Estaba en mi cama, muerta en vida, como el primer día que tuve que volver a casa sin Arthur. Abrazaba su almohada y aspiraba su perfume, el que debían rociar sobre la tela cada vez que terminaban de limpiar mi habitación. No sabía qué hora era. Probablemente, pasadas las tres de la mañana. Un pensamiento asaltó mi mente y lo odié en el mismo instante en que llegó. Recordé que era catorce de febrero, el día de San Valentín. Arthur había fallecido hace un poco más de un mes. Exactamente, un mes y seis días.Ni siquiera habíamos alcanzado a planificar este día, como lo hacíamos cada año. Un día antes de San Valentín, planificábamos que haríamos. Tratábamos de ser espontáneos y a la vez, divertidos. Obviamente, cada año terminábamos en la cama dándonos demasiado amor durante horas. Eso sin contar todo el sexo que teníamos a cada momento. Nos daba igual que ese día, fuera algo comercial, porque nos entregábamos amor durante todo el año. ¡Demasiado amor!En cambio, ahora, estaba sola, trata
Ese día por la mañana, todo había comenzado de forma normal. Jamás me hubiese imaginado que iba a conocer al amor de mi vida. Mucho menos en mi propio trabajo.Cuando había terminado de atender aquella mesa, una mano agarró suavemente mi brazo y me obligó a dar la vuelta. Me quedé helada por el contacto de su mano con mi piel. Creí que él lo había notado, porque me soltó de inmediato cuando miré su mano. Levanté la vista y vi unos ojos de color celeste preciosos, como el agua de las playas del caribe. Eran los ojos más hermosos que había visto en la vida. Un sentimiento de vergüenza me recorrió la cara, miré a todos en la mesa y me di cuenta, que se parecían mucho, como si fueran hermanos.—Disculpe, señorita ¿Es posible que pueda agregar un vaso de agua mineral al pedido? Por favor— me preguntó el hombre que agarró mi brazo de forma amable.—Sí… Claro, disculpe. Vuelvo enseguida— Caminé hacia la cocina sintiendo mi rostro ardiendo por la vergüenza de haberlo quedado mirando como una
Ese día en la noche, junto a varios compañeros nos fuimos a un bar que quedaba cerca del restaurante de Gerardo. Ya habíamos comenzado las vacaciones varias semanas atrás, pero habíamos tenido mucho trabajo y cada uno estaba con sus problemas personales. Llegamos al local que estaba repleto de gente. Universitarios y personas adultas bailaban y reían en aquel lugar oscuro por la poca visibilidad que generaban las luces. Era un bar muy concurrido y de amplios espacios, con una pista de baile enorme.Nos sentamos en una mesa para diez personas, pero éramos quince, por lo que algunos chicos quedaron de pie. Comenzamos con una ronda de shots y luego cada uno pidió lo suyo. La noche estaba recién comenzando y yo ya me sentía demasiado alegre. Por lo que dejé de tomar mi trago y fui al baño a mojarme el rostro.Mientras mojaba mis manos, no podía parar de pensar en esos ojos de color celeste caribe. Qué sensación tan extraña había sentido cuando tomó mi brazo y cuando nuestros dedos se toca
Desperté con una resaca de los mil demonios. El sol, el ruido de los niños jugando en la calle, los vecinos conversando, la vecina de al lado escuchando música, me tenían harta. Me levanté, cerré la ventana y corrí las cortinas completamente para que no entrara luz. Miré mi teléfono y vi la hora, eran las once de la mañana del sábado. No entraba a trabajar hasta después de las tres de la tarde, así que, tenía tiempo para dormir. Revisé por última vez mi teléfono y había un montón de llamadas perdidas y mensajes de mis compañeros, preguntándome si había llegado bien. Dejé el teléfono en mi cama y me dispuse a dormir nuevamente.No pasaron ni treinta segundos, cuando sonó el timbre de mi casa.— ¡Déjenme dormir, si estoy bien! — grité, pero volvió a sonar el timbre —Mierda ¡Ya voyyy! — volví a gritar.Bajé como pude la escalera, abrí la puerta y la sorpresa que me llevé, cuando frente a mí, estaba el señor Brown con una sonrisa hermosa, con su peinado y barba impecables, una camiseta de
