Mi hija es mía

Lucrecia salió de la habitación de Alonso molesta  y fue a la de Priscila, se acostó al lado de la niña y le acarició el pelo, la joven abrió los ojos y le rodeó con el brazo. Las dos rieron y cerraron los ojos antes de volver a quedar dormidas.

Alonso tenía a las de servicio encargadas de preparar el desayuno, no quería molestar a Lucrecia ni enviar otro mensaje equivocado. No entendía por qué constantemente estaba arruinándolo con ella ya sea gritándole, ofendiéndola, haciéndole sentirse responsable por cargar con una pared y poner su vida en riesgo y finalmente acosándola sexualmente. Porque en aquel momento que le vio con el vestido de baño amarillo, más desnuda que vestida no sabía explicar qué, cómo o por qué se había enloquecido como para ir a tirársele encima. Lucrecia salió peinada y bañada de la habitación de su hija, llevaba un traje oscuro con estampado con rosas, unos aretes grandes rojos  y maquillaje que incluía un labial muy rojo que le recordaba ab

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