Isabella se quedó pálida al escuchar aquello y tragó saliva, no quería que él sellara esa promesa, forzosamente se levantó, pero al minuto estaba en el mismo lugar, desnuda y expuesta.—Maximiliano, lo nuestro quedó en el pasado, ¿no entiendes?, déjame ir —. La mirada azul de Maximiliano se clavó en esa verde, y no pudo evitar sentir una profunda lástima al encontrarse con la mirada suplicante de Isabella que se notaba angustiada y asustada.—No quiero ni debo dejarte ir. Me amas, lo puedo ver, sin embargo, tratas de disfrazar ese amor con aborrecimiento, pero te mientes a ti misma— le reiteró al mismo tiempo que le rodeaba la cintura con una mano, mientras las puntas de los dedos iban rozando la suave piel, y haciéndola estremecer, a medida que ella sentía lo empalmado que está.—El amor no es suficiente. No se puede retener a alguien que ya no quiere. Cuando quise quedarme a tu lado tú no quisiste y te di tu espacio, por favor dame el mío ahora que te lo estoy pidiendo—. Habló lenta
Isabella estaba tan empecinada en pensar que debía recuperar el tiempo que perdió sin su hijo que no le importaba nada más que no fuera tenerlo, sin analizar sí es justamente lo que el niño necesita, y sin ser consciente una vez más estaba poniendo como prioridad sus deseos por sobre todas las cosas importantes para su hijo. Su fuerte interés por tenerlo solo dejaba pensar en que no pudo disfrutar de cuando era un bebé, de oírlo balbucear sus primeras palabras; de escuchar su risa infantil, de mecerlo en su regazo cuando lloraba, de alimentarlo mientras le cantaba canciones de cuna, o de ser la primera en darle la mano cuando quiso hacer su primer solito para empezar a caminar. Siente que no es imprescindible en la vida de Emiliano porque no estuvo para él en los primeros meses de su vida y ahora los celos de madre le hacen pensar que ella merece tiempo a solas con él porque Maximiliano ya obtuvo su momento y lo ha disfrutado suficiente.Maximiliano estaba tan enojado porque ella est
Habían transcurrido unas horas cuando, inesperadamente, Isabella recibió una notificación de haber recibido un depósito en su cuenta personal y ni siquiera se fijó en el remitente; solo observo la suma depositada y sonrió satisfecha, aunque luego arrugó el entrecejo y frunció los labios prensándolo uno contra otro; gesto de incertidumbre.—Qué confiado, cómo me hizo el pago antes de la firma— murmuró aún manejada por el asombro que le ha provocado.Rin, rin, rin. Tres veces repicó el teléfono de la persona a quien llamó y cuando al fin esta aceptó la llamada le dijo:—Buenos días, señor Stone. Sé que es muy temprano, y una hora inapropiada para que lo esté llamando, pero resulta que no soy de la que duerme tranquila cuando tiene una deuda y no puedo quedarme con su dinero por mucho tiempo, por lo que propongo que vayamos inmediatamente a la filial de la empresa a firmar un contrato. Hugo, que aún estaba bostezando, abrió los ojos como dos pelotas de fútbol y el sueño que sentía desap
Isabella veía a Blas crujir los dientes sin apartar su vista de ella, y le parecía gratificante verlo rabiar de ese modo, porque justo así de impotente se sintió ella alguna vez y él se alegraba de verla tan mal, ahora era su turno.—Sin tu costoso bastón, trajes de alta costura, bufandas y tabaco de calidad solo te ves como un simple anciano patético. Viste que nada es para siempre, te lo dije Blas, siempre que me rompiera volvería más fuerte, soy como el fénix y revivo de mis propias cenizas—. Le dijo rebosando su nivel de enfado y Blas quiso estrangularla ahí mismo, pero se controló cuando vio que estaban siendo custodiados por los guardias.—No lograrás provocarme, conozco tu intención arpía mañosa —. Blas se echó a reír creyendo que Isabella buscaba alterarlo para que lo lleven a una celda de castigo.» Piensas que no se te nota que sufres, puedo ver que a pesar de que supones que me has derrotado, cargas tristeza en tu alma, eres un fénix, pero fracasado—. La atacó con palabras
