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Capítulo 1: Tenemos que platicarlo para soltar

Todos en esta vida, en algún momento, necesitamos pagar para que alguien escuche nuestra historia, le dicen “Ir al psicólogo”, después de muchas conversaciones con mi familia, finalmente acepte ir. Llegue 10 minutos antes, me siento nerviosa, estoy inquieta, jamás había pisado un lugar así, seguramente mi familia me cree una desequilibrada y no es para menos, luego del último arranque que tuve. En mi defensa, solo puedo decir que es lo último, ya no pude aguantar más.

Aún recuerdo ese día como si fuera ayer, ese día sufrí la más grande humillación de todas, si en el pasado había sido humillada por Diego, esta ocasión la situación rebaso todo lo que había vivido con él, además de que teníamos público. Lo peor de todo fue ver los ojos de mi madre, ella realmente estaba asustada y vi decepción en su mirada, en ese momento lo supe, había tocado fondo.

Pensando en ello, me levante, cogí la mano de mi madre y decidí que, desde ese día haría todo lo que estuviera a mi alcance para olvidarme por fin de Diego, habían sido al menos 7 años en los que en mi mente, solo mantuvo la esperanza de que Diego algún día me amaría, perderlo y perderme a mí misma, me llevo a esto, así que, aquí estoy, esperando la primera de muchas sesiones.

Estaba perdida en todos aquellos dolorosos recuerdos, cuando la dulce voz de una mujer de no más de 40 años pronuncio mi nombre.

— ¿Ana Isabela Teyssier?

— ¡Sí! ¡Soy yo! — Respondo nerviosa, levantándome del asiento para entrar a ese consultorio.

— ¡Pasa, querida, pasa! No tienes por qué estar asustada o nerviosa. — Dijo la mujer frente a mí.

— ¡No lo estoy! Es solo que es la primera vez que vengo a un lugar como estos…— Digo mientras observo el consultorio lleno de plantas.

— ¡Oh! ¡Ya veo…! ¡El lugar no tiene nada de especial! Mira, solo vamos a platicar, quiero que te sientas cómoda y que me cuentes lo que sucede, quiero conocerte Ana. — Dijo la doctora mientras cerraba la puerta.

— ¿Qué quiere saber? — Respondo con duda y a la vez renuente, aun no sabía cómo funcionaban esas “terapias”.

— Lo que tú me quieras contar Ana.

Al escuchar esas palabras, solo pude respirar profundo, no sabía por dónde comenzar, que parte de mi vida debía comenzar a contarle, así que, en un acto de sinceridad, finalmente hablé.

— Doctora, ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo decir? No tengo idea de por dónde comenzar…

— Vamos por el principio, ¿por qué estás aquí Ana? — Dijo ella sentándose y acomodándose una libreta en las piernas para escribir o tomar notas.

— Estoy aquí porque tuve una crisis nerviosa… — Digo un poco apenada.

Decir aquello me dolía, luego del escándalo en casa de la familia de Diego, las personas cercanas a mi familia o conocidas creen que estoy loca, o peor aún, creen que mi madre no ha hecho un buen trabajo criándome, ¡Por dios tengo 25 años! Yo sola me metí en este problema, no es necesario que señalen a mi familia por mis errores. - Pienso.

— ¿Ana? ¿Estás aquí? – Dijo la doctora moviendo la mano y sacándome de mis pensamientos nuevamente.

— ¡Perdón! ¡Me perdí un poco! ¿Qué me decía?

— Te preguntaba si ¿Sabes a que se debió aquella crisis nerviosa?

— Bueno… La verdad es que fueron demasiadas cosas… Todas, ese día salieron a flote.

— Cuéntame Ana, tenemos que platicarlo para soltar y por cómo te veo, hay mucho que soltar.

— ¿Por dónde comienzo?

— Háblame en específico de ese día, Ana.

— Todo sucedió hace exactamente un mes…

--- Casa de la familia Teyssier (1 mes atrás) ---

— ¡Isa! ¡Es hora de desayunar! — Dijo Romina mi hermana menor.

— ¡Déjame dormir, luego desayuno! — Digo tratando de no asomar mi cabeza de debajo de las cobijas.

— Mamá me mando a levantarte y no me iré hasta que bajes… - Insistió mi hermana.

— ¡Demonios Romina! ¡Deja de molestarme…! – Respondí molesta.

— Mamá dijo que, si eras tan buena para embrutecerte en alcohol, debías ser buena para hacer tus deberes… Así que levanta tu trasero que te estamos esperando para desayunar… Anda que abuelita está esperándote también. – Dijo Romina cambiando un poco el tono de voz.

