es muy arrogante para admitir que se equivocó. — ¿Así que fue usted? — le preguntó Itsac, pero el hombre no contestó — bien, si eso es lo que les molesta, entonces les mostraré algo. Caminó hacia la tarima y sacó una pantalla donde proyectaban imágenes. Todos se sentaron en las bancas frente a la pantalla, y luego apareció la imagen de Helene en la cabina
Helene dio un paso atrás, y el hombre frente a ella dio otro al frente. Era tan alto y fuerte que la pobre joven no tendría ninguna oportunidad contra él, así que no tenía más remedio que tratar de correr, pero estaban muy cerca, si el hombre estiraba la mano lograría agarrarla. Dio otro paso atrás, pero él sonrió con malicia cuando recortó la distancia que los separaba. — Yo no vi nada — dijo, la voz le tembló — le juro que no vi nada, no diré nada. — Mi compañero tiene razón, los muertos guardan secretos. Helene apretó el cuarzo que le colgaba del cuello, era el de la suerte, uno de los que le habían salvado la vida a su hermano Oliver y recurría a él en momentos como esos. — Ya le dije que yo no diré nada, solo déjeme en paz — el moreno miró alrededor, la calle estaba casi vacía, muy pocas personas apenas si estaban a la vista. Estaba sola. — Lamento decepcionarte, pero no creo en tu palabra, nuestro jefe es un hombre paranoico. Helene respiró profundo para que no s