Han pasado ya unos días desde que comencé las terapias, la doctora Enedina no ha resultado una loca, al contrario, parece ser una persona de confianza, aunque siendo sincera, en las siguientes sesiones no he vuelto a hablar de Diego. Debido a ello, hemos preferido mejor hablar un poco de mi infancia y adolescencia, hay cosas en las que trabajar, pero no son trascendentales.
La doctora no me ha presionado con el tema de Diego, ella me escucha y luego me da algunas actividades a trabajar hasta la siguiente sesión.
Si soy totalmente honesta, no he querido hablar sobre él, no porque no quiera, sino porque me da pena aceptar todo lo que viví a su lado. Diego fue todo un caballero para reconquistarme, pero ese caballero desapareció y se convirtió en el peor de los demonios.
Un simple perdón, una larga charla, un café y unas flores bastaron para perdonarle. Su mirada realmente mostraba arrepentimiento, su nerviosismo y la sinceridad con la que hablo, fueron todo lo que necesitaba para desarmarme.
Si lo pienso bien, le fue muy fácil conseguir que le perdonara la serie de estupideces que cometió por dos años, cuando yo apenas tenía 18 años.
Cuando nos volvimos a ver, yo era una mujer fuerte y me sentía muy orgullosa de mis pequeños logros, estaba llena de ilusiones, tenía muchos sueños, llevaba un año viviendo sola y para mí eso, eso me hacía sentir muy orgullosa.
Diego podría ser todo un galán si se lo proponía, cuando quería conquistarme, me llenó de atenciones, mimos y regalos. Recuerdo que fueron dos o tres meses fabulosos, los cuales me hicieron querer más, me hicieron creer que algo mucho mejor podría venir, pero poco después de que me sintió segura, aquella vaga ilusión, se fue por el caño y para mí, ya era demasiado tarde, aquel gran amor que le tenía años atrás ahí estaba de nuevo.
Poco a poco me perdí en la necesidad de verle, si él decía hoy te veo, yo saltaba como cachorrito agradecido por tener tiempo para mí. El corazón casi salía de mi pecho cada que lo veía y tenía cerca, sentir su calor, sentir su aliento, sentir sus labios besándome, sus brazos envolviendo mi cuerpo me hacían inmensamente feliz.
Me da pena aceptar que, en poco tiempo, volví a caer y muy, pero muy bajo, tanto que ahora estoy en un punto en el que no sé cómo seguir, me levanto por obligación, trabajo porque no tengo opción, me duele respirar, me cuesta vivir, lloro todas las noches abrazando su pijama, la cual aún conserva su aroma ligeramente.
¿Cómo le explico a la doctora que cada día que pasa lo extraño más? ¿Cómo explico que, en lugar de odiarlo, lo amo? ¿Cómo me digo a mí misma que debo continuar? ¿Cómo me hago entender que la vida sigue y el tiempo no se detiene?
Sé bien que no debería extrañarlo, debería olvidar el tema, debería hacer lo mismo que hice cuando tenía 20 años y le dije adiós. Realmente quisiera poder reunir el mismo valor que tuve en esa ocasión, en esa en la que llegué a mi límite y sin pensarlo dos veces, le dije adiós.
Me duele, realmente me duele, no poder odiarlo, no poder olvidarlo, anhelo su presencia, anhelo el tiempo que pasamos juntos, no debería, pero lo hago. Extraño nuestras largas charlas donde la tarde noche se hacía corta y al final terminaba pidiéndole que se quedara, adoraba nuestras pláticas de almohada, no era nada sexual, eran pláticas interesantes donde, con la oscuridad de esta alcoba, desnudábamos nuestra alma.
Cada noche que recuerdo aquello, lloro, lloro como ahora, lloro porque no sé qué hice mal, ¿en qué fallé? Le di todo de mí, él tomó y tomó, todo lo que tenía y luego se fue.
Ahora siento que de mí no queda nada, siento que se llevó lo mejor de mí, se llevó mi alegría, mi sonrisa, mis ilusiones, mis planes, mis sueños. Todo lo que tenía lo tomó en esa última noche que estuvo aquí y luego se fue.
