El doctor entró en la habitación sonriendo, seguido de Norah, que acababa de llegar.—Buenas noticias, Abigail —anunció el doctor. —Ya puedes irte a casa. Todo está bien contigo y con los bebés.Max sonrió al escuchar la noticia y se acercó a Abigail, tomando su mano con ternura.—Gracias, doctor —dijo Max, sintiéndose aliviado.—Voy a preparar el alta formalmente —respondió el doctor, asintiendo antes de salir de la habitación.Norah se acercó a Abigail, con una sonrisa iluminando su rostro.—¡Qué alegría! Vamos a arreglarte para que puedas salir de aquí —dijo Norah, mientras Rose entraba con una bolsa llena de cosas.—Sí, vamos a hacer que te veas espectacular —añadió Rose, ayudando a Abigail a levantarse de la cama.Entretanto, Max se quedó en un rincón de la habitación, pensativo. Su mente estaba llena de preocupaciones sobre su esposa y la misteriosa conexión con Damon Castell. No podía sacudirse la inquietud que sentía, preguntándose qué secretos podrían estar ocultos entre ello
Abigail se detiene en un rincón del jardín y mira a su padre con seriedad.—Papá, ¿tú sabes quién es realmente Max? —pregunta con voz baja.Su padre la mira, un poco sorprendido.—¿Por qué preguntas eso, Abigail? ¿Tienes dudas sobre tu marido?—No es eso, es solo que a veces siento que hay cosas de él que no entiendo del todo.—Hija, todos tenemos secretos. Lo importante es la confianza que tengan el uno en el otro.Abigail asiente, pero su expresión sigue siendo de preocupación.—¿Y si esos secretos son más grandes de lo que imagino?—No sé qué decirte, hija. Habla con él, a ver qué te responde.Abigail suspira, sumida en sus pensamientos, y frunce el ceño, sintiendo que la conversación se vuelve más tensa.—Papá, vi un pasamontañas en el armario de Max. ¿Por qué tendría eso? —pregunta con un tono de voz más firme.El rostro de su padre palidece y su mirada se oscurece.—¿Un pasamontañas? —repite, tratando de mantener la calma. —Abigail, eso es muy extraño.—¿Qué significa eso? —insi
—¡Suéltame, Elliot! —grita Elisa, tratando de liberarse del fuerte agarre de Elliot en el brazo.—No puedes seguir así, Elisa. Te estás pasando de la raya con tu misión— le reprocha Elliot, con una expresión que mezcla preocupación y enfado.—No es asunto tuyo, Elliot. Soy una mujer independiente y una mafiosa, y haré lo que sea necesario para cumplir con mi trabajo —Elisa le responde con voz firme y decidida.—No me importa lo que seas, pero no puedes seguir disfrutando de tu tiempo con Castell como si fuera un juego. Esto es serio —insiste Elliot, acercando su cara a la de Elisa.—¡Y yo soy la primera en darme cuenta de eso! —exclama Elisa, empujando a Elliot con fuerza y sacando su arma. — ¡No me recuerdes quién soy, porque te aseguro que no me tendrás de nuevo!Elliot la mira con una expresión de sorpresa y miedo, pero rápidamente se recupera y le devuelve una mirada de desafío.—No me subestimes, Elisa. Yo también soy capaz de hacer lo que sea necesario para proteger a la organiz
Abigail, que sentía la presión en el ambiente y la brusquedad con la que Max se había dirigido a su padre, no pudo evitar preguntarse qué fallaba en esa relación. La tensión entre ellos era palpable y se le aceleraba el corazón ante la posibilidad de que hubiera algo más profundo y oscuro oculto tras las palabras de Max. ¿Cómo era posible que un padre y un hijo se enfrentaran de esa manera? La inquietud se apoderó de ella y su instinto le decía que Max guardaba un secreto, algo posiblemente grave que lo atormentaba. Mientras revisaba su cartera en busca de algo que la ayudara a entender la situación, sus dedos encontraron la tarjeta del detective Castell. Una chispa de esperanza iluminó su mente; tal vez él podría ayudarla a desentrañar la verdad y encontrar una salida a ese laberinto de conflictos familiares y secretos peligrosos.Después de acabar con Francesco, Max entró en la habitación con una expresión aún tensa tras la confrontación con su padre. Al ver a Abigail, Max sintió un
