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Capítulo 2: ¿Casualidad?, no lo creo(1)

Pareciera que Shin presuroso, ansioso e incrédulo de sus propios sentimientos, terminó su deliciosa bebida, incluso olvidó tomarle la fotografía de siempre, tomo su portafolio de piel, sacando sus guantes de terciopelo negro ideales para el crudo invierno surcoreano.

— ¡Hasta mañana!, Estuvo delicioso. — Se despidió les dejó una generosa propina en un cerdito de porcelana.

 Mientras en su cabeza retumbaba, un pensamiento que le inundaba de emoción e incertidumbre, todo a causa de la sonrisa de esa extranjera, pareciera que unas chispas incandescentes de atracción le habían exasperado sus sentidos.

« No, Shin no podemos volver a enamorarnos así, solo es una chica, es más es una extranjera, que no sabes si podrás volverla a ver, ¡Que carajos estoy diciendo!, ¡Cómo si quisiera darme la oportunidad de amar de nuevo!, ¡Es más!, Porque estoy considerando el hecho de enamorarme así de una completa desconocida», de pronto apretó los ojos y labios.

Ese discurso resonó en su cabeza, como si se lo hubiera repetido a sí mismo con un altavoz en máxima potencia, hacía sus adentros. Cuando estaba a dos pasos de salir del lugar volteó casi por inercia a la dirección de la culpable de su inquietud, fue lo que pudo hacer sido uno de los 10 grandes errores que cometería de ahora en adelante, la vio reír por algún chiste que vio en su celular, con tal naturalidad, con una espontaneidad, como si solo ella existiera en aquel lugar. En ese momento se congelo, para la memoria de Shin, porqué de nuevo ella cruzó su mirada con la de él, así la castaña escucho su palpitar casi como una bocina, no pudo siquiera pensar.

Pero aun así él salió, ignorando cada célula de su ser que pedía cercanía a esa mujer; ella paralizada por esa cálida mirada que pudo atravesar su corazón, que había estado ausente para cuestiones del amor, esa ternura que emanaba ese encantador muchacho, le quitó hasta los pensamientos, que sucumbían en su distraída mente, todo lo que pasaba por su cabeza se apaciguó, dejando entrar una cálida sensación en su pecho.

Ambos siguieron sus caminos, cómo si todo eso que sucedió fuera solo una experiencia fugaz, etérea; casi como una serendipia, en todo el esplendor de la palabra, pero ignorándolo, como si eso pudiera tener un futuro siquiera a corto plazo.

No solo por él, sino porque ella, que respondía al nombre de Violeta, una chica que su forma de ser daba alusión a las fragatas, que podían estar en comunión total con su libertad, sin descanso, con una hambre de explorar, alguien decidida, aventurera, experimentada, espontánea, pareciera que era como un cometa en la vida de aquellos que no entendían su modo nómada de vida.

¿Podrían siquiera imaginarse cuán difícil es atar el viento?, pues algo así podría ser para Violeta una relación a esas alturas de sus 28 años de edad, pensarían algunos que nunca ha experimentado lo que es, el perderse por amor, se equivocan ya que igual que Shin, lo vivió, sintió y sufrió, pero la gran diferencia es que ella no tenía miedo del amor, solo mostraba un gran respeto, como un fenómeno que requiere verlo y disfrútalo desde el más maduro, tierno y experimentado lado de su corazón.

Cuando la ausencia de Shin se sintió en aquel lugar, Violeta sintió un escalofrío recorrer su espalda, atribuyéndoselo al frío, « ¿Y si...esto fuera más que una simple coincidencia?, o talvez un simple coqueteo casual como todos los que he vivido en mis innumerables viajes al rededor del mundo; si eso debe ser » pero con una duda creciente pensó y continúo comiendo sus bocadillos.

Hasta dejar algunas migas de pan, que limpio para poder después, tirarla en un contenedor de basura, se retiró y al igual que Shin dejó una propina, agradeciendo su servicio, con una leve reverencia, acompañado de una refrescante sonrisa.

Con su gran mochila en su espalda y todo su arsenal de ropas invernales se retiró, al salir vio el hermoso paisaje gélido que se presentaba ante ella esa nevada tarde en Seúl, con el río Han como el protagonista de esa congelada vista, comenzó a caminar hasta poder encontrar un hostal dónde hospedarse, guiándose de su GPS.

Como para Violeta era ya usual perderse en las grandes y pequeñas ciudades, no se molestó en seguir la ruta exacta, porque a veces el perderse era reencontrarse, con ella misma y una nueva versión sí.

Mientras caminaba por las calles de la cosmopolita ciudad, paraba en puestos callejeros de comida, probando bocados de cada cosa que encontraba, de repente paro en uno de esos muchos puestos, la melancolía le dibujó una sonrisa, después de muchos años vio uno de esos puestos de hottok, que se parecía donde comido por primera vez ese postre tan delicioso, pero no solo vino eso a su mente, sino con quién había disfrutado ese bocadillo, cerró momentáneamente los ojos.

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