La verdad es que no sé en qué momento me quede dormida, mi alarma suena, despierto, al levantarme siento cómo me duele la cabeza, supongo que es el efecto de tanto llorar, al verme al espejo, veo lo que queda de mí, si mi madre o mis hermanas me vieran, seguramente se preocuparían, yo me veo y sé que el maquillaje lo cubrirá bien.
En días como hoy me digo, ¿dónde había quedado la mujer de 23 años que salió de su casa para ser independiente? De esa, no quedaba nada, ahora me daba miedo hacer las cosas que antes hacía, ir al cine, ir al café, comer sola, hacer el súper, realmente sí que soy una completa idiota.
Luego de arreglarme lo mejor que puedo y ya es mucho decir, salgo para el trabajo, al llegar, lo primero que hago es servirme un poco de café, no había dormido bien y debía despertar.
Al revisar mi correo, noto un correo de R.H. el cual notificaba que se había abierto una vacante como asistente del CEO con sede en Nueva York, medio leí el correo, la verdad es que ese puesto no me interesa, los beneficios suenan atractivos, pero ahora cargo con varios problemas y no podría llevar más.
A la hora de la comida, paso por mi amiga Soila, ella es una mujer muy bella y dulce, me inspira mucha confianza. Mientras comíamos, podía ver cómo varias de las asistentes no hablan de otra cosa que no sea sobre la vacante.
— ¡Chiquita! ¿Qué pasa? ¿No te gusta la comida?
— ¡Estoy bien! La comida esta bien... — Respondo, aunque la respuesta no la deja satisfecha.
— ¡Te noto pérdida! — Me dice con evidente preocupación.
— Estoy un poco cansada, no he podido dormir bien…
— ¿Ya preparaste tu hoja de vida? — Me pregunta, tratando de cambiar de tema.
— ¿Para? — Digo con duda.
— Amiga, el correo que mando R. H.
— ¡Ah! Si me pareció ver el correo, pero no estoy interesada.
— Chiquita, no es que quieras, es obligatorio, al parecer todas las asistentes de las diversas direcciones debemos participar.
— Mmm…
Cuando entre a esta compañía, esperaba que en algún momento se abriera una vacante en el área creativa, para que pudiera demostrar mis conocimientos como diseñadora gráfica, pero, aunque han existido oportunidades, nunca me han tomado en cuenta.
— ¿Realmente es obligatorio? — Pregunto a Soila un tanto dudosa.
— La orden viene desde el CEO en Nueva York y vaya que le va a cambiar la vida a quien sea seleccionada.
— Mmm… — Doy como respuesta a lo que mi amiga dice.
— Ana, sé que no estás pasando por un buen momento y te preocupa la demanda de esas mujeres. Pero ya verás que, en un tiempo, tú y yo, nos estaremos riendo de lo que estás viviendo ahora, seguramente nos burlaremos de Diego y de lo idiota que fue por dejarte.
— ¡Ojalá! Créeme que quisiera que el tiempo pase más rápido y ya hubieran transcurrido años, muchos años.
— Ya verás que cuando menos lo imagines, estarás conociendo a alguien más… Prepara tu hoja de vida, no importa lo que pienses ahora, Ana, preséntate en la entrevista. ¿Quién sabe? ¡Tal vez tú podrías ser la afortunada!
— ¿Con mi suerte? ¡No lo creo! Si eso me pasara, ese mismo día me compro un boleto de lotería.
Llegando a mi lugar, busco el correo que habían enviado los de R.H. y si, efectivamente, la participación a la entrevista era obligatoria.
Elabore mi hoja de vida lo más detallada posible, trabajar para mi jefe era duro, pero ahora que lo veía, me había dado la oportunidad de adquirir conocimientos en varios campos. Mi hoja de vida ya no se veía tan escueta como cuando era practicante.
Orgullosa de mis logros, imprimí la información y la guardé en un folder, era viernes y el lunes llegaría ese famoso CEO del que mucho se hablaba últimamente en los pasillos.
--- Consultorio de Enedina Díaz ---
— ¡Hola, Ana! ¿Cómo estás el día de hoy?
— ¡Hola, doctora Enedina! Ayer lloré por la noche, no fue muy buena, que digamos.
