Max, al ver que todo marchaba viento en popa con Abigail, decidió serenarse antes de que sus emociones lo desbordaran. No quería tener un encuentro más íntimo, por lo que se despidió de ella con un beso en los labios y disfrutó del momento entre risas. Al salir, se recostó en la pared y sintió que todo aquello podría ser un sueño. Entró en su habitación velozmente y se dejó caer en la cama, contento y lleno de ilusión.Abigail, por su parte, se encontraba en la misma sintonía que Max. Aunque todavía le perturbaba un poco la idea de entregarse a él de nuevo, comprendía que era algo inevitable. Por ello, preparaba su mente para ese momento. Pensaba que, durante el viaje, era casi seguro que terminarían compartiendo lecho.*****Al día siguiente, por la tarde, salió con Norah para formalizar su inscripción en una prestigiosa escuela culinaria de Nueva York. El guardaespaldas estuvo más atento esta vez a la posibilidad de que Castell se acercara. Tenía órdenes precisas de Max: disparar a
Abigail regresó a la mansión con una sonrisa radiante y el corazón aún palpitando de emoción por haber conocido a Becky. Norah, que caminaba a su lado, no pudo evitar notar la alegría en el rostro de la joven.—¿Ves? Te dije que conocer a alguien de tu edad te haría bien —dijo Norah, sonriendo.—¡Sí! Becky es increíble, Norah. Me siento como si la conociera de toda la vida. ¡No puedo esperar para hablar con ella de nuevo! —exclamó Abigail, sacando su teléfono para revisar el número que habían compartido.—Es genial tener una amiga con quien compartir cosas. ¿Ya tienes planes para hablar con ella? —preguntó Norah, animada.—Sí, claro. Quiero invitarla a venir aquí un día. Estoy segura de que se llevaría bien con todos —respondió Abigail, llena de entusiasmo.—Eso suena perfecto. Estoy muy feliz por ti, Abigail. Te mereces tener a alguien con quien disfrutar y compartir —dijo Norah, dándole un suave apretón en el brazo.Abigail sonrió aún más, sintiendo que su mundo se iluminaba con la
El fin de semana finalmente había llegado y con él, el tan esperado viaje a Las Vegas, en Nevada. Max y Abigail, acompañados de sus hijos, se encontraban a bordo del avión privado de Max. Mientras los gemelos jugaban felices con las niñeras en la parte trasera, a Abigail no le quedaba otra que contener el aliento, presa de la emoción y un ligero mareo provocado por la inminencia del viaje. Max, al salir del baño, la miró con una sonrisa traviesa y dijo:—¿Te encuentras bien, cariño? Porque si sigues así, podrías hacer que el avión aterrice antes de tiempo.Abigail soltó una risa nerviosa, intentando calmarse.—Solo es un poco de nervios, Max. No estoy acostumbrada a volar en privado.—Vamos, relájate. ¡Es solo un viaje a la ciudad del pecado! —bromeó él, acercándose y tomando su mano. —Prometo que te divertirás.Ella lo miró, sintiendo que su risa era contagiosa, y, aunque los nervios seguían presentes, el hecho de que él la apoyara la hizo sentirse un poco más tranquila.Al llegar a
Cuando cae la noche, las luces del Strip de Las Vegas comienzan a brillar con intensidad, creando un espectáculo de colores que hipnotiza a los transeúntes. Abigail, vestida con un elegante vestido negro que resalta su figura, se siente un poco abrumada por la magnitud del lugar. A su lado, Max, con una sonrisa confiada, la toma de la mano mientras se dirigen a la gala.—¿Estás lista, cariño? —pregunta Max, notando la expresión de su esposa.—Lo estoy, solo que... es todo tan grande y brillante —responde Abigail, parpadeando mientras sus ojos recorren el bullicioso ambiente.—No te preocupes, amor. Será una noche divertida. Además, tengo que hablar con algunos socios sobre el proyecto, pero prometo que también disfrutaremos —dice Max, apretando su mano con cariño.Abigail asiente, intentando relajarse mientras observa a la multitud que se mueve a su alrededor. Las risas y la música se mezclan en el aire, y, aunque se siente un poco fuera de lugar, la presencia de Max le da confianza