Llegamos a un restaurante elegante pero no en exceso, lo que agradecí, porque no iba vestida para algo más. Nos sentamos en la mesa más apartada, aprovechando que el lugar aún no se llenaba del todo. El mesero nos atendió inmediatamente, tomó la orden y se fue a preparar nuestro pedido.—Y bueno, cuéntame un poco más de tu vida, Ivanna.— ¿Qué quieres saber?—Sobre tus padres— No alcancé a contestar, porque el mesero apareció con mi jugo de piña natural y la copa de vino que Arthur pidió. Al parecer, el mesero notó mi incomodidad, porque se retiró muy rápido y se disculpó con la mirada. Era algo que solo los meceros entendíamos, según yo.—Bueno, mis padres se separaron cuando ellos tenían dieciocho años. Mi madre quedó embarazada y a mi padre le entró el pánico y la abandonó. Luego de eso, mi madre no supo más de él. Sé que nunca lo superó. Desde que tengo uso de razón, recuerdo a mi madre tomando algún trago después del trabajo. Ella trabajaba solo medio día el último año de vida, e
Ese día salí tarde del restaurante. Los sábados se llenaba el local y se hacían filas enormes para entrar a cenar. Eso era bueno y malo. Bueno por las propinas, malo por el horario de salida. Vivía en un barrio tranquilo, por lo que no me daba miedo llegar tarde a casa. La casa… Pienso en ella, fue la segunda cosa buena que hizo mi madre por mí. En sus primeros años de madre soltera, se preocupó de comprar una casa y de dejar un seguro en caso de que le pasara algo a ella. No era una casa grande, pero era suficiente solo para mí y estaba ubicada en un buen sector.Cuando salí del restaurante, me encontré a Henry, el chofer de Arthur, aparcado justo afuera del restaurante. Me vio y se acercó, me saludó muy formal, protocolar, y eso me confundió. No estaba acostumbrada a ese tipo de trato.—Buenas noches, señorita Ivanna, el señor Arthur me envió a buscarla para llevarla hasta su casa y no transite sola por las calles— No mentiré… estaba muy cansada y no quería tomar el bus ni mucho men
Pasamos el resto del día limpiando y ordenando la casa. Cuando terminamos, ya eran las cinco de la tarde, así que, nos sentamos en el sillón y lo felicité por la ayuda que me había dado.—Muy bien, señor Brown. Lo felicito por cumplir su palabra. Me ayudó en todo lo que le pedí, muchas gracias.—De nada, soy un hombre de palabra— Me dijo, mientras yo le daba la mano en señal de agradecimiento, pero Arthur tenía otras intenciones. Tiró suavemente de mi mano y se acercó a mí, puso sus manos en mi rostro y me dio un beso, un beso cargado de deseo y pasión. Nos separamos y pegó su frente a la mía.—Vamos por esa comida Ivanna, antes de que no nos podamos despegar más.—Espera, debo cambiarme. No tardaré, lo siento— Le dije, porque había recordado que, cuando llegamos a la casa, después del desayuno, no me había cambiado ropa ni duchado ¡Era un asco! Así que corrí a mi habitación y me bañé lo más rápido que pude. En un tiempo récord para mí, estaba vestida con una falda a cuadros con línea
Los días pasaron y con Arthur nos veíamos cada noche. No pude cambiar mis turnos en el restaurante, puesto que los había pedido con antelación. Ya estaban listos y agendados hasta el final de mis vacaciones. Había tomado solo los turnos de las tardes, desde las tres hasta las diez de la noche, así que, solo me quedó aceptar mi error y aprovechar cada noche con Arthur y a veces con Henry junto a nosotros, cuando cenábamos los tres. Ellos realmente se llevaban muy bien. Cada día que pasaba, sentía a Henry como un padre. Se preocupaba mucho por mí y siempre me decía que quería presentarme a Milly, su esposa. Según me dijo Arthur un día, ellos no tenían hijos.Cumplimos un mes con Arthur viéndonos solo en las noches. Él pasaba por mí al trabajo en la semana y nos quedábamos en mi casa a cenar y a las doce de la noche en punto, se retiraba. Los días sábado en la noche, pasaba por mí al restaurante y luego salíamos a cenar en algún lugar; los días domingo, salíamos a hacer alguna actividad