— Ana, es importante que hablemos de Diego, sé que es un tema escabroso, pero debes comenzar a soltar.
— Usted tiene razón, pero…
— Ana, prometo no juzgar, yo solo estoy aquí para escuchar, recuerda que lo que se habla aquí, no se puede divulgar, existe el secreto profesional.
— ¿Cómo los sacerdotes?
— De cierto modo, sí, pero esa es ayuda espiritual, nosotros somos ayuda emocional.
Veo el diván que está en el consultorio y cambio de la silla a este, me recuesto y cierro mis ojos, quiero llorar, la pena que cargo sobre mis hombros en ocasiones parece ligera, pero en otras, se hace muy pesada.
— Ayer por la noche, mientras estaba recostada, el recuerdo de Diego llegó a mi mente, siendo completamente sincera, realmente lo extraño. Sabe, aún no encuentro la razón por la que terminamos, todo parecía ir bien, él no era el mismo idiota de antes. Diego, hoy día, era un hombre dulce y cariñoso conmigo, él era todo lo que necesitaba…
— Ana, ¿estás segura de que él era así contigo?
— Cuando todo comenzó, sí… Él me amaba, se desvivía en atenciones hacia mí, se notaba tan entusiasmado, incluso un día me propuso que viviéramos juntos.
— ¿Qué hiciste?
— ¡Acepte!
— ¿Qué paso después?
— Bueno…
Mientras tenía los ojos cerrados, podía ver imágenes que respondían a aquella pregunta, podía ver nuestros primeros días juntos, casi siempre llegaba a casa con flores. Me recordaba que todo el día había pensado en mí, me besaba con cariño, me trataba como si yo fuera su mundo, teníamos largas charlas mientras cenábamos, me contaba su día, sus preocupaciones, sus problemas y yo hacia lo mismo, ambos sacábamos lo mejor de aquello, incluso nos aconsejábamos de lo que cada quien podía hacer por su lado.
Luego se vienen otros recuerdos no tan agradables, puedo ver a la madre de Diego visitándonos, viendo mi departamento como poca cosa, criticándome por mi forma de cocinar, diciéndome que su hijo se veía flaco, que no le gustaba cómo le planchaba las camisas, diciéndome que la casa estaba hecha una “pocilga.”
Al principio Diego me defendía y le decía que era su apartamento y que él lo había elegido así, yo, al escucharlo, no le corregí, no me molestaba que se tomara esa atribución porque para mí, él estaba defendiéndome.
Posteriormente, no sé cómo sucedió, pero mi suegra obtuvo una llave del apartamento e iba y venía a su antojo. ¿En qué momento sucedió? ¡No lo sé! Pero ya no tenía autorizado llevar amigas a mi propio departamento, no tenía privacidad, no podía andar en ropa interior si así lo quería, todo porque no sabía en qué momento la mujer llegaría a mi propia casa.
Nunca fui del agrado de la señora, siempre me había visto muy poca cosa para su hijo, para ella solo existía Cassandra Riva. En ese entonces no la conocía, ni tenía idea de quién era, por lo que solo la tomaba como loca, no imaginaba que esa señora y su actual nuera hoy me tendrían con el alma en un hilo.
— ¿Ana?
— ¿Sí?
— ¿En qué piensas?
— En lo estúpida que fui, el amor que sentía por Diego, no creo que haya sido cien por ciento correspondido, más bien pienso que fue algo unilateral. Puede ser que en un principio le gustaba, pero tal vez fui alguien muy fácil para él, no representé un reto, a la primera que me dijo mi alma, caí, le di todo de mí y todo se lo entregué muy fácilmente.
— Ana, no debes culparte por enamorarte, todos cometemos errores cuando nos enamoramos, aquí lo importante son las lecciones de vida que nos deja aquella experiencia. ¿Crees que, a futuro, si conoces a alguien más permitirías un trato como el que recibiste?
— No… — Digo mientras volteo para otro lado mi cabeza. — No me gustaba la idea que está poniendo en mi cabeza.
Actualmente, no me veía en una nueva relación, el solo hecho de imaginarme a lado de otro hombre, me dolía, pensar en que otro hombre me besara o tocara, me provocaba una gran tristeza, me daba la sensación de un gran vacío en mi corazón.
