Max entró en la habitación de puntillas, con el corazón latiendo con fuerza. Al ver a Abigail, su expresión era una mezcla de ternura y admiración. Ella lo miró y en sus ojos brillaban las lágrimas de felicidad.—Max, no puedo creer que ya sean nuestros —dijo Abigail, con su voz suave y llena de emoción.Max se acercó a la cama, con la mirada fija en ella.—Eres increíble, Abigail. Has hecho algo maravilloso.Su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que sentía en ese momento. Abigail sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de amor.—Y tú también, Max. Verte ahí, tan tierno y sereno, me conmueve. Nunca pensé que podrías ser así.—Esos pequeños —dijo Max, señalando el cristal. —Me han cambiado. Me hacen querer ser mejor, por ellos y por ti.Abigail sintió una oleada de emoción al escuchar sus palabras.—Yo me conformo con que mis hijos, sean felices.Max asintió, sintiendo que la vida les ofrecía una nueva oportunidad.—Prometo protegerlos y darles todo lo que necesi
Tiempo después…Mientras caminaba de regreso a su puesto, Damon repasó cada palabra de la conversación. La advertencia de Mendiola resonaba en su mente: Maximiliano Lombardo no era un hombre con quien jugar. La seguridad de su equipo y la suya propia dependían de mantener la distancia con Abigail, pero cada vez que pensaba en ella, su corazón le decía una cosa y su cabeza, otra.Al llegar a su oficina, se sentó en su escritorio e intentó concentrarse en los informes que tenía que revisar. Sin embargo, su mente seguía divagando hacia la imagen de Abigail, su mirada, su voz. Imaginaba que ella era una mujer atrapada en un mundo peligroso y no podía evitar sentir empatía por su situación.De repente, su teléfono móvil sonó y interrumpió sus pensamientos. Era un mensaje de texto de Mendiola.«Necesito que revises los últimos movimientos de Lombardo. No podemos permitirnos ningún error».Damon suspiró, sabiendo que tenía que cumplir con su deber. Se puso a trabajar, pero la imagen de Abiga
Más tarde, en la clínica…Max mira a Norah con preocupación y le pregunta:—¿Qué está pasando? ¿Por qué estás tan nerviosa?—Max, tienes que escucharme. Abigail conversó con Damon Castell, estuvo aquí, el policía que te quiere meter en la cárcel.—¿Qué? ¿Cómo es posible? No lo entiendo... ¿Qué hacía ese tipo aquí?—Recuerda que se conocieron hace meses, por casualidad, en el centro comercial.—Claro, el día que Abigail fue de compras con Rose, yo vi una foto de ellos. Gregory, uno de los guardaespaldas, me la envió. No pensé que ese tipo estuviera siguiendo a Abigail. Voy a despedir a toda la seguridad ahora mismo.—Espera, Max, tienes que calmarte. Abigail podría estar en peligro, pero no podemos entrar en pánico.—Tienes razón. Pero no puedo evitar preocuparme. Tengo que reforzar su seguridad y la de todo nuestro entorno. ¡Maldición!—Primero, vamos a entrar y a ver cómo está. Ahora está dormida, así que debemos asegurarnos de que esté a salvo.—De acuerdo. Vamos a hacerlo. Pero nec
El doctor entró en la habitación sonriendo, seguido de Norah, que acababa de llegar.—Buenas noticias, Abigail —anunció el doctor. —Ya puedes irte a casa. Todo está bien contigo y con los bebés.Max sonrió al escuchar la noticia y se acercó a Abigail, tomando su mano con ternura.—Gracias, doctor —dijo Max, sintiéndose aliviado.—Voy a preparar el alta formalmente —respondió el doctor, asintiendo antes de salir de la habitación.Norah se acercó a Abigail, con una sonrisa iluminando su rostro.—¡Qué alegría! Vamos a arreglarte para que puedas salir de aquí —dijo Norah, mientras Rose entraba con una bolsa llena de cosas.—Sí, vamos a hacer que te veas espectacular —añadió Rose, ayudando a Abigail a levantarse de la cama.Entretanto, Max se quedó en un rincón de la habitación, pensativo. Su mente estaba llena de preocupaciones sobre su esposa y la misteriosa conexión con Damon Castell. No podía sacudirse la inquietud que sentía, preguntándose qué secretos podrían estar ocultos entre ello
