El fin de semana finalmente había llegado y con él, el tan esperado viaje a Las Vegas, en Nevada. Max y Abigail, acompañados de sus hijos, se encontraban a bordo del avión privado de Max. Mientras los gemelos jugaban felices con las niñeras en la parte trasera, a Abigail no le quedaba otra que contener el aliento, presa de la emoción y un ligero mareo provocado por la inminencia del viaje. Max, al salir del baño, la miró con una sonrisa traviesa y dijo:—¿Te encuentras bien, cariño? Porque si sigues así, podrías hacer que el avión aterrice antes de tiempo.Abigail soltó una risa nerviosa, intentando calmarse.—Solo es un poco de nervios, Max. No estoy acostumbrada a volar en privado.—Vamos, relájate. ¡Es solo un viaje a la ciudad del pecado! —bromeó él, acercándose y tomando su mano. —Prometo que te divertirás.Ella lo miró, sintiendo que su risa era contagiosa, y, aunque los nervios seguían presentes, el hecho de que él la apoyara la hizo sentirse un poco más tranquila.Al llegar a
Cuando cae la noche, las luces del Strip de Las Vegas comienzan a brillar con intensidad, creando un espectáculo de colores que hipnotiza a los transeúntes. Abigail, vestida con un elegante vestido negro que resalta su figura, se siente un poco abrumada por la magnitud del lugar. A su lado, Max, con una sonrisa confiada, la toma de la mano mientras se dirigen a la gala.—¿Estás lista, cariño? —pregunta Max, notando la expresión de su esposa.—Lo estoy, solo que... es todo tan grande y brillante —responde Abigail, parpadeando mientras sus ojos recorren el bullicioso ambiente.—No te preocupes, amor. Será una noche divertida. Además, tengo que hablar con algunos socios sobre el proyecto, pero prometo que también disfrutaremos —dice Max, apretando su mano con cariño.Abigail asiente, intentando relajarse mientras observa a la multitud que se mueve a su alrededor. Las risas y la música se mezclan en el aire, y, aunque se siente un poco fuera de lugar, la presencia de Max le da confianza
Al llegar al hotel, Max y Abigail se miraron fijamente antes de subir al ascensor. Se notaba la incomodidad en el ambiente. Max no podía evitar recordar cómo, en el pasado, ninguna mujer había tenido el valor de rechazarlo como lo hizo Abigail. Su fama, su buen físico y su fortuna siempre habían atraído a las mujeres, pero ahora se encontraba en un callejón sin salida, atrapado entre el deseo y la incertidumbre. La indecisión lo consumía; no sabía cómo acabaría la noche. La memoria de su primera vez con Abigail lo perseguía, un recuerdo que lo llenaba de miedo. La intensa penetración que él le había practicado a Abigail había sido suficiente para que esta se sintiera herida y lo rechazara. Esa experiencia había dejado una marca en su relación y, mientras el ascensor subía, se preguntaba si podrían superar ese obstáculo o si el pasado seguiría pesando sobre ellos.Al entrar en la suite donde se hospedaba Abigail con los gemelos y las niñeras, ambos se miraron fugazmente, sacudiendo la
Abigail se deleita con sensación de asombro mientras Max la desviste despacio, sintiendo el calor de sus manos y su masculinidad expuesta. Ambos se encuentran envueltos en una profunda y ávida conexión, y Max quita su vestido con sutileza, besando todo el cuerpo de Abigail con una mezcla equilibrada de pasión y ternura.Cuando Abigail cierra los ojos al sentir cómo Max calienta su cuerpo, él le quita la ropa interior, quedando completamente desnuda ante sus ojos. Sin embargo, ella sonríe con los labios temblorosos y Max saborea su boca con dulzura en medio del silencio de la noche.Ambos se permiten explorar sus cuerpos y sentir, dejándose llevar por el goce y la calidez del momento. Max quema su cuerpo y Abigail comienza a emitir gemidos, encantada con la forma en que su esposo la acaricia y la toca.El deseo y la pasión se apoderan de la habitación mientras la pareja se entrega al amor con una mezcla de lujuria y ternura. Los cuerpos se entrelazan en una danza sensual y erótica, con
