Helene apretó los puños y bajó la mirada, todavía podía sentir la mejilla del hombre en su palma cuando le dio la cachetada, pero ya se había disculpado, ¿No?
La noche anterior estaba llena de adrenalina, asustada, y él se había inclinado hacia ella y Helene pensó que se cobraría el salvarle la vida con un beso.
De cualquier forma, lo había abofeteado, a su futuro jefe, a su futuro instructor del cual dependería la vida que creyó era la que le tenía el destino… como siempre, Helene arruinándolo todo.
Itsac continuó hablando para todos los presentes, pero la amenaza directa que le dedicó la dejó incómoda. De vez en cuando, el piloto le dedicaba una mirada.
— En media hora haremos un examen teórico y de habilidades para elegir solamente a los cincuenta mejor calificados para el trabajo. Recuerden que este curso es gratis, pero no por eso será fácil, de hecho, será todo lo contrario — miró a Helene una última vez antes de dirigirse a los demás
— les enseñaremos: Física, matemáticas y aeronáutica, entre otras asignaturas relacionadas con la meteorología, la cartografía y la navegación. Mantenimiento de aviación, gestión aeronáutica y gestión del tráfico aéreo, entre otras áreas de la operación y administración de vuelos. Prácticas con simuladores de vuelo y vuelos reales…
Helene dejó de escuchar lo que decía el hombre, ya sabía todo eso, lo había estudiado en la información del curso que estaba disponible en línea.
Paseó la mirada por la sala, allí había por lo menos doscientos hombres preparados para competir contra ella, ese día solo pasarían cincuenta y Helene debía concentrarse para ser una de ellos.
Cuando miró más allá, logró ver una brillante cabellera rojiza como el cobre y unos ojos verdes que la miraron.
¡Era otra chica!
Eso la hizo sentir un poco cómoda nuevamente.
Itsac terminó de hablarle a los demás y a motivarlos a ser los mejores y luego regresó a su asiento sin dedicarle una mirada a nadie más, el viejito del inicio se acercó al micrófono.
— Bueno, nos vemos en el auditorio principal de veinte minutos, quien no llegue a tiempo será descalificado — se oyó el ruido de las sillas al moverse y Helene caminó hacia la pelirroja que la miró de los pies a la cabeza.
— Soy Helene Back — le dijo y le tendió la mano. La pelirroja le estrechó la mano y Helene sintió un escalofrío, era pequeña y fría.
— Me preguntó cómo una modelo de talla internacional ahora quiere ser piloto — Helene se removió incómoda.
— Ya no soy modelo, eso es de hace años ya… yo… voy al auditorio — pero la otra chica la detuvo.
— Soy Brenda, ¿Te gustaría tomar un café antes del examen? — Helene miró el reloj, faltaban quince minutos, pero eran las únicas dos mujeres en todo el curso, debían ser amigas para apoyarse.
— Claro.
La cafetería estaba enseguida, y cuando llegaron Helene se quedó un minuto eligiendo los cafés.
Cuando llegó a la mesa Breda le empujó la silla para que se sentara y Helene la sintió fría.
— Vi como el piloto te miraba — le dijo y Helene casi se atraganta con el café.
— ¿Fue muy evidente? — la pelirroja asintió.
— ¿Sabes que es el dueño de todo Aeromaya? Es la empresa de aviación más importante de Latinoamérica — Helene asintió.
— Me acabo de enterar — Brenda se inclinó hacia ella.
— No deberías hacerte ilusiones con él, tiene fama de mujeriego, mucho, y es uno de los hombres más deseados del país — Helene le dio un trago grande al café.
— No, lo último que estoy buscando en esta vida es una relación, no, no — agarró el cuarzo que le colgaba del pecho, el que le daba suerte para ahuyentar las malas energías, el ambiente estaba pesado, pero Helene no entendía por qué.
— Bueno, es bueno saber el lugar que cada una tiene… Yo creo que le hablaré, tengo su contacto, tal vez sea la señora Guerrero algún día — Helene chocó su café con el de ella, como brindando.
— Pues mucha suerte — le dijo casi con sarcasmo. Brenda se relamió los labios.
— ¿Podrías esperarme aquí un minuto? Debo ir al baño, no creo a aguantar el examen si no voy — Helene asintió y la pelirroja desapareció por la puerta del baño.
Esperó, esperó y esperó, pero la Brenda no apareció.