Al escuchar que mi abuelita estaba esperándome se me estrujo el corazón, mi pobre abuelita no tiene la culpa de mi corazón roto, así que como pude, me levante y baje lo más a prisa que pude.

— Abuelita ¿Por qué no desayunas? – Le digo con un tono de voz que solo utilizo con ella.

— ¡Hija, te estoy esperando! ¡Anda siéntate, te sirvo ahora mismo! – Me responde mi abuela esbozando una sonrisa.

— Abuelita, puedo servirme yo misma, no te preocupes… - Le digo poque aún me trata como una chiquilla cada que vengo a casa de mi madre.

— ¡Qué bueno que ya estas despierta Isa! — Dijo mi madre un poco molesta. — No me gusta que llegues a esas horas a la casa, entiendo que los viernes los agarras para salir con tus amigas, pero… ¿Quién te trajo Isa?

Tomaba un trago de mi delicioso y humeante café, cuando esa pregunta me hizo recordar lo que había sucedido en la madrugada. Yo conocía al hombre que me trajo a casa de mi madre, flashes de lo que sucedió llegaban a mi mente, conocía el aroma de esa colonia, ese aroma amaderado, era inconfundible ¡Diego! El me trajo a casa de mi madre ¿Por qué? ¡Demonios! De golpe me levante de la silla y mi madre me vio algo molesta.

— Isa, ¡Por dios! ¿Qué te sucede? ¡Siéntate y desayuna como dios manda!

— ¡Mamá! Acabo de recordar que hoy tenía que ir a la oficina… ¡Dios! Me tengo que ir. — Digo lo primero que se me ocurre, tomo un trago más de café y corro hacia mi habitación por mis cosas.

Llegando ahí, me pongo la misma ropa con la que llegue, por un momento, me quedó sentada en la orilla de mi cama, reflexiono lo que sucedió, pero todo me parece tan borroso. ¿Qué demonios hiciste Ana? ¿Cómo es que Diego te trajo aquí? ¿Por qué? De repente un recuerdo llega muy claro a mi mente.

Diego me saco del bar en el que estaba totalmente ebria, lo cual, no era extraño, ya que desde que me dejo, lo hago casi cada fin de semana, solo que esta vez sí que me excedí, no medí cuantos tragos de whisky me había tomado, solo quería estar lo más ebria posible… Durante el día había stalkeado la cuenta de F******k de Diego y me había topado con la noticia de que él ya estaba en una relación con Cassandra Riva.

Una cosa era sospechar que me había visto la cara, una y otra vez, como cuando teníamos 18 años y otra, era que yo viera fotos donde ambos estaban felices, ellos convivían con su familia, amigos e incluso hasta con compañeros del despacho de abogados de su familia.

Ver aquello fue una daga en mi corazón, recuerdo que, al ver las fotografías, preferí ir directo al baño y llorar, no teníamos ni un mes de que él me había dejado y ya estaba con ella, eso solo confirmaba el mayor de mis temores, yo misma me repetía mentalmente, “Lo sabias, lo sabias, claro que lo sabias, él nunca la dejó”.

Mientras estaba sentada, recordé algo que Diego me dijo mientras me ayudaba a subir a su auto y abrochaba el cinturón de seguridad: “Isa, de verdad lamento verte en este estado, no sabes cuánto lo lamento, nunca debimos volver a cruzarnos”. Si eso fue, él me dijo eso y me dio un beso muy cerca de mis labios, ¡Dios! ¡Yo sé que Diego me ama! ¡Yo lo sé! ¡Diego me ama…! ¡No, no, esto tengo que arreglarlo! estoy segura de que su madre lo está obligando a estar con Cassandra.

Con esa idea en mente, me levanto de mi cama, tomo mi bolso y voy inmediatamente a casa de los padres de Diego, el seguía viviendo con ellos, mientras voy en camino, algo dentro de mí me dice que esto es un error, algo me dice que dé la vuelta y me vaya, algo me dice que todo esto es una mala idea, algo dentro de mí me dice que algo saldrá mal.

Aunque confiada en lo que ocurrió anoche, tomo valor y llego a su casa, acto seguido, toco el timbre y ruego para que sea él quien abra la puerta, pero no, el destino no es tan benévolo conmigo, el que abre la puerta es su hermano Fabian. El chico es un amor, me ve con ojos de espanto, como tratando de decir “Vete”, pero es interrumpido por Diego quien le pregunta sobre unos documentos, el hombre voltea a verme y pone los ojos en blanco.

