Volverás a amar... Cuando las cicatrices hayan sanado
Volverás a amar... Cuando las cicatrices hayan sanado
Por: Alut
Prólogo

Diego y yo nos conocimos en el último semestre de preparatoria, éramos de colegios distintos, mientras él estudiaba en un colegio privado, yo asistía a un colegio de gobierno.

Todo surgió como una extraña amistad, nos conocimos en una fiesta por conocidos en común, ese día él me pidió mi número telefónico y se lo proporcioné, al principio no tuve interés en ello, en ese momento, no estaba interesada en encontrar novio o algo por el estilo.

Grande fue mi sorpresa cuando él comenzó a escribirme casi a diario, él hacía lo posible para que nos encontráramos en la parada de autobús, casi siempre a la salida, nuestras charlas eran amenas, en ocasiones me dolía la panza de tanto reír.

Diego, poco a poco, se fue metiendo en mi vida, su plática, su sonrisa, sus detalles hicieron que, sin querer, me fuera atrayendo hasta que un día cualquiera, entre nuestras muchas escapadas después del colegio, me besó y ese beso fue el comienzo de mi propio fin.

Fueron dos años, llenos de momentos buenos y malos; ahora que lo pienso, fueron más momentos malos que buenos.

Por alguna razón que desconozco, el Diego que conocí luego de 3 meses, ya no era el mismo, la versión que tenía ahora se avergonzaba de mí. Por ese entonces no estudiaba, solo trabajaba y él estaba estudiando para ser abogado penal.

Jamás me llevaba a reuniones familiares o con amigos, porque decía que me aburriría, poco a poco me fui dando cuenta de que le avergonzaba que lo vieran conmigo.

En varias ocasiones terminamos, pero siempre terminaba buscándome o buscándole, hablábamos y siempre tenía las respuestas adecuadas, me convencía y regresábamos.

Fueron dos años los que viví así, hasta que un día mis amigos me dijeron algo que yo ya sabía por dentro y que no quería aceptarlo, a él le daba pena que lo vieran conmigo, siempre fui insignificante, siempre fui a la que veía cuando su novia no podía.

Mis amigos me contaron que se enteraron por conocidos en común, de que él tenía novia, una chica que también estudiaba la misma carrera que él, ella era conocida de su familia y la apreciaban demasiado. Ese día entendí que por eso siempre pedía que nos viéramos a deshoras de la noche y en un lugar donde no hubiera gente.

En muchas ocasiones tuve fuertes discusiones con mi madre, ella no aprobaba a Diego, ¡cuánta razón tenía! Pero yo estaba segada. Él, cuando estábamos solos, era un hombre amable y cariñoso, era tal cual el chico que conocí, sus actitudes muchas veces me hicieron querer seguir juntos, hasta que un día llegué a mí límite y lo dejé, luego pasaron casi 4 años y le volví a ver.

El hombre que tenía frente a mí, era completamente distinto al que conocía, sus ojos mostraban arrepentimiento, su rostro mirándome me hacía recordar los buenos momentos, una larga charla para ponernos al día y unos cuantos chistes y bromas de humor negro, en un romántico café, bastaron para que olvidara que clase de hombre había sido conmigo.

Fueron al menos unos increíbles 3 meses juntos, los que hicieron que me olvidara del pasado, me hicieron que viera un futuro, unos juntos, esos en los que te ves con él como tu esposo, hijos, una casa, trabajando hombro a hombro para ser una gran familia.

Vaya que sueño en grande, vaya que, deje volar mi imaginación, ya que la realidad era algo completamente diferente, más aún porque su familia jamás me aceptaría y él era capaz de cualquier cosa para no perder su posición en la firma de sus padres.

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