Calor

Aquella noche Lucrecia se fue a dormir con las palabras de Alonso y sus amigos, tenía una imagen que denotaba cierta inmadurez; pelo rosado, no usaba vestidos sexis como los de Olivia o Julianne y no era una adulta, no la que él quería.

Al día siguiente lo primero que hizo fue verse en el espejo.

¿Qué quieres de la vida?

Priscila entró a la habitación de su mamá y le vio mirándose en el espejo muy concentrado. La joven se acercó con la tasa de té, le dio un beso a su mamá en la mejilla y le preguntó:

—¿Te ha salido una innombrable?

Lucrecia sonrió. 

Si había hecho algo bien era enseñarle a esa niña a no invocar canas ni arrugas, le miró divertida y negó con al cabeza.

—Dios bendiga mi genética. No, no me ha salido una de esas perras. Hija, el secreto es comer sano, tomar mucha agua y usar ácido hialurónico.

Priscila tomó el spray y se lo aplicó a su mamá en el rostro, la mujer usó las puntas de sus dedos en para es

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