El semblante amable cambia, luego, ve para todos lados y dice:

— ¿Qué demonios haces aquí, Isa?

— Diego necesitamos hablar… - Le digo con voz temblorosa y nerviosa.

— Isa… Yo no tengo nada de qué hablar contigo, ¿Qué te hace pensar eso?

— Anoche, tu… ¡Tú me llevaste a casa de mi madre…! ¿Por qué?

Es en ese preciso momento, él que toma mi brazo con fuerza y me mete a su casa, llevándome a un cuarto donde ponen las herramientas para el jardín.

— Isa… No confundas las cosas… Si te lleve a casa de tu madre, es por lastima, ¿Acaso no te das cuenta? ¡Eres una alcohólica! ¡No soy un desalmado! Cualquiera en ese estado se pudo aprovechar de ti, así que preferí llevarte a casa de tu madre, es necesario que ella vea en que te estas convirtiendo, ojalá así ya te ponga un alto y controle tus arranques.

— ¡Tú me besaste! ¡Yo sé que lo hiciste! ¡Diego por favor! Dime… ¿Tu madre te está obligando a estar con Cassandra como antes?

— ¡ISA! ¿Eres idiota o qué? ¿Acaso no vez que edad tengo? ¡Por dios! Ubícate, tengo 27 años, crees que mi madre puede controlarme, ¡Deja de engañarte! Si termine contigo, fue porque nunca vas a encajar en mi mundo, tú eres una simple asistente.

Te haces la muy fuerte y digna, pero no eres nada, intente que encajaras con las personas que normalmente me relaciono, pero sigues siendo la misma escuincla inmadura de antes, ¡Ya madura, por Dios!

— ¿Diego? ¿Estás ahí? ¿Con quién hablas? – Puede escuchar una delicada pero firme voz femenina.

En el instante que la escuche, Diego apretó mi brazo, lo que provocó que este comenzara a doler, aunque siendo sincera, lo que más me dolía era el corazón, ya que, al escuchar esas palabras tan hirientes, el me volvía a lastimar como hacía 5 años atrás.

Cassandra Riva estaba ahí, en casa de sus padres, el lugar en donde innumerables veces le pedí a Diego que me trajera, ella su novia estaba ahí, desconozco porque me sorprendió, si siempre supe al menos su madre la tenía en alta estima, cosa que en mi caso no sucedía.

Pero eso sí, el tiempo que Diego y yo vivimos juntos, su madre si iba a mi apartamento, al ir, se sentía dueña y señora de mi propio hogar, Diego, si el mismo que tengo frente a mí, me había pedido que dijera que el departamento era de él, yo como estaba enamorada no puse objeción.

Al aceptar aquello, la señora se sintió con derechos de decidir quién iba y quien no a mi propia casa, de manera definitiva estaba mal, definitivamente me falto mucho valor para agarrarla de las greñas y sacarla de mi casa. Todas las cosas que me hizo la señora aún pasaban por mi cabeza, me había perdido en esos recuerdos, cuando la mano de Diego agarro mi mentón para que le pusiera atención.

— Isa, voy a abrir la puerta y más vale que salgas inmediatamente de mi casa, mi novia no te puede ver aquí, tú ya no significas nada para mí, ¡Por dios Isa, entiéndelo!

Yo nunca te tome como algo formal, te recuerdo que la que se hizo esa fantasía en su cabeza, fuiste tú, tú eras la que insistía en que me quedara a dormir en ese mugrero al que le llamas casa, ¡Por dios! ¿Tú crees que yo me podría fijar en ti para algo formal?

— ¡Vivías conmigo! ¡Vivías en mi casa! ¡Usabas mis cosas! ¡Yo pagaba las cuentas de ese al que llamas mugrero! — Comencé a gritar.

El acto seguido, trato de tapar mi boca, provocando que escobas y más cosas, cayeran, lo que llamó la atención de Cassandra, cuando menos lo imagine, la mujer abrió la puerta y nos encontró en una situación incómoda, Diego me sostenía del brazo y tapaba mi boca.

— ¡DIEGO! ¿QUE DEMONIOS ESTAS HACIENDO CON ESTA? ¡TU DIJISTE QUE ESTA MUJER NO SIGNIFICABA NADA! ¿QUE ESTA HACIENDO ELLA AQUÍ? — Grito la rubia muy molesta.

