Ese día en la noche, junto a varios compañeros nos fuimos a un bar que quedaba cerca del restaurante de Gerardo. Ya habíamos comenzado las vacaciones varias semanas atrás, pero habíamos tenido mucho trabajo y cada uno estaba con sus problemas personales. Llegamos al local que estaba repleto de gente. Universitarios y personas adultas bailaban y reían en aquel lugar oscuro por la poca visibilidad que generaban las luces. Era un bar muy concurrido y de amplios espacios, con una pista de baile enorme.
Nos sentamos en una mesa para diez personas, pero éramos quince, por lo que algunos chicos quedaron de pie. Comenzamos con una ronda de shots y luego cada uno pidió lo suyo. La noche estaba recién comenzando y yo ya me sentía demasiado alegre. Por lo que dejé de tomar mi trago y fui al baño a mojarme el rostro.
Mientras mojaba mis manos, no podía parar de pensar en esos ojos de color celeste caribe. Qué sensación tan extraña había sentido cuando tomó mi brazo y cuando nuestros dedos se tocaron. Podría ser mi tío ese señor… pero aún no sabía con exactitud su edad.
Una vez lista salí del baño; recorrí el pasillo hasta llegar a la pista de baile y vi a mis compañeras de trabajo bailando. Me acerqué a ellas y bailamos extasiadas por la música. La pista se llenó y luego los chicos se acercaron a nosotras. Bailamos todos juntos, sin separarnos. Necesitaba esto, necesitaba relajarme un rato y salir de mis problemas existenciales y de mi soledad.
A las dos de la mañana salí a la calle, necesitaba respirar aire fresco, adentro, el local estaba sofocante. Me apoyé en mis rodillas con las manos y respiré con todas mis fuerzas. La combinación de aire sofocante, shots y tragos, no había sido una buena mezcla. Por entremedio de mi cabello que colgaba hacia adelante, vi unas zapatillas que se pararon frente a mí. Levanté la cabeza dispuesta a decirle, a quien sea, que se joda y me dejara tranquila, cuando vi, nuevamente, esos ojos que me perturbaron en la mañana, unas horas atrás.
—Ivanna, qué agradable sorpresa encontrarte acá.
—Señor Brown ¿Qué hace usted acá?
— ¿Qué hago acá? ¿Acaso no puedo venir a un bar cualquiera a divertirme con mis amigos? Ahh entiendo, entiendo. Crees que soy un abuelo que se cree joven ¿Es eso?
— ¿Qué? No ponga palabras en mi boca que no he dicho. No me interesa su edad, simplemente preguntaba qué hacía acá, en el bar, la casualidad, dos veces en un día, solo eso.
—Pues, vine con unos amigos a celebrar por los buenos negocios que hemos hecho el día de hoy. No soy de venir a estos lugares, pero necesitaba distraerme un rato.
—Entiendo. Bueno, que tenga una buena noche— Me despedí de él, giré para entrar al bar y sentí un agarre en mi brazo. Me giré para ver qué sucedía y nuevamente era el señor Brown.
—Ivanna, disculpa, no quiero ser impertinente, pero ¿Crees que te pueda llevar a tu casa?
— ¿Y usted por qué tendría que llevarme a mi casa? — En ese momento, yo igual pensaba que mi cuerpo ya había recibido su cuota de alcohol y no necesitaba más. Pero a él no lo conocía.
—Bueno, la verdad, me asusté al verte en la posición en la que estabas tratando de tomar aire y me gustaría llevarte a tu casa, y saber que estás a salvo.
— ¡Wow! qué gentil ¿O será que sufre de algún síndrome de millonario caritativo, que piensa que las chicas como yo, que trabajan y estudian, y que no les sobra el dinero, necesitamos a alguien como usted para ser felices y vivir en un cuento de hadas, etc., etc., etc.? — Mis brazos cruzados y yo, estábamos alerta.
—Pero… ¡Qué pensamiento más idiota! — Me dijo en un tono bastante alto —Solo quería ser amable, llevarte a tu casa, dejarte sana y salva— En ese momento comenzó a reírse en mi cara. Si había algo que me enoja demasiado, era justamente ese gesto, que se rieran de mí y en mi cara.