— Ana, vamos a trabajar en esto. — dice la doctora, mientras estira una hoja con actividades a cumplir. — Revísalo y dime si es posible que lo vayas a hacer.
Tomo la hoja y rápidamente la leo, al principio no parece nada en particular, pero una cosa es ver y otra es hacer. Debía llevar a cabo, algunas de las actividades que, antes de que Diego entrara en mi vida, eran tan comunes y fáciles, aquella lista parece sencilla, pero no sé qué tan complicada me resulte.
El fin de semana se pasó rápidamente entre; visita al psicólogo, visita a mi madre y hermana, mis tareas de fin de semana, ya era domingo en la noche y preparaba mi atuendo para mañana, el viernes no lo había pensado, pero el fin de semana me dio tiempo para imaginar, como sería si ese puesto me lo dieran a mí.
Vaya que tenía razón, Soila, la vida de la chica que fuera seleccionada, cambiaría por completo, no esperaba ganar el puesto; sin embargo, soñar no cuesta nada, ¿Qué tal sí me pasaba?
--- Ana Teyssier ---August Dominik Müller era considerado un adonis, un hombre casi, casi hecho a mano, se decía en los pasillos, el hombre seguro no pasaba de los cuarenta y tantos años, su rostro era muy característico, contaba con unos rasgos muy bien definidos. Poseía ojos verdes claros, unos labios gruesos y llamativos, su cabello era corto, quebrado, rubio y bien peinado, a pesar de los años, el hombre poseía una figura atlética y tonificada, la cual resaltaba en sus trajes hechos por diseñadores exclusivos seguramente.Se dice que el hombre tiene un carácter difícil, incluso dicen que su carácter ahora es más complicado debido a su divorcio. Profesionalmente, he tenido oportunidad de revisar algunos temas de trabajo y a mí, personalmente, me ha dado la impresión de ser un hombre amable, estricto pero amable.Dominik como le dice mi jefe y la mayoría en la compañía, he de ser sincera, sí, efectivamente, se me hace un hombre atractivo, aunque frío como un témpano de hielo, su mi
--- Dominik Müller---Finalmente, tómo el folder que Ana me entrega, lo leo con detenimiento tal como con todas las candidatas, me sorprendo al ver que varios conceptos que manejo todos los días. Vaya, esta niña los conoce al derecho y al revés, resulta que Ana tenía más experiencia que todas las candidatas juntas, eso era excelente, aunque dudaba por su edad, tuve que tragarme los pensamientos antes expuestos en mi mente.Luego de leer el archivo, cambio mi gesto y dirijo mi mirada a la de aquella niña.— ¡Hola, Ana! ¿Cómo estás? – Digo usando un tono de voz no tan intimidante.— ¡Hola, señor Müller! Estoy bien y ¿usted? – Me responde ella con mucha seguridad y genuino interés.— Bien, visitando México… — Respondo con naturalidad.He de reconocer que he trabajado con Ana, desde que Mauro la contrato, se me ha hecho una chica jovial y amable; además de responsable, todo lo que le he pedido, siempre lo ha tenido listo, sé que es una chica con carácter y mucha determinación, lo que no c
——— Ana Teyssier ———Era sábado por la mañana, la semana había pasado en un abrir y cerrar de ojos, había llegado a casa de mi madre desde una noche antes, ella quiso que le contara con todo detalle cómo era eso de que me iría a vivir a Nueva York.Mi hermana Romina estaba emocionadísima, ya había buscado lugares que visitar, me tenía todo un itinerario de cosas que hacer en “mi tiempo libre”, así que luego de aquellas emocionantes propuestas, me dispuse a contarles todo con puntos y comas.Mamá entendía que era una gran oportunidad, pero también, aunque no me lo decía, sabía que esto me ayudaría a poner tierra de por medio, el tiempo y la distancia, tal vez, podrían ayudar a sanar mi corazón herido.Desayunamos las tres y luego de una larga sobremesa, regrese a mi apartamento, mis amigas de la universidad habían sido las terceras en enterarse, claramente se mostraban emocionadísimas, por lo que decidieron que era necesario vernos y platicar sobre esta promoción para festejar.Afortun
