28. Los ancianos la requieren en el consejo.

El sonido de golpes suaves en la puerta la sacó de su sueño. Isolde parpadeó lentamente, aún envuelta en la calidez de la cama. Su mente tardó unos segundos en ubicarse, pero cuando lo hizo, recordó dónde estaba. La camisa de Damián aún la cubría, su aroma estaba impregnado en la tela, envolviéndola como un rastro de la presencia del Alfa sobre su cuerpo.

Los golpes se repitieron, esta vez sonaron más fuertes.

—Señorita Abigail, debe despertarse.

Isolde entrecerró los ojos. Una sirvienta.

—¿Qué sucede? —preguntó, su voz aún algo ronca por el sueño.

La puerta se abrió con cautela, y una joven de cabello castaño y rostro amable entró con una bandeja de ropa en las manos.

—Los ancianos la requieren en el consejo —informó —Me pidieron que la prepare para la reunión.

El sueño se evaporó al instante.

Un escalofrío le recorrió la columna.

¿El consejo?

Se obligó a mantener la calma, pero su mente ya trabajaba a toda velocidad. ¿Por qué querrían verla? ¿Tendría que ver con lo que Evelyn había
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