— ¿Soy su payaso acaso? ¡No se ría de mí! — Me di la vuelta para dejarlo solo, pero mi cabeza me traicionó y un mareo desagradable me hizo perder el equilibrio. En ese momento sentí su agarre en mi cintura.
— ¡Ivanna, cuidado! No te vayas a caer, será mejor que te lleve a tu casa— Le hizo señas a alguien y le pidió entrar a buscar mis cosas. En menos de un minuto, un hombre alto, vestido con un traje de color negro, le entregó mi bolso, mi chaqueta y me tomó en brazos para subirme al auto. Yo no entendía nada ¿Cómo sabía cuál era mi bolso? Ya en ese punto, el alcohol había hecho efecto y no podía caminar, por lo cual, no me quejé. Al parecer “me había tomado el aire” y yo ya no me encontraba con mis cinco sentidos en buen estado.
Una vez arriba del auto, me pidió mi dirección. Se la di al señor de traje negro que conducía y en menos de quince minutos estábamos afuera de mi casa. El señor Brown bajó primero y rodeó el auto para ayudarme a salir. El chofer también me ayudó y para ese entonces, ya me sentía patética. Me dejaron de pie y armándome de valor como pude, logré quedar recta y despabilar por un par de minutos. Definitivamente, no iba a beber más. Caminé hacia la entrada de mi casa y me di la vuelta para despedirme de la manera más idiota que se me ocurrió.
—Gracias, señores, por traerme ¡son un amor de persona! — Les hice una reverencia, como las del teatro cuando termina una obra y me dispuse a entrar a mi casa. Ya estaba muy pasada de copas, definitivamente. Mi madre, si hubiese estado viva, no se hubiese dado cuenta de la hora ni del ruido. En momentos como esos, agradecía vivir sola.
— ¡Ivanna, espera, deja ayudarte! Henry, espérame un momento— Le dijo al chofer.
—Señor, no es necesario, mi madre ni cuenta se dará. Porque está muerta, así que no se preocupe. Puedo entrar sola— le dije bastante borracha. Trataba de buscar las llaves de la casa en mi bolso y no las hallaba. Decidí dar vuelta todo el contenido en el suelo, hasta que vi el brillo de éstas. Definitivamente, estaba muy borracha, porque yo no hablaba de mi madre jamás, así que sí, estaba en muy mal estado a esas alturas, como para mencionar su muerte.
— ¡Ivanna, yo las recojo, quédate quieta! — me dijo el señor Brown. Obedecí lo mejor que pude, mientras trataba de mantener el equilibrio. El señor Brown abrió la puerta de mi casa y me ayudó a entrar. Encendí las luces para no tropezar y él entró detrás de mí.
—Muy linda casa, Ivanna ¿Hace cuánto vives sola?
—Un poco menos de tres años, mi madre falleció cuando tenía diecinueve. Por suerte la casa era de ella y la heredé— Le dije tratando de no arrastrar las palabras.
— ¿Y tu padre?
— ¡Qué te importa! Ya mejor vete, si no quieres que vomite sobre ti, tratando de echarte.
—Está bien, me iré, pero mañana vendré a verte— Sin yo alcanzar a responder algo, se acercó a mí y me dio un beso en la comisura de los labios. Su aliento a menta y a alcohol era llamativo. A pesar de su edad, cosa que aún no sabía con certeza, era muy atrevido. Y ahí caí en cuenta de lo que estaba haciendo. Lo saqué de encima mío como pude. Solo sabía su nombre, nada más.
— ¡Ey! quítate, no te conozco, estoy borracha pero no inconsciente. Con suerte sé tu nombre y por lo que veo, podrías doblar mi edad ¡Qué te sucede!
—Discúlpame— Me dedicó una hermosa sonrisa y aunque estaba muy borracha, era la sonrisa más linda que había visto en un hombre.
—Mejor vete, eres un extraño— Le dije mientras lo empujaba hacia la calle.
—Volveré mañana para que puedas conocerme mejor— me respondió riendo.
Y así sin más, se fue. Se subió a su auto y se marchó con el tal Henry, el chofer. Qué momento más raro, debía estar muy borracha y de seguro esto había sido algo de mi imaginación.