--- Mateo Díaz ---Conozco a mi jefe, Alexis Betancourt, desde hace 15 años, mi jefe es ingeniero estructural, la mayoría de los grandes y lujosos edificios han sido construidos por su compañía, él ha trabajado duro para obtener la posición en la que se encuentra ahora.Sé que solo una vez se enamoró, esa única vez, fue de su esposa, con la que tuvo un hijo y una hija, esos niños ahora ya son unos jóvenes de 28 y 20 años. Lamentablemente, su matrimonio terminó estrepitosamente hace 10 años, debido a una infidelidad por parte de su esposa.Aún recuerdo ese día, mi jefe llegó a casa más temprano de lo normal, yo lo acompañaba, él me entregaría unos planos que había dejado olvidados en su habitación. El pobre hombre, al abrir la puerta de su alcoba, se topó con una escena desagradable, su mujer se encontraba en la intimando con quien era el mejor amigo de mi jefe.Tuve que sostener a mi jefe antes de que le partiera la cara al hombre que se encontraba desnudo, me dolió ver aquello, pero
--- Alexis Betancourt ---Luego de pasar unas horas con Camila, seguí mi ritual de siempre, terminé enviando a Camila a su casa después de desahogar la tensión.Ella es una mujer exquisita, pero simplemente no puedo aceptarla tal como ella quiere, la he intentado alejar por varios medios, pero ella insiste en seguir a mi lado, claramente sabe que nunca pasaremos a ser algo más de lo que ya somos.Hoy desperté un poco cansado y perezoso, en mi mente estaba la chica de ayer, no sé qué me sucede, pero desde que la vi, ha llamado demasiado mi atención. No puedo negar que sus amigas son bellísimas; sin embargo, ella tiene algo en la mirada que no logró sacarla de mi cabeza.Hoy no fui al gimnasio, ya son las 7:00 am, salgo de mi habitación y veo a Mateo, tal como todos los días, tiene listo mi desayuno, mientras tomo asiento en una de las sillas de este amplio comedor, el hombre pasa lista de todas mis actividades y compromisos por hoy, apenas estoy probando mi néctar mañanero, cuando Mate
Diego y yo nos conocimos en el último semestre de preparatoria, éramos de colegios distintos, mientras él estudiaba en un colegio privado, yo asistía a un colegio de gobierno.Todo surgió como una extraña amistad, nos conocimos en una fiesta por conocidos en común, ese día él me pidió mi número telefónico y se lo proporcioné, al principio no tuve interés en ello, en ese momento, no estaba interesada en encontrar novio o algo por el estilo.Grande fue mi sorpresa cuando él comenzó a escribirme casi a diario, él hacía lo posible para que nos encontráramos en la parada de autobús, casi siempre a la salida, nuestras charlas eran amenas, en ocasiones me dolía la panza de tanto reír.Diego, poco a poco, se fue metiendo en mi vida, su plática, su sonrisa, sus detalles hicieron que, sin querer, me fuera atrayendo hasta que un día cualquiera, entre nuestras muchas escapadas después del colegio, me besó y ese beso fue el comienzo de mi propio fin.Fueron dos años, llenos de momentos buenos y ma
Todos en esta vida, en algún momento, necesitamos pagar para que alguien escuche nuestra historia, le dicen “Ir al psicólogo”, después de muchas conversaciones con mi familia, finalmente acepte ir. Llegue 10 minutos antes, me siento nerviosa, estoy inquieta, jamás había pisado un lugar así, seguramente mi familia me cree una desequilibrada y no es para menos, luego del último arranque que tuve. En mi defensa, solo puedo decir que es lo último, ya no pude aguantar más.Aún recuerdo ese día como si fuera ayer, ese día sufrí la más grande humillación de todas, si en el pasado había sido humillada por Diego, esta ocasión la situación rebaso todo lo que había vivido con él, además de que teníamos público. Lo peor de todo fue ver los ojos de mi madre, ella realmente estaba asustada y vi decepción en su mirada, en ese momento lo supe, había tocado fondo.Pensando en ello, me levante, cogí la mano de mi madre y decidí que, desde ese día haría todo lo que estuviera a mi alcance para olvidarme