Mientras Isabella estaba siendo subida a una camilla por los paramédicos, se sentía aturdida, porque no esperaba que su niño siempre estuvo a su lado, y el recuerdo de los momentos en que rechazó su afecto y de cómo lo pensaba ser hijo de otra mujer la llenaban de un sentimiento inexplicable, pero lo que más la tenía desconcertada; era el hecho de cómo Maximiliano tenía a Emiliano y lo sabía todo mientras que ella no. Tenía tantas preguntas por hacer, muchas cosas por contar, incontables disculpas que pedirle a su pequeño, que de sus ojos brotaron lágrimas, pero no eran de dolor, sino de emoción y tristeza a la vez.—¡¡Mamita!! ¡¿estás bien?!— chilló Emiliano lleno de emoción en cuanto la vio, puesto que se encontraba tan angustiado por ella que creyó que su pequeño corazón le explotaría en cualquier momento.Él estaba siendo traído por Oliver y se soltó de su agarre para ir corriendo hacia su madre, y a pesar de la altura trató de abrazarse a su cuerpo.—Sí, estoy bien amor mío…Isa
—Pequeño hoy podrás ver a mamá — le dijo Maximiliano con tono alegre a su hijo, y respiró profundamente agradecido con Dios por haber escuchado sus ruegos.—¿De verdad papá? — preguntó ansioso debido a que nunca le permitieron ingresar a la sala de cuidado especial donde tenían a Isabella. Los mejores especialistas atendieron a Isabella, pero aun así les tomó medio mes para poder sacarla de peligro. Al fin estaba fuera de intensivo en una habitación normal donde podría recibir visitas, aunque al abrir los ojos cayó en una depresión fatal, muchos sentimientos se mezclaron y no sabía qué había hecho para que la vida sea tan injusta con ella, pero menos que mal le hizo a su familia para que se ensañaran de esa manera al punto de romperla, no solo una, sino varias veces. No podía solo pensar que su abuelo es tan vicioso que la dañaba por el placer de verla destruida, había algo más de fondo; sin embargo, no tiene idea de que puede ser, porque bien entiende que odiaba a su madre, tal vez
Maximiliano y Oliver se habían pasado los días discutiendo, mientras Isabella estaba ingresada en cuidados intensivos ellos no hacían más que desafiarse, cuando uno estaba el otro debía marcharse, para que los doctores no les dijeran algo por la disputa, y ahora Oliver había venido con un gran ramo de rosas rojas y un hermoso peluche de felpa.—¿Qué haces aquí?, ¡vete! — le dijo Maximiliano con dientes apretados y en tono tan bajo que Oliver sonrió victorioso al mismo tiempo que esquivaba su agarre, ya que le conoció la intención a Maximiliano de tomar el ramillete de rosas para cómo es su costumbre lanzarlo al zafacón más cercano, pero esta vez no se lo permitió, logrando pasárselo a Isabella a quien se le iluminó el rostro en cuando olfateo las rosas.—Huelen rico— manifestó agradecida, causando más irritación en Maximiliano, quien gruñó muy bajo.—Estás muy bien. Pensé que te perdía y me aterrizó la simple idea, no sabes cuanto— confesó Oliver a medida que se sentaba en un sillón q
Al principio Maximiliano se disgustó porque creyó que ella lo quería fuera de su vida por su relación con Oliver, pero luego determinó que no es momento de dejarse llevar por las emociones porque no piensa dejarla sin luchar, y para eso tiene que estar preparado porque aún entre ellos hay muchas cosas que decir y heridas que sanar.Si algo tiene él es que suele ser insistente, y alguien enfocado que hasta no obtener lo que quiere no se detiene para darle la victoria a ningún rival.«¿Cómo pude dudar por un segundo que Emiliano no es su hijo?, ese anciano perverso me hizo parte de sus sucias artimañas», pensó en el momento que reía sin gracia alguna, analizando todas las estupideces que dijo e hizo, siendo el títere que Blas hizo de él, porque reconoce que fue la principal herramienta para ese hombre perverso, y ahora con mente fría entiende claramente que siempre actuó a su voluntad, incluso comprende cuál fue la intención de Blas en el momento que le envió el video cuando tenía a