Desperté con una resaca de los mil demonios. El sol, el ruido de los niños jugando en la calle, los vecinos conversando, la vecina de al lado escuchando música, me tenían harta. Me levanté, cerré la ventana y corrí las cortinas completamente para que no entrara luz. Miré mi teléfono y vi la hora, eran las once de la mañana del sábado. No entraba a trabajar hasta después de las tres de la tarde, así que, tenía tiempo para dormir. Revisé por última vez mi teléfono y había un montón de llamadas perdidas y mensajes de mis compañeros, preguntándome si había llegado bien. Dejé el teléfono en mi cama y me dispuse a dormir nuevamente.No pasaron ni treinta segundos, cuando sonó el timbre de mi casa.— ¡Déjenme dormir, si estoy bien! — grité, pero volvió a sonar el timbre —Mierda ¡Ya voyyy! — volví a gritar.Bajé como pude la escalera, abrí la puerta y la sorpresa que me llevé, cuando frente a mí, estaba el señor Brown con una sonrisa hermosa, con su peinado y barba impecables, una camiseta de
Llegamos a un restaurante elegante pero no en exceso, lo que agradecí, porque no iba vestida para algo más. Nos sentamos en la mesa más apartada, aprovechando que el lugar aún no se llenaba del todo. El mesero nos atendió inmediatamente, tomó la orden y se fue a preparar nuestro pedido.—Y bueno, cuéntame un poco más de tu vida, Ivanna.— ¿Qué quieres saber?—Sobre tus padres— No alcancé a contestar, porque el mesero apareció con mi jugo de piña natural y la copa de vino que Arthur pidió. Al parecer, el mesero notó mi incomodidad, porque se retiró muy rápido y se disculpó con la mirada. Era algo que solo los meceros entendíamos, según yo.—Bueno, mis padres se separaron cuando ellos tenían dieciocho años. Mi madre quedó embarazada y a mi padre le entró el pánico y la abandonó. Luego de eso, mi madre no supo más de él. Sé que nunca lo superó. Desde que tengo uso de razón, recuerdo a mi madre tomando algún trago después del trabajo. Ella trabajaba solo medio día el último año de vida, e
Ese día salí tarde del restaurante. Los sábados se llenaba el local y se hacían filas enormes para entrar a cenar. Eso era bueno y malo. Bueno por las propinas, malo por el horario de salida. Vivía en un barrio tranquilo, por lo que no me daba miedo llegar tarde a casa. La casa… Pienso en ella, fue la segunda cosa buena que hizo mi madre por mí. En sus primeros años de madre soltera, se preocupó de comprar una casa y de dejar un seguro en caso de que le pasara algo a ella. No era una casa grande, pero era suficiente solo para mí y estaba ubicada en un buen sector.Cuando salí del restaurante, me encontré a Henry, el chofer de Arthur, aparcado justo afuera del restaurante. Me vio y se acercó, me saludó muy formal, protocolar, y eso me confundió. No estaba acostumbrada a ese tipo de trato.—Buenas noches, señorita Ivanna, el señor Arthur me envió a buscarla para llevarla hasta su casa y no transite sola por las calles— No mentiré… estaba muy cansada y no quería tomar el bus ni mucho men
Pasamos el resto del día limpiando y ordenando la casa. Cuando terminamos, ya eran las cinco de la tarde, así que, nos sentamos en el sillón y lo felicité por la ayuda que me había dado.—Muy bien, señor Brown. Lo felicito por cumplir su palabra. Me ayudó en todo lo que le pedí, muchas gracias.—De nada, soy un hombre de palabra— Me dijo, mientras yo le daba la mano en señal de agradecimiento, pero Arthur tenía otras intenciones. Tiró suavemente de mi mano y se acercó a mí, puso sus manos en mi rostro y me dio un beso, un beso cargado de deseo y pasión. Nos separamos y pegó su frente a la mía.—Vamos por esa comida Ivanna, antes de que no nos podamos despegar más.—Espera, debo cambiarme. No tardaré, lo siento— Le dije, porque había recordado que, cuando llegamos a la casa, después del desayuno, no me había cambiado ropa ni duchado ¡Era un asco! Así que corrí a mi habitación y me bañé lo más rápido que pude. En un tiempo récord para mí, estaba vestida con una falda a cuadros con línea