— ¿Dónde se metió? — Faltaban dos minutos para el inicio del examen y Helene ya no podía esperar más, así que se puso de pie, pero la silla se le quedó pegada del trasero — ¡¿Qué?!
Helene gritó, trató de quitarse la silla, pero estaba pegada a su pantalón. muy muy pegada.— Maldita pelirroja — maldijo, era una trampa y había caído como una estúpida. Una mesera de la cafetería llegó a ayudarla, pero el pegamento que habían usado era fuerte, debía agradece que no se le hubiera pegado a la piel o la hubiese quemado. — Tengo la solución — dijo y se quitó la correa. No había más alternativa que quitarse los pantalones y eso hizo, quedando en ropa interior. Varias de las persona que había ahí la miraron, pero Helene estaba acostumbrada a eso. Metió la mano en su mochila y sacó una falda corta que tenía. Si algo le habían dejado sus años de modelo, era el tener siempre algo de ropa extra, siempre. Su puso la falda y la ajustó. — Si es capaz de arrancar eso de ahí, quédatelos — le dijo a la mesera y emprendió carrera al auditorio. Corrió con todas sus fuerzas los cien metros que la separaban del lugar y cuando logró ver las puertas era la última que faltaba por
— Felicidades — le dijo Itsac después de un rato — espero que no sea suerte de principiante — pero Helene únicamente sonrió y recibió el papel. Para desgracia de Helene, la Brenda también entró en el top cincuenta para competir por los puestos de polito. Pero Helene no dejó amainar su alegría, había ocupado el primer puesto. Esa noche en el hotel se sentó en el borde de la cama y tomó su celular, si se quedaría ahí por meses, sus propios ahorros por sí solos definitivamente no eran suficientes, necesitaba ayuda. — Carlo, cuñadito — dijo en cuanto el hombre contestó al otro lado. — Mocosa tonta, ¿Dónde estás? ¡No puedes desaparecer de esa forma sin decir nada! — Helene aguantó la regañisa de su cuñado — te pasaré a Portia. — ¡No! — la cortó ella — mi hermana de seguro sacará la mano por el teléfono y me golpeará. — Pues te lo mereces. — Carlo… Necesito este tiempo para mí, para estar sola, para pensar qué es lo que realmente quiero de mi vida y… creo que encontré lo que q
Toro seguía insistiendo en los mimo, en que le pidiera a Helene ser su esposa falsa.— Le salvé la vida y me abofeteó — Toro soltó una carcajada, lo hacía cada vez que se lo contaba. — Lo siento — dijo cuando se calmó — ya mandé a investigar a Fernando Bertinelli, es un mafioso peligroso de acá de la ciudad, pero no parece que la esté buscando por lo que vio, creo que está a salvo… y creo también que te ayudará en este favor cuando sepas que no solo le salvaste la vida anoche si no que también la estás protegiendo ahora. — Ella fue testigo de un crimen, es tan inocente que pensó que no pasaría nada, no creo que los secuaces de Bertinelli dejen pasar esto por alto, y si lograron reconocerla por que antes era famosa… es mejor tenerla vigilada. Pero hago esto por ayudarla y lo haría por cualquiera, no creo que acepte ser mi esposa falsa solo por eso. — Tal vez sí. — Es mejor otra. — Ya no tenemos tiempo, Itsac, es ahora o nunca — el rubio miró hacia la pista donde otro avión aterriz
— He visto malas primeras simulaciones — les dijo Itsac por el radio — pero nadie jamás se había estrellado. Señorita Helene, parece que el conocimiento teórico que le sobra le falta en práctica. Helene miró mal a su compañero que trataba de contener la hemorragia de sangre. — La próxima vez que me toque, le rompo el brazo.El hombre se quitó el cinturón de seguridad y salió disparado de la cabina. A Helene le tomó un rato soltar el cinturón, de seguro se atrancó con el brusco movimiento. Cuando salió, todos estaban alrededor de Carlos y le ayudaban, preocupados. Itsac tenías las mejillas tan rojas que Helene se asustó. — ¡¿Cómo pudiste golpearlo solo por que no querías seguir sus consejos?¡ — No, ¡Las cosas no sucedieron así! Itsac golpeó la mesa donde tenía su computadora. — Chingada madre — dijo, parecía que cuando se enojaba salía su mexicano interior — empaque sus cosas, Helene, abandona el curso de inmediato. Helene no había logrado explicar ni una sola palabra. Itsac