Sin previo aviso ella me tomo del cabello y me arranco del agarre de Diego, me saco de aquel cuarto zangoloteándome, toda muestra de clase la perdió en ese momento, ella al ser más alta que yo le era muy fácil manejarme, no tuve oportunidad de defenderme, al menos no, hasta que reuní todo el coraje y la rabia que sentía, antes de la pena, luego de ello, se me ocurrió morder la mano de la chica.

Cassandra me soltó, pero gritó tan fuerte que salió corriendo la madre de Diego, la cual, al vernos, palideció y se dirigió directo a mí.

Margarita Gonzales, la madre de Diego era una fiera, cuando menos espere un fuerte calor y dolor invadió mi mejilla, acto seguido, mi otra mejilla sintió lo mismo, la mujer me agarro del brazo, llevándome hacia la puerta, mientras me zangoloteaba por el jardín, me grito tantas cosas que no pude comprender, ella estaba hecha una fiera.

Cassandra lloriqueaba y Diego la consolaba, su madre me estaba lastimando y él solo abrazaba a su novia, la verdad es que no sé de dónde saqué valor, pero comencé a patear y lanzar manotazos, intentaba zafarme del agarre de aquella mujer, no supe en qué momento, pero el grito de mi madre me saco de mi alterado estado.

— ¡ISA! ¡ISA! ¡POR DIOS HIJA! ¡YA BASTA, DEJA DE HUMILLARTE!

La madre de Diego al ver a mi madre me soltó, mi cabello y ropa, estaban hechos un desastre, toda yo era un desastre, la mujer fingió que la empuje y cayó al pasto, se quejó amargamente, tanto que el padre de Diego, Leopoldo Sánchez salió de su estudio y me dijo:

— ¡Isabela Teyssier! ¡Maldita sea! ¿Qué carajos estás haciendo en mi casa? Mi hijo ha sido muy claro contigo, el no quiso nada serio, si vivió contigo fue solo un desliz de jóvenes, pero metete una cosa en la cabeza, tú nunca formaras parte de esta honorable familia.

— Señor, ¿Qué de honorable puede tener esta familia? Cuando se aprovechan de una joven para vivir a sus expensas, Diego, viviste en casa de mi hija sin poner un quinto, sin aportar nada, ¿Eso es honorable para ti? Para mí no, mi hija se ha hecho de sus cosas con esfuerzo y trabajo, pero tú, tan solo mírate, a tu edad sigues viviendo con tus padres, ¿Te es más cómodo así? Yo no me sentiría orgullosa de eso. — Dijo mi madre al verme en un estado lamentable.

— ¡Cállese señora! Su hija era quien me suplicaba que estuviera con ella… Pero yo nunca vi un futuro con esta…

Vi como los ojos de mi madre se volvieron más oscuros, estaba hecha una fiera, pero se controló demasiado, de pronto me dijo:

— ¡Hija levántate! Ya has tenido suficiente con esta m*****a familia, la cual espero que, en toda su vida, la suerte les siga sonriendo, porque no siempre estamos arriba, un día nos toca estar abajo y ahí es cuando nos acordamos de todo lo malo que hicimos…

Ver los ojos llorosos de mi madre y escuchar cómo se le quebraba la voz, me dolió, me dolió hasta lo más profundo de mi ser. Ahí fue donde maldije el día que conocí a Diego, ese maldito día en que toda mi vida cambio.

——— Consultorio (Actualmente) ———

— ¡Toma los pañuelos que necesites, Ana! Agradezco enormemente me hayas contado lo que sucedió ese día, ahora veo que no ha sido fácil salir de esa relación, veo que tenemos mucho que trabajar, tú puedes llorar todo lo que quieras, sé que no es fácil, nadie dijo que lo sería, pero lo más importante es que has dado el primer paso.

— ¡Lamento mucho haber ido ese día! No sabe cuánto lo lamento, hoy día mi familia está preocupada por mí, no somos una familia de dinero, tengo un trabajo medianamente bueno; sin embargo, la madre y la novia de mi ex, me demandaron.

— ¿Cómo?

— Ellas pusieron una demanda en mi contra por irrupción en propiedad privada e intento de homicidio, son abogadas y no se dé cuanta cosa más me acusaron.

— ¡Eso es un tanto exagerado!

— ¡Lo sé! Mi único error fue haber creído en Diego nuevamente, fui una completa estúpida, ahora solo espero que mi prima pueda hacer algo para sacarme de este problema y que la cuenta por sus honorarios no sea demasiado grande.

— Ana, creo que es importante que sigas viniendo, no quisiera perder contacto contigo, estas terapias servirán de mucho para poder sanar tu corazón y todo aquel trauma que tengas, solo no dejes de acudir.

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