Los días pasaron y con Arthur nos veíamos cada noche. No pude cambiar mis turnos en el restaurante, puesto que los había pedido con antelación. Ya estaban listos y agendados hasta el final de mis vacaciones. Había tomado solo los turnos de las tardes, desde las tres hasta las diez de la noche, así que, solo me quedó aceptar mi error y aprovechar cada noche con Arthur y a veces con Henry junto a nosotros, cuando cenábamos los tres. Ellos realmente se llevaban muy bien. Cada día que pasaba, sentía a Henry como un padre. Se preocupaba mucho por mí y siempre me decía que quería presentarme a Milly, su esposa. Según me dijo Arthur un día, ellos no tenían hijos.Cumplimos un mes con Arthur viéndonos solo en las noches. Él pasaba por mí al trabajo en la semana y nos quedábamos en mi casa a cenar y a las doce de la noche en punto, se retiraba. Los días sábado en la noche, pasaba por mí al restaurante y luego salíamos a cenar en algún lugar; los días domingo, salíamos a hacer alguna actividad
En la madrugada, un sueño junto a mi madre me despertó. Me senté en la cama asustada. Siempre me pasaba. Arthur sintió el movimiento y se despertó. Me miró confundido y luego se asustó.—Cariño ¿estás bien?—Sí, solo tuve una pesadilla— Le respondí. Me acercó hacia él y me abrazó fuerte.—Todo está bien, estás acá conmigo, yo te cuidaré y velaré tus sueños esta noche.—Gracias, Arthur— Subí mi cabeza para mirarlo y noté en sus ojos el deseo latente. Me acerqué y le di un beso. Sus manos comenzaron a acariciar mi espalda, mi trasero y mis muslos. Sus caricias encendían mi cuerpo. Estaba perdida en sus brazos. Hicimos el amor nuevamente. Qué exquisito era sentirlo. Estaba enamorada, ya no temía pensarlo.A la mañana siguiente, me desperté por el ruido de un despertador. Arthur me soltó la cintura y se dio vuelta para apagar el despertador de su teléfono. Eran las seis con treinta minutos de la mañana.—Buenos días, hermoso.—Buenos días, preciosa— Me respondió, dándome un beso suave en
Llegamos a la enorme casa y subieron mis maletas al dormitorio de Arthur. Milly me dijo que, por la hora, dejara todo en las maletas. Al día siguiente ella me ayudaría a desempacar y a ordenar todo. Le agradecí con un abrazo y le di las buenas noches. Estaba agotada físicamente. Subí la escalera y fui hacia la habitación de Arthur, quien venía saliendo del enorme armario que tenía. Había dejado mis maletas ahí.—Son las doce de la noche, acostémonos y mañana Milly te ayudará a desempacar.—Sí, estoy muerta, hoy ha sido agotador— Le dije, mientras me tiraba boca abajo sobre la cama de Arthur, exagerando mi reacción.—No seas dramática, Ivanna— Se carcajeó. Se tiró a mi lado y apoyó la cabeza en su mano y con la otra acarició mi espalda con suavidad.—Debes colocarte pijama, no te vayas a quedar dormida con ropa.—Prefiero dormir sin nada de ropa, no tengo fuerzas para levantarme y buscar en la maleta,—Bueno, no me molesta que duermas desnuda, puedes hacerlo todas las noches si quieres
A la semana siguiente, Arthur fue por mí al restaurante un sábado por la noche. Cuando subí al auto, lo noté inquieto y nervioso. — ¿Qué sucede, Arthur? —Este… mmm— balbuceó. Noté que miraba a Henry por el retrovisor. — ¡Arthur! ¿Qué sucede? — Le pregunté levantando un poco la voz, su actitud me estaba irritando un poco. —Mañana domingo, mis hermanos vendrán a visitarnos— Me respondió, vomitando las palabras, como si las tuviese atragantadas. — ¿Tus hermanos? No recordaba que tenías hermanos. Nunca los mencionas. —Bueno, no quería incomodarte y que sintieras que íbamos muy rápido. Presentar a la familia es algo serio. —Bueno… Está bien— Le dije, esbozando mi mejor sonrisa para tratar de calmar su nerviosismo. Definitivamente, no me esperaba eso, al menos no todavía. A la mañana siguiente, nos levantamos relajados y con mucho ánimo. Arthur estaba realmente emocionado. —Te encantarán mis hermanos, bueno… Ya los conociste. — ¿No?... No sé quiénes son— Le dije, porque estaba segu