Helene gritó, trató de quitarse la silla, pero estaba pegada a su pantalón. muy muy pegada.
— M*****a pelirroja — maldijo, era una trampa y había caído como una estúpida.
Una mesera de la cafetería llegó a ayudarla, pero el pegamento que habían usado era fuerte, debía agradece que no se le hubiera pegado a la piel o la hubiese quemado.
— Tengo la solución — dijo y se quitó la correa.
No había más alternativa que quitarse los pantalones y eso hizo, quedando en ropa interior.
Varias de las persona que había ahí la miraron, pero Helene estaba acostumbrada a eso.
Metió la mano en su mochila y sacó una falda corta que tenía.
Si algo le habían dejado sus años de modelo, era el tener siempre algo de ropa extra, siempre.
Su puso la falda y la ajustó.
— Si es capaz de arrancar eso de ahí, quédatelos — le dijo a la mesera y emprendió carrera al auditorio.
Corrió con todas sus fuerzas los cien metros que la separaban del lugar y cuando logró ver las puertas era la última que faltaba por entrar.
Itsac estaba de pie en la puerta y en cuanto la vio correr hacia ahí, sonrió con malicia y comenzó a cerrarla.
— ¡Espere! — le gritó Helene, pero Itsac le cerró la puerta en la cara — ¡malnacido rubiecito! — dijo ella, pero nada la detendría.
Rodeó el edificio y entró por la puerta de atrás, en el proceso metió el pie en un charco y su zapato blanco se volvió marrón.
Cuando abrió la puerta del auditorio entró sin mirar atrás y con la cabeza en alto.
A dentro todos buscaban lugar, así que nadie se percató de que ella entró por la puerta de emergencias y se coló entre todos hasta que se sentó.
Itsac comenzó a repartir los papeles del examen y cuando llegó con ella la miró.
— Creo recordar que dije que quedaría descalificado quien no llegara a tiempo — Helene lo miró a los ojos claros.
— No sé de qué habla, estaba aquí desde hace mucho rato — ella notó como el piloto disimuló una sonrisa y le dejó el examen frente al escritorio.
Helene lo tomó y lo observó.
Estaba todo en inglés, pero esa era su segunda lengua.
No quiso buscar con la mirada a la pelirroja, temía que si la veía se le iría encima a los golpes por traicionera, así que se concentró en el examen.
Cuando dejó el modelaje con su hermana, ella encontró trabajo, novio, una vida, en cambio Helene se halló perdida, sin rumbo, estudió cuanta cosa pudo tratando de llenar ese vacío, y todo lo que estudió la preparó para ese examen.
Rellenó los datos y contestó las respuestas una a una con una facilidad asombrosa y cuando terminó, fue la primera en ponerse de pie.
— No es terminar por terminar — le dijo Itsac cuando ella le entregó el papel, pero Helene no le contestó, únicamente le dio una fría mirada y se fue.
Debían regresar a las tres de la tarde para obtener los resultados de la prueba y Helene estaba en el auditorio faltando cinco minutos para la hora indicada.
Poco a poco comenzaron a llegar los candidatos y a las tres y media Itsac subió al escenario, tomó el micrófono y miró la lista que tenía en la mano.
— Nombraré a las cincuenta personas que entrarán al curso, del mejor al peor puntaje. Los que no nombre, muchas gracias por participar — se aclaró la garganta y buscó a Helene entre la multitud, cuando la encontró habló con voz firme — en el primer puesto, Helene Back — Helene le guiñó un ojo al piloto y luego sonrió con suficiencia hacia Brenda que la miró con rabia.
Había ocupado el primer puesto, pero imaginó que la batalla apenas comenzaba.