Isabella se quedó pálida al escuchar aquello y tragó saliva, no quería que él sellara esa promesa, forzosamente se levantó, pero al minuto estaba en el mismo lugar, desnuda y expuesta.—Maximiliano, lo nuestro quedó en el pasado, ¿no entiendes?, déjame ir —. La mirada azul de Maximiliano se clavó en esa verde, y no pudo evitar sentir una profunda lástima al encontrarse con la mirada suplicante de Isabella que se notaba angustiada y asustada.—No quiero ni debo dejarte ir. Me amas, lo puedo ver, sin embargo, tratas de disfrazar ese amor con aborrecimiento, pero te mientes a ti misma— le reiteró al mismo tiempo que le rodeaba la cintura con una mano, mientras las puntas de los dedos iban rozando la suave piel, y haciéndola estremecer, a medida que ella sentía lo empalmado que está.—El amor no es suficiente. No se puede retener a alguien que ya no quiere. Cuando quise quedarme a tu lado tú no quisiste y te di tu espacio, por favor dame el mío ahora que te lo estoy pidiendo—. Habló lenta
Isabella estaba tan empecinada en pensar que debía recuperar el tiempo que perdió sin su hijo que no le importaba nada más que no fuera tenerlo, sin analizar sí es justamente lo que el niño necesita, y sin ser consciente una vez más estaba poniendo como prioridad sus deseos por sobre todas las cosas importantes para su hijo. Su fuerte interés por tenerlo solo dejaba pensar en que no pudo disfrutar de cuando era un bebé, de oírlo balbucear sus primeras palabras; de escuchar su risa infantil, de mecerlo en su regazo cuando lloraba, de alimentarlo mientras le cantaba canciones de cuna, o de ser la primera en darle la mano cuando quiso hacer su primer solito para empezar a caminar. Siente que no es imprescindible en la vida de Emiliano porque no estuvo para él en los primeros meses de su vida y ahora los celos de madre le hacen pensar que ella merece tiempo a solas con él porque Maximiliano ya obtuvo su momento y lo ha disfrutado suficiente.Maximiliano estaba tan enojado porque ella est
Habían transcurrido unas horas cuando, inesperadamente, Isabella recibió una notificación de haber recibido un depósito en su cuenta personal y ni siquiera se fijó en el remitente; solo observo la suma depositada y sonrió satisfecha, aunque luego arrugó el entrecejo y frunció los labios prensándolo uno contra otro; gesto de incertidumbre.—Qué confiado, cómo me hizo el pago antes de la firma— murmuró aún manejada por el asombro que le ha provocado.Rin, rin, rin. Tres veces repicó el teléfono de la persona a quien llamó y cuando al fin esta aceptó la llamada le dijo:—Buenos días, señor Stone. Sé que es muy temprano, y una hora inapropiada para que lo esté llamando, pero resulta que no soy de la que duerme tranquila cuando tiene una deuda y no puedo quedarme con su dinero por mucho tiempo, por lo que propongo que vayamos inmediatamente a la filial de la empresa a firmar un contrato. Hugo, que aún estaba bostezando, abrió los ojos como dos pelotas de fútbol y el sueño que sentía desap
Isabella veía a Blas crujir los dientes sin apartar su vista de ella, y le parecía gratificante verlo rabiar de ese modo, porque justo así de impotente se sintió ella alguna vez y él se alegraba de verla tan mal, ahora era su turno.—Sin tu costoso bastón, trajes de alta costura, bufandas y tabaco de calidad solo te ves como un simple anciano patético. Viste que nada es para siempre, te lo dije Blas, siempre que me rompiera volvería más fuerte, soy como el fénix y revivo de mis propias cenizas—. Le dijo rebosando su nivel de enfado y Blas quiso estrangularla ahí mismo, pero se controló cuando vio que estaban siendo custodiados por los guardias.—No lograrás provocarme, conozco tu intención arpía mañosa —. Blas se echó a reír creyendo que Isabella buscaba alterarlo para que lo lleven a una celda de castigo.» Piensas que no se te nota que sufres, puedo ver que a pesar de que supones que me has derrotado, cargas tristeza en tu alma, eres un fénix, pero fracasado—. La atacó con palabras