La puerta se cerró de un golpe seco tras ella. Evelyn avanzaba rápidamente hacía su cómplice, sintiendo la rabia arderle en la garganta como fuego líquido que parecía quemarle. Sus mejillas estaban encendidas, su respiración agitada y sus manos temblaban causa de la furia que la recorría.—¡Esto es una maldita burla! —soltó incapaz de disimular su enfado— ¡No puede hacerme esto! ¡A mí no!Él estaba sentado cómodamente en una butaca de cuero, apenas levantó la mirada de su copa de whisky. La giró entre sus dedos con absoluta calma, como si su arrebato no fuera más que una distracción pasajera.—Dime, Evelyn — una sonrisa ladeada se dibujaba en el rostro del macho — ¿exactamente qué es lo que "no puede hacerte"?—¡Casarse con esa mujer! —gritó indignada — ¡Cinco años! ¡Cinco años esperando este momento, asegurándome de que solo me viera a mí, de que me eligiera a mí! ¡Y ahora esa intrusa aparece de la nada y se queda con todo!El hombre soltó una carcajada baja, ladeando la cabeza co
—Bien. —Damian se cruzó de brazos, observándola con una intensidad que le hizo contener la respiración—. Ahora dime la verdad, Abigail… ¿Quién eres realmente?El silencio que siguió fue denso, casi asfixiante. Isolde no apartó la mirada de él, aunque por dentro su mente ya estaba trabajando a toda velocidad. Sabía que tarde o temprano esta conversación iba a llegar. La pregunta no la sorprendía, pero la forma en que Damian la había soltado sí. No sonaba como un simple interrogatorio, sino como una advertencia.—No entiendo a qué te refieres —respondió con calma, aunque por dentro estaba alerta, cada fibra de su cuerpo en guardia.—No juegues conmigo. —Damian dio un paso hacia ella—. Tu actitud, la manera en que manejaste la situación allá dentro… no eres una hembra cualquiera.—¿Esperabas que me escondiera detrás de ti, temblando? —Isolde dejó escapar una risa baja y se cruzó de brazos.—Esperaba que, al menos, te afectara. —Damian ladeó la cabeza, evaluándola con una mirada afilada—
Las miradas de todos estaban puestas sobre el Alfa y sobre ella… o más bien, sobre Abigail, como creían que se llamaba. Nadie se atrevía a romper el silencio. Todos contenían el aliento, esperando la reacción de la hembra.Pero no fue Isolde quien se movió primero.Fue Evelyn.Avanzó con paso elegante, pero su sonrisa ladeada delataba la satisfacción que bailaba en sus labios. Se colocó junto al Alfa, como si ya le perteneciera, y clavó los ojos en Isolde con la misma crueldad con la que una serpiente observa a su presa.—Vaya… vaya… —empezó a hablar—Sabia que escondías algo. ¿Qué clase de madre es capaz de dejar a su cachorro solo en el bosque? ¿Qué más has ocultado?Antes de que Isolde pudiera abrir la boca para defenderse, el eco de unos pasos resonó en el lugar.Era Alexander que caminaba con las manos detrás de la espalda y una expresión imperturbable en el rostro.—Ahora todo tiene sentido —soltó al llegar al centro, sin apartar la mirada de Isolde— Ese es el cachorro que estába
— Cuida del cachorro un momento — dijo el alfa observando a una de las lobas que trabajaban para él como servicio de la casa. Isolde apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando sintió la mano de Damian cerrarse sobre su brazo. No le hizo daño, pero tampoco le dio opción de escapar. La arrastró fuera del salón, ignorando las miradas, las voces que aún susurraban a sus espaldas, y a un Alexander que claramente quería seguir discutiendo. La condujo hasta una de las habitaciones privadas de la casa, una puerta que se cerró de un golpe tras ellos. El silencio volvió a caer, pero esta vez era otro tipo de silencio, el que antecede a la tormenta. Damian no dijo nada de inmediato. Caminó lentamente hacia ella, sin apartar la mirada de la de ella. Isolde fue la primera en romperlo, porque el peso de esa mirada era insoportable. —¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó agachando la vista al suelo — ¿Decirme que todo fue un error? ¿Que ya no soy digna? Él no respondió de inmediato, escuch