Abigail se detiene en un rincón del jardín y mira a su padre con seriedad.—Papá, ¿tú sabes quién es realmente Max? —pregunta con voz baja.Su padre la mira, un poco sorprendido.—¿Por qué preguntas eso, Abigail? ¿Tienes dudas sobre tu marido?—No es eso, es solo que a veces siento que hay cosas de él que no entiendo del todo.—Hija, todos tenemos secretos. Lo importante es la confianza que tengan el uno en el otro.Abigail asiente, pero su expresión sigue siendo de preocupación.—¿Y si esos secretos son más grandes de lo que imagino?—No sé qué decirte, hija. Habla con él, a ver qué te responde.Abigail suspira, sumida en sus pensamientos, y frunce el ceño, sintiendo que la conversación se vuelve más tensa.—Papá, vi un pasamontañas en el armario de Max. ¿Por qué tendría eso? —pregunta con un tono de voz más firme.El rostro de su padre palidece y su mirada se oscurece.—¿Un pasamontañas? —repite, tratando de mantener la calma. —Abigail, eso es muy extraño.—¿Qué significa eso? —insi
—¡Suéltame, Elliot! —grita Elisa, tratando de liberarse del fuerte agarre de Elliot en el brazo.—No puedes seguir así, Elisa. Te estás pasando de la raya con tu misión— le reprocha Elliot, con una expresión que mezcla preocupación y enfado.—No es asunto tuyo, Elliot. Soy una mujer independiente y una mafiosa, y haré lo que sea necesario para cumplir con mi trabajo —Elisa le responde con voz firme y decidida.—No me importa lo que seas, pero no puedes seguir disfrutando de tu tiempo con Castell como si fuera un juego. Esto es serio —insiste Elliot, acercando su cara a la de Elisa.—¡Y yo soy la primera en darme cuenta de eso! —exclama Elisa, empujando a Elliot con fuerza y sacando su arma. — ¡No me recuerdes quién soy, porque te aseguro que no me tendrás de nuevo!Elliot la mira con una expresión de sorpresa y miedo, pero rápidamente se recupera y le devuelve una mirada de desafío.—No me subestimes, Elisa. Yo también soy capaz de hacer lo que sea necesario para proteger a la organiz
Abigail, que sentía la presión en el ambiente y la brusquedad con la que Max se había dirigido a su padre, no pudo evitar preguntarse qué fallaba en esa relación. La tensión entre ellos era palpable y se le aceleraba el corazón ante la posibilidad de que hubiera algo más profundo y oscuro oculto tras las palabras de Max. ¿Cómo era posible que un padre y un hijo se enfrentaran de esa manera? La inquietud se apoderó de ella y su instinto le decía que Max guardaba un secreto, algo posiblemente grave que lo atormentaba. Mientras revisaba su cartera en busca de algo que la ayudara a entender la situación, sus dedos encontraron la tarjeta del detective Castell. Una chispa de esperanza iluminó su mente; tal vez él podría ayudarla a desentrañar la verdad y encontrar una salida a ese laberinto de conflictos familiares y secretos peligrosos.Después de acabar con Francesco, Max entró en la habitación con una expresión aún tensa tras la confrontación con su padre. Al ver a Abigail, Max sintió un
Samuel, uno de los hombres de confianza de la organización, entró en la oficina de Max con el rostro pálido y la respiración agitada.—Max, tenemos un problema —dijo tratando de mantener la calma, pero su voz temblaba. —Abigail salió y luego se me perdió de vista. Creo que fue obra de Castell. No entiendo cómo se me pudo escapar.Max lo miró con furia, con los ojos brillando como llamas. Se levantó de la silla de un salto y se acercó a Samuel con una velocidad intimidante.—¿Cómo es posible que hayas permitido que eso sucediera? —gritó, apretando el cuello de Samuel con una mano. — ¡Te encargué la seguridad de mi esposa! ¿No te das cuenta de lo que esto significa?Samuel, luchando por respirar, sintió cómo el miedo recorría su cuerpo.—Lo siento, Max. No lo vi venir. No pensé que Castell se atrevería a acercarse a ella.Max lo soltó de golpe, empujándolo hacia atrás.—¡No puedo soportar la idea de que mi esposa esté en manos de mi peor enemigo! —rugió, y su voz resonó en la oficina. —