—No te puedes ir todavía, sin que primero hablemos —. Isabella no supo cómo interpretar las palabras del abuelo de su hijo. Frunció el ceño y con voz que denotaba su asombro ratificó:—¿Hablar?, ¿usted y yo?, ¿pero de qué?Máximo metió la mano en el interior de la chaqueta de su traje y de ella sacó una invitación. —Hablar sobre mi hijo y tu hijo. No eres una buena madre y lo demostraste al abandonar a tu hijo, y tampoco eres una buena mujer para ser la esposa de Maximiliano.—No pretendo ser la esposa de nadie — bufó Isabella mientras ponía los ojos en blanco.—Mejor así, por favor manténgase alejada como lo ha estado haciendo en estos últimos años. Una mujer como tú no debe estorbar el futuro tan brillante que tiene Maximiliano. Máximo rompió la distancia para dejarle entre la mano derecha la invitación. Ella sin poder pronunciar palabra leyó.—¿Me estás pidiendo mantenerme alejada de mi hijo?, ¿y quién le ha dado derecho para decidir por la vida de mi hijo? — preguntó furiosa, ar
Maximiliano chasqueaba la lengua y movía la cabeza para los lados sin dejar de observar a Isabella que se quedó pensativa por un momento; sin embargo, ella no creyó en sus palabras. No podía creer nada viniendo de un hombre que no sabe querer a una sola mujer según su pensar y se alejó con fuerza empujándolo por el pecho.—En vez de estar molestando mejor, ponle atención a tu propiedad— le dijo tosca y torció los labios al compás de su mirada para que viera el cheque. — Tú… eres mi propiedad— expuso él con voz seductora y ella se alejó tres pasos.—Deja de decir babosadas y mantén la distancia—. Ella levantó una mano poniéndola como barrera para que él no se atreviera a aproximarse.—¿Mantener la distancia?, después de que hemos tenido un hijo y sexo candente, no lo creo.Los ojos de Isabella chispearon fuego, lo miraba con enfado, mucho, y su respiración gradualmente fue siendo más pesada, y con esa misma furia se acercó al lugar en donde él había arrojado la invitación y la agarró
Chiara no podía pronunciar palabras, aún estaba aterrada y con mirada desorbitada, pues nunca esperó que Maximiliano la quisiera lejos, y ahora se quedaba sin salida. La verdad estaba muy clara frente a sus ojos, Maximiliano no la quiere como esposa, y de quedarse a darle guerra a Isabella debe elegir poner en riesgo su carrera.«Me gusta Maximiliano, pero me gusta más mi vida llena de comodidades y mi familia ya no quiere darme dinero», se dijo a sí misma, poniendo en una balanza lo que está dispuesta a perder.—¿Tanto me detestas?— le preguntó con pena fingida para conmover su corazón pero fue lo contrario, dado que él sonrió ladino viéndose malicioso.«Un truco demasiado simple», dedujo él.—Si te detestara hace tiempo que te habría echado de mi empresa y de mi vida, sin embargo, he soportado todos tus trucos estúpidos, y alborotos inútiles. Chiara alzó ambas cejas creyendo que en algún momento él la amó.—El hecho de que me agradas como persona no significa que deba soportar toda
Cuando llegaron a la empresa, el sonrojo tiñó las mejillas de Isabella al ver que Emiliano estaba siendo cuidado por la asistente de Maximiliano y como lo había acusado directamente de haber mandado al pequeño lejos para que ella no lo viera se mordía el labio inferior con vacilación; ya que dudaba entre pedirle disculpas o no hacerlo porque siente que si lo hace él se regocijará, ya que lo considera demasiado arrogante.Emiliano la vio y le dedicó una sonrisa que a Isabella le iluminó la vida, y todo lo malo que le ha pasado se quedó en un segundo plano, ella igual le devolvió la sonrisa y cuando empezó su andar para aproximarse a él fue halada por un brazo, y su espalda chocó con el pecho duro de Maximiliano, quien le susurró:—No te disculparás—. Él la sintió tensarse.—¿Por qué? — preguntó, aunque sabía, y una mano rodeaba con posesividad su cintura, por lo que dejó de respirar y empezó a mirar a todos lados con nerviosismo y vergüenza.—Porque me acusaste injustamente, ¿no es eso