Habían transcurrido unas horas cuando, inesperadamente, Isabella recibió una notificación de haber recibido un depósito en su cuenta personal y ni siquiera se fijó en el remitente; solo observo la suma depositada y sonrió satisfecha, aunque luego arrugó el entrecejo y frunció los labios prensándolo uno contra otro; gesto de incertidumbre.—Qué confiado, cómo me hizo el pago antes de la firma— murmuró aún manejada por el asombro que le ha provocado.Rin, rin, rin. Tres veces repicó el teléfono de la persona a quien llamó y cuando al fin esta aceptó la llamada le dijo:—Buenos días, señor Stone. Sé que es muy temprano, y una hora inapropiada para que lo esté llamando, pero resulta que no soy de la que duerme tranquila cuando tiene una deuda y no puedo quedarme con su dinero por mucho tiempo, por lo que propongo que vayamos inmediatamente a la filial de la empresa a firmar un contrato. Hugo, que aún estaba bostezando, abrió los ojos como dos pelotas de fútbol y el sueño que sentía desap
Isabella veía a Blas crujir los dientes sin apartar su vista de ella, y le parecía gratificante verlo rabiar de ese modo, porque justo así de impotente se sintió ella alguna vez y él se alegraba de verla tan mal, ahora era su turno.—Sin tu costoso bastón, trajes de alta costura, bufandas y tabaco de calidad solo te ves como un simple anciano patético. Viste que nada es para siempre, te lo dije Blas, siempre que me rompiera volvería más fuerte, soy como el fénix y revivo de mis propias cenizas—. Le dijo rebosando su nivel de enfado y Blas quiso estrangularla ahí mismo, pero se controló cuando vio que estaban siendo custodiados por los guardias.—No lograrás provocarme, conozco tu intención arpía mañosa —. Blas se echó a reír creyendo que Isabella buscaba alterarlo para que lo lleven a una celda de castigo.» Piensas que no se te nota que sufres, puedo ver que a pesar de que supones que me has derrotado, cargas tristeza en tu alma, eres un fénix, pero fracasado—. La atacó con palabras
—No te puedes ir todavía, sin que primero hablemos —. Isabella no supo cómo interpretar las palabras del abuelo de su hijo. Frunció el ceño y con voz que denotaba su asombro ratificó:—¿Hablar?, ¿usted y yo?, ¿pero de qué?Máximo metió la mano en el interior de la chaqueta de su traje y de ella sacó una invitación. —Hablar sobre mi hijo y tu hijo. No eres una buena madre y lo demostraste al abandonar a tu hijo, y tampoco eres una buena mujer para ser la esposa de Maximiliano.—No pretendo ser la esposa de nadie — bufó Isabella mientras ponía los ojos en blanco.—Mejor así, por favor manténgase alejada como lo ha estado haciendo en estos últimos años. Una mujer como tú no debe estorbar el futuro tan brillante que tiene Maximiliano. Máximo rompió la distancia para dejarle entre la mano derecha la invitación. Ella sin poder pronunciar palabra leyó.—¿Me estás pidiendo mantenerme alejada de mi hijo?, ¿y quién le ha dado derecho para decidir por la vida de mi hijo? — preguntó furiosa, ar
Maximiliano chasqueaba la lengua y movía la cabeza para los lados sin dejar de observar a Isabella que se quedó pensativa por un momento; sin embargo, ella no creyó en sus palabras. No podía creer nada viniendo de un hombre que no sabe querer a una sola mujer según su pensar y se alejó con fuerza empujándolo por el pecho.—En vez de estar molestando mejor, ponle atención a tu propiedad— le dijo tosca y torció los labios al compás de su mirada para que viera el cheque. — Tú… eres mi propiedad— expuso él con voz seductora y ella se alejó tres pasos.—Deja de decir babosadas y mantén la distancia—. Ella levantó una mano poniéndola como barrera para que él no se atreviera a aproximarse.—¿Mantener la distancia?, después de que hemos tenido un hijo y sexo candente, no lo creo.Los ojos de Isabella chispearon fuego, lo miraba con enfado, mucho, y su respiración gradualmente fue siendo más pesada, y con esa misma furia se acercó al lugar en donde él había arrojado la invitación y la agarró