En medio de su triunfal regreso a la mansión, Max y Abigail ya no ocultan su amor ante la vista de los demás. Los sirvientes se ríen a un lado, observando cómo la pareja regresa feliz desde la ciudad del pecado. Norah es la más feliz de todas, pues siente que su familia poco a poco se equilibra.Suben en el ascensor riendo y conversando, junto con las niñeras que fueron, de alguna forma, espectadoras silenciosas de la pasión de la pareja. Al llegar arriba, Max se dirige a su habitación y Abigail lo sigue, poniendo ella su mano en la manilla de la puerta para evitar que abra y le dice:—Ya no dormirás más solo. Quiero dormir todos los días de mi vida contigo, ¿en tu dormitorio o en el mío?Insinuando, de alguna manera, que quiere seguir con lo que iniciaron en Las Vegas, Max sonríe al imaginar que ha creado a una depredadora sexual. Esta nueva Abigail le gusta y lo deleita.Le dice que su habitación, la principal, es más grande y cómoda. Se dirigen a ella, cerrando la puerta de un port
Cuando Elliot se retiró, Becky no pudo contener su entusiasmo y se volvió hacia Abigail con una sonrisa traviesa.—¡Guau, tu amigo está guapísimo! —exclamó, con los ojos brillantes. — Esos músculos son como para perderse entre sus brazos.Abigail soltó una risa, sorprendida por la audacia de su amiga.—¿De verdad? No sabía que te gustaban así de... fuertes —dijo Abigail, levantando una ceja en tono de broma.Becky se encogió de hombros con una sonrisa pícara.—¿Quién no querría a alguien así? —respondió, con confianza.Abigail asintió, recordando que Becky es más lanzada y audaz, mientras que ella es más reservada.—Tienes razón, aunque mi esposo, Max, es más... suave. Pero, ¿te imaginas lo que sería salir con alguien como Elliot? —dijo Abigail, riendo.—¡Sería una aventura! —respondió Becky, con una mirada soñadora. —Vamos, ¡quiero verlo más a menudo!Abigail no pudo evitar reír ante la osadía de Becky.—Ay, Becky. Elliot es amigo de mi esposo, no mío —dijo, riendo mientras se pasaba
Abigail se encontraba en el aula del instituto gastronómico, completamente absorta en la clase junto a Becky. La profesora explicaba con entusiasmo las técnicas de cocina, y Abigail tomaba notas con fervor. Sin embargo, de repente, su teléfono vibró en la mesa y rompió su concentración. Miró la pantalla y vio que era un mensaje de Castell. Su corazón se aceleró al leer que la esperaba en un lugar oculto dentro de la escuela y que debía presentarse sola para no llamar la atención, ya que la seguridad de su marido podría estar siguiéndola.Con un gesto de preocupación, Abigail se apartó del grupo y buscó un rincón donde pudiera responder sin ser vista. Becky, al ver la repentina seriedad en el rostro de su amiga, la observó en silencio, intrigada.—¿Todo bien, Abigail? —preguntó Becky, inclinándose un poco hacia ella, tratando de captar su atención.Abigail, con el teléfono en la mano, le lanzó una mirada rápida antes de responder en voz baja.—Sí... He recibido un mensaje de un amigo.
Al salir del salón, Abigail se encontró con Samuel, que la custodiaba. Él la miraba con preocupación, ya que llevaba mucho tiempo dentro de la academia.—¿Estás bien? —preguntó Samuel, notando la distracción en su rostro. — ¿Necesitas algo?Abigail sonrió, intentando ocultar su inquietud.—Todo bien, Samuel —respondió con ligereza. —Solo me quedé unos minutos para apuntar una receta. No te preocupes.Samuel la observó con atención, pero decidió no insistir.—Muy bien, entonces te llevo a la mansión. —dijo, aunque su tono mostraba que no estaba completamente convencido.—Gracias —contestó ella, sintiendo un alivio momentáneo.Samuel asintió, aunque aún parecía un poco escéptico. Abigail se sintió aliviada de que no profundizara más en el tema.Damon observó desde la distancia cómo Abigail se alejaba, acompañada por su chófer y su guardaespaldas. Su corazón se encogió como un papel arrugado, aplastado por la realidad de que, en ese momento, se sentía un perdedor en el juego del amor. La