— Felicidades — le dijo Itsac después de un rato — espero que no sea suerte de principiante — pero Helene únicamente sonrió y recibió el papel. Para desgracia de Helene, la Brenda también entró en el top cincuenta para competir por los puestos de polito. Pero Helene no dejó amainar su alegría, había ocupado el primer puesto. Esa noche en el hotel se sentó en el borde de la cama y tomó su celular, si se quedaría ahí por meses, sus propios ahorros por sí solos definitivamente no eran suficientes, necesitaba ayuda. — Carlo, cuñadito — dijo en cuanto el hombre contestó al otro lado. — Mocosa tonta, ¿Dónde estás? ¡No puedes desaparecer de esa forma sin decir nada! — Helene aguantó la regañisa de su cuñado — te pasaré a Portia. — ¡No! — la cortó ella — mi hermana de seguro sacará la mano por el teléfono y me golpeará. — Pues te lo mereces. — Carlo… Necesito este tiempo para mí, para estar sola, para pensar qué es lo que realmente quiero de mi vida y… creo que encontré lo que q
Toro seguía insistiendo en los mimo, en que le pidiera a Helene ser su esposa falsa.— Le salvé la vida y me abofeteó — Toro soltó una carcajada, lo hacía cada vez que se lo contaba. — Lo siento — dijo cuando se calmó — ya mandé a investigar a Fernando Bertinelli, es un mafioso peligroso de acá de la ciudad, pero no parece que la esté buscando por lo que vio, creo que está a salvo… y creo también que te ayudará en este favor cuando sepas que no solo le salvaste la vida anoche si no que también la estás protegiendo ahora. — Ella fue testigo de un crimen, es tan inocente que pensó que no pasaría nada, no creo que los secuaces de Bertinelli dejen pasar esto por alto, y si lograron reconocerla por que antes era famosa… es mejor tenerla vigilada. Pero hago esto por ayudarla y lo haría por cualquiera, no creo que acepte ser mi esposa falsa solo por eso. — Tal vez sí. — Es mejor otra. — Ya no tenemos tiempo, Itsac, es ahora o nunca — el rubio miró hacia la pista donde otro avión aterriz
— He visto malas primeras simulaciones — les dijo Itsac por el radio — pero nadie jamás se había estrellado. Señorita Helene, parece que el conocimiento teórico que le sobra le falta en práctica. Helene miró mal a su compañero que trataba de contener la hemorragia de sangre. — La próxima vez que me toque, le rompo el brazo.El hombre se quitó el cinturón de seguridad y salió disparado de la cabina. A Helene le tomó un rato soltar el cinturón, de seguro se atrancó con el brusco movimiento. Cuando salió, todos estaban alrededor de Carlos y le ayudaban, preocupados. Itsac tenías las mejillas tan rojas que Helene se asustó. — ¡¿Cómo pudiste golpearlo solo por que no querías seguir sus consejos?¡ — No, ¡Las cosas no sucedieron así! Itsac golpeó la mesa donde tenía su computadora. — Chingada madre — dijo, parecía que cuando se enojaba salía su mexicano interior — empaque sus cosas, Helene, abandona el curso de inmediato. Helene no había logrado explicar ni una sola palabra. Itsac
— ¿Qué necesita? Helene lo miró y casi se cae del susto, el hombre tenía una enorme cicatriz que le atravesaba toda la cara.— le dijo y Helene pasó saliva.— Quiero hablar con el piloto.— Pues eso no se va a poder, acaba de salir de cirugía. — Pues fui yo quien le salvó la vida, así que necesito hablar con él — Helene levantó el pecho y quiso entrar directamente.El hombre la tomó del hombro con fuerza.— Nadie puede entrar hoy. — la metió al elevador y presionó el botón — vuelva mañana.Pero Helene no podía esperar hasta mañana, debía aclarar con él la situación de inmediato.Cuando salió del hospital se plantó en la acera a contemplar el edificio, pensando en cómo sus sueños estaban a punto de truncarse, entonces solo le quedaba una opción.Una hora más tarde, en la sala, Istac oyó de repente un ruido extraño y levantó la vista.— ¡¿Pero qué…?! — gritó él cuando vio entrar a Helene por la ventana, pero ella corrió y cuando llegó con él le cubrió la boca con la mano.— Tranquilo,