Chiara no podía pronunciar palabras, aún estaba aterrada y con mirada desorbitada, pues nunca esperó que Maximiliano la quisiera lejos, y ahora se quedaba sin salida. La verdad estaba muy clara frente a sus ojos, Maximiliano no la quiere como esposa, y de quedarse a darle guerra a Isabella debe elegir poner en riesgo su carrera.«Me gusta Maximiliano, pero me gusta más mi vida llena de comodidades y mi familia ya no quiere darme dinero», se dijo a sí misma, poniendo en una balanza lo que está dispuesta a perder.—¿Tanto me detestas?— le preguntó con pena fingida para conmover su corazón pero fue lo contrario, dado que él sonrió ladino viéndose malicioso.«Un truco demasiado simple», dedujo él.—Si te detestara hace tiempo que te habría echado de mi empresa y de mi vida, sin embargo, he soportado todos tus trucos estúpidos, y alborotos inútiles. Chiara alzó ambas cejas creyendo que en algún momento él la amó.—El hecho de que me agradas como persona no significa que deba soportar toda
Cuando llegaron a la empresa, el sonrojo tiñó las mejillas de Isabella al ver que Emiliano estaba siendo cuidado por la asistente de Maximiliano y como lo había acusado directamente de haber mandado al pequeño lejos para que ella no lo viera se mordía el labio inferior con vacilación; ya que dudaba entre pedirle disculpas o no hacerlo porque siente que si lo hace él se regocijará, ya que lo considera demasiado arrogante.Emiliano la vio y le dedicó una sonrisa que a Isabella le iluminó la vida, y todo lo malo que le ha pasado se quedó en un segundo plano, ella igual le devolvió la sonrisa y cuando empezó su andar para aproximarse a él fue halada por un brazo, y su espalda chocó con el pecho duro de Maximiliano, quien le susurró:—No te disculparás—. Él la sintió tensarse.—¿Por qué? — preguntó, aunque sabía, y una mano rodeaba con posesividad su cintura, por lo que dejó de respirar y empezó a mirar a todos lados con nerviosismo y vergüenza.—Porque me acusaste injustamente, ¿no es eso
Hugo trató de salir a pasos acelerados de la oficina de Maximiliano, pues no se quedaría a soportar sus gritos, sabiendo bien que cuando se enfada es incontrolable y no entiende de razones, pero antes de salir le entregó un reporte que traía junto al contrato y al ponerlo con rudeza sobre el pecho de Maximiliano le dijo:— Aquí está mi motivo para hacer el negocio con Isabella, aun suponiendo para qué le urgía conseguir el dinero. Ambos—. Los señaló con facciones endurecidas como un padre antes de regañar a sus hijos.» Ustedes son dos testarudos llenos de soberbia que no saben arreglar sus problemas si no es discutiendo. Luego se enfocó solo en Maximiliano y manifestó:—Cuando leas este reporte te darás cuenta de por qué la mujer que amas es tan arisca.Isabella seguía con el ceño fruncido, pues no entendía cómo un hombre que apenas lleva dos días conociéndola, puede hablarle con tanta confianza como si la conociera desde hace mucho, incluso se atreve a reprenderla. Hugo salió dejan
Maximiliano no podía procesar como Blas, es un hombre tan siniestro que utilizaba a su propio nieto Maikel Sued como chivo expiatorio; le había echado toda la culpa de lo ocurrido al muchacho, inventando una historia muy rebuscada, pero que fue considerada por los jueces como un argumento aceptable para dejarlo en libertad.Ambos veían los noticieros y no podían dejar de ver la sonrisa de triunfo en la cara de Blas cuando iba saliendo del estrado y por más que los periodistas le hacían preguntas para qué diera detalles de lo sucedido no mencionaba nada, todo se estaba quedando tapado, solo los abogados y jueces conocen la razón y el problema familiar.—No me esperaba que Blas iba a echar toda la mugre sobre su segundo nieto preferido, ese hombre es maquiavélico— murmuró Isabella pensando que él había decidido pagar por todo lo que ha hecho, pero, por el contrario, ese demonio no parece tener remordimiento.—Ya ves, él no parece amar a nadie más que a sí mismo, supongo que tus primos s