— ¿Qué necesita? Helene lo miró y casi se cae del susto, el hombre tenía una enorme cicatriz que le atravesaba toda la cara.— le dijo y Helene pasó saliva.— Quiero hablar con el piloto.— Pues eso no se va a poder, acaba de salir de cirugía. — Pues fui yo quien le salvó la vida, así que necesito hablar con él — Helene levantó el pecho y quiso entrar directamente.El hombre la tomó del hombro con fuerza.— Nadie puede entrar hoy. — la metió al elevador y presionó el botón — vuelva mañana.Pero Helene no podía esperar hasta mañana, debía aclarar con él la situación de inmediato.Cuando salió del hospital se plantó en la acera a contemplar el edificio, pensando en cómo sus sueños estaban a punto de truncarse, entonces solo le quedaba una opción.Una hora más tarde, en la sala, Istac oyó de repente un ruido extraño y levantó la vista.— ¡¿Pero qué…?! — gritó él cuando vio entrar a Helene por la ventana, pero ella corrió y cuando llegó con él le cubrió la boca con la mano.— Tranquilo,
— ¡Ojalá no hubiera estado en el aeropuerto esta mañana! —Itsac la miró silencioso, tan silencioso como la muerte.Helene sabía que era una declaración muy fuerte, y el gesto del hombre se ensombreció.— Entonces lárguese.Cuando Helene se volvió hacia la puerta para irse el hombre de la cicatriz estaba ahí de pie.— ¿Cómo llegó aquí? — preguntó.— Subió por las escaleras de emergencia — contestó Itsac por ella, pero Helene no tenía ganas de hablar, así que rodeó al hombre y se alejó por el pasillo.Toro miró a Itsac cuando la joven desapareció.— ¿La hiciste llorar? Te salvó la vida — Itsac se sentó y comenzó a amarrarse los zapatos con dificultad.— ¿No la escuchaste? Se arrepiente de salvarme — pero Toro no parecía muy convencido.— ¿Qué quería? — el joven respiró, parecía aún un poco sedado, pero Toro sabía que no lo escucharía si le recomendaba descansar, era tan terco.— Fue por lo que pasó esta mañana con el otro aprendiz — pero Toro se lo quedó mirando. — ¿Por qué me miras
— Necesito que se convierta en mi esposa. Helene se quedó mirando al piloto como si tuviera una araña en la cara, luego se rio presa de un extraño nerviosismo y sacudió la cabeza. — ¿Qué clase de broma es esta? — pero Itsac no se rio, su gesto permaneció imperturbablemente serio y eso la asustó — ¿De qué diablos está hablando? — De lo que acabo de decirle, ¿está sorda? Necesito una esposa… si usted quiere que siga en el programa solo tiene que convertirse en mi mujer. Helene se recostó en un poste y negó con la cabeza. «Me estoy volviendo loca» se dijo, pero Itsac permanecía serio. — Eso suena a chantaje. — Eso es un favor por un favor — le dijo él. — Pues le salvé la vida hoy, eso debería bastar. Itsac le apartó la mirada, como si estuviera avergonzado. — Eso es diferente, es más grande. No podré pagar esa deuda. Helene sonrió. — Eso es bonito. — No, no me gusta deberle nada a nadie… Además, yo le salvé la vida primero, ¿Lo recuerda? A cambio recibí una bofetada
— ¡¿Qué quieres jugar esta vez?! — Itsac miró a la mujer enojado por el dolor de su herida. — Shh... lo siento mucho pero... ese hombre que viene allá fue el que nos atacó — ella le susurró al su oído. Itsac quiso mirar hacia atrás pero la mujer lo detuvo. Por un momento sintió que un contacto tan cercano era peligroso. El moreno pasó junto al auto y simplemente silbó, aparentemente sin interés en ellos, dobló la esquina en otra dirección. Itsac miró en secreto el rostro del hombre, de hecho era el falso policía. Luego rápidamente se sentó, se arregló el traje como si hubiera olvidado su herida.— Arranque — le dijo al chofer. — ¿Cree que ese tal Bertinelli nos busque? — le preguntó Helene, pero el piloto negó. — He investigado, creo que estamos a salvo. Por ahora. — ¿A dónde vamos, señor? — le preguntó el chofer a Itsac y el hombre se abrochó el cinturón de seguridad. — Pensaba ir a casa a descansar, pero tengo una intrusa no deseada. Helene se sintió mal por el comen