— ¡Ojalá no hubiera estado en el aeropuerto esta mañana! —Itsac la miró silencioso, tan silencioso como la muerte.Helene sabía que era una declaración muy fuerte, y el gesto del hombre se ensombreció.— Entonces lárguese.Cuando Helene se volvió hacia la puerta para irse el hombre de la cicatriz estaba ahí de pie.— ¿Cómo llegó aquí? — preguntó.— Subió por las escaleras de emergencia — contestó Itsac por ella, pero Helene no tenía ganas de hablar, así que rodeó al hombre y se alejó por el pasillo.Toro miró a Itsac cuando la joven desapareció.— ¿La hiciste llorar? Te salvó la vida — Itsac se sentó y comenzó a amarrarse los zapatos con dificultad.— ¿No la escuchaste? Se arrepiente de salvarme — pero Toro no parecía muy convencido.— ¿Qué quería? — el joven respiró, parecía aún un poco sedado, pero Toro sabía que no lo escucharía si le recomendaba descansar, era tan terco.— Fue por lo que pasó esta mañana con el otro aprendiz — pero Toro se lo quedó mirando. — ¿Por qué me miras
— Necesito que se convierta en mi esposa. Helene se quedó mirando al piloto como si tuviera una araña en la cara, luego se rio presa de un extraño nerviosismo y sacudió la cabeza. — ¿Qué clase de broma es esta? — pero Itsac no se rio, su gesto permaneció imperturbablemente serio y eso la asustó — ¿De qué diablos está hablando? — De lo que acabo de decirle, ¿está sorda? Necesito una esposa… si usted quiere que siga en el programa solo tiene que convertirse en mi mujer. Helene se recostó en un poste y negó con la cabeza. «Me estoy volviendo loca» se dijo, pero Itsac permanecía serio. — Eso suena a chantaje. — Eso es un favor por un favor — le dijo él. — Pues le salvé la vida hoy, eso debería bastar. Itsac le apartó la mirada, como si estuviera avergonzado. — Eso es diferente, es más grande. No podré pagar esa deuda. Helene sonrió. — Eso es bonito. — No, no me gusta deberle nada a nadie… Además, yo le salvé la vida primero, ¿Lo recuerda? A cambio recibí una bofetada
— ¡¿Qué quieres jugar esta vez?! — Itsac miró a la mujer enojado por el dolor de su herida. — Shh... lo siento mucho pero... ese hombre que viene allá fue el que nos atacó — ella le susurró al su oído. Itsac quiso mirar hacia atrás pero la mujer lo detuvo. Por un momento sintió que un contacto tan cercano era peligroso. El moreno pasó junto al auto y simplemente silbó, aparentemente sin interés en ellos, dobló la esquina en otra dirección. Itsac miró en secreto el rostro del hombre, de hecho era el falso policía. Luego rápidamente se sentó, se arregló el traje como si hubiera olvidado su herida.— Arranque — le dijo al chofer. — ¿Cree que ese tal Bertinelli nos busque? — le preguntó Helene, pero el piloto negó. — He investigado, creo que estamos a salvo. Por ahora. — ¿A dónde vamos, señor? — le preguntó el chofer a Itsac y el hombre se abrochó el cinturón de seguridad. — Pensaba ir a casa a descansar, pero tengo una intrusa no deseada. Helene se sintió mal por el comen
Dentro del auto, se formó un silencio que Helene creyó sería incómodo, pero al final cada uno se perdió en sus propios pensamientos. De reojo miró al mexicano, tenía la cara pálida por la pérdida de sangre, pero parecía extrañamente relajado, como si no hubiera pasado nada. — ¿Cómo está tan normal? — le preguntó ella y él se encogió de hombros. — Es solo un matrimonio por contrato, es como si estuviéramos en un libro de buenovela — pero Helene negó. — Me refería al accidente. Itsac ladeó la cabeza y la recostó en el cristal. — No es la primera vez que casi muero… Después de la tercera uno ya deja de asustarse. Helene pasó saliva, seguramente tenía que ver con las cicatrices de su espalda, pero no preguntó. — Salvó a esa mujer y su bebé — murmuró, no quería halagarlo, era demasiado arrogante como para que Helene perdiera su tiempo dándole un cumplido, pero lo merecía. Como respuesta, el rubio suspiró mirando por el cristal. — Fran, llévame a casa primero, me urge desca