Al llegar al hotel, Max y Abigail se miraron fijamente antes de subir al ascensor. Se notaba la incomodidad en el ambiente. Max no podía evitar recordar cómo, en el pasado, ninguna mujer había tenido el valor de rechazarlo como lo hizo Abigail. Su fama, su buen físico y su fortuna siempre habían atraído a las mujeres, pero ahora se encontraba en un callejón sin salida, atrapado entre el deseo y la incertidumbre. La indecisión lo consumía; no sabía cómo acabaría la noche. La memoria de su primera vez con Abigail lo perseguía, un recuerdo que lo llenaba de miedo. La intensa penetración que él le había practicado a Abigail había sido suficiente para que esta se sintiera herida y lo rechazara. Esa experiencia había dejado una marca en su relación y, mientras el ascensor subía, se preguntaba si podrían superar ese obstáculo o si el pasado seguiría pesando sobre ellos.Al entrar en la suite donde se hospedaba Abigail con los gemelos y las niñeras, ambos se miraron fugazmente, sacudiendo la
Abigail se deleita con sensación de asombro mientras Max la desviste despacio, sintiendo el calor de sus manos y su masculinidad expuesta. Ambos se encuentran envueltos en una profunda y ávida conexión, y Max quita su vestido con sutileza, besando todo el cuerpo de Abigail con una mezcla equilibrada de pasión y ternura.Cuando Abigail cierra los ojos al sentir cómo Max calienta su cuerpo, él le quita la ropa interior, quedando completamente desnuda ante sus ojos. Sin embargo, ella sonríe con los labios temblorosos y Max saborea su boca con dulzura en medio del silencio de la noche.Ambos se permiten explorar sus cuerpos y sentir, dejándose llevar por el goce y la calidez del momento. Max quema su cuerpo y Abigail comienza a emitir gemidos, encantada con la forma en que su esposo la acaricia y la toca.El deseo y la pasión se apoderan de la habitación mientras la pareja se entrega al amor con una mezcla de lujuria y ternura. Los cuerpos se entrelazan en una danza sensual y erótica, con
En medio de su triunfal regreso a la mansión, Max y Abigail ya no ocultan su amor ante la vista de los demás. Los sirvientes se ríen a un lado, observando cómo la pareja regresa feliz desde la ciudad del pecado. Norah es la más feliz de todas, pues siente que su familia poco a poco se equilibra.Suben en el ascensor riendo y conversando, junto con las niñeras que fueron, de alguna forma, espectadoras silenciosas de la pasión de la pareja. Al llegar arriba, Max se dirige a su habitación y Abigail lo sigue, poniendo ella su mano en la manilla de la puerta para evitar que abra y le dice:—Ya no dormirás más solo. Quiero dormir todos los días de mi vida contigo, ¿en tu dormitorio o en el mío?Insinuando, de alguna manera, que quiere seguir con lo que iniciaron en Las Vegas, Max sonríe al imaginar que ha creado a una depredadora sexual. Esta nueva Abigail le gusta y lo deleita.Le dice que su habitación, la principal, es más grande y cómoda. Se dirigen a ella, cerrando la puerta de un port
Cuando Elliot se retiró, Becky no pudo contener su entusiasmo y se volvió hacia Abigail con una sonrisa traviesa.—¡Guau, tu amigo está guapísimo! —exclamó, con los ojos brillantes. — Esos músculos son como para perderse entre sus brazos.Abigail soltó una risa, sorprendida por la audacia de su amiga.—¿De verdad? No sabía que te gustaban así de... fuertes —dijo Abigail, levantando una ceja en tono de broma.Becky se encogió de hombros con una sonrisa pícara.—¿Quién no querría a alguien así? —respondió, con confianza.Abigail asintió, recordando que Becky es más lanzada y audaz, mientras que ella es más reservada.—Tienes razón, aunque mi esposo, Max, es más... suave. Pero, ¿te imaginas lo que sería salir con alguien como Elliot? —dijo Abigail, riendo.—¡Sería una aventura! —respondió Becky, con una mirada soñadora. —Vamos, ¡quiero verlo más a menudo!Abigail no pudo evitar reír ante la osadía de Becky.—Ay, Becky. Elliot es amigo de mi esposo, no mío —dijo, riendo mientras se pasaba