Estaba completamente desorientada. El día había sido un revoltijo de situaciones inexplicables. Todo había sucedido demasiado rápido, demasiado extraño. No podía dejar de preguntarse por qué Raven había permitido que su hijo escapara sin mover un solo dedo para protegerlo. ¿Por qué no había aparecido? ¿Por qué había permanecido al margen? Nada encajaba, y la duda le carcomía la cabeza. Pero ese no era el único peso sobre sus hombros. Aún llevaba atravesada la amarga sensación de la conversación con Damián y la forma en que su prima había intentado humillarla delante de todos. Al menos, cuando abrió la puerta, se sintió aliviada al ver a su hijo profundamente dormido en la cama. Junto a él, sentada en un sillón, estaba la misma mujer que por la mañana le había llevado ropa limpia. —Mi señora —murmuró la loba al verla entrar, poniéndose de pie de inmediato— Todo está en orden. El pequeño estaba un poco inquieto, pero en cuanto sintió su aroma en las sábanas, se calmó y se quedó dormid
A la mañana siguiente, la luz tenue que se filtraba por las cortinas despertó poco a poco a Isolde. Apenas había logrado dormir unas pocas horas; su mente no dejaba de repasar los sucesos de la noche anterior y cómo sus planes se habían salido de control. Sin embargo, toda esa angustia se disipó por un instante cuando sus ojos se posaron en su hijo, aún acurrucado a su lado, dormido y ajeno al mundo. Esperó pacientemente a que comenzara a moverse. El niño se desperezó con lentitud, frotándose los ojos con sus pequeñas manos, hasta que su mirada, aún somnolienta, la encontró entre las sábanas. —Buenos días, mamá —murmuró con voz adormilada, estirando los brazos hacia ella. Isolde sonrió, envolviéndolo en un abrazo cálido mientras respiraba hondo, grabando en su memoria la calidez de ese instante. —Buenos días, mi amor. Lo sostuvo contra su pecho por un rato, acariciando su cabello con ternura. Pero, poco a poco, la seriedad volvió a asentarse en su expresión. —Cariño… quiero que
Damian levantó la vista de los papeles que fingía leer y la observó con una expresión indescifrable. Sin embargo, su atención pronto se deslizó hacia el niño que permanecía a su lado, aferrado a la mano de Isolde. —Espero que hayáis dormido bien —comentó con aparente calma, aunque sus ojos seguían fijos en el pequeño. Había algo en él, algo que le provocaba una sensación extraña, la misma que sintió la primera vez que lo vio en el bosque… antes siquiera de saber que era el hijo de la loba blanca— ¿Cómo te llamas, chico? El niño lo miró sin titubeos, con una confianza inusual para su edad. —Soy Rowan, señor Alfa. Damian arqueó una ceja, sorprendido por la firmeza con la que el cachorro hablaba. No había miedo en su voz, ni vacilación. Era un cachorro valiente, y eso, aunque no quisiera admitirlo, le gustó. —Pero no hace falta que me prepare una habitación —continuó Rowan con naturalidad— Me gusta dormir con mi mamá. Ella y yo siempre dormimos juntos. Damian sintió cómo, contra tod
Evelyn caminaba furiosa hacia la cocina. Su paso era firme, pero en cuanto cruzó la puerta y se aseguró de que nadie más estaba cerca, apretó los dientes con rabia y dejó escapar un suspiro tembloroso. En realidad, lo que quería era gritar con todas sus fuerzas.Había imaginado muchas cosas aquella mañana. Se había deleitado con la idea de ver a Isolde derrotada, avergonzada, temblando después de lo ocurrido la noche anterior. Esperaba que Damián la mirara con desprecio, que la despojara del poco orgullo que le quedaba. Que anulara su compromiso. Que despreciara a ese bastardo.Pero no.Isolde se había sentado a la mesa con la cabeza en alto, con su cachorro en brazos, como si ya hubiera ganado.Y lo peor de todo… Damián la había defendido. Había aceptado al bastardo como suyo.No solo eso. Ni siquiera se había dignado a mirarla a ella. Ni siquiera la había echado él mismo. Como si no valiera nada. Como si los cinco años que habían compartido no significaran absolutamente nada. Solo ú