Samuel, uno de los hombres de confianza de la organización, entró en la oficina de Max con el rostro pálido y la respiración agitada.—Max, tenemos un problema —dijo tratando de mantener la calma, pero su voz temblaba. —Abigail salió y luego se me perdió de vista. Creo que fue obra de Castell. No entiendo cómo se me pudo escapar.Max lo miró con furia, con los ojos brillando como llamas. Se levantó de la silla de un salto y se acercó a Samuel con una velocidad intimidante.—¿Cómo es posible que hayas permitido que eso sucediera? —gritó, apretando el cuello de Samuel con una mano. — ¡Te encargué la seguridad de mi esposa! ¿No te das cuenta de lo que esto significa?Samuel, luchando por respirar, sintió cómo el miedo recorría su cuerpo.—Lo siento, Max. No lo vi venir. No pensé que Castell se atrevería a acercarse a ella.Max lo soltó de golpe, empujándolo hacia atrás.—¡No puedo soportar la idea de que mi esposa esté en manos de mi peor enemigo! —rugió, y su voz resonó en la oficina. —
Al oír ruidos en el dormitorio, Norah se levantó apresurada y corrió hacia la habitación de Abigail. Al abrir la puerta, encontró a Abigail sollozando en la cama, con el rostro empapado de lágrimas.—¿Qué ha pasado? —preguntó Norah, preocupada, mientras se acercaba rápidamente.Abigail, sin poder contenerse, se lanzó a los brazos de Norah, buscando consuelo en su amiga.—¡Max está furioso! —exclamó entre sollozos.Norah la abrazó con fuerza, tratando de calmarla.—Tranquila, estoy aquí. Hablemos de esto.Abigail, aún temblando, se separó un poco de Norah y, con la voz entrecortada, comenzó a explicar:—Fui a verme con el detective Damon Castell... —dijo, con los ojos llenos de lágrimas. —Solo quería aclarar algunas cosas, pero Max se enteró y... No sé, se volvió loco.Norah frunció el ceño, era consciente de la historia entre Max y Castell. Decidió no decir nada que pudiera empeorar la situación y optó por ofrecer su apoyo.—Lo siento mucho, Abigail —respondió Norah con suavidad. —Deb
Ahora el panorama se enreda y todo se complica, ya que el amor y el deber se entrelazan en espacios prohibidos y lugares no permitidos. Esta compleja situación genera un torbellino de emociones en el que los sentimientos más profundos chocan con las responsabilidades y las expectativas sociales.En cada rincón oculto donde el deseo se encuentra con la obligación, surgen dilemas morales que desafían la razón.Las miradas furtivas y los susurros en la penumbra se convierten en el refugio de quienes buscan escapar de las normas establecidas, pero al mismo tiempo, se enfrentan a las consecuencias de sus elecciones.Así, el amor se transforma en un juego arriesgado en el que cada decisión puede llevar a la felicidad o a la ruina, dejando una huella imborrable en el corazón de quienes se atreven a cruzar esas fronteras.*****Una vez en la oficina de Max, Abigail se asombró al llegar y encontrar a Pamela junto con él, una mujer muy exuberante y sensual que parecía iluminar la oficina con su
Al llegar a la mansión, Norah notó la complicidad entre Max y Abigail desde lejos. Se le dibujó una sonrisa en la cara al ver que su hijo parecía ser correspondido por ella. Con el corazón ligero, ambos subieron las escaleras para ver a sus hijos en su cuarto y compartir un momento familiar. Abigail, llena de ganas, no podía esperar para estar con los pequeños.Cuando las niñeras salieron un momento, Max y Abigail se quedaron a solas, disfrutando de un instante de intimidad. Fue entonces cuando Max, con una mirada llena de emoción, le propuso:—¿Qué te parece si vamos de vacaciones a Las Vegas?Abigail asintió con entusiasmo, pero su rostro palideció ligeramente al pensar en lo que eso podría implicar.—Max, no sé... —dijo ella, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. — ¿Y si... si tenemos que...?Max la interrumpió con una sonrisa tranquilizadora.—Amor, nuestra relación es mucho más que sexo. Nuestro amor trasciende fronteras y no quiero que te